“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

4/4/12

¡Sipués! / Tribulaciones gramaticales de un inmigrante desconcertado en México

Rolando “El Negro” Gómez              

Especial para La Página
Sí-pues.  Un adverbio pegado a una conjunción.  Sin guión. El adverbio es claro, terminante, denota una asertividad definitiva y lleva normalmente acento prosódico.  Una respuesta afirmativa, sin lugar a dudas.

La conjunción es ilativa, y por lo tanto debería estar precedida y seguida de las palabras o las ideas que la misma enlaza o relaciona entre sí.  Por ejemplo: “sí acepto, pues estoy convencido”.  Muy claro.

Pero vivo desde hace cinco años en un país al que Carlos Fuentes definió con su famoso “tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos…”, y me tomó todo este tiempo comprender que en este país hay una ausencia idiosincrásica del adverbio “no”.  No sabría decir si esto es debido a la cercanía o a la lejanía señaladas por Fuentes, pero acá nadie te dice “no”.


Entonces, se juntan el adverbio y la conjunción y se dice “sipués”.  A todo se dice sipués.

Como muchos de ustedes sabrán, hace ya varios meses que dejé mi empleo fijo y lancé una propuesta de negocios propia, tratando de aprovechar mi experiencia profesional de tantos años.  Diseñé un aparatito que no voy a detallar porque es demasiado técnico, y me lancé a tratar de venderlo, sabiendo que hay un mercado potencial.

Bueno, si todos los sipués que he recibido en los últimos seis meses fueran realmente claros, terminantes y asertivos “sí”, yo hoy estaría millonario, planeando mi jubilación en la isla Los Roques en Venezuela.  

Pero tengo en mi poder solamente un montón de sipués, y nada de dinero.

Entonces, tengo que tratar de comprender el sipués por lo que realmente significa, como única manera de navegar lingüísticamente en el mundo de negocios mexicano.  ¿lograré algún día hacerlo?

Está claro que gran parte del problema soy yo, que cargo un bagaje cultural siempre cambiante producto de la vida nómade y los cinco países distintos en los que distribuí equitativamente mi existencia.

Pero no se trata sólo del mundo de negocios, ni mi bagaje cultural es lo más importante.  Creo que la ausencia del no y su reemplazo por elsipués está profundamente insertada en la idiosincrasia general del pueblo mexicano.  Si uno se para en una esquina y le pregunta a alguien: “oiga, ¿Usted sabe dónde queda tal banco?, la respuesta es siempre –“¡sipués!”, y uno termina irremediablemente perdido.

Esa mágica unión del adverbio y la conjunción ha generado en México un nuevo lexema gramatical de uso múltiple, con un solo propósito: ambigüedad, para que las cosas sigan como están.
Hay quienes pretenden explicar la falta del “no” diciendo que al mexicano “le da pena” decir que no.  Aclaro que en México el sustantivo pena no significa en este caso dolor ni angustia, sino vergüenza y apocamiento.  Pero la ausencia del “no” no tiene nada que ver con ninguno de esos cinco sustantivos comunes abstractos.  

Debe haber otras razones.

El sipués atraviesa los umbrales de la vida cotidiana y de negocios, y domina la vida política mexicana.  Este año hay elecciones nacionales, y los mexicanos tienen cuatro candidatos de sipués para elegir.Sipués, durante casi 70 años nos jodieron.  Sipués, nos siguieron jodiendo los últimos 12 años.  Sipués, son los de la maestra que se junta con los unos o los otros para seguir jodiéndonos.  Sipués, esos perdonan y aman a todos…

¿Habrá sido siempre así?  Lo dudo.  ¿Desde cuándo esto ocurre en el lenguaje y la idiosincrasia?  No lo sé.
Quiero creer que es un fenómeno social relativamente nuevo en términos históricos.  De lo contrario Emiliano Zapata no podría haber escrito varios de los párrafos del Plan de Ayala: “Teniendo en cuenta…que no son, ni pueden ser en manera alguna la representación de la Soberanía Nacional…”; “…En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos, las tierras, montes y aguas; por esta causa, se expropiarán previa indemnización…”; “…La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales…”

Ningún sipués.  Mucha asertividad.  Muchos claros, resonantes, necesarios y definitivos “no”.  ¿A dónde han ido a parar?

Si tuviéramos hoy en México una dirección política con ese tipo de asertividad, la vida sería distinta; un sí sería verdaderamente un sí.

En el plano coloquial cotidiano, nadie “tendría pena” de pronunciar el morfema de negación castellano.  En el plano político, todos en México comprenderían que un asertivo NO es muchas veces la verdadera opción.