Traducción del
francés por Julio Rovelli
El topo esta miope,
eso ya se sabe. ¿Por pasar constantemente de la oscuridad a la luz deslumbrante
de día? ¿O para protegerse de este deslumbramiento? ¿Puede olvidar el instante
del surgimiento, y los esfuerzos necesarios para llegar allí? El montículo de
retoños de donde emerge lo demuestra: no hay abertura liberadora sin
obstinación testaruda.
Marx ha cometido la imprudencia de anunciar la decadencia de
la filosofía en el cumplimiento de su devenir estratégico: ya no se trataba
solamente de interpretar el mundo, sino de cambiarlo. Alain Badiou propone, al
contrario, rehacer hoy el gesto filosófico por excelencia, un “gesto
platónico”, que se opone a las tiranías de la opinión y a los renunciamientos
de la antifilosofía.
Intenta rehabilitar así a la filosofía de las degradaciones
ante los “pensamientos fascinantes” que la subyugaron: “El pensamiento científico
dio lugar al conjunto de los positivismos, el pensamiento político engendró la figura
de una filosofía de Estado, finalmente el arte desarrollo una función de
atracción singular desde el siglo XX. Fascinada, captada, o incluso sometida
por el arte, la política o las ciencias, la filosofía ha venido a declararse
inferior sus propias disposiciones”1.
Bajo efecto del “acontecimiento galileano”, la filosofía
habría caído a la edad clásica en la dominación de su condición científica.
Bajo el choque de la Revolución francesa, se habría plegado a la condición de
lo político. Con Nietzsche y Heidegger por fin, se habría borrado ante el
poema. De donde la tesis de una filosofía “cautiva de una red de suturas en sus
condiciones, especialmente en sus condiciones científicas y políticas”,
tristemente resignada a la idea que su “forma sistemática” sea en adelante imposible.
El mayor efecto de esta sumisión sería la renuncia pura y simple al "deseo
de una figura de eternidad" no religiosa, “interior al propio tiempo”,
“cuyo nombre es la verdad”. Perdiendo de vista así su objetivo constitutivo, la
filosofía se habría exiliado de sí misma. Sin saber si posee un lugar propio,
se reduciría a su propia historia.
Volviéndose “el museo de si misma”, “combina la
deconstruccion de su pasado con la espera vacía de su futuro”2. El programa que
traza Badiou apunta a liberar a la filosofía de esta triple influencia de la
ciencia, de la historia y del poema, sustraerla de los discursos
antifilosóficos gemelos de los positivismos dogmáticos y de las especulaciones
románticas, a terminar con la complicidad con " las religiones de toda
índole”. Ya que, "ateos, no tenemos los medios del ser mientras el tema de
la finitud organice nuestro pensamiento “No podríamos llegar a eso más que reanudando
"la eternidad sólida y laica de las ciencias”: sólo la devolución del
infinito a su “banalidad neutra” de “simple numero” podría arrancarnos de la
"asquerosa capa de sacralización " y volver a lanzar una " desacralización
radical”.