Vicman |
El número de enero-febrero de la revista Foreign
Affairs ofrece un artículo de Matthew Kroenig titulado Tiempo de
atacar a Irán; por qué un ataque es la opción menos mala, junto con comentarios
sobre otras formas de contener la amenaza iraní.
Los medios resonaron con advertencias sobre un posible
ataque israelí contra Irán mientras Estados Unidos vacilaba, manteniendo
abierta la opción de la agresión, con lo que sistemáticamente se viola la carta
de Naciones Unidas, fundamento del derecho internacional.
Conforme aumentan las tensiones, los escalofriantes ecos de
los preparativos para las guerras de Afganistán e Irak están en el aire. La
febril retórica de la campaña de las elecciones primarias en Estados Unidos
refuerza el resonar de los tambores de guerra.
Se le suelen atribuir a la comunidad internacional –nombre
clave de los aliados de Estados Unidos– las preocupaciones por la inminente
amenaza de Irán. Los pueblos del mundo, sin embargo, tienden a ver las
cosas de otra manera.
Los países no alineados, movimiento de 120 naciones, han
apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio, opinión que
compartían la mayoría de los estadunidenses (encuestados por
WorldPublicOpinion.org) antes de la inmensa ofensiva propagandística lanzada hace
dos años.
China y Rusia se oponen a la política de Estados Unidos en
Irán, como también India, que anunció que no acataría las sanciones
estadunidenses y aumentaría el volumen de su comercio con Irán. Turquía ha
seguido una línea similar.
Los europeos consideran a Israel como la mayor amenaza a la
paz mundial. En el mundo árabe, Irán no es del agrado de nadie pero sólo una
minoría muy pequeña lo considera una amenaza. Más bien, se calcula que Israel y
Estados Unidos son las amenazas preminentes. La mayoría piensa que la región
sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. En Egipto, en vísperas de la primavera
árabe, 90 por ciento tenía esta opinión, de acuerdo con encuestas de la
Institución Brookings y Zogby International.
Los comentaristas occidentales han hablado mucho de que los
dictadores árabes supuestamente apoyan la posición estadunidense sobre Irán,
mientras pasan por alto el hecho de que la gran mayoría de la población está en
contra, postura tan reveladora que no necesita comentarios.
En Estados Unidos, algunos observadores también han
expresado desde hace tiempo sus preocupaciones por el arsenal nuclear de
Israel. El general Lee Butler, ex jefe del comando estratégico de Estados
Unidos, declaró que las armas nucleares de Israel eran peligrosas en
extremo.
En una publicación del ejército de Estados Unidos, el
teniente coronel Warner Farr advirtió que “un objetivo de las armas nucleares
israelíes, que no suele decirse pero que es obvio, es ‘utilizarlas’ en Estados
Unidos”, presuntamente para asegurar un apoyo continuo de Washington a las
políticas israelíes.
Una preocupación primordial en estos momentos es que Israel
trate de provocar alguna acción de Irán, que a su vez incitara un ataque de
Estados Unidos.
Uno de los principales analistas estratégicos de Israel,
Zeev Maoz, en Defensa de Tierra Santa, un análisis exhaustivo de la
política de seguridad y exterior de Israel, llega a la conclusión de que el
saldo de la política nuclear de Israel es decididamente negativo, dañino para
la seguridad del Estado. Él más bien insta a Israel a buscar un tratado
regional de proscripción de armas de destrucción masiva y crear una zona libre
de ellas, como lo pedía ya en 1974 una resolución de la Asamblea General de
Naciones Unidas.
En tanto, las sanciones de Occidente contra irán ya están
teniendo los efectos acostumbrados, causando escasez de alimentos básicos, no
para el clero gobernante sino para la población. No es de extrañar que la
valerosa oposición iraní también condene las sanciones.
Las sanciones contra Irán podrían tener el mismo efecto que
sus predecesoras contra Irak, que fueron condenadas por genocidas por
los respetables diplomáticos de Naciones Unidas que las administraban y que
finalmente renunciaron como una forma de protesta.
