“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

18/6/16

Francia: ¡bienvenida la lucha de clases!

Maciek Wisniewski
En Las luchas de clases en Francia (1850) –una serie de artículos publicados luego como panfleto separado (1895)–, Carlos Marx, analizando las grandes transformaciones políticas por las que a mitad del siglo XIX pasa este país, describe la lucha de clases como “política ejercida en ‘terreno ideológico’ y en ‘disfraces ideológicos’”. Hoy, desde luego, seguimos en el terreno ideológico e incluso –por la contraofensiva del neoliberalismo– quizás más que nunca. Seguimos, también, en el teatro de los disfraces. En la escena política francesa destacan las patéticas figuras de François Hollande y Manuel Valls, que sólo andan de socialistas para representar mejor los intereses clasistas de la patronal y del gran capital. Pero después de varios años de aburrimiento y tras oscuros meses de desmovilización por las amenazas del terror y miedo inducido desde el Estado, finalmente se caen las máscaras.

Las intensas movilizaciones sindicales –huelgas, piquetes, bloqueos, hasta luchas en las barricadas– y el surgimiento del movimiento Nuit debout en respuesta a la neoliberal reforma laboral que aumenta horas de trabajo, facilita despidos, anula la negociación colectiva y contratos por rama gremial, arrastrando a los trabajadores de vuelta al siglo XIX y tiempos de Marx, constituyen un nuevo capítulo en las luchas de clases en Francia.

Francia es el centro de la crisis europea

Rafael Poch
El ambiente en París, ciudad en la que palpita el corazón de Francia, se está haciendo más rebelde. Desde que el 19 de febrero se colgara en la red la llamada contra la ley laboral que fue inmediatamente firmada por más de un millón de personas, se han sucedido nueve jornadas de protesta y huelga sindical, y multitud de manifestaciones. En ese caldo nació la ocupación de las plazas, el 31 de marzo, y se alzaron los estudiantes. Desde entonces cada día ocurre algo, algún desafío, alguna protesta. Qué lejos queda el ambiente del pasado otoño, cuando era el Frente Nacional quien determinaba los temas del debate público y las políticas xenófobas, identitarias y de seguridad ante el terrorismo. Hoy es lo social lo que prima. Y como telón de fondo, cada vez más presente, el descrédito de la Unión Europea.

El epicentro del problema no es el Brexit. Una eventual salida del Reino Unido de la UE es económicamente irrelevante (hay mucha exageración ahí), pero políticamente debilitaría la influencia de Estados Unidos, del que el Reino Unido ha sido el más solicito servidor, en el continente. Solo por eso harán cualquier cosa por evitarla, pero el verdadero problema está en Francia. Fue Francia, no Inglaterra, la fundadora de lo que se está desmoronando desde 2007. Y es aquí donde se decidirá la verdadera partida.

16/6/16

Friedrich Hölderlin y el asalto de los cielos

Friedrich Holderlin
✆ Fabrizio Cassetta
Helena Cortés Gabaudan
No hace mucho que el conocido líder de uno de los partidos políticos surgidos recientemente en España usaba como eslogan de éxito la metáfora ‘asaltar el cielo’, haciéndola sinónima de un acto de rebeldía consistente en tomar por la fuerza, sin aguardar ‘consenso’, ese lugar donde normalmente sólo pueden habitar los dioses y que los mortales contemplan cohibidos desde abajo, consumando de esa guisa una suerte de revolución o inversión. Esta expresión tan de moda en la reciente actualidad española[1] era ya de uso bien conocido en Alemania desde hace tiempo, habiendo pasado por bocas y plumas germánicas tan célebres como la de Carlos Marx –hablando en una carta a Ludwig Kugelmann del ejemplo dado por los insurrectos parisinos de La Comuna– como también de Hitler, quien hacía gala con ella de la eficacia de su sexto ejército de élite, con el que –según él– podría “asaltar el cielo”. A su vez, este giro tenía ya antecedentes en el ámbito romántico-alemán, cuyos pensadores no hacían sino utilizar una metáfora procedente del mundo griego basada en el célebre mito de los gigantes hijos de Poseidón que trataron de saltar el Olimpo para derrocar a los dioses.

Pues bien, aprovechando la fortuna mediática de que goza en estos momentos dicha frase, vamos a pararnos a analizar aquí –al margen de cualquier conexión con la actualidad política– cuál era realmente el sentido y alcance de la misma cuando fue usada y acuñada con fortuna por el poeta alemán Friedrich Hölderlin en las postrimerías del siglo XVIII. El alcance de dicha expresión en su obra no es para nada baladí, ya que también el contexto en que usa Hölderlin la frase es netamente político y ayuda a esclarecer cuál fue su idea respecto a los métodos y posibilidades de implantación de la democracia en su contexto histórico particular.