“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/4/13

Slavoj Žižek o el rizoma negado

Christian Arteaga

Al abordar la construcción teorética de Slavoj Žižek, tenemos dos caminos: su vida y sus aportes al mundo del pensamiento social. El primero recae en aquella pereza intelectual de conocer los detalles domésticos del autor como manera de “entender” sus aportes teóricos. Lo cual, si bien es bastante cómodo, no ofrece en nada posibilidades de problematización del momento actual. No negamos que conocer su biografía, hermanos, nombre del padre, onomástico del autor, ayuden, pero eso es el acercamiento al cual el autor critica, es decir, lo banal posicionado como vital y lo accesorio instaurado como necesario. De ese modo, su propia biografía montada en el ciberespacio es la explicación que el filósofo confiere al pensar el universo de la comunicación. Ergo, la comunicación entendida como un flujo y reflujo de circulación perpetua, misma que permite abrir ventanas simbólicas e imaginarias de interfaz.

Tal vez el acercamiento menos rimbombante que se ha logrado del autor ha sido en el campo de la comunicación. De facto, ha existido proximidad para discutir asuntos relacionados con la multiculturalidad en el texto Estudios Culturales. Reflexiones desde de la multiculturalidad, donde arremete contra dicha categoría por convertirse en un racismo al revés y que lima todo principio histórico de tensión y disputa; o sus acercamientos al campo de la semántica –que nos trae a la memoria los presupuestos de Algüirdas Greimas o el speech act de John Searle- como una manera de escamotear “lo real” anteponiendo “la realidad” en su artículo El verdadero amor: es poder insultar al otro.

O ubicarlo en el horizonte del psicoanálisis lacaniano y su embestida demoledora a teóricos del posfeminismo como Judith Butler en El espinoso sujeto; o magistralmente recuperar el pensamiento leninista -tan denostado en los momentos actuales- con Repetir a Lenin. Sin duda, Žižek puede sugerirnos toda una serie de cartografías sobre el pensamiento social y filosófico. No obstante, en comunicación es distinto, pues esta de ningún modo se explica desde sí misma, y ha tenido que cribarse y retroalimentase de la Antropología, Sociología, Teoría del Arte, Historia, Literatura, en esto el filósofo posee entradas sugerentes y provocadoras.

Separarse de la comunicación para explicar la comunicación

Una de las profesiones que se volvió ciencia en el siglo XX -con ello, cierto periodismo se aletargó entre la reacción informativa y el paroxismo noticioso- fue la comunicación. En ese horizonte, se pensó a esta disciplina como transparente y neutral, además del adjetivo tan sin sentido como es la objetividad. Žižek ingresa por un atajo menos evidente para explicar la comunicación por fuera del escenario mediático tradicional y moderno. Walter Benjamin en el IV tomo de Iluminaciones que lleva por título De la violencia y otros ensayos, propone en relación al lenguaje uno de los conceptos más interesantes sobre comunicación, como la comunicación de la totalidad individida. Es decir, no hay taxonomías y binariedad, ni barbarie ni civilización, no naturaleza consciente e inconsciente, sino una posibilidad de totalidad de comprensión.

En esa línea -sin decir que Žižek es abiertamente benjaminiano- ingresa para explicar la comunicación desde el vórtice cinematográfico, por ejemplo, al hacer una crítica de la cinta Matrix o las dos caras de la perversión explicando el triunfo del imperio capitalista a partir de órdenes que circunscriben el fenómeno onírico en un mundo que no permite los sueños; o la crítica decantada a George Lucas en Las guerras de las galaxias donde se evidencia el problema de la ideología de la multiculturalidad en el imperio hegemónico. O las reflexiones sobre David Lynch en el horizonte del problema lacaniano de “lo real” o en Alfred Hitchcock, como una propuesta no discursiva sino narratológica y de reiteraciones permanentes en su producción cinematográfica. Es decir, la mirada de Žižek –aunque en un momento haya criticado furibundamente a Gilles Deleuze- es más rizomática que arborescente, pues consigue un hiato en la linealidad de la teoría exponiendo múltiples y anodinas entradas para explicar un fenómeno. La entrada cinematográfica de explicación de lo social se enhebra con el psicoanálisis, la teoría del arte y la literatura, concibiendo una teoría de la comunicación.

De ese modo el ouroboros de la comunicación se muerde la cola explicando desde otras lógicas su papel dentro del escenario contemporáneo. Por ello, el teórico eslavo explica a la comunicación como un problema hermenéutico y de radicalidad tajante, tan lejano del sobrevalorado Ignacio Ramonet, -por eso tan refrescante- porque no declara cómo nos venden la moto, sino mediante cuáles dispositivos la compramos en partes y nunca la terminamos de comprar del todo y peor aún de pagarla, porque la moto únicamente existió en el plano simbólico, pues para Žižek, esa moto es imaginaria y el interfaz de ese imaginario es la comunicación. Entonces, sería bueno repetir a Žižek como un síntoma de la época