“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

8/5/12

La chanson ne reste pas la même

A propósito del triunfo de François  / En memoria de Graciela González de Jeger

Rolando “El Negro” Gómez

“Era casi de media noche.  Mi casa, de ordinario silenciosa y triste, estalló en una llamarada de alborozo.  Mi casa, donde se vivía con los postigos cerrados y se hablaba susurrando como en los duelos…” [1]

Especial para La Página
Esa fue una noche de mayo de 1981, en la que Graciela y sus hijos -“francoargentinos”- cantaron desaforadamente una marsellesa que le “puso los pelos de punta al vecindario”.

El vecindario era tucumano, y la fecha los ubica en el centro del terror, sótano del infierno: Tucumán bajo la dictadura militar -“contre nous de la tyrannie l'étendard sanglan test levé”.

En ese mes de mayo, en ese año de 1981, un talFrançois ganó las elecciones en Francia, y la noticia llegó a la familia González-Jeger como un bálsamo de frescura, ánimo y esperanza en medio de la infamia que la rodeaba.  Cantar “Aux armes, citoyens; formez vos bataillons; marchons! marchons!” en esas circunstancias era quizás apropiado;era una expresión de combate sin cortapisas;era un canto de lucha que atravesó las persianas y postigos cerrados, aunque la imperialista Francia estuviera tan lejos,aunque ese François terminara luego haciendo añicos toda esperanza, y le socialisme que él representaba no era exactamente lo que Graciela y sus hijos tuvieran en mente en esos momentos.

Pero en ese sótano del infierno, en ese campo arrasado y yermo de casi toda resistencia, yo también tal vez hubiera cantado la marsellesa, aunque sin estar muy seguro de decir “le jour de gloire est arrivé”.  No del todo; pero la hubiera cantado con ella, dadas las circunstancias.

Conocí a Graciela siendo yo muy chico.  Recuerdo hasta hoy su vozarrón de mujer hablando en el comedor universitario o en el acto relámpago, cuando ella hablaba sobre los hombros de algún otro compañero; hablaba pausado, fuerte, preciso, y concluía antes de que llegara la represión.  Yo exactamente no coincidía con algunas de sus propuestas.  El activismo estudiantil tucumano estaba entonces fragmentado en una variedad innumerable de corrientes que se reclamaban marxistas revolucionarias.  Graciela pertenecía a una de ellas, y no era la mía.  Pero la mayor parte de las veces estábamos en la misma barricada; la mayor parte.  Basta leer (y disfrutar) hoy sus notas y reflexiones escritas en los años del oprobio para comprender que su motor personal era la conciencia revolucionaria marxista.  Hablando de los oprimidos, en esos textos uno no encuentra ni por un segundo el verbo “inclusión”, tan de moda hoy, sino la certeza de laliberación por la revolución.  En esos textos se refleja claramente que Graciela entendía a su manera el verdadero rol del bonapartismo burgués peronista y sus fantoches de turno, ya que le tocó vivir en Tucumán a los más patéticos de ellos, y los denuncia sin eufemismos.  En esos textos Graciela rescata el 1ro de Mayo de los mártires de Chicago, obrero y combativo, y repudia “la fiesta del trabajo”, y a aquellos que “felicitan a los trabajadoresen su día”.  En esos textos se comprende que ponerse un pañuelo blanco en la cabeza debería ser incompatible con hablar hoy de “militares patriotas”.

Graciela se fue en el año 2000.  Dicen que en sus últimos momentos no era la misma persona.  Dicen que estaba chapita.  Pero también dicen que conservaba sus principios y su ética, que eran revolucionarios.

Hoy, en este mes de mayo, en este año de 2012, un autreFrançois acaba de ganar las elecciones en la lejana e imperialista Francia, y se apresta a seguir siendo burgués e imperialista en nombre de le même “socialisme”.

Dudo que Graciela volviera a cantar hoy la marsellesa.  Dudo que este triunfo hubiera tenido para ella el mismo significado que en 1981.

A riesgo de enterrarme en especulaciones imposibles, quiero creer que de estar viva, en este mes de mayo Graciela de todas maneras hubiera cantado, pero la canción no es la misma.

Quiero creer que yo seguramente la hubiera cantado con ella en la misma barricada, como en los 70: “debout, les damnés de la terre! Debout, les forçats de la faim…!”

Nota
[1]“A boca de Jarro”, compilación de escritos de Graciela González de Jeger (1936-2000), activista tucumana, publicado por Ediciones Madres de Plaza de Mayo, año 2010, pág. 75.