“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/8/13

Simone Weil, siempre con los de abajo

  • El próximo día 24 de agosto se cumplen setenta años de la muerte de esta íntegra mujer.
Simone Weil ✆ Shoshana Kertesz
Iñaki Urdanibia  |  Decía Carlos Marx, refiriéndose a los communards parisinos, que habían tomado el cielo por asalto. Pues bien, Simone Weil hizo lo mismo y posteriormente el cielo le asaltó a ella, según confesaba, marcándola con el sello de lo sobrenatural. El día veinticuatro se cumplen setenta años de su muerte. Esta mujer nacida en París el 3 de febrero de 1909 en el seno de una familia judía, afirmaba que “en un navío que naufraga, el pánico surge de que todos, sobre todo los marinos, no hablan obstinadamente más que la lengua de las navegaciones; y nadie habla la lengua de los náufragos…” Ella optó por hablar dicha lengua a lo largo de toda su entregada vida, posicionada del lado de los esclavos, de los oprimidos, los explotados, los perseguidos, etc.

Su vida fue corta pero intensa, tan intensa que podría establecerse que equivalió a más de diez vidas, digamos que, normales. Ya desde su niñez mostró un espíritu sorprendentemente singular e independiente: lectora impenitente, sin preocuparse
apenas por su cuerpo ni por las pasiones (el amor y la amistad), y comiendo como un pajarito y hasta limitando sus comidas en solidaridad con los soldados del frente, en la primera guerra mundial.

Luego repetiría el gesto pensando en las víctimas del régimen del mariscal Pétain o en los combatientes de la guerra civil del 36. Tras sus estudios de bachiller entró con calificaciones brillantes en la prestigiosa École Normale Supérieure en donde fue compañera de otra Simone, de Beauvoir. Acabados los estudios de filosofía-ya en el liceo le había influenciado Alain a quien había tenido de profesor- sacó la agregaduría y dio clases en varios liceos, siendo su comportamiento discordante para con las rígidas normas de las autoridades académicas, que no para las alumnas ni sus padres; esas desviaciones le supusieron ser destinada a distintos lugares; por aquella época se le conocía como la “virgen roja”, pues se unía a las manifestaciones y mítines obreros llevando la bandera, y participando activamente. Ya desde estos inicios militantes siempre mostró un compromiso furioso al tiempo que un individualismo, que no egoísmo, solidario.

La obrera

Dejó la enseñanza para ingresar en una fábrica a trabajar de obrera con el fin de conocer en su propia carne la “condición obrera”. Entre otros puestos, ocupó el de fresadora en la Renault. Sus contactos se multiplicaban en los ambientes trotskistas (conoció al líder bolchevique ruso en París manteniendo arduas disputas con él), con otras tendencias marxistas y con la corrientes libertarias con las que se hallaba más identificada. Ajena a todo dogmatismo y pensamiento anquilosado, su espíritu crítico y su creatividad hacían que siempre resultase molesta debido a que no callaba y que argumentaba sus objeciones con una destacada inteligencia; llegando a mostrar desacuerdos hasta con su propia persona. Ya desde la experiencia obrera recibió “la marca del esclavo, semejante a la marca del hierro candente que los romanos aplicaban en la frente de sus esclavos más despreciados. Desde entonces-afirmaba- me he considerado a mí misma una esclava”. Nunca le abandonó la huella de aquella etapa en la que vivió en primera persona la vida de los de abajo, viendo cómo se resentía su salud y dejando constancia de la ‘condición obrera’ en memorables textos. La tarea que ella pensaba que debían cumplir los intelectuales era la de tratar de educar a la clase obrera, integrándose con ellos, y así desalinearles, haciéndoles salir del espíritu gregario. Por entonces se reforzó en ella igualmente su posicionamiento con los de abajo, con los parias, con los fugitivos, con los extranjeros, con los oprimidos, etc.

La miliciana

En 1936, al darse el alzamiento fascista de Pirineos para abajo, tomó el primer tren que pilló con destino a Barcelona y allá se puso en contacto con los anarquistas con los que se incorporó a la lucha, en la columna Buenaventura Durruti, en el frente de Aragón. Quiso la suerte que sólo permaneciese en las trincheras dos meses ya que pisó una cazuela cuyo contenido le cayó encima quemándola y teniendo que ser trasladada a un hospital, en Sitges, y posteriormente enviada a su país. Decía “suerte” ya que prácticamente todos aquellos compañeros combatientes cayeron al poco en el campo de batalla . Su fe en la revolución y en el ideario anarquista se vieron debilitados, no obstante, tras su experiencia guerrera, al constatar que en el fragor del combate hasta los más honestos luchadores recurrían a usar los mismos métodos que sus enemigos; en todo momento trató de mediar con el fin de evitar fusilamientos que esta “santa laica” -que dijese Michel Serres- juzgaba desmedidos.

