“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

18/4/13

Nietzsche y la Política / Sobre una controversia

Friedrich Nietzsche ✆ Kni
  • “Quien se toma a Nietzsche al pie de la letra está perdido”: Thomas Mann
  • Desde joven Nietzsche adquiere y lee con detenimiento los libros del filósofo-economista (y antisemita) Eugen Karl Dühring, el mismo que demolió Engels y luego Lenin
El Catecismo nietzscheano: ¿Conviene forzar a un autor (sea Nietzsche o cualquier otro) a expresarse mutilado o con medias palabras? En suma: ¿es productivo amordazarlo? Voltaire, un autor al que Nietzsche admiraba (y al que le dedicó un libro) decía que la Fe consiste en creer lo que la Razón no cree ni puede creer. He realizado una pequeña y tortuosa investigación sobre el joven Nietzsche, de la cual el artículo “El joven Nietzsche o el instinto aristocrático como política” publicado en Rebelión es la primera parte. Es un intento de liberar a Nietzsche del falso bronce académico burgués, de “situarlo” en las coordenadas de tiempo y espacio, de acercarlo a sus verdaderas intenciones de intervención en la política de su tiempo.

Es siempre correcto preguntar a cada pensador qué ideología representa, pero quien formula la pregunta debe ofrecer la respuesta. Nietzsche, como cualquier otro, nada podría contestar aunque no estuviera muerto: ignoraba lo que transportaba. Intenté hermeneúticamente “leer” a contrapelo al filólogo como un pensador político reaccionario coherente y unitario. ¡Vade retro! Una tarea, incluso ahora, “escandalosa”, porque Nietzsche (y muchos más del noble Panteón catedricio) es para la Intelligentsia “progresista” una vaca sagrada intocable: quién ose contradecir el canon académico puede retroceder ochenta y siete escalones de reencarnación. Si el centro del Hinduismo es la protección de las vacas, la protección de la reputación de Nietzsche es uno de los más maravillosos fenómenos de la evolución del progresismo europeo. Sabíamos de la previsible y automática reacción fóbica de la corporación de profesores universitarios, ayudantes de cátedra, becarios de investigación, articulistas, directores de revistas literarias de izquierda incluso de algún “gurú” consagrado. Varios reflejos pavlovianos aparecieron en Rebelión y otros lugares, uno, el de más largo aliento, es el de Luis Roca Jusmet –creo que profesor de filosofía– cuyo título es “Nietzsche otra vez”. A Luis R. J. no le gusta lo que la Razón descubre en su autor fetiche Nietzsche (aunque veremos que en realidad la herida narcisista no es por Nietzsche en sí mismo), aborrece mi artículo con pasión religiosa.

Frente al Nietzsche real, políticamente incorrecto, Luis R. J. prefiere un sistema de creencias basado en la Fe. Mi humilde lectura política de Nietzsche le amarga la existencia y no ahorra ningún adjetivo negativo en su contra. Mi artículo es “descalificador”, “falaz”, “tramposo”, “fallido”, “simplista”… Es una malévola “crítica fácil”. Luis R. J. está indignado: ¡se quieren comer en forma de chuletón a su vaca sagrada! La primera maniobra artera de mí artículo, la “primera trampa”, es que el título no coincide con el contenido del artículo: “González Valera” (sic) (Luis R. J. está tan indignado que se le atraganta mi apellido en el teclado) pretende “globalizar” la tesis del joven Nietzsche a toda su obra. ¡Ah, pillo! Pero su indignación llega al paroxismo cuando señalo que los lectores que lo leyeron “correctamente” han sido “nazis, neo-fascistas y conservadores de toda la vida”. Luis R. J. verá pronto el porqué de esta aseveración en carne propia. Lo que quise señalar es que los lectores de derecha de Nietzsche lo han leído “correctamente”, es decir: sin tergiversar, sin obviar, sin ocultar, sin reprimir, sin falsificar, sin sofocar al Nietzsche original. Sin inventarse un Nietzsche ad hoc a la medida de nuestras limitaciones y mirada bizca. Como ejemplo allí está el libro del nacionalsocialista Alfred Baeumler, todavía muy valioso; allí está el trabajo de Heidegger, filosóficamente völkische pero importante. Los intelectuales fascistas lo interpretan sin aplicarle una ridícula hermenéutica de la inocencia o negarse a la literalidad de su lectura. Pero no nos adelantemos. Como contrapartida de este método burdo y de bodegón, falsificador y embaucador de lectores desprevenidos, Luis R. J. nos propone su propio artículo –no podría ser menos– que plantea “de forma rigurosa” la relación entre Nietzsche y la Política. Aparte Luis R. J. señala la “distinción” como diría Bourdieu: mientras el artículo de “González Valera”(sic) ha sido “extraído” de un blog con un nombre no muy feliz (¡válgame Dios!), el del noble profesor nietzscheano de izquierda ha sido publicado por una revista decana en la Intelligentsia progresista, hecha y derecha, con comité editorial, panteón de héroes, secretarias, contabilidad y número de seguridad social.

