“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

26/7/12

Hipocresía de la matanza de Colorado

Él prometió esperanza y cambio, pero les dio
 LA LISTA DE LA MUERTE
¡Ruegue para que no esté en ella! 
Margaret Kimberley

No queda claro desde cuándo se espera que los presidentes estadounidenses aparezcan en la escena de cada desastre que tenga lugar en el país.  Tal vez George W. Bush es el responsable de esta espantosa tendencia, luego de que fuera criticado por volar sobre la devastación provocada por el huracán Katrina en la costa del Golfo de México en el 2005.  Si Bush hubiera tenido un funcional sistema de respuesta a emergencias, y si hubiera rescatado víctimas atrapadas por el huracán, a nadie le hubiera importado que volara sobre la zona sin aterrizar.  Pero la lección equivocada fue aprendida.

Barack Obama no se arriesga.  Aparece en cada desastre.  No hay tornado que toque tierra, inundación que suba, ni incendio forestal que se extienda sin que el presidente y su equipo fabrique una aparición de fotografía mediática con desafortunados ciudadanos emocionados de ver al presidente a pesar del hecho de que hayan sobrevivido algún tipo de calamidad.

Ni siquiera desastres creados por el hombre se salvan de la aniquilación presidencial.  Cuando un hombre del Estado de Colorado disparó sobre más de 70 personas en un cine, la exageración mediática se lanzó a alta velocidad, y el presidente que preside sobre su propia “lista de la muerte” (Lista de asesinatos extrajudiciales realizados por EEUU en su “guerra contra el terrorismo”  N. del T.) fue primera plana de los diarios mientras desparramaba montones de simpatías.

A pesar de las horas de espacio televisivo dedicadas a la historia de un ex estudiante de post-grado quien se identificaba exageradamente con personajes de la última película de Batman, en realidad no hay tanto qué decir acerca de este incidente.  Estados Unidos es un país lleno de gente muy loca que desafortunadamente tiene acceso a grandes cantidades de poder de fuego.  Es una mala combinación, y los incidentes de disparos en masa ya hace mucho tiempo que han perdido su habilidad de causar conmoción.

El lugar de la matanza puede ser una oficina de correos, el campus de una universidad, una escuela secundaria, una reunión de congresistas de una población, o en este caso un cine, pero la historia es la misma: una persona que se supone ser profundamente perturbada prueba que es exactamente eso.  Sobrevivientes y familiares son entrevistados; periodistas compiten entre ellos a ver cuál es más melodramático, y todos esperamos por la próxima masacre.

Es inapropiado para cualquier presidente el usar un escenario de asesinato local con propósitos políticos, pero en la medida en que los Estados Unidos se atrincheran más firmemente como los matones del mundo, es insultante en extremo que Obama se haga el “consolador en jefe”.

Barack Obama no sólo ha asesinado al ciudadano estadounidense Anwar al-Awlaki en Yemen, sino que también tomó la decisión de matar al hijo de 16 años del mismo.  La familia Awlaki también lamenta por supuesto la pérdida de sus seres queridos, tal como las familias de las víctimas de Aurora en Colorado lo hicieron.  Pero no nos está permitido pensar en los Awlaki ni en las incontables familias anónimas de víctimas de los aviones no tripulados -“Drones”- en Afaganistán o Pakistán.  Tampoco se supone que pensemos en cómo los Estados Unidos ha hecho causa común con “yihadistas” para derrocar al gobierno sirio, y en el camino matar a miles de hombres, mujeres y niños.

Barack Obama es bueno como presidente, lo que significa que es bueno en enmascarar los actos de maldad que él comete.  Debe instruir a sus acólitos de decirle al mundo que él personalmente examina bien su “lista de la muerte” y determina quién debe morir.  Entonces, no duda en actuar como el líder de una nación en duelo y en visitar a las víctimas de los disparos en sus camas en el hospital.

La hipocresía es abierta, repugnante y conspicua, pero Obama siempre va a donde sus predecesores no se animaron.  Es importante también notar que el presidente no está solo en su hipocresía.  Tiene el apoyo de millones de estadounidenses mientras derroca gobiernos y mata seres humanos.

Los estadounidenses todavía se ven a sí mismos como buena gente, y sus líderes políticos son los árbitros que deciden qué está bien y qué está mal en el mundo.

Obama tiene razón en asumir que muy pocos estadounidenses verán sus expresiones de simpatía por lo que en realidad son: un nivel de inmoralidad que sólo puede conseguir alguien que aspira al cargo más elevado en el país.

Sus palabras son a veces risibles o escalofriantes, dependiendo del estado de ánimo de uno al leerlas: “ahora, mientras nos enteramos acerca de cómo ocurrió esto, y de quién es responsable, tal vez no entenderemos nunca qué conduce a alguien a aterrorizar a sus semejantes de esta manera.  Tal violencia, tal maldad, no tiene sentido; va más allá de la razón”. (Cita del presidente Obama sobre los hechos en Colorado en el sitio web oficial de la Casa Blanca.  N. del T.)

Tal vez conocerse a sí mismo es el mayor saber.

Margaret Kimberley 
El presidente se trasladó de la escena del crimen cometido por una persona probadamente demente.

A diferencia de crímenes cometidos por líderes mundiales poderosos, el acto de maldad del tirador de Colorado será abominado por millones de personas.  Qué malo que él no tuviera un alto cargo de gobierno ni una flotilla de Drones bajo su mando.

Si hubiera tenido ese tipo de poder, tal vez hubiera ganado un Premio Nobel, no importa cuánta gente haya matado.
Traducción especial para La Página
Rolando “El Negro” Gómez