Arthur Rimbaud ✆ Dominic Thackray |
Autor de "Una temporada en el infierno" e
"Iluminaciones", el poeta que anticipó el surrealismo escribió toda
su obra entre los 15 y los 20 años. Tuvo una relación fundamental y escandalosa
con Paul Verlaine. Pasó la última década de su vida en un pequeño pueblo en
Etiopía trabajando como comerciante, totalmente renegado de su vida como
escritor. Si uno quisiera filmar una película de la vida de Arthur Rimbaud [Jean-Nicolas-Arthur Rimbaud] haría bien
en comenzar con dos largas tomas que servirían como elementos básicos de la
narración, pero también como claves simbólicas para ilustrar la gloria y la
tragedia del poeta francés que murió en 1891 a los 37 años y que dejó de
escribir a los 20.
Una toma sería del poeta caminando. Se podría filmar con la
perspectiva desde el suelo, a unos cuatro metros detrás del caminante,
mostrando su andar por los pastos altos de los campos de Francia, Italia y
Bélgica. Y también por las calles adoquinadas de París y Londres de la segunda
mitad del siglo XIX, acompañado por su mentor, amante y compañero maldito, Paul
Verlaine.
La segunda, sería de la punta de la pluma de Rimbaud
trazando palabras sobre hojas en blanco. Allí lo veríamos haciendo sus deberes
de latín de la escuela primaria —fue alumno estrella de su colegio provincial—
y la redacción de sus poemas inmortales (es uno de los pocos casos en que se
puede usar este abusado término correctamente) que escribió entre los 16 y los
20 años.
Con esa misma pluma, muchos años después, lo veríamos en el
desierto en Etiopía haciendo meticulosas cuentas de mercancías cuando ya había
renunciado a la literatura, como lector y como escritor, en un intento de ganar
una fortuna como comerciante de armas, especias, café y, algunos dicen,
esclavos -aunque los más responsables investigadores descartan totalmente esta
hipótesis.
Durante toda su vida Rimbaud caminó y escribió. Caminaba
porque le gustaba, pero también porque tenía una manía por viajar y era pobre y
muchas veces no tenía otra forma de movilizarse. Y escribió porque quería
penetrar, a través del arte de la poesía, la misteriosa esencia de la vida a la
manera de un místico.
En 1871, cuando tenía 17 años, Rimbaud le escribió a su
profesor Georges Izambard: “Je est un autre” (Yo es un otro) y en esa misma
carta, declaró su proyecto artístico: “Quiero ser poeta y me estoy esforzando
en hacerme Vidente... Consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de
todos los sentidos... Y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo
alguno culpa mía”.
En 1878, cuando tenía 24 años, un médico le dijo que por
caminar excesivamente sus costillas habían desgastado las paredes de su
abdomen. Acababa de hacer una caminata desde Bélgica hasta Italia, dos veces.
Mientras que caminaba, o en los intervalos de calma,
escribió versos cuyos contenidos y formas eran tan novedosos que no pudieron
ser comprendidos hasta muchísimos años después de su primera aparición.
Mientras escribía, quizás imaginaba viajes que, dada su
pobreza, solo podía realizar a pie. Pero el impulso subterráneo y esencial de
esas dos actividades —caminar y escribir— es un secreto inhallable que ningún
biógrafo descubrirá. Las pasiones y frustraciones de Rimbaud, sus talentos y
búsquedas, se pueden enumerar y describir, pero eso no es lo mismo que entender.
Sólo podemos mirarle la vida y la obra, y especular.
Entonces, estas dos tomas cinematográficas hipotéticas —el
del caminante y del escribidor— sirven para indagar sobre los misterios de la
vida de Rimbaud, que se pueden resumir en dos preguntas.
La primera: ¿Cómo puede ser que un niño de 16 años, sin
ninguna preparación particularmente especial, haya entrado en una racha de
producción creativa durante unos cuatro años, no más, que lo ubicó en el
panteón de los panteones de los poetas líricos del mundo occidental, junto a
Safo, John Donne, John Keats, Emily Dickinson y Ezra Pound? Y la segunda: ¿Cómo
puede ser que semejante ángel de la palabra haya abandonado, abruptamente, a
los 20 años aproximadamente, la tarea de escribir, como si lo que hizo no
hubiera significado nada?
Por su rebeldía contra las normas de su tiempo, ha sido el
idolo de cantantes de rock como Patti Smith y Jim Morrison (y también de
innumerables adolescentes lectores). Pero por más caótica y anti-burguesa que
fuera la vida de Rimbaud en su primera juventud, la base de su triunfo como
poeta fue el trabajo riguroso y al fin de su vida volvió a abrazar los valores
de un ciudadano respetable: su sueño era criar un hijo para ser ingeniero...
Rimbaud fue criado, junto a un hermano mayor y una hermana
menor, en el pueblo de Charleville en el noreste de Francia por una madre que
se autodenominaba viuda por la ausencia crónica de su marido. Rimbaud fue,
lejos, el mejor alumno de su colegio. De hecho, sus profesores nunca habían
visto un sujeto igual, hasta tal punto que uno dijo de él: “Es una máquina perfecta para triunfar en los exámenes.” De ahí que
haya una leyenda acerca del niño Rimbaud que en un examen extremadamente
exigente de tres horas se pasó las primeras dos mirando el techo, y en la
última hora, con una velocidad supernatural, terminó la prueba consiguiendo los
máximos honores.
