“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

14/1/13

Freud antipedagogo / El análisis evita la represión y la educación se basa en ella

Sigmund Freud
✆ Andy Warhol
Luis Roca Jusmet

Especial para La Página
Este es el título de un libro que es, para mí, una pequeña joya para los interesados en la relación entre psicoanálisis y pedagogía o, simplemente, por la educación. El título, algo provocador, quiere decirnos varias cosas: 1) El psicoanálisis no es un método educativo sino que, por el contrario, es su reverso; 2) Freud era totalmente escéptico respecto a la pedagogía como ciencia de la educación.

Catherine Millot escribió este libro, difícil de encontrar, a finales de los 90. Es una psicoanalista de formación lacaniana pero poco dogmática y sectaria, que nunca quiso formar parte de una escolástica lacaniana. En el libro hace un recorrido sobre la posición de Freud en el tema de la educación a partir de un análisis muy preciso de sus textos. Inicialmente se inclina por una postura no represiva, después insiste sobre todo en que hay que educar para la realidad y hacerlo en una ética de la verdad. Finalmente se vuelve
más escéptico respecto a cualquier teoría pedagógica y considera que hay que basarse en lo empírico, en lo singular de cada caso. En todo caso hay que evitar polarizarse entre la libertad y la represión. Hay que buscar el punto justo y en cada caso es diferente. Pero hay dos cosas claras : la primera es que no hay que hacerse esperanzas excesivas y la segunda que la prohibición es necesaria porque es la que posibilita el deseo. Educar es prohibir, es decir poner límites, pero no es solo esto.

¿Qué puede aportar el psicoanálisis a la educación? Directamente nada. Indirectamente mucho. El tratamiento psicoanalítico de padres y educadores por un lado y de niños, por otro, puede ser muy interesante. Pero en el segundo caso Catherine Millot se pronuncia a favor de Melaine Klein y en contra de Anna Freud en su polémica sobre psicoanálisis de niños y educación. Esta última consideraba que el psicoanálisis tenía, en el niño, una función educativa. Por ello era imprescindible generar en el niño una demanda a partir de la cual realizar una transferencia positiva entre él y el analista. El trabajo de Anna Freud se basa en reforzar el yo y la parte consciente del niño. Toda una escuela de psicoanálisis, la llamada Escuela del Yo le ha seguido en su tratamiento de adultos y de niños. Melanie Klein considera que la transferencia positiva es un obstáculo para el análisis. Catherine Millot está de acuerdo: el análisis es un trabajo sobre el inconsciente. El yo es la principal sede de las ilusiones y, por tanto, de resistencia para este trabajo. El trabajo analítico crea las condiciones para una educación posterior en el niño que sea menos autoritaria. Le hace desaparecer culpa y angustia y le posibilita una mejor sublimación. Pero el análisis evita la represión y la educación se basa en ella. ¿Por qué? Porque es un sumisión del principio del placer al principio de realidad y se basa en el dominio de las pulsiones.

