El ferrocarril transmongoliano forma parte de una red en la que participan el ferrocarril transiberiano y el ferrocarril transmanchuriano |
La puntualidad ya no es marca británica. Ahora es china. Las
gigantescas pantallas de la estación norte de Pekín anuncian la salida del
K-23, con destino a Ulán Bator, a las 07:40. Y no se retrasará ni un minuto. En
la cómoda sala de espera se dan cita mongoles que vuelven a su hogar después de
probar fortuna en el país vecino, hombres de negocios chinos a la conquista de
nuevos mercados para sus productos y en busca de recursos mineros, y decenas de
turistas ataviados como si fueran a algún safari, en busca de experiencias
nuevas en el único país en el que el concepto de barrera no se ha extendido más
allá de las ciudades. Pero, ¿por qué se empeñan en vestir pantalón corto color
caqui, chaleco de reportero de guerra, y sombrero tejano, para viajar en primera
clase? A alguno sólo le falta el rifle para cazar rinocerontes.
Recorrido desde Moscú hasta Beijing, pasando por Mongolia |
Es imposible contener la excitación. Mongolia es uno de esos
pocos países que todavía evocan formas de vida ancestrales en libertad. O sea,
fuera de zoológicos humanos preparados para turistas que visitan cinco países
en una semana y regresan a casa con impactantes fotografías de remotos lugares
en los que, aseguran siempre, pervive la Edad Media. No, Mongolia es un país
duro, y no tenemos ninguna intención de adentrarnos en él a bordo de un 4x4 con
aire climatizado, ni de buscar los campamentos para turistas en los que se
puede disfrutar en rebaño de las danzas tradicionales mongolas. Los rebaños con
los que queremos convivir balan. Queremos descubrir cómo viven los nómadas de
este vasto país en la era de la globalización del siglo XXI. Claro que, como
buenos occidentales, lo hacemos en la estación más favorable, el verano. Ya
habrá ocasión más adelante para entumecerse en las interminables llanuras
mongolas.