Cómo para que quede claro el origen lustroso de uno con la genealogía plebeya del otro. Toda Fe entraña, inevitablemente, negaciones y afirmaciones. El verdadero creyente, cuando se encuentra ante una prueba lógica o una demostración empírica que incurre en contradicción aparente con las exigencias de su sistema de creencias, no tiene más elección razonable que negar lo que vea (y lo que lea), lo que oiga y lo que piense, lo que escriba. La hermenéutica de la inocencia que Luis R. J. aplica a su canon favorito (que incluye a Nietzsche) aunque es muy pernicioso para su tarea confesa (“qué significa ser hoy de izquierdas”) es previsible, muy humana y viene a soldar la distancia entre lo real y lo fantasmagórico, reducir la disonancia cognoscitiva entre el Nietzsche real (íntegro: aristocrático, darwinista, racista, anticomunista, antisemita…) y el Nietzsche imaginado/imaginario (mutilado). La disonancia entre lo que es y lo que debería ser la rellena la ideología del Dilettante. Luis R. J., como buen intelectual profesional “progresista”, debería saber que los cánones son expresión de una escala de valores que responde a unas relaciones sociales concretas, diríamos materiales. Por ello es que aquí ya no está en juego el entendimiento preciso de lo que “realmente quiso decir Nietzsche”, ni ninguna actividad crítica de reapropiación proletaria de la tradición reaccionaria, sino mantener intacto un sistema de creencias. Creo, luego existo. La “lectura” se transforma en un obligado artículo de Fe. Se impone con naturalidad no la voluntad de interpretar, sino la voluntad de olvidar, reprimir, obviar… ¿La prueba del Pudding es que se puede comer? Pues bien analizaremos ese artículo del bravo escudero nietzscheano Luis R. J. que, en contraposición a mi pérfido brulote, aborda “de forma rigurosa” la relación de Nietzsche con la política. No lo hacemos por casualidad, ya que según Luis R. J. sus puntuaciones sobre el tema “serían suficientes para criticar el artículo de González Valera” (sic).

