“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

18/10/10

El Mensaje de García

El heroico general Calixto García

Omar Montilla

I

Cuando los norteamericanos intervinieron militarmente en la guerra que sostenían los cubanos contra España en su lucha por la independencia, se hizo muy popular en Estados Unidos un artículo de prensa que después fue reproducido en forma de revista titulado “Mensaje a García”. Se trataba de un relato dramatizado contando la historia de un teniente llamado Carl Rowan, del Ejército norteamericano. Rowan desembarcó en Cuba de manera clandestina y tenía por misión entregarle un mensaje personal al General cubano Calixto García con el fin de coordinar con los mandos cubanos el desembarco de los efectivos militares norteamericanos en la región oriental de la isla con el fin de “ayudarlos” en la guerra contra España, de la que, de todas maneras, hubieran salido victoriosos.

En esta descarada intromisión, para los Estados Unidos era muy importante poder comunicarse rápidamente con el líder de los insurgentes, que era el general Calixto García. Alguien recomendó al teniente Carl Rowan para que se encargara de tal cometido. A tal efecto se le entregó una carta que a su vez debía entregar personalmente al general García. La historia novelada dice que Rowan tomó la carta y no preguntó: “¿Dónde está García?”, sólo que la tomó en sus manos, la selló en una cartera de hule, se la amarró al pecho, hizo un viaje de cuatro días y desembarcó de noche en las costas de Cuba.


Luego se internaría en las montañas y en tres semanas salió al otro lado de la isla, habiéndola atravesado. Como resultado, hizo entrega de la carta al general García.

II

El relato de las dificultades que tuvo que vencer el teniente Carl Rowan para llegar a entregar su mensaje del alto mando militar de Washington al General Calixto García, se convirtió a principios del siglo XX en uno de los más grandes éxitos de librería en Estados Unidos en esa época. García estaba en algún sitio de la patria cubana, pero pocos sabían dónde. No se podía usar el correo o el telégrafo para llegar a él. Ante las dificultades de Rowan para llegar a García, obvian mencionar el hecho de que el general García atravesaba por peores calamidades, teniendo que enfrentar con pocos pertrechos al ejército imperial de España.

III

El General Calixto García nunca estuvo de acuerdo en someterse al mando de las tropas gringas, pero tuvo que obedecer órdenes superiores. En muchas ocasiones las tropas cubanas habían acudido en auxilio de las tropas norteamericanas, a quien los españoles no daban cuartel.  Su ayuda  consistió en la  elaboración de los planes de asedio a la ciudad  de Santiago de Cuba y la toma de los fuertes circundantes, consejos que fueron adoptados en su totalidad por el mando yanqui, no sin antes constatar la imposibilidad de vencer a los españoles, si no contaban con los sabios consejos del general Calixto García, quien por cierto era autodidacta. 

El general Calixto García recibió después una gran decepción, porque sin su consentimiento, ni siquiera con su conocimiento, el general Shaffter, pactaba con las autoridades españolas la rendición de Santiago de Cuba. Como consecuencia de esta guerra, se produce la derrota naval del general español Cervera en las aguas cercanas a Santiago de Cuba, ciudad que estuvo cercada durante semanas por los patriotas cubanos. Las tropas del general Calixto García auxiliaron nuevamente al Ejército norteamericano tan eficientemente, que no tuvieron más remedio que elogiar su destacada actuación. 

Pero poco después de la caída de Santiago de Cuba, el inepto general Shafter, prohibió la entrada a la ciudad a los soldados del general Calixto García, con el falaz argumento de que tenía “informaciones” según las cuales tropas cubanas iban a cometer “desmanes” contra los españoles ya rendidos. Esta vez, en vez de recibir una carta, el general García la escribió indignado en la que desmintió tales acusaciones.  Este es el verdadero mensaje de García, de no aceptar jamás “… que se considere [a Cuba] y se le trate como país conquistado y a eso van sin dudas los americanos [y mantendría] “siempre nuestra bandera, hasta que el pueblo, que es el verdadero soberano, diga si debemos plegarla. Mientras ese caso no llegue, y no llegará, debemos estar unidos para defender la patria en todos los terrenos”.

