Atilio A. Boron
[…] se ratificó en Brasilia el ingreso de Venezuela al
Mercosur. De este modo el bloque comercial sudamericano se refuerza tanto
cuantitativa como cualitativamente. Lo primero, porque agrega a un nuevo socio
con un producto bruto estimado -por el World Economic Outlook del FMI en
paridad de poder adquisitivo- en 397.000 millones de dólares. Es decir, se
agrega una economía de un tamaño ligeramente superior a la de Suecia. El
Mercosur agrandado cuenta ahora con un producto interno bruto total de
3.635.000 millones de dólares, lo que lo convierte en la quinta economía del
mundo, sólo superado por Estados Unidos, China, India y Japón, y claramente por
encima de la locomotora europea, Alemania.(1) Cualitativamente hablando la
incorporación de Venezuela significa integrar a un país que, según el último
anuario de la OPEP, dispone de las mayores reservas certificadas de petróleo
del mundo, habiendo desplazado de ese sitial a quien lo ocupara por varias
décadas: Arabia Saudita.(2) Además, desde el punto de vista de la
complementación económica de sus partes el Mercosur luce como un espacio
económico mucho más armónico y equilibrado que la Unión Europea, cuya
fragilidad energética constituye su insanable talón de Aquiles y una fuente
permanente de dependencia externa. Comienza, por lo tanto, una nueva y decisiva
etapa, en donde a un conjunto de países sudamericanos grandes productores de
alimentos -y, en los casos de Argentina y Brasil, poseedores de una importante
base industrial y significativas riquezas mineras- se le agrega la mayor
potencia petrolera del planeta. En un contexto de crisis mundial como el actual
y ante las políticas proteccionistas que cada vez con más fuerza adoptan los
gobiernos del centro capitalista, la integración de los países del Mercosur es
la única salvaguarda que les permitirá resistir los embates de la crisis
mundial del capitalismo o al menos amortiguar su impacto.