Luminosidades imprecisas o la voluntad de olvido: Luis R. J., en su artículo autocalificado por él mismo de “riguroso”, se pregunta por qué existen “múltiples lecturas políticas” de Nietzsche (es decir: reclamaciones desde la extrema derecha al anarquismo). En cambio de encontrar el “error” en la recepción e interpretación de Nietzsche desde el campo intelectual, Luis R. J. con una lógica plana, deduce que la culpa de tanto embrollo en la Querelle debe ser ¡del propio Nietzsche! ¿Nuestro casi divino Nietzsche es tan contradictorio como para que lo reivindique Mussolini y al mismo tiempo Foucault? Sin sospecharlo ha arrojado al niño junto con el agua sucia de la bañera. Luis R. J. reacciona rápido e inventa –no le falta imaginación– la siguiente fórmula: lo ambiguo no es el Nietzsche de carne y hueso (¡faltaba más!) sino el “carácter contradictorio de su obra” (sic). O sea: el Nietzsche encarnado en un cuerpo humano no coincide con su obra escrita, en la cual, según Luis R. J., Nietzsche “lo afirma todo y al mismo tiempo lo niega todo”. Por lo tanto, tal como hace Luis R. J., la entera obra nietzscheana es una feria de saldos filosófica en la cual “cada cual puede elegir lo que más le interese” (sic). Allí están todas las negaciones y contra afirmaciones de Nietzsche, para servirnos de ella y orientar la veleta ideológica hacia el Norte que más nos plazca. Así es cómo Luis R. J. ve la entera obra de Nietzsche; no la comprende mucho, le parece que Nietzsche se contradice y luego no, y luego sí, en fin, un embrollo. Exhausto llega a la conclusión que el problema no son las limitaciones del lector Luis J. R. sino las introyecta en el propio Nietzsche.

Este hallazgo puede revolucionar la ciencia de la hermenéutica, ya que su método radical de lectura e interpretatio permite que coexistan obras ambiguas (con contradicciones lógicas) con autores coherentes. ¿El estilo no es el hombre? ¿Cómo sabe que Nietzsche era coherente y su obra no? ¿Acaso por su correspondencia, por su praxis o por testimonios de su círculo de familiares y amigos? No lo sabemos, pero el método “riguroso” de Luis R. J. sin duda hará historia. La propia esquizofrenia de Luis R. J. (por favor Nietzsche no tiene nada que ver con esta fantasía) como intelectual escindido, sus propias limitaciones son proyectadas sobre Nietzsche y se presenta este mecanismo primitivo como un método científico no sólo de leer con corrección un autor sino “para profundizar sobre lo que significa hoy ser de izquierdas”. Un espantajo, la escisión contradictoria y ridícula (por inexistente) entre un autor que “rechaza las medias tintas” y una obra “ambigua y contradictoria” se nos vende en el mostrador de las novedades filosóficas como el más avanzado método riguroso para conocer la “verdad política del autor”. ¿Y el método altisonante, anunciado con fanfarria y fuegos de artificio, qué produce finalmente? Nos enteramos que Nietzsche “niega reiteradamente que tenga una posición política en el sentido convencional de la palabra”. Primero el método “riguroso” no nos señala en qué momentos y en que parte de su obra Nietzsche niega tantas veces como Simón Pedro; segundo, Luis R. J. deberá explicarnos qué es para él “sentido convencional de la política”… ¿el sentido en el siglo XIX?, ¿el sentido clásico?, ¿el sentido del siglo XX?, ¿el sentido del propio Luis R. J.?

Si entendemos política como esa síntesis de logos más acción, Nietzsche sí tiene una posición política: desea, lucha y escribe para modificar el status quo de Alemania y de Europa. Si nos referimos al sentido en el siglo XIX Nietzsche aborrece la pequeña política, la que conlleva el estado de partidos y la democracia liberal, su utopía es el retorno a una época trágica de Señores y Siervos, incluso instituyendo la institución de la esclavitud y la guerra. Si fue el capitalismo el que escindió la economía y la política, el que creó al bourgeois y al citoyen en esferas separadas y autónomas para asentar su dominio como clase, es obvio que Nietzsche quiere abolirlas definitivamente. Cuando Nietzsche se refiere a sus ideas políticas siempre habla de la “Gran Política” (gross Politik) para diferenciarla de la “keine Politik”, la politiquería de la democracia liberal y el sistema de partidos y sindicatos. Si Nietzsche en su juventud intenta construir un partido (el wagneriano) lo hace para que nunca más existan partidos políticos, ni sufragio universal… Debemos señalar que en su época de Basilea Nietzsche era un nacional-liberal estilo Heinrich von Treitschke, le guste o no al método “riguroso”. ¿No es su declaración de admiración a Bismarck una posición política en el sentido convencional del término? Si yo admiro y elogio a Franco… ¿no es una posición política convencional o hace falta ponerse la camisa azul y exhibir el carné de afiliado? Pero todo esto a Luis R. J. le parece superfluo, él no quiere trampas, ni artículos falaces, su “filología del futuro” abordará uno de los temas más discutidos sobre Nietzsche: su antisemitismo, su judeofobia.

