“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

21/12/12

Alain Badiou y el milagro del acontecimiento

Daniel Bensaïd
Traducción del francés por Julio Rovelli

El topo esta miope, eso ya se sabe. ¿Por pasar constantemente de la oscuridad a la luz deslumbrante de día? ¿O para protegerse de este deslumbramiento? ¿Puede olvidar el instante del surgimiento, y los esfuerzos necesarios para llegar allí? El montículo de retoños de donde emerge lo demuestra: no hay abertura liberadora sin obstinación testaruda.

Marx ha cometido la imprudencia de anunciar la decadencia de la filosofía en el cumplimiento de su devenir estratégico: ya no se trataba solamente de interpretar el mundo, sino de cambiarlo. Alain Badiou propone, al contrario, rehacer hoy el gesto filosófico por excelencia, un “gesto platónico”, que se opone a las tiranías de la opinión y a los renunciamientos de la antifilosofía. 

Intenta rehabilitar así a la filosofía de las degradaciones ante los “pensamientos fascinantes” que la subyugaron: “El pensamiento científico dio lugar al conjunto de los positivismos, el pensamiento político engendró la figura de una filosofía de Estado, finalmente el arte desarrollo una función de atracción singular desde el siglo XX. Fascinada, captada, o incluso sometida por el arte, la política o las ciencias, la filosofía ha venido a declararse inferior sus propias disposiciones”1.

Bajo efecto del “acontecimiento galileano”, la filosofía habría caído a la edad clásica en la dominación de su condición científica. Bajo el choque de la Revolución francesa, se habría plegado a la condición de lo político. Con Nietzsche y Heidegger por fin, se habría borrado ante el poema. De donde la tesis de una filosofía “cautiva de una red de suturas en sus condiciones, especialmente en sus condiciones científicas y políticas”, tristemente resignada a la idea que su “forma sistemática” sea en adelante imposible. El mayor efecto de esta sumisión sería la renuncia pura y simple al "deseo de una figura de eternidad" no religiosa, “interior al propio tiempo”, “cuyo nombre es la verdad”. Perdiendo de vista así su objetivo constitutivo, la filosofía se habría exiliado de sí misma. Sin saber si posee un lugar propio, se reduciría a su propia historia.

Volviéndose “el museo de si misma”, “combina la deconstruccion de su pasado con la espera vacía de su futuro”2. El programa que traza Badiou apunta a liberar a la filosofía de esta triple influencia de la ciencia, de la historia y del poema, sustraerla de los discursos antifilosóficos gemelos de los positivismos dogmáticos y de las especulaciones románticas, a terminar con la complicidad con " las religiones de toda índole”. Ya que, "ateos, no tenemos los medios del ser mientras el tema de la finitud organice nuestro pensamiento “No podríamos llegar a eso más que reanudando "la eternidad sólida y laica de las ciencias”: sólo la devolución del infinito a su “banalidad neutra” de “simple numero” podría arrancarnos de la "asquerosa capa de sacralización " y volver a lanzar una " desacralización radical”.