Dentro de poco, Charleville le quedó chico y miró hacia
París. Se había familiarizado con el ámbito cultural de la capital gracias a la
lectura de revistas que le prestaban algunos profesores y conocidos de su
pequeña aldea. Con apenas 16 años le escribió al poeta Paul Verlaine, uno de
los pocos contemporáneos que el adolescente admiraba (y que le llevaba 11 años),
mandándole unos versos. En poco tiempo recibió una respuesta: “Venga, querida y
gran alma. Te esperamos. Te deseamos.” E incluyó un boleto de tren para el
viaje.
Aquí empieza la segunda vida de Rimbaud, de la cual, años
después en Harar, Etiopía, diría que fue solamente un episodio de borrachera.
Fue eso y muchas otras cosas más. Verlaine estaba recién casado, aparentemente,
para controlar sus tendencias de borracho y acomodarse en una situación
financieramente más cómoda, ya que su esposa venía de una familia de dinero.
Sucede que Verlaine venía de una familia más complicada. Su
madre guardaba sus primeros dos nacimientos –abortados espontáneamente- en
frascos con alcohol en el cristalero del comedor. Una vez, en un ataque de ira
en el cual le rogaba dinero a su madre para ir a beber, Verlaine estalló los
frascos de sus dos hermanos homúnculos contra la pared.
Rimbaud, con manos de campesino y modales de un delincuente,
entró al mundo burgués de Verlaine e hizo explotar todo. De golpe Verlaine y
Rimbaud eran amantes, componían juntos poemas eróticos y escatológicos sobre el
ano, se escaparon a Londres dos veces para vivir en la pobreza, se peleaban con
cuchillos para entretenerse, se separaban y se reconciliaban –con viajes de por
medio de la madre de Rimbaud para calmar las aguas en la casa Verlaine,
mientras Verlaine intentaba volver a su vida en familia (tenía un hijo) y
Rimbaud lo tentaba nuevamente al camino maldito.
Entre tanto Rimbaud escribió sus poemas y Verlaine los
suyos.
Todo terminó mal, en un episodio tan violento y confuso como
protagonizaron Van Gogh y Gauguin. Verlaine se había fugado a Bélgica. Allí
estaba en un hotel con su suegra y su esposa. Desesperado, se había comprado un
revolver de 7 milímetros. Ahí apareció Rimbaud. Se chocaron, se separaron y
Verlaine le dio un tiro lastimándole levemente el brazo. Pero al día siguiente
hubo otra confrontación que no terminó en disparos, pero sí, por una acusación
de Rimbaud, llevó a la encarcelación de Verlaine por dos años. La reputación de
los dos era infame, y Verlaine, aparte de ser acusado de intento de asesinato,
fue sometido a humillantes y pseudocientificas pruebas para comprobar si era o
no homosexual (le midieron la "dilatacion anal" y la forma del pene).
La homosexualidad era un acto criminal en ese momento, y el juez determinó que
Verlaine era culpable.
Nunca se vieron más, aunque después Verlaine fue fundamental
en difundir la obra y reputación de Rimbaud. Rimbaud, por su lado, era
despreciado en París. Los que lo conocían, lo consideraban un criminal en el
mejor de los casos. Una etapa de su vida se había agotado. Con poco más de 20
años, Rimbaud le dio la espalda a la literatura.
En una breve pero magistral biografía, Edmund White
escribió: "Hay que enfatizar que
Rimbaud se despidió de la literatura para siempre. No la escribió ni la leyó
más. Miraba a sus años creativos (de los 15 a los 19 años) como un tiempo
vergonzoso, un tiempo de borrachera, de escándalo homosexual, de arrogancia y
rebelión que lo llevó a ningún lado".
White también escribe una útil síntesis sobre la obra de
Rimbaud: "Lo que es extraordinario
es que en su breve carrera como escritor Rimbaud cubrió la historia completa de
la poesía, desde versos en latín, pasando por los Románticos y el Parnasianismo
y los simbolistas hasta el surrealismo, aun antes que existiera el
surrealismo".
Y aquí comienza la tercera vida de Rimbaud, como comerciante
en África. Solamente de esta etapa se han escrito varias biografías. En todas,
los autores luchan para reconciliar al poeta con el hombre de negocios. Los
únicos libros que Rimbaud le pedía a su madre desde África -nunca perdió en
contacto con su madre, siempre le exigía y la buscaba- eran de ingeniería,
geología y ciencias prácticas. Nunca consiguió la fortuna que buscaba. En las
poquísimas ocasiones en las cuales fue recordado por su pasado como escritor,
reaccionaba como si le estuvieran hablando de un extraño.
Aparte de su revolucionaria obra y su tumultuosa vida, la
existencia de Rimbaud nos deja con una inquietante certeza: escribir bien
—¡escribir como un ángel! ¡O como un demonio!— no es suficiente para lograr la
paz.
La última toma de nuestra película es de Rimbaud en una
cama, devuelto a Francia, en un hospital en Marsella con la pierna amputada. Ya
no es un niño genio. Si no fuera por sus ojos azul cristalinos pasaría por un
árabe. Sus caminatas están terminadas y sus versos olvidados en un pasado
remoto. El hombre tiene 37 años y está terminado, al borde de la muerte. Sus
botas y su pluma no le sirven más.
Título original: “Vidas Breves:
Arthur Rimbaud”