Por supuesto en la época en la cual vivía Nietzsche (la cronología no es el fuerte del método “riguroso”) existían “las primeras semillas de los movimientos nacionalistas y antisemitas que cristalizarán históricamente en el nacional socialismo… estos círculos lo presionan reiteradamente para que se adhiera explícitamente… vienen del que fue su editor hasta 1844, Enst Schmeitzner y sobre todo de su hermana, Elisabeth y del marido de ésta, el dirigente antisemita Bernhard Förster” (todo sic). Obviemos los errores de fechas y tipográficos de los nombres propios. El método de Luis R. J. es curioso: teniendo a su disposición toda la obra escrita de Nietzsche (incluso ahora en español), toda su correspondencia, sus fragmentos inéditos y póstumos, además de testimonios de amigos y colaboradores cercanos, su hermenéutica de la inocencia busca expurgar a Nietzsche con… un par de anécdotas. ¿¡Para qué leer a Nietzsche!? Nos basta con una anécdota y listo, dice la filología del futuro. Esto sí que es rigurosidad, esto sí que es crítica difícil, esto es arte de la interpretación… lamentablemente las anécdotas no sólo están mal contadas sino que además son falsas, inexistentes.

Primera anécdota falaz: Seguramente Luis R. J. la ha tomado, de buena fe, de una fuente de segunda mano (sí, Bataille también se equivoca) la historia de que Nietzsche rechazó unirse al antisemitismo de su editor y que rompió por ese tema con él. En primer lugar su editor desde 1874, Ernst Schmeitzner, era originalmente amigo y admirador de Nietzsche, luego se metió en el negocio de los libros y finalmente editó los libros de Nietzsche luego de que Fritzsch, el editor anterior de él y Wagner, quebrara. Es parte de la leyenda urbana de los nietzscheanos el mito que su editor dirigía un círculo antisemita que deseaba incorporar a Nietzsche (¿por qué no nos dice Luis R. J. cuál era el nombre de tal asociación?). La verdad es otra y menos épica: en realidad se reducía a un problema de crematística: dinero y derechos de autor. No lo dice “González Valera” sino todos sus biógrafos. La editorial de Schmeitzner empezó editando el librito sobre Schopenhauer y así sucesivamente. Los libros de Nietzsche se vendían muy mal (o no se vendían); Nietzsche no cumplía con los plazos de entrega de originales y con las correcciones. El editor encontró un negocio millonario en la publicación de toda la prensa antisemita de moda en Alemania y Austria; Nietzsche simplemente se dio cuenta que el editor lo dejaba de lado por lo que le generaba dinero. Nietzsche impuso un pleito contra Schmeitzner, ¡en 1885!, con el objetivo de recuperar sus obras, sus derechos editoriales y la libertad de re elaborarlas. Este conflicto financiero judicial privado se presenta en el método “riguroso” de Luis R. J. como un rechazo activo “en contra de este movimiento [antisemita]” (sic). Esto si que es levantar un estropajo para derribarlo con facilidad… No le podemos pedir mucha rigurosidad en este aspecto de la propia historia de la evolución intelectual de Nietzsche, ya que Luis R. J. por ejemplo dice sin sonrojarse que “el único cambio radical en su obra es el paso del entusiasmo a la decepción por la cultura alemana de su época”. Más le valdría repasar al método “riguroso” los estudios escolares que han establecido con base en los propios textos, al menos cuatro “cambios radicales” en Nietzsche.

