“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

3/12/12

Deslastrarse del desarrollismo

Gustavo Márquez Marín

Especial para La Página
El equilibrio ambiental, más que un objetivo  del desarrollo es una restricción de éste. En consecuencia, aquellos objetivos del Programa de la Patria 2013-2019 en los que está implícita la intervención de los ecosistemas, tendrían que estar acotados por la capacidad de resiliencia, regeneración y recuperación de los mismos.

Siendo así,  habría que repensar el modelo que históricamente hemos venido aplicando en la formulación y gestión de los Planes de  la Nación, en los que se suele manejar en forma separada,  el Plan de Ordenamiento del Territorio (POT) y el Plan de Desarrollo Territorial (PDT). Lo lógico sería que el primero, al regular los usos de la tierra con criterio intergeneracional, norme y condicione al segundo, aprovechando al máximo las potencialidades del territorio pero, sin afectar los equilibrios ecológicos que determinan la preservación del agua, la biodiversidad, los bosques y el aíre, minimizando los impacto que tienen las actividades humanas en los recursos naturales renovables.

Lo que viene ocurriendo en la práctica es que el POT se ha subordinado al PDT, lo cual es propio del modelo desarrollista que sirvió de tronco común al capitalismo y al socialismo del siglo XX. Aún cuando discreparon en el modo de producción y concepción de la sociedad, ambos concibieron la naturaleza desde una perspectiva antropocéntrica, como un factor “exógeno” que solo existe en función de la satisfacción de las demandas  sociales,  para explotarla ilimitadamente a fin de impulsar el “desarrollo de la fuerzas productivas”, a través del uso también  ilimitado de la ciencia y la tecnología, en pos del “progreso” y la “modernidad”.
  
El gran desafío que tiene el gobierno revolucionario en esta nueva etapa, es deslastrase de los residuos desarrollista aún presentes en su modelo de planificación  y en su accionar concreto. Para lo cual,  los grandes proyectos de infraestructura, de la Gran Misión Vivienda, del desarrollo agrícola, industrial y energético y, el modelo de planificación, tendría que virar hacia un enfoque ecosocialista posdesarrollista, que conduzca a una planificación integral sustentable, hacia la construcción de la civilización poscapitalista del Buen Vivir.