La polémica entre el Che Guevara y Charles Bettelheim, que
se dio a principios de los años 1960 y que originó el artículo elaborado por el
Che: ‘La planificación socialista, su significado’ (Junio 1964), es de gran
relevancia en los momentos actuales donde, por un lado, se plantea la
obsolescencia de la teoría desarrollada por Marx y por otro, el surgimiento de
nuevos pensamientos posmarxistas que tratan de desvirtuar los planteamientos
centrales de Marx para establecer alternativas que no rompen a nivel esencial
con el capitalismo.
El Che cuestiona la concepción de Bettelheim sobre el
socialismo basado en el primado de las fuerzas productivas, donde la
contradicción principal que generaría el cambio es la que se daría entre las
fuerzas productivas y las relaciones sociales y no la lucha entre el capital y
el trabajo.
Para el Che, en contraposición con Bettelheim, habría que “buscar en las relaciones de producción de Cuba los motores internos que han provocado la revolución actual”. El Che pone en tela de juicio igualmente el darle a la estructura jurídica una existencia propia, con el fin de promover la idea que la propiedad estatal puede ser considerada como socialista sin tomar en cuenta el carácter de las relaciones sociales que se dan en su seno.
Para el Che, en contraposición con Bettelheim, habría que “buscar en las relaciones de producción de Cuba los motores internos que han provocado la revolución actual”. El Che pone en tela de juicio igualmente el darle a la estructura jurídica una existencia propia, con el fin de promover la idea que la propiedad estatal puede ser considerada como socialista sin tomar en cuenta el carácter de las relaciones sociales que se dan en su seno.
A nivel fenoménico pueden aparecer contradictorios los
planteamientos de Bettelheim con respecto a los dos aspectos centrales
referentes a la denominada “transición al socialismo” y que son: el primado de
fuerzas productivas; y la “autonomía” de la estructura jurídica, que formaría
parte de superestructura. Sin embargo, ambos elementos están articulados por la
lógica positivista que trata en el fondo de mantener la esencia de las
relaciones capitalistas, que es el trabajo alienado. Lo expuesto se sustenta en
que si bien la idea central de Bettelheim fue la concepción economicista del
desarrollo de las fuerzas productivas como factor decisivo para el “cambio”, es
preciso para lograrlo no modificar la organización social de las unidades
productivas y del Estado, en tanto las fuerzas productivas que se fomentan son
las capitalistas y, por ende, requieren una estructura organizacional
igualmente capitalista. La explicación a nivel esencial de lo señalado es que
la supuesta contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales
no se dan primero, porque las fuerzas productivas no son neutras y segundo,
porque en un proceso de reproducción dinámico, las fuerzas productivas son
expresión de relaciones sociales pasadas. De lo anterior se deduce que podrán
existir ciertos conflictos producto de desajustes entre las relaciones sociales
cristalizadas (fuerzas productivas) y las presentes (que serían motivo para
promover la innovación) pero de ninguna manera pondría en juego las relaciones
sociales predominantes, es decir las capitalistas.
Es por todo lo señalado que la estatización en la ex Unión
soviética no modificó a nivel esencial las relaciones sociales. En el seno de
las empresas y del Estado, se mantuvo y promovió el taylorismo (que se
desarrolló a principios del siglo XX para promover las relaciones de producción
capitalistas en Estados Unidos y también en Europa), en tanto se concibió
en la ex Unión soviética como una forma científica de la organización del
trabajo, y por tanto neutra. Para fomentar esta modalidad de trabajo, se creó
en la ex Unión soviética el Instituto central de trabajo (ICT) y se denominó a
la organización del trabajo NOT.
El taylorismo promovió en el Estado y en las unidades de
producción la disociación entre trabajo manual e intelectual, la jerarquización,
el fraccionamiento dentro del proceso de trabajo que fomentó el trabajo
individual, en lugar del trabajo colectivo y cooperante. Esta modalidad
individualizada de trabajo condujo a promover la productividad, es decir el
incremento de las fuerzas productivas mediante el pago por pieza, que en el
fondo lleva a una competición entre los trabajadores en lugar de crear
solidaridad entre ellos. Esta forma de organizar el trabajo hizo por un lado
que se mantengan como categorías de mercancía los salarios, los precios y las
ganancias, por más que “desde arriba” se tratara de regular administrativamente
estas categorías de mercancía. Debido a lo anterior, se colocaron los mayores
recursos en las empresas más “eficientes” y rentables por encima de las necesidades
más sentidas de la población.
El Che Guevara se opuso a mantener las categorías de
mercancía en el socialismo promovidas por una concepción economicista de éste y
preconizaba para eliminarlas la creación de “relaciones nuevas entre los
hombres” tendientes a promover un hombre nuevo donde los incentivos morales
primarían sobre los materiales. El hombre nuevo del Che también fue vislumbrado
por Marx en sus “Manuscritos Económicos y Filosóficos” de 1844 donde planteaba
como tarea central para crear un nuevo hombre la eliminación del trabajo
alienado en el capitalismo, el cual ve al ser humano como una cosa, como un
simple factor de producción que es ajeno a la forma en que produce y a lo que
elabora. Igualmente para promover el trabajo colectivo y creativo, es necesario
que se vaya contra la visión individualizada de las empresas y la concepción
mercantil de concebir las relaciones entre el campo y la ciudad. El socialismo
real nunca trató de eliminar lo anterior, promoviendo el trabajo alienado en su
versión burocratizada. Es decir que nunca buscó transformar a nivel esencial
las relaciones sociales capitalistas, por lo que no fue una casualidad que se
desplomara el supuesto socialismo real.
Los planteamientos errados de Bettelheim, que lúcidamente el
Che criticó pese a que eran difíciles de percibir con la claridad que se ven
ahora por la primacía del pensamiento estalinista en ese entonces, fueron
posteriormente revisados por Bettelheim. En el primer volumen de su libro ‘Les
luttes de clases en URSS’ (1974. P.13), señala que el principal obstáculo para
el desarrollo socialista ya no se encuentra en el nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas sino en la naturaleza de las relaciones sociales
dominantes. Para este nuevo Bettelheim, el desarrollo de las fuerzas
productivas no pueden jamás por sí solas hacer desaparecer las formas
capitalistas de la división del trabajo ni las otras relaciones sociales
burguesas. Lo antes señalado lo refuerza en el segundo volumen de su libro ‘Les
luttes de classes en URSS’ (1977. P.29) al postular que la contradicción
fundamental es la que opone en la transición al proletariado con la burguesía,
que se manifiesta en la oposición entre la clase obrera y los dirigentes de
empresa estatales y privados, es decir que la forma de propiedad estatal no
elimina la lucha de clases como suponía en sus planteamientos de 1960.
La visión del Che, el análisis crítico de los errores y la
posterior rectificación de Bettelheim deben ser tenidas muy en cuenta en el
proceso complejo de construir una teoría emancipadora que tienda a rechazar la
concepción positivista de ver la transformación sustentada en el desarrollo de
las fuerzas productivas que promueven el estalinismo, el neoestalinismo y el
posmarxismo bajo sus distintas formas.