Segunda anécdota falaz: la “filología del futuro” no necesita recurrir a lo que escribió realmente Nietzsche. Eso es del pasado, pertenece a métodos tramposos, fallidos, simplistas. Luis R. J. prefiere ir a lo seguro y lo seguro es repetir rumores. Si hay un tópico ideológico trillado y que se repite una y otra vez, un verdadero Hoax  filosófico del nietzscheano de izquierda, es el del papel monstruoso y distorsionador de su hermana y cuñado. Este topoi se divide en dos leyendas: la primera es sobre el rechazo de Nietzsche a entrar en el proyecto de una colonia alemana aria en Paraguay liderada por su hermana y su cuñado; la segunda leyenda es que la hermana, Elisabeth, cuando creó el “Nietzsche Archiv” editó y tergiversó los escritos de Nietzsche para adaptarlos al nacionalsocialismo. Luis R. J. dice que estas desavenencias contra el antisemitismo se citan claramente “en una carta que envía a su hermana en diciembre de 1887”. La carta de la que habla el método “riguroso” no es a su hermana, va dirigida a su madre, está fechada el 29 de diciembre y le dice lo siguiente: “desde que he leído la ‘Correspondencia Antisemita’ ya no guardo consideración alguna… Éste partido me ha malquistado uno tras otro con mi editor, mi fama, con mi hermana, con mis amigos… nada se opone tanto a mi influjo como el que el nombre de Nietzsche haya sido puesto en relación con antisemitas tales como Eugen Dühring: no tiene que tomárseme a mal si recurro a métodos en defensa propia”. Lo del editor ya lo sabemos, problemas de deudas impagas, pero: ¿y la referencia a Dühring? Desde joven Nietzsche adquiere y lee con detenimiento los libros del filósofo-economista (y antisemita) Eugen Karl Dühring, en especial su "Curso de filosofía considerada como configuración vital y cosmovisión estrictamente científica", el mismo que demolió Engels y luego Lenin. Dühring calificaba al marxismo como una “aberración racial hebrea”, y él mismo era una mezcla extraña de socialista antisemita. No es lugar para extenderse sobre este tema, pero básicamente Nietzsche pretende distinguirse del antisemitismo burdo (“feudal”) y del antisemitismo “anticapitalista” (que era entendido como germen de la socialdemocracia), ambos activos en su época. Mientras para Dühring la cuestión judía es entendida como “cuestión social”, para Nietzsche la cuestión social debe entenderse como una mera “cuestión judía” (una invención del ressentiment hebreo-cristiano).

En cuanto al cuñado de Nietzsche, que sí fue un agitador antisemita, en 1885 publica un libro (sobrio y fundamentado científicamente) titulado “Die deutsche Kolonie Neu-Germanien in Paraguay. Aufruf, Bedingungen und Rathschläge für Ansiedler. Nebst Karte der Kolonie”, que Nietzsche leyó con detenimiento en Niza. El libro era el proyecto de crear colonias alemanas, racialmente puras, transplantando la cultura de la Alemania guillermina del IIº Reich, constituyendo minorías influyentes que pudieran modificar los estados pre existentes y que en un futuro llegaran a ser la clase gobernante/dominante. La tarea de los colonos arios era liberar a los pueblos sudamericanos de la “influencia que el judaísmo hispánico ejerció sobre la estructura moral de esos pueblos”. Trasplante de la cultura germana a un suelo nuevo con el apoyo del gobierno de Paraguay y un futuro dominio racial. Era un proyecto que estaba de moda en la época: los sionistas que escapaban de los pogroms en Rusia tenían un proyecto parecido en Argentina. Nietzsche no apoya el proyecto primero por razones políticas: la Cultur que se intenta trasladar a Sudamérica… ¡es el nihilismo alemán gullermino mezcla de liberalismo y socialismo que aborrece y critica!; en segundo lugar por razones de gusto aristocráticas: “Soy de sentimientos demasiado aristocráticos para colocarme al mismo nivel, tanto en el plano jurídico como en el social, de veinte familias de campesinos, como está escrito en el programa [de la colonia]”. El antisemita Bernhard Förster era demasiado “igualitario”, demasiado “democrático” a los ojos del rebelde aristocrático de Nietzsche. Su cuñado y su hermana finalmente fundarán la colonia, “Nueva Germania”, que concluirá con un fiasco económico y social total. Sin embargo Nietzsche lo ayudará financieramente cuando se lo pida y las relaciones serán tan buenas que cuando su cuñado se suicide (1899) le dejará en su testamento tierras en Paraguay.