La judía

En su país, tras algunos trabajos en el campo, intentó reingresar en la enseñanza. Las autoridades de Vichy habían puesto en pie unas leyes raciales que le iban a impedir ser admitida por su condición de judía. En una carta, que incomodó al menos a muchos judíos, dirigida al ministro del interior le preguntaba a ver qué era eso de ser judío ya que si de religión se trataba, ella de eso nada, si era cuestión de tener no sé cuántos abuelos de tal condición (en Alemania era distinto el número) el criterio era de una arbitrariedad absoluta, además de que sus antepasados siempre habían vivido en Francia y suponer que procedían de Palestina era mucho suponer. Se ha solido criticar a Simone Weil por su insensibilidad ante la situación de los judíos en aquellos años oscuros-igual que luego pasaría con otros judíos ilustres que se opusieron a la empresa colonial sionista: Karl Popper y Hannah Arendt, por ejemplo- si bien sus palabras son de una pertinencia y actualidad absolutas. Precisamente con Arendt se le ha emparejado más de una vez por varias coincidencias: ser mujeres, judías, perseguidas y cuya preocupación fundamental es la política (recomendable resulta el encuentro /desencuentro que organiza entre ellas dos Roberto Esposito en su 'El origen de la política. ¿Hannah Arendt o Simone Weil?'. Paidós, 1999).

La resistente

Al final hubo de huir con sus padres a Marruecos en donde fue recluida por un breve tiempo en un campo de acogida(?). Más tarde se embarcaron los tres hacia Nueva York. No podía, no obstante, nuestra mujer permanecer impasible cuando al otro lado del Atlántico se libraba una salvaje guerra provocada por el nazifascismo; se negó a aceptar la nacionalidad americana ya que le parecía un lujo escapista y cobarde teniendo en cuenta la situación que se estaba viviendo en el Viejo Continente. Ya en Europa intentó en varias ocasiones incorporarse a arriesgadas tareas de sabotaje o lo que fuese en la resistencia interior; tales propósitos fueron frenados por la jefatura de la Resistencia instalada en Londres, con De Gaulle a la cabeza, por juzgarlos suicidas ya que su condición de judía le haría presa fácil para los sabuesos fascistas, además de que su precario estado de salud no le permitían grandes esfuerzos. Habiendo sido admitida en la red Francia Libre se le destinó a tareas más bien burocráticas lejos del frente de batalla lo que enfureció a la mujer e hizo que rompiese sus relaciones con el nombrado general y su camariila, quienes la conocían como 'la loca'.

No llegó a vivir ni diez meses en la capital inglesa ya que su salud se deterioraba de manera creciente. Ingresada en un hospital se le diagnosticó tuberculosis, enfermedad que a la sazón se curaba a base de abundante comida rica en calorías. La paciente se empeñaba en no comer o comer lo equivalente a lo que comían sus compatriotas oprimidos por el régimen del mariscal Pétain. Así murió en el sanatorio de Ashford, el 24 de agosto de 1943. Hablar de anorexia en el caso que nos ocupa- como se ha hecho en más de una ocasión- es de una falta de rigor de libro, ya que desde luego nada le inclinaba a dejar de comer por cuestiones estéticas, pues su cuerpo le importaba un comino sino por razones de solidaridad, pues esta mujer pertenecía al conjunto de los 'solitarios solidarios' de los que hablase José Bergamín. Existe un libro en el que, entre otras cosas, se aclara a fondo este aspecto apoyándose en los testimonios de alguien que también vivió aquellos años oscuros en Londres, Anna Freud (Simone Weil, del psiquiatra Robert Coles. Editado por Gedisa).

La mística

Quedaría cojo este retrato si se olvidase la vena mística de esta dama que sintió varias ‘iluminaciones’ que la llevaron a convertirse en una mística a su modo y manera (sin hacer caso a aquello de que fuera de la Iglesia no hay salvación, ni fuera del Partido tampoco); ella siempre comenzó según su libre albedrío, más allá de cualquier tipo de obediencia o sumisión. Tres episodios marcaron-según contaba ella misma- ese giro: una colorida procesión en Portugal, una visita a una capilla de Asís y la audición de los cantos gregorianos en la abadía benedictina de Solesmes. La figura de Cristo, que ella completaría en un sincretismo que acercaba una visión cercana al gnosticismo, al taoísmo, y al hinduismo.

Sus últimos años se vieron acompañados de profundas lecturas de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús, de lecturas de literatura e historia griega y latina…y escritos balanceando entre Jesús y Platón, que se venían a unir a sus textos sobre temas sindicales, obreros, coloniales, anti-bélicos. Quien quiera acercarse a la obra de esta mujer que fue extranjera en vida, y poco conocida tras su temprana muerte, ha de saber que editorial Trotta tiene casi toda su obra traducida…leyendo sus ‘Cuadernos’, y otros textos, “se nos aparece- en palabras de Pietro Citati- maravillosamente joven, fresca, virginal […] Su gloria permanece equívoca: una intelectual, una reformadora religiosa al margen de la Iglesia. Nadie la considera por lo que es: una gran escritora”, a lo que podría añadirse que fue el ejemplo más claro-por utilizar las palabras de Christiane Rangé- del coraje puesto al servicio de lo imposible.