“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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16/12/15

Roland Barthes — El Zurdo, la loca, el escritor

Roland Barthes enciende un cigarrillo
Martín Cinzano   |   Hay una fotografía en la que se ve a Roland Barthes encendiendo un cigarrillo con la mano izquierda; el pie de la foto dice: “zurdo”. “¿Qué significa ser zurdo?”, pregunta luego Barthes, y se responde de inmediato: “una exclusión modesta, de pocas consecuencias, tolerada socialmente…”. Ya desde Mitologías (1957) Barthes se preguntaba y reflexionaba, por ejemplo, acerca de materias en apariencia tan nimias como el juguete francés y el bistec con papas fritas (“la papa frita es nostálgica y patriótica como el bistec”, concluía); y si luego se recorren sus libros, esos libros imprevistos que le iban saliendo al paso para alejarlo de los títulos universitarios, se ve que Barthes en realidad preguntó acerca de todo, como los niños. En ese aspecto, su escritura, tan movediza, tan rigurosamente incierta, se sostiene sobre el modelo del intelectual nato: no des nada por sentado, y si algo se da por sentado (o por “naturalizado”), ataca.

18/6/15

En el centenario del nacimiento de Roland Barthes

Apuntes de la novela que Roland Barthes no escribió

Beatriz Sarlo   |   ¿Hubo un relato que el gran ensayista no se atrevió a escribir? Su autorretrato en fotos y textos sueltos hilvanan una ficción que, finalmente, es biográfica y que nunca se concretó. Estas fotografías pertenecen a Henri Cartier-Bresson y fueron tomadas en 1963. Un año antes, Barthes escribió que este fotógrafo posee un esteticismo manifiesto, que soñaba con ser pintor y la fotografía era una segunda opción. Por eso hay reminiscencias de lo pictórico en sus obras, que producía una cierta espiritualidad estática en términos de espectáculo objetivo.

Estas fotografías pertenecen a Henri Cartier-Bresson y fueron tomadas en 1963. Un año antes, Barthes escribió que este fotógrafo posee un esteticismo manifiesto, que soñaba con ser pintor y la fotografía era una segunda opción.