Se trata de un escrito de seis páginas que rebate las
"críticas feroces, cuando no juicios morales inaceptables", surgidos
en torno al autor de este informe, aprobado por la Real Academia Española y
crítico con las directrices contenidas en nueve guías sobre lenguaje no sexista
de comunidades autónomas, sindicatos y universidades. El manifiesto es una iniciativa personal de cuatro
lingüistas menores de cuarenta años, que se declaran "comprometidos con la igualdad de género".
Se trata de Antonio
Fábregas, catedrático de Lengua Española de la Universidad de Tromsø
(Noruega); Mª Carmen Horno Chéliz,
profesora Titular de Lingüística General de la Universidad de Zaragoza; Silvia Gumiel Molina, profesora de
Lengua española de la Universidad de Alcalá y Luisa Martí, profesora de Lingüística e Inglés de la Universidad de
Kent (Reino Unido).
"El sexismo en el
lenguaje existe, pero tiene más que ver con los estereotipos que con el uso del
genérico, es decir es algo más profundo que decir alumnos/as, trabajadores/as",
ha afirmado Carmen del Horno.
En menos de una semana, la voz se ha corrido como la pólvora
entre los profesionales y ya son 500 los que se han adherido a este documento
titulado "Acerca de la discriminación de la mujer y de los
lingüistas"
El éxito de la iniciativa puede derivarse de la necesidad de
los lingüistas de expresar su punto de vista, según Silvia Gumiel, quien
atribuye la avalancha de críticas a que "se
intenta hacer política con la lingüística".
Entre los firmantes, figuran -en su mayoría- catedráticos y
profesores de universidades de toda España, desde la UNED, a la Complutense,
pasando por Alcalá, Zaragoza, Sevilla, Murcia, País Vasco y Autónoma de
Barcelona. Pero también hay docentes universitarios en Alemania, Argentina,
Italia o Japón, así como profesores de enseñanza secundaria, algún periodista y
algún traductor.
El manifiesto, que reivindica el perfil científico del
lingüista, asevera que "es falso y
aun absurdo afirmar que una gramática tenga una ideología", y añade: "Las gramáticas no pueden ser sexistas,
de la misma forma que no pueden ser comunistas, anarquistas, liberales o
ecologistas". En todo caso, "no
es labor del lingüista hacer juicios morales sobre esa ideología" y si
así fuera "no sería posible ni
deseable forzar los cambios mediante reglas que afecten al uso de la lengua. […]
Los cambios tienen que provenir de otras vías, al menos si queremos evitar que
el lenguaje no sexista sea un modo de maquillar una realidad que sigue siendo
discriminatoria con la mujer", prosigue.
Por todo ello, "las guías del lenguaje no sexista no
son adecuadas por no ser útiles a lo que pretenden", concluyen
Colaboración especial
del filólogo y profesor costarricense Cristian Fallas Alvarado