“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

27/10/15

Catástrofe en curso — Estamos en el principio del fin de la civilización del capital

Gustavo Márquez Marín   |   En diciembre próximo se realizará en París la XXI Conferencia de los Estados Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, para adelantar una nueva ronda de negociaciones con el fin de renovar los compromisos de reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI). Se busca sustituir al fallido Protocolo de Kioto (2005) -abandonado por Canadá (2011) y no ratificado por EEUU el mayor emisor del planeta- con el fin de limitar el incremento de la temperatura global a menos de 2 grados  ¿Hasta dónde será posible que el club de los grandes consumidores encabezado por EEUU cumplan el compromiso de reducir sus emisiones y no evadirlas, a través de subterfugios como el del  “mercado de carbono” y  la mercantilización de la naturaleza, siempre buscando “echarle el muerto” a los países periféricos, eufemísticamente llamados en “vía de desarrollo”?

En este encuentro se  decide la continuidad de  la vida en el planeta y  el futuro de la humanidad. La Agencia Internacional de Energía (AIE), vocera de ese “club”, pronosticó (2011) que si no se producía  “un cambio de dirección absoluto”  en la matriz energética mundial a partir de 2017,  se sobrepasaría el umbral para contener el cambio climático. También advirtió que para 2035, las energías renovable cubrirán  apenas el 18% de la demanda mundial, lo que significa que por varias décadas más seguirán prevaleciendo las fuentes de energía generadoras de GEI. Pero, para que estos se reduzcan al nivel requerido,  el consumo energético tendría que decrecer de manera significativa y sostenida, a expensas del decrecimiento de la economía mundial por un largo período. Un escenario de ese tipo impactaría fuertemente  la producción y el proceso de acumulación capitalista, cuyo motor es la ganancia extraída de la sobreexplotación de la naturaleza y los seres humanos, lo cual jamás será aceptado en paz por quienes detentan el poder económico y político global. En el marco de esta catástrofe en curso, el llamado a cuidar la  “La Casa Común” que hizo el Papa Francisco en su encíclica Laudato SI  y el pronunciamiento de la Cumbre de los Pueblos reunida recientemente en La Paz, proféticamente anuncian el principio del fin de la civilización del capital.  
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