“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

5/10/13

La crisis es un instrumento de poder

Giorgio Agamben
Esta entrevista con Giorgio Agamben apareció originalmente en alemán bajo el título Die endlose Krise ist ein Machtinstrument,  y fue motivada por el impacto que produjo un artículo de su autoría publicado en el diario francés Liberation bajo el título Que l’Empire latin contre-attaque!, y que en italiano se encuentra traducida en Press Europ, asi: L’“Impero latino” contro l’egemonia tedesca.  Posteriormente la editorial Verso Books publicó la entrevista en inglés bajo el título: ‘The Endless Crisis as an Instrument of Power: In conversation with Giorgio Agamben. En italiano apareció en Sinistra in Rete como: La crisi perpetua come strumento di potere. Esta traducción al español es de Anaclet Pons.   
Profesor Agamben, cuando lanzó la idea en marzo de un ‘Latin imperium’ contra la dominación germana en Europa, ¿podría haber imaginado la potente resonancia que tendría esta afirmación ? Mientras tanto, el ensayo ha sido traducido a numerosos idiomas y discutido apasionadamente por medio Continente …
GA: No, no me lo  esperaba. Pero creo en el poder de las palabras, cuando se habla en el momento adecuado.
¿La fractura en la Unión Europea es realmente entre las economías y formas de vida del “germánico” y del sur ‘latino’.
 GA: Me gustaría dejar claro que mi tesis ha sido exagerada por los periodistas y, por  tanto, tergiversada. El título, “Un Imperio latino contra la hiperpotencia alemana”, se lo pusieron los editores de Libération y fue retomado por los medios de comunicación alemanes. No es algo que yo haya dicho. ¿Cómo podría contraponer la cultura latina a la alemana, cuando cualquier europeo inteligente sabe que la cultura italiana del Renacimiento o la cultura de la Grecia clásica son hoy parte completamente de la cultura alemana, que lo reconcibieron y se lo apropiaron!
Por tanto, ¿no un “imperio latino” dominante? ¿no “germanos” incultos?
GA: En Europa, la identidad de cada cultura siempre se encuentra en las fronteras. Un alemán como Winckelmann o Hölderlin podría ser más griego que los griegos. Y un florentino como Dantese sintió tan alemán como el emperador Federico II de Suabia. Eso es precisamente lo que hace de Europa lo que es: una particularidad que una y otra vez sobrepasa las fronteras nacionales y culturales. El objeto de mi crítica no era Alemania, sino más bien la manera en que la Unión Europea se ha construido, es decir, atendiendo a criterios exclusivamente económicos. Así que no solo han ignorado nuestras raíces espirituales y culturales, sino también las políticas y legales. Si esto se ve como una crítica a Alemania, es solo porque Alemania, dada su posición dominante y a pesar de su excepcional tradición filosófica, parece incapaz de concebir por el momento una Europa basada en algo más que en el euro y la economía.
¿De qué manera la UE ha negado sus raíces políticas y legales?
GA: Cuando hablamos de la Europa de hoy, nos enfrentamos a la gigantesca represión de una verdad dolorosa y sin embargo evidente: la llamada Constitución europea es ilegítima. El texto que se ha hecho pasar bajo este nombre nunca fue votado por los pueblos. Y cuando se sometió a votación, como en Francia y los Países Bajos en 2005, fue rechazada frontalmente. Legalmente hablando, por tanto, lo que tenemos aquí no es una Constitución, sino por el contrario un tratado entre gobiernos: derecho internacional, no ley constitucional. Recientemente, el respetado jurista alemán Dieter Grimm recordó el hecho de que una Constitución Europea carece del elemento democrático y fundamental, ya que a los ciudadanos europeos no se les ha permitido decidir al respecto. Y ahora todo el proyecto de ratificación ha quedado silenciosamente congelado.
Ese es, de hecho, el famoso “déficit democrático” del sistema europeo …
GA: No debemos perder de vista eso. Los periodistas, sobre todo en Alemania, me han reprochado no entender nada de la democracia, pero deben tener en cuenta en primer lugar que la Unión Europea es una comunidad basada en los tratados entre Estados, y simplemente disfrazada con una constitución democrática. La idea de Europa a partir de una constitución fuente de poder es un fantasma que ya nadie se atreve a evocar. Pero las instituciones europeas solo podrían recuperar su legitimidad con una constitución válida.
¿Significa esto que ve la Unión Europea como un organismo ilegal?
GA: No es ilegal, pero sí ilegítima. La legalidad es una cuestión de normas de ejercicio del poder, la legitimidad es el principio que subyace a estas reglas. Los tratados legales no son ciertamente sólo formales, sino que reflejan una realidad social. Es comprensible, pues, que una institución sin constitución no pueda seguir una política real, sino que cada Estado europeo continúa actuando de acuerdo a su interés egoísta—y hoy en día esto significa, evidentemente y por encima de todo, un interés económico. El mínimo común denominador de la unidad se logra cuando Europa aparece como un vasallo de los Estados Unidos y participa en guerras que de ninguna manera son de interés común, por no hablar de que contravienen la voluntad de las personas. Varios de los países fundadores de la UE—como Italia, con sus numerosas bases militares estadounidenses—están más en el camino de ser protectorados que de Estados soberanos. Política y militarmente hay una alianza atlántica, pero sin duda no europea.
Por tanto, prefiere un imperio latino, a cuyo modo de vida los “germanos” tendrían que adaptarse, a esta UE …
GA: No, tal vez fui más provocador al tomar de Alexandre Kojève el proyecto de un “Latin imperium”. En la Edad Media, la gente por lo menos sabía que una unidad de las diferentes sociedades políticas tenía que significar algo más que una sociedad puramente política. En ese momento, el vínculo de unión se buscaba en el cristianismo. Hoy creo que esta legitimación debe buscarse en la historia de Europa y en sus tradiciones culturales. A diferencia de los asiáticos y los americanos, para quienes la historia significa algo completamente diferente, los europeos siempre encuentran su verdad dialogando con su pasado. El pasado significa para nosotros no solo una herencia y una tradición cultural, sino una condición antropológica básica. Si ignoráramos nuestra propia historia, solo podríamos penetrar en el pasado arqueológicamente. El pasado, para nosotros, sería una forma de vida distinta. Europa tiene una relación especial con sus ciudades, sus tesoros artísticos, sus paisajes. En esto consiste realmente lo que es Europa. Y aquí es donde se encuentra la supervivencia de Europa.
Así que Europa es ante todo una forma de vida, un sentido de vida histórico.
GA: Sí, es por eso que en mi artículo insistí en que tenemos que preservar incondicionalmente nuestras distintas formas de vida. Cuando bombardearon las ciudades alemanas, los aliados también sabían que podían destruir la identidad alemana. De la misma manera, los especuladores están destruyendo hoy el paisaje italiano con hormigón, autopistas y autovías. Esto no sólo significa robarnos nuestra propiedad, sino nuestra identidad histórica.
¿Debería la UE enfatizar las diferencias en lugar de buscar la armonización?
GA: Quizás no haya otro lugar