Ahora bien, hubo una influencia del psicoanálisis en la política y en la educación basado en el malentendido. En el primer aspecto sus paladines fueron Wilhelm Reich y Herbert Marcuse, que defendieron una sociedad no represiva y no patriarcal, con plena libertad sexual. Buscaban una sociedad no castradora basada en el principio del placer. No entendieron que Freud siempre defendió la represión y la castración primordial como necesaria. Catherine Millot, igual que otros psicoanalistas franceses no estrictamente lacanianos como Françoise Dolto, defendieron lo que llamaron la castración simbólica. Se trata de la superación del Complejo de Edipo. Pero nos dejemos confundir por los culturalistas. El complejo de Edipo es un mito que ejemplifica un hecho universal, que es el paso de la naturaleza a la cultura. Este paso, como mostró el antropólogo Claude Levi-Strauss, es el que posibilita la prohibición del incesto. Esta marca la separación de la relación dual entre el niño y la madre, el Otro Primordial, para tener acceso al Otro simbólico. Este Otro simbólico es la Ley el Lenguaje, es decir, las mediaciones entre el ser humano y la naturaleza. Pero el acceso a lo Simbólico solo es posible si lo reconoce el Otro primordial, la Madre. Si no es así el niño queda atrapado en esta relación, que es la de la psicosis. Lo que es universal es, entonces, la existencia de una vía para superar esta relación dual, con lo que el objeto primordial del goce es un objeto perdido. Esta falta es la que posibilita el deseo. El Padre 8 en cualquiera de sus formas culturales) da al niño un nombre, una significación a la pérdida. la sexualidad pasa entonces por el desfiladero del significante, es decir de la palabra. La sociedad liberada de Marcuse sería un paraíso infantil donde todo es lúdico. Pero también antipedagogías como la que practicó A.S. Neill en Summerhill pretendía basarse en el psicoanálisis. De hecho la teoría era superficial, roussoniana. Pero su carisma hizo que el proyecto, de alguna manera, funcionase. La clave de Neill, sin él mismo saberlo, es no responder a la demanda del niño respecto a su propia demanda. Cuando éste le dice "Enséñame algo" y Neill responde "¿Que quieres aprender?" y el niño contesta "Lo que quieras", él se va. Hace como el analista que no responde a la demanda del paciente, deja abierta la demanda para que se mantenga el vacío a partir del cual aparece el deseo. De esta manera se supera el registro engañoso de la demanda. Hace así el papel del muerto en el lugar del ideal del Yo. Este es el sentido del anonimato del analista, que le permite ser el espejo de los jeroglíficos del deseo del analizado. El educador no puede hacerlo y si Neill lo hace es por su postura de no enseñar.

Pero sobre el inconsciente no se manda, ni lo hace el educador sobre el suyo ni tampoco el educado. El trabajo de educador, como el de político y el del analista son imposibles, ya que se basan en el poder de la palabra y choca contra la roca del inconsciente.

Catherine Millot introduce también una de las explicaciones más claras que he leído sobre la dialéctica entre el deseo y la demanda en Lacan. El deseo se constituye siempre, necesariamente, como deseo alienado. En primer lugar porque aparece en relación al deseo del Otro (de los padres). En segundo lugar porque las necesidades pasan por el desfiladero del lenguaje, se transforman en demanda al Otro. Para que aparezca el deseo del niño estos deben tener un deseo con respecto al niño. De otra forma se imposibilitaría su estructuración psíquica. El niño debe formar su Ideal de Yo a partir del deseo de los padres. Lo que ocurre es que la alienación debe dar paso a una separación, la que nos permite salir del Ideal del Yo y constituir nuestro deseo. Si no hay esta separación nos sometemos a la demanda del Otro, nos identificamos con el Yo ideal. Es la satisfacción narcisista de recibir el amor del Otro. Pero separarse del Otro no es separarse de la ley simbólica, que es la que regula las relaciones entre humanos, la mediación que nos permite reconocer y ser reconocido por el otro como sujeto. Es separarse de la identificación con este Yo ideal que es la imagen que proyectamos para ser reconocido por el Otro.

Bajo este planteamiento la labor del educador es imposible, a menos que quiera formar sujetos obedientes, atrapados en este registro imaginario.La base de la educación es el amor y éste se basa en una imagen idealizada del Otro. Aquí está lo contradictorio del que quiere potenciar la autonomía del sujeto que se educa. En todo caso es el respeto al niño debe prevalecer. No hay una fórmula : es un arte, es el tacto del profesor, que es la intuición de los procesos inconscientes del otro.

Pero Freud considera que hay que olvidarse de la educación como camino a la felicidad. Es este un ideal imposible : porque el goce total nos es prohibido desde que nos separan del Otro primordial y nos sometemos al orden del lenguaje y de la ley, al orden simbólico. Es el único camino de la humanización. El objeto del goce, que es la madre, es un objeto perdido para siempre. Del vacío que deja surgirá la falta y con ella el deseo.Lo único que podemos hacer los humanos es, como dice Freud, transformar nuestra miseria neurótica en un objetivo banal y la impotencia en el reconocimiento de lo imposible.

El psicoanálisis es eficaz cuando levanta las represiones del niño y para los educadores y padres porque les ayuda a desprenderse del narcisismo del ideal, ya que lo que quiere hacer el padre o el educador es convertir el niño en su Yo ideal.