En Irak, las sanciones devastaron a la población y
reforzaron a Saddam Hussein, con lo que probablemente le evitaron la suerte
corrida por la galería de otros tiranos apoyados por Estados Unidos y Gran
Bretaña, dictadores que prosperaron prácticamente hasta el día en que varias
revueltas internas los derrocaron.
Existe una discusión poco creíble sobre lo que constituye
exactamente la amenaza iraní, aunque tenemos una respuesta autorizada,
proporcionada por las fuerzas armadas y los servicios secretos de Estados
Unidos. Sus presentaciones ante el Congreso han dejado en claro que Irán no
representa ninguna amenaza militar.
Irán tiene una capacidad muy limitada de desplegar sus
fuerzas y su doctrina estratégica es defensiva, destinada a disuadir una
invasión el tiempo necesario para que la diplomacia haga sentir sus efectos. Si
Irán está desarrollando armas nucleares (lo cual todavía no está determinado),
eso sería parte de su estrategia de disuasión.
El concepto que tienen los analistas israelíes y
estadunidenses serios es expresado claramente por Bruce Riedel, veterano con 30
años de antigüedad en la CIA, quien en enero declaró que si yo fuera un
asesor de seguridad nacional iraní, querría tener armas nucleares como
factor de disuasión.
Otra acusación que Occidente presenta contra Irán es que la
república islámica está tratando de ampliar su influencia en los países
vecinos, atacados y ocupados por Estados Unidos y Gran Bretaña, y que apoya la
resistencia a la agresión israelí en Líbano y a la ocupación ilegal de
territorios palestinos, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos. Al igual
que su estrategia de disuasión de posibles actos de violencia por parte de
países occidentales, se dice que las acciones de Irán son amenazas intolerables
para el orden global.
La opinión mundial concuerda con Maoz. Es abrumador el apoyo
a la idea de establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el
Medio Oriente. Esa zona abarcaría Irán, Israel y, de preferencia, a esas otras
dos potencias nucleares que se han negado a ingresar en el tratado de no
proliferación nuclear, Pakistán e India, países que, al igual que Israel,
desarrollaron sus respectivos programas con ayuda estadunidense.
El apoyo a esta política en la conferencia de revisión del tratado
de no proliferación nuclear, en mayo de 2010, fue tan fuerte que Washington se
vio obligado a aceptarla formalmente, pero con condiciones: la zona no entraría
en efecto antes de lograr un arreglo de paz entre Israel y sus vecinos árabes;
el programa de armas nucleares de Israel estaría exento de las inspecciones
internacionales; y ningún país (entiéndase Estados Unidos) podría ser obligado
a proporcionar información sobre las instalaciones y las actividades
nucleares israelíes, ni información relativa a transferencias anteriores de
tecnología nuclear a Israel.
En la conferencia de 2010 se convocó a una sesión para mayo
de 2012, para avanzar en el establecimiento de la zona libre de armas de
destrucción masiva en Medio Oriente.
Sin embargo, con toda la alharaca en torno de Irán, hay muy
poca atención a esa opción, que sería la forma más constructiva de manejar las
amenazas nucleares en la región: para la comunidad internacional, la
amenaza de que Irán alcance la capacidad nuclear; para la mayor parte del
mundo, la amenaza planteada por el único Estado de la región que tiene armas
nucleares y un largo historial de agresiones y la superpotencia que lo
patrocina.
No se puede encontrar ninguna mención al hecho de que
Estados Unidos y Gran Bretaña tienen una responsabilidad única de dedicar sus
esfuerzos a esa meta. Al tratar de darle una tenue cobertura legal a su
invasión de Irak, esos países invocaron la resolución 687 de Naciones Unidas
(1991), diciendo que Irak la estaba violando por construir armas de destrucción
masiva.
Podemos pasar por alto esa declaración, pero no el hecho de
que la resolución explícitamente compromete a los países signatarios a
establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente.
Noam Chomsky |
Noam Chomsky
es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto de Tecnología de
Massachusetts (MIT), en Cambridge, Massachusetts. El libro más reciente de Noam
Chomsky es Making the Future: Occupations, Interventions, Empire and
Resistance, recopilación de sus artículos para The New York Times Syndicate.