“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

28/2/12

Se acabó [el diario Público]

Isaac Rosa

Ya sé que hoy es día de lamentar el daño a la pluralidad informativa, la pérdida de una voz crítica, la orfandad de tantos lectores o el hueco que queda en el lado izquierdo del kiosco cuando más falta hace tenerlo cubierto, en tiempos de ofensiva reaccionaria. Pero me permitirán que no gaste mi última columna en repetir tópicos, pues ninguno de ellos ha salvado el periódico, ni tampoco han sido esos lugares comunes y afectados los que han hecho posible que el diario esté en la calle cuatro años y medio.

Yo prefiero despedirme de esta columna con un reconocimiento a todos los que sí han mantenido en pie este periódico un día y otro durante estos años: los trabajadores de Público. Los compañeros periodistas, los compañeros de administración, así como los compañeros colaboradores, fotógrafos, dibujantes, articulistas. Si Público ha sido esa voz crítica que desde hoy echaremos de menos, ha sido por el trabajo de quienes hoy se quedan sin trabajo, y de los que han pasado por aquí en algún momento desde 2007.

Ni la independencia, ni la voz crítica, ni la libertad ni la valentía surgen espontáneamente por fundar una cabecera, ni aparecen de la nada porque así lo quiera la empresa o porque figuren en una declaración de principios. Hay que pelearlos día a día, dejándose horas, esfuerzo, nervios y no poca salud, atreviéndose a mirar donde otros no miran y a preguntar donde otros asienten; hay que dar la cara como la han dado todos estos trabajadores hasta el último día, incluidos estos dos últimos meses tan difíciles en que mantuvieron el periódico vivo, independiente, crítico, libre y valiente pese a la incertidumbre con que iban cada día a la redacción, pese a no cobrar durante semanas, pese a sentirse defraudados, y con razón.

Ya sé que el mundo no se acaba y, aunque no será fácil, todos nos buscaremos la vida, otro sitio donde seguir escribiendo, aquí o en Laponia. Seguramente costará mucho encontrar la libertad que aquí hemos tenido, pero la seguiremos peleando donde nos dejen.

Pero aunque sea un día negro, más de rabia que de tristeza, me resisto a pensar que ha sido en vano, que todo se perderá a la velocidad en que amarilleará el papel del último ejemplar de hoy. Estoy seguro de que Público deja huella, que no hemos fracasado, que todo este esfuerzo no ha sido inútil, y vendrán otros que usen esas huellas para continuar, para averiguar hasta dónde se puede llegar.

Hoy, además de lamentar lo que se pierde, toca seguir comprometidos con el periódico, también los lectores, para exigir que la salida de sus trabajadores sea en las mejores condiciones posibles, pues todo será poco para lo que merecen.

Otro día, si quieren, discutimos sobre qué hay que hacer (y qué no hay que hacer) para tener un medio crítico, y qué lecciones hay que aprender de Público. Hoy, como comprenderán, no tengo humor para ello.

Gracias, un fuerte abrazo y hasta pronto.