“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/1/13

El burdel español / ¿Estamos obligados a cumplir unas leyes que los mismos que las aprueban no las respetan?

Esteban Mira Caballos

Especial para La Página
El gran poeta Francesco Petrarca, en el siglo XIV, se dolía de las divisiones de su querida patria y de las incursiones que allí hacían otras potencias europeas. La situación la resumía muy gráficamente con los siguientes versos:
¡Ay sierva Italia, morada de dolor, nave sin timón en gran tempestad, no señora de ciudades sino burdel!
Desgraciadamente las palabras de este poeta y humanista podrían aplicarse a la España actual. Un gran buque en medio de una intensa tempestad en la que
cada uno hace lo que le da la gana. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las medidas del gobierno, pero ese no es el problema sino otro: da lo mismo lo que acuerden porque, después, cada autonomía lo cumple o incumple según su propio interés. Sin ir más lejos, varias autonomías, entre ellas Extremadura, donde gobierna el Partido Popular, han decidido hacer caso omiso al decreto del gobierno de Madrid y, usando ciertos subterfugios legales, han abonado la paga extraordinaria de Navidad a sus funcionarios. Se alega que ha sido positivo tanto para los bolsillos de los sufridos empleados públicos como para el comercio regional. Y es posible que sea cierto, pero lo grave es que se ha vuelto a vulnerar un dictamen estatal y por miembros del propio partido. Si esto lo perpetran los populares de Extremadura ¿qué no harán los gobiernos del País Vasco o de Cataluña, gobernados respectivamente por el PNV y por CIU? El país, francamente, no tiene solución, entre otras cosas porque reina el desgobierno. Los propios políticos ni cumplen ni hacen cumplir las leyes y eso no deja de ser extremadamente grave.

Por si la situación no fuera ya de por sí alarmante, encontramos un desapego brutal a la clase política y a las instituciones. No es de extrañar con gobernantes como María Dolores de Cospedal, que en el año 2011 disfrutaron de cuatro enjundiosos salarios por un montante de más de 150.000 euros netos, o ex-presidentes autonómicos, como Bono, que siguen disponiendo de despacho y de coche oficial como si su cargo fuese vitalicio. Y para colmo de males, la Corona, que hasta hace poco había sido la única institución libre de sospechas, pasa por sus peores momentos. Desde un yerno que tiene cuentas en Suiza con dineros ilícitos a un jefe del Estado que, ignorando el sufrimiento del pueblo, se marcha a cazar elefantes a África. Puede que la actividad fuese legal y el dinero suyo. Es posible. Pero, ¿es decoroso que nada menos que el jefe del Estado español se dedique a cazar paquidermos? Hubiera sido mucho más constructivo si se hubiese lesionado la rodilla llevando ayuda al Tercer Mundo, donde más de 800 millones de niños padecen necesidades extremas. Éste si hubiera sido un digno jefe de Estado del que sentirnos orgullosos.

¿Con qué moral estos políticos pueden exigir esfuerzos a la ciudadanía? ¿Estamos obligados a cumplir unas leyes que los mismos que las aprueban no las respetan? Supongo que no, porque los altos cargos que debían dar ejemplo son los primeros en hacer caso omiso.

La vieja España, como la Italia del siglo XIV, se ha convertido en un verdadero burdel, donde ya no hay valores y donde sólo se rinde culto al dinero y al consumo. Corrupción política, nacionalismos excluyentes y centrípetos, descrédito de la clase política, deuda externa… ¿Hasta dónde vamos a llegar? No lo sabemos; supongo que esto terminará reventando por algún sitio. Entonces y sólo entonces, el pueblo, que ostenta la soberanía, tomará las decisiones oportunas y obligará a la clase política a purgarse. Habrá que recuperar las asambleas populares, el ágora, o los antiguos cabildos abiertos, donde todos los ciudadanos tenían voz y voto. Habrá que partir de cero y reimplantar un nuevo modelo de democracia real, eliminando la actual dictadura de partidos.

Pero que nadie olvide una cosa, mientras eso ocurre nos queda mucho que sufrir. Desgraciadamente, los presagios son funestos, pero debemos estar prevenidos. Por si acaso, yo ya estoy contactando con algunos amigos en el extranjero por si hubiera que salir del país una temporada. ¡Suerte!