“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

4/12/13

A 20 años de la muerte de Federico Fellini | 20 años sin el circo de las mentiras sinceras

Manuel González Ayestarán  |  Este calificativo describe un lenguaje audiovisual donde la función narrativa se hace a un lado en pro de la función poética, una poesía cinematográfica cargada de fantasía, sátira y humor, mediante la cual el autor representa diferentes visiones de sí mismo y de la sociedad italiana de la que formó parte a través la óptica caricaturesca que desarrolló en su juventud, mezclada con pinceladas de estética y tono circenses.

En su cine tiene lugar una representación del ser humano en la que éste es objeto tanto de burla como de compasión, un espectáculo del absurdo inspirado en el show de clowns y freaks propios del mundo del circo. Todo esto evocado
mediante complicadísimas composiciones escénicas corales, acompañadas por la particular música que, para todas sus obras hasta 1978, compuso el maestro Nino Rota.

Según el propio director, su cine trata de ilustrar aquellos aspectos de su propio ser que le resultan inteligibles. Resultaría inútil tratar de desgranar racionalmente cada elemento simbólico presente en sus películas. El cine de Fellini es misterio, y tratar de iluminarlo conlleva la pérdida de su propia esencia.

Su estilo cinematográfico está dotado también de una artificialidad muy acusada que lo acabó alejando del neorrealismo, debido a que solía rodar en los estudios Cinecitta y nunca hacía uso del sonido directo. Estos recursos le otorgaban plena libertad creativa, permitiéndole plasmar en el celuloide su mundo mental con mayor fidelidad. Cumplen además una finalidad metalingüística, ya que indican de forma intrínseca al espectador el carácter ficticio del contenido que está viendo. Fellini es por tanto, en sus propias palabras, un “mentiroso, pero sincero”. Difunde mentiras en sus discursos previniendo de ello al público.

20 años después de su fallecimiento, sus películas no han sido superadas por el domesticado cine europeo contemporáneo en lo que a creatividad y vanguardismo se refiere. Su cine supone una aportación fundamental a la descripción de la sociedad europea del siglo XX, el retrato que realizó de las miserias causadas por el fascismo, la moral cristiana y la sociedad de consumo continúa lúcido y vigente en la actual Europa del capital.

Tres ferias de celuloide

La revelación: 'La dolce vita' (1960) Película de tintes autobiográficos en la que Fellini retrata con dureza el ambiente de las celebridades y el mundo del espectáculo en Roma. En esta película inició su colaboración con Mar­ce­llo Mastroianni. El simbolismo propio del universo felliniano comienza a tomar forma en esta cinta en la que, a su vez, comienzan a aparecer personajes arquetípicos cuya presencia será habitual en su obra.

El caos: 'Fellini ocho y medio' (1963) Tras el éxito de La dolce vita, Fellini entró en una crisis personal, presionado por conflictos con sus productores asociados y por periodistas que profetizaban una crisis creativa. En medio de este caos decidió embarcarse en una aventura sin rumbo que acabó derivando en Fellini 8 ½, un retrato intimista de ese periodo confuso que estaba atravesando en el que comenzó a profundizar en su propio mundo mental.

El recuerdo: 'Amarcord' (1973) El director vuelve a sus orígenes en Rímini para retratar los periodos de su infancia y adolescencia. La película traza una visión caricaturesca del entorno rural en la Italia fascista de los años 30 a través de los diversos personajes que pueblan una región vagamente situada en el espacio y el tiempo. El título viene de “a m’acord”, que en el dialecto de la zona significa “yo me acuerdo”.

El 31 de octubre de 1993 fallecía Federico Fellini a la edad de 73 años. Un derrame cerebral sumió en la oscuridad la mente de un cineasta cuya aportación al lenguaje cinematográfico podría compararse, en el lenguaje pictórico, con la de figuras como Miguel Ángel o Van Gogh. Junto a Michelangelo Antonioni, Felli­ni constituye el pilar fundamental del nuevo cine italiano.

Nació en Rímini, un pequeño pueblo con balcón al Adriático donde vivió hasta los 17 años. Se trasladó después a Roma, donde vivió el resto de su vida. En los primeros años allí, subsistió como periodista y dibujante de caricaturas y tiras cómicas en diversas revistas de humor, hasta que conoció a Roberto Rosse­llini, con el que comenzó su carrera como guionista en títulos como 'Roma, Ciudad Abierta' (1945) y 'Paisa' (1946). Sus vivencias tanto en Rímini como en la ciudad, fueron retratadas a lo largo de su obra y mezcladas con otras fruto de su imaginación, dificultando a sus biógrafos la fijación del límite concreto entre el recuerdo y la fantasía.

El universo felliniano, el Fellini creador es hijo directo del neorrealismo italiano, esta influencia resalta especialmente en films de su primera etapa en los años 50 como 'Los Inútiles' (1953), o 'La Strada' (1954). Pero no será hasta Fellini 8 ½ (1963) donde tendrá lugar el punto de inflexión en su filmografía, en la que tomó forma definitiva el llamado universo ‘felliniano’.'
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