Publicado en Aporrea:
Hace 5 años pasaron tantas cosas que ningún documental podrá revelar. Son millones de historias inéditas y desgraciadamente la inmensa mayoría de ellas quedarán sin conocerse. Pero hay otras historias que si bien han salido a la luz, han sido deliberadamente distorsionadas y muchos de los “y que” protagonistas de ellas no han sido otra cosa sino farsantes. Aunque resulte un poco chocante, tengo que hablar en primera persona y aprovecho esta magnífica ocasión para hacerlo, sin que tenga que esperar que el rubor inunde mi rostro.
Por supuesto que ahora ni después voy a contar toda la verdad verdadera, no sólo porque objetivamente esto no es posible, sino porque siempre me reservaré detalles incómodos, no para mí, pero sí para otros. Pero trataré de ser franco, sincero, dentro de lo posible. En primer lugar debo confesar que jamás creí que el presidente Chávez regresaría, y cuando constaté por la TV que entraba a Fuerte Tiuna, comenté entre los míos que si él salía con suerte de ese drama, lo veríamos dentro de 5, 6 o 7 años, por lo menos. Pero no podría garantizar, de acuerdo a mis reflexiones, que ese regreso fuera victorioso.
Nunca pude imaginar que el pueblo traería al presidente en menos de lo que canta un gallo. Yo no podía imaginar que un hecho de esta naturaleza pudiera ocurrir. A pesar de mi militancia revolucionaria desde el año de 1.957, de las tantas lecturas y del roce personal y político con tantos camaradas sabios y consecuentes, dentro de la estructura mental que me acompaña todavía hoy, no cabía la oportunidad para esperar una reacción tan rápida y oportuna. Y creo que esas reflexiones fueron lógicas, aunque equivocadas.
Fui tomado desprevenido también. Yo, en lo particular no estaba preparado para un acontecimiento de esta naturaleza, no había tomado las previsiones para proteger a mi familia en el aspecto económico, sobretodo para una “guerra de resistencia”, aunque en lo político y moral nos sobraran pertrechos para una larga marcha. Pero la inestabilidad crematística que me acompañaba entonces, resulta que ha sido una constante en mi vida y que se prolonga despiadadamente hasta el día de hoy. Por eso no tenía razón para los temores que entonces laceraban mi alma porque esas angustias son parte de mi cotidianidad.
¿Qué podía esperar entonces de aquel gobierno usurpador que allanaba mi casa el día 12 de abril? Por supuesto que mi familia no era la única que fue víctima de ese atropello, que se multiplicó por centenares en Caracas y en el país. Nosotros al menos no fuimos objeto de vejaciones físicas. Una decena de policías metropolitanos, acompañados de algunos miembros de la Junta de Condominio del edificio en que para aquella infausta fecha habitábamos, entraron atropelladamente a mi hogar, sin orden judicial alguna y al más puro estilo fascista. Motivo del allanamiento: buscaban a un alto representante del Estado, que debía encontrarse allí porque éste me había visitado con anterioridad en un par de ocasiones, a estricto título personal. ¿Qué podía esperar de un gobierno que ni siquiera había formalizado su “toma de posesión” ya era capaz de cometer tantos desafueros, de tanta iniquidad?
Hace cinco años la gripe me agarró sin pañuelo, como dice el refrán popular. Pero gracias al pueblo venezolano, yo, mi familia y mi país pudimos superar esa pesadilla, por la rebelión popular que barrió con el despotismo que afortunadamente fue de tan corta duración.
No olvidemos pues que tuvimos un 11, pero que siguió un 12 y terminó con un 13, que se prolongó hasta el 14. No olvidemos, no sólo los que estamos de este lado, sino los pocos que aún quedan del otro, que si bien estas acciones son irrepetibles, las lecciones son perdurables en la conciencia colectiva.