Foto: Hugo Chávez Frías |
La orgía estaba a pleno. Lo personajes en la escena vibraban
en todo su esplendor. Una mujer babeaba cuando afirmaba que Chávez no volvería
vivo a Venezuela. Invocaba las matemáticas. Habría un porcentaje muy alto de
posibilidades de que muera. Se apoyaba en la ciencia y sostenía que los
facultativos especializados en tratamientos oncológicos aseguran que la parada
del comandante está definida. Escena triunfal, escena mediática argentina. La
apuesta: que el líder venezolano no pueda asumir el cargo bien ganado
democráticamente para que se llame a elecciones y la derecha diera su paso. La
hipótesis: que quien lo suceda no pueda acumular los votos que lo lleven a la
presidencia. Lo que subyace: que Chávez encarna la totalidad de la Revolución
Bolivariana.
Periodismo pacato a la hora de interpelar la realidad, audaz
al momento de conjeturar. Al pasar de la muerte del líder al cómo se
desenvolvería la historia tras el triste y tráfico suceso se pasa a estar más
cerca
de la pitonisa berreta que del análisis del juego de las variables históricas.
de la pitonisa berreta que del análisis del juego de las variables históricas.
Los oráculos jugaban un rol fundamental en el mundo antiguo.
Ponían en contacto a los dioses con los mortales. En sí mismo el oráculo es, al
mismo tiempo, el mensaje y el lugar donde el mensaje se da. Las consultas podían
recorrer variopintas temáticas pero casi siempre se acudía al oráculo a
preguntar por lo que sucederá.
El mensaje habla de lo que ocurrirá y es voluntad de los
dioses que suceda. Dioses curiosos: intervienen en la historia de los hombres
aún estando en otro plano. Dioses caprichosos: digitan sucesos operando en la
contingencia y el inmediatismo.
¿De qué fuente puede devenir la adivinación? Saber todo lo
que pasará implica el dominio de todas las posibilidades, la renuncia a que
algo ocurra desde el momento de la adivinación que pueda interferir en el
desarrollo histórico tal como se lee. Desde el momento de la predicción en
adelante, la historia deviene teleológica. Su propósito es desenvolverse hacia
el fin, el evento que se adivina. El oráculo expresaría la voluntad de una
divinidad que está por fuera de la historia, que puede verla en su totalidad
pero asentándose en la idea de que los hombres son como títeres, no son libres
para transformar lo dado.
Todo esto se extiende demasiado, el escriba es consciente de
ello; apela a la paciencia del lector, lo sabe interesado en el tema, lo
reconoce cómplice o al menos, eso pretende. El propósito es mostrar que lo que
subyace tras las aspiraciones de un Chávez muerto por parte de la derecha es
una metafísica de la historia muy específica. Este epistemólogo devenido
cronista por accidente cree que también en el terreno de los significados hay
un campo de batalla político y desarmar la cosmovisión hegemónica es una forma
de contra hegemonía.
Volvamos pues a nuestra pitonisa periodística mediática
recubierta de estadística y ciencia. Ella expresa un deseo como una
anticipación. Ella no consulta oráculos. Su lógica opera en el análisis como
funcional a sus deseos creando, en el imaginario, un escenario acorde a los
intereses que ella misma incorpora, hace carne, desde su posicionamiento
ideológico. Aún así, hay allí, un presupuesto acerca del carácter de la
historia. El barniz científico no logra ocultar toda la pasión y el deseo que
se oculta en el decir y que tiene que ver con el odio, el rencor y una cierta
dosis de impotencia y frustración que es propia de la derecha frente a los
transformadores de la historia. La matemática y el mecanicismo devienen telos,
fin y no logran despegarse de la adivinación y el mito.
El presupuesto subterráneo podría expresarse tomando
prestado un dicho popular en cuya sintaxis subyace también una mirada muy
particular de la historia: “muerto el perro se acabó la rabia”.
Sabido es que una vez muerto el can, la rabia que se acaba
es la que aqueja al perro muerto, mas no la rabia. La rabia trasciende al
bicho. Muchos individuos del colectivo están rabiosos. Para que la rabia con
mayúscula desaparezca hay que matar a todos los perros.
Aquí, en Argentina, hace tan sólo unas pocas décadas, la
metafísica de la historia que se esconde tras la proposición que vincula perros
y rabia intentó desaparecer, eliminar, matar, a todos los rabiosos. Pero la
rabia persistió, se resignificó, evolucionó y hoy se encuentra viva en miles de
sujetos que creen que desde la política, con la fuerza de las instituciones y
la racionalidad, pueden hacerse realidad sus sueños de un mundo mejor y más
justo.
Ilusa idea la de que con la muerte de Chávez se abren
posibilidades para la derecha. La historia nunca está escrita, es verdad. Es
pura contingencia. Pero también hay un telos, un fin. Ese fin está puesto por
quienes encarnan el, para toda derecha, rabioso proyecto de igualdad para los
hombres, de liberación y de transformación del mundo. La historia no la hace un
solo hombre, la hacen los pueblos. Los líderes son importantes porque prestan
el cuerpo para que la idea, el proyecto, su forma de desenvolvimiento, la
estrategia, cobre vida corpórea concreta, para que sea retomada y
resignificada, tratada y actualizada por otros hombres.
Aún con su muerte, el comandante Chávez es eterno. La
inmortalidad que cubrirá su nombre es la de un proyecto que vive como la rabia
contaminando toda América Latina. San Martín, Bolívar, Kirchner, hombres que
incorporaron ese espíritu. Hegeliano, lo sé. Pero de un modo particular de ser
hegeliano.
Estos sujetos individuales que incorporan el espíritu son
responsables de llevar adelante desde lo particular una historia construida
desde la voluntad general universal. Pero una voluntad basada todo el tiempo en
el análisis de la situación particular y concreta de la formación
social-económica para que el deseo de transformar el mundo actúe como motor de
la política de lo posible, de la estrategia de cambio con la fuerza de las
instituciones. Subjetividad puesta al servicio de los cambios objetivos que
llevan a fines objetivos.
No hay oráculos ni ciencia capaz de predecir lo que
sucederá. Todo está siempre por hacerse. Se hace camino al andar. Derechosa
idea la de poner todo en términos individuales, la de creer que uno sólo por sí
mismo puede hacer la historia.
Mal que le pese a esa derecha ramplona, la muerte de un
líder no es la muerte de un proyecto porque el líder no es el proyecto. La
Revolución Bolivariana vive porque su espíritu es insuflado por un pueblo desde
lo concreto.
Y el dualismo juega aquí el rol de la metáfora. Porque en
realidad no hay ni un espíritu ni una cosa concreta separada de él que lo
incorpore sino un sentir de los múltiples cuerpos que buscan la liberación y
que vibrarán siempre en la misma frecuencia que los líderes democráticos que
encarnan ese proyecto transformador y liberador.