Mientras vamos caminando por el sendero arenoso de Lekeitio
a Aulestia leo lenta y detenidamente a Harald Martenstein los artículos Sexismo
lingüístico y visibilidad de la mujer, de Ignacio Bosque, El
río que no cesa de Gorka Larrabeiti
y Los/las
de Alfonso Sastre. Tras pausa y descanso, pintxo y tintorro, me comenta Harald:
Dudo que exista algo así como una “manera femenina de dirigir”. Entre las mujeres ejecutivas, a las
que yo he podido observar de cerca, salvo la vestimenta no he constatado estilo
femenino. Actuaban y se portaban como los jefes varones. Algunas padecían ataques
de rabia y refunfuñaban a su alrededor. Otras eran la amabilidad personificada.
Tampoco, creo yo, que la vagancia o la aplicación estén determinadas o dependan
de la cantidad de estrógenos en sangre.
Pensando estar en un error he recurrido a un trabajo
científico de Katja Gläsner: Hintergründe. Mythen und Konzepte zum weiblichen
Führungsstil (Motivos arcanos. Mitos y conceptos en el estilo de una dirección
femenina). Gläsner ha analizado a ejecutivos: machos y hembras. Y llega también
a la conclusión de que “no existe un estilo de dirección femenino”. Si he
entendido bien su análisis: el estilo de dirección es más cuestión
generacional. También los jefes masculinos más jóvenes son hoy, por lo general,
menos autoritarios, más afectivos, están menos marcados por las úlceras y
humores testosterónicos. También escuchan a veces, comunican, meditan, realizan
multitareas, hacen dieta… Por ejemplo, no se puede comparar con el estilo de un
John Wayne de los años 70 a uno de 35 en nuestros días. Sería algo muy, pero
muy injusto.
Hay un punto en el que, según Katja Gläsner, se diferencian
hombres y mujeres en la vida profesional: los hombres poseen un mayor afán de
notoriedad. Debido a las condenadas hormonas los hombres en conferencias
siempre hablan más que las mujeres. Más aún, hablan hasta cuando no tengan nada
que decir. Un hombre típico levanta la mano para intervenir aun cuando en su
cabeza sólo haya humo, vacío, jirones, retazos sueltos e inconexos, formas
geométricas volátiles o sólo sea un mero repetir lo ya dicho. Sencillamente:
quiere dejar constancia de su presencia. Como experto en perros sé que la
manada tiene que levantar continuamente su pata aun cuando no haya nada que
mear.
Muchas periodistas han exigido ahora cuota de mujer: 30%
para puestos de dirección en los medios. Algo que posiblemente llamará la
atención del lector regular alemán de esta columna única, y no 100% femenina,
pero incluso yo me manifiesto a favor. Hay muchas periodistas destacadas, y
llama la atención que, a pesar de todo, haya tan pocas jefas de redacción. Me
gustaría tener una jefa como Meryl Streep en la película Der Teufel trägt Prada,
(El diablo viste de Prada ) , yo necesito desafíos.
Una revista de medios, Media, la hecho una encuesta entre editoriales y emisoras. Y resultó
que supuestamente la reclamación se viene cumpliendo desde tiempo atrás. De los
jefes, según datos propios, en Der
Spiegel el 28% son mujeres, en Condé
Nest el 40%, en el ZEIT el 30%,
en Burda el 33%, en Gruner + Jahr 30%, en ZDF 34% etc. O las periodistas
calcularon mal su exigencia o no analizaron con el detenimiento debido. Las más
de las veces son las jefas quienes portan los pantalones. En especial mujeres y
matemática. Estoy confundido, porque también yo creo ver por doquier en las
jefaturas de medios a hombres, y estos datos….
Siempre pensé que podía separar y distinguir a hombres y
mujeres. Pero visto lo visto soy una mujer extraviad a en cuerpo de hombre, de
lo contrario no padecería este trastorno en la percepción. Al final el problema
podría solucionarse si entre los jefes de los medios se estableciese, como
entre las atletas, el control hormonal.
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