IV

Esta actitud digna del general Calixto García le valió su condena, que sería ejecutada más tarde, de la forma más vil y cobarde que se pueda imaginar, tal como lo hacen con frecuencia los sicarios del Imperio.

El quinto cuerpo del Ejército Libertador lo había elegido como representante a la Asamblea de la Revolución cubana y luego para acudir a Washington, como delegado, en las conversaciones entre el Gobierno de la República de Cuba en Armas y el gobierno de los Estados Unidos. Durante un banquete celebrado “en su honor”, el 11 de diciembre de 1898, sufrió lo que entonces diagnosticaron como una “apoplejía fulminante” que le causaría la muerte. Para mayor asombro, el gobierno de los EE UU se negó a entregar su cadáver a las autoridades cubanas. Su entierro se produjo muy temprano por la mañana al día siguiente con la premura del caso, a pesar del intenso invierno.

El sepelio en Cuba del general Calixto García
Pero la saña imperial contra el general García no cesó ni siquiera en su sepelio en Cuba. “Durante dos días desfilaron patriotas, compañeros de armas y el pueblo capitalino rindiéndole un sentido tributo a su gloriosa memoria. El día 11, según el programa oficial acordado,  se organizó el desfile que lo acompañaría hasta el Cementerio de Colón. El ataúd fue llevado en hombros por miembros de la Asamblea de Representantes hasta la puerta de la calle Obispo y colocado en una carroza. El cortejo estaba encabezado por el Alcalde de La Habana, Perfecto Lacaste, los familiares y los asambleístas seguido de las tropas cubanas y el pueblo. Pero ocurrió algo imprevisto y ofensivo. Cuando el cortejo fúnebre inició la marcha el gobernador militar yanqui general John R. Brooke, su Estado Mayor y su numerosa escolta se situó detrás del féretro separando a los perplejos y confusos cubanos de su querido General. Hubo una gran irritación entre los miembros de la Asamblea, alguno de los cuales agarraron la empuñadura de sus machetes en desafío a la afrenta norteamericana.  El general Freyre de Andrade, indignado, se encaró  al Gobernador militar y exigió enérgicamente el respeto del protocolo, pero fue inútil, después de exponerle su disgusto y el de sus acompañantes,  solo recibió esta  seca, soberbia y tajante respuesta: ¡That’s my order! (Estas son mis órdenes) y sin más explicaciones inició la marcha. Los cubanos tuvieron que subir a las aceras de la calle Obispo para evitar que la caballería yanqui los atropellara. […] Su hijo, el brigadier Calixto García, al terminar el entierro, escribió a la Asamblea de Representantes del Ejercito Libertador: […] como hijo sólo me cabe protestar ante el pueblo de Cuba y lamentar que tanta gloria y prestigio de mi padre hiciera que hasta después de muerto le persiguiera la perfidia de los hombres". [1]

V

Con la muerte del general García, los EE UU podían ya estar tranquilos para poder colocar en el poder a los títeres que necesitaba para seguir con la práctica colonial hacia Cuba. José Martí había caído en combate el 19 de mayo de 1895 y Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1896. Los próceres cubanos tenían muy claro el papel que jugaba y jugarían los EE UU.

Esa potencia imperialista se encaminaría luego a su consolidación definitiva en las dos guerras mundiales que se sucederían a continuación. Pero antes, a manera de práctica, habían engullido a Puerto Rico, Cuba y las Filipinas. La suerte de España ya había sido decidida también, y a partir de allí, como dice el tango, nadie la detuvo en su “cuesta abajo en la rodada”.

Nota

[1] Pedro Luís Padrón escribió en “Granma”, el 11 de diciembre de 1970,  el artículo titulado “La vejación a los libertadores en el sepelio a Calixto García”, de donde hemos hecho este extracto