El “complot” de Elisabeth: toda una serie de biógrafos, comentaristas y scholars repiten sin descanso el aparente papel nefasto de su hermana, Elisabeth Förster-Nietzsche, que habría inventado o manipulado el proyectado libro “Der Wille zur Macht”( “La Voluntad de Poder”), de manera de transformarlo en uno de los pendants ideológicos del IIIª Reich. Una mujer poco dotada intelectualmente, con una formación básica, deviene la inspiradora entre bambalinas de un movimiento político de masas y de una geopolítica racial que desembocará en la Segunda Guerra Mundial. Luis R. J. repite el lugar común de la hermenéutica de la inocencia: “su hermana… manipulará sus escritos póstumos”. A contrariis Elisabeth hizo todo lo posible por presentar a Nietzsche como un crítico del germanismo a ultranza ya desde su piadosa biografía, “Das Leben Friedrich Nietzsches” (1895-1904): allí presenta a Nietzsche como paradigma del “buen europeo por excelencia”, llegándolo a comparar en personalidad político-histórica con el presidente de los EEUU de entonces Theodore “Teddy” Roosevelt (por cierto: Luis R. J. me reprochaba en su crítica que “dudo que alguien haya considerado a Nietzsche un buen europeo”: bueno aquí lo tiene) y en un intento apologético trata (sin lograrlo: ahí están los textos) de separarlo de la judeofobia y el teutonismo que emanan de sus escritos. ¿Y Elisabeth como editora traidora al espíritu de Nietzsche? Lo irónico es que si contrastamos la edición del “Nietzsche Archiv” de “La Voluntad de Poder” con los textos correspondientes de los escritos póstumos, podemos llegar a la conclusión opuesta que sostiene la hagiografía dominante. Una tarea que podía haber hecho Luis R. J. con su método “riguroso”. Contra la leyenda de la hermenéutica de la inocencia, Elisabeth “interpreta” al filo de la censura pasajes demasiados embarazosos e incluso trata de incluir “comentarios positivos” sobre intelectuales judíos (como Heine, Offenbach, Mendelshon, Rahel Varnhagen) para intentar balancear los fragmentos póstumos. Elisabeth protege y feminiza los textos. Y le doy a Luis R. J. un ejemplo: compare el parágrafo § 872 de la edición supuestamente “nazificada” por Elisabeth de 1901 con los fragmentos póstumos y verá el manto de piedad sobre las terribles afirmaciones de Nietzsche sobre la negación del derecho a la existencia de pueblos débiles. Especialistas serios y filonietzscheanos (por ejemplo Mauricio Ferraris) han llegado a la conclusión que la edición de Elisabeth no ha modificado ni distorsionado en profundidad los fragmentos como para comprometer la lectura y la interpretación. Acta est fabula. El método “riguroso” no ha podido sostener ni siquiera un par de anécdotas. Este singular santuario ideológico y mitológico que los intelectuales “progresistas” intenta construir en torno a Nietzsche es muy curioso porque olvida el debate, dentro de la misma izquierda europea del fin del ‘900, de las inquietantes tesis reaccionarias de Nietzsche. Basta recordar a un discípulo de Feuerbach, Julios Duboc o sociólogos socialdemócratas como Tönnies o el padre de los socialistas alemanes Franz Mehring o incluso el entonces joven menchevique León Bronstein (Trotsky).

Un bolero falaz: un fallax en la antigua Roma era un embustero profesional, un hipócrita, embustero, pérfido, insidioso e hipócrita. Los que acuñaban dinero falso eran acusados de fallax. El método “riguroso” se presenta como un falsificador de monedas magistral: te ofrece oro pero es latón reciclado. Es un fiasco hermenéutico, mezcla rápida de fuentes de tercera mano con anécdotas sin confirmar. Poco rigor textual, lexicográfico o semántico. El método “riguroso” es además profundamente ahistórico, religioso, una forma de interpretar textos (e interpretar es “comprender” el sentido del que lo escribió) que retrocede incluso detrás de la Reforma. Si analizamos el texto de Luis R. J. coincide con muchos otros en su falta de precisión textual, en su inconfesable atracción por una “vaca sagrada” consagrada en el Olimpo académico, pero en especial que Luis R. J. ha asimilado a Nietzsche a través de las gafas desenfocadas de Bataille, Deluze, Foucalt & Co. Su texto repite los mismos errores de sus padrinos adoptivos, uno tras otro. Pero hay algo más: Luis R. J. se mueve ideológicamente en la esfera de lo que Hegel llamaba la “certeza sensible”, la primera figura de la conciencia, la creencia ingenua según la cual la realidad se da como simple inmediatez. Así cuando se encuentra con palabras claves de Nietzsche (“trágico” o “vida”) no las reconduce al horizonte hermenéutico del propio autor, a su campo intelectual e ideológico, sino que las toma sin más, en su languidez escolar, en su sentido literal de diccionario.

Cuando se encuentra en el texto con el concepto “Vida” (Leben) Luis R. J. se alegra y acepta su uso vulgar enciclopédico de que es alguien “que apuesta por la vida… la vida… está del lado de la revolución” (sic); cuando encuentra el concepto “cultura” (Cultur) a Luis R. J. se le ilumina el corazón, ya que el sentido común dice que si alguien quiere transformar la cultura y sus valores debe ser un pensador europeísta, y así sucesivamente. El final del método “riguroso” repite fórmulas gastadas que utilizan los nietzscheanos de izquierda ante la prueba incontrastable de lo que el Nietzsche real escribió y de su práctica concreta. La ultima ratio es negar que escribió. Y es que lo que no se desea es leer literalmente: “Se debe leer a Nietzsche como se escucha la música” (Giorgio Colli); “Quien se toma a Nietzsche al pie de la letra está perdido” (Thomas Mann); “la individualidad de Nietzsche es irreducible [a un análisis histórico y semántico de sus textos]” (Foucault); “No se comprende en absoluto a Nietzsche si se considera lo que ha sido por escrito” (Sloterdijk) y siguen las firmas. Los nietzscheanos coinciden en un importante punto: la reconstrucción histórico-filológica es irrelevante. A la Razón le oponen la Fe. El problema es que este “mood” espiritual no sólo está en las cátedras universitarias y en la ideología política de la Intelligentsia “progresista” sino que ha influido en primer grado en las propias traducciones y ediciones en español. Ya este tema a Luis R. J. no le interesa, pero una tarea de crítica ideológica interesante, una verdadera aventura intelectual, sería el “método” consciente de las versiones españolas de Nietzsche (por ejemplo las de Sánchez Pascual, aunque no son las únicas) que re envían constantemente a la preocupación de remover y reprimir, como elemento extraño o espurio, el mundo histórico y político. ¿De qué nos sirve esta pobre aventura intelectual? ¿Cómo reapropiarnos críticamente de un pensamiento al que no se alcanza ni siquiera a leer científicamente? Paul Valery decía con razón “no me leerás si antes no me has comprendido”. Nunca tan válido como para Nietzsche y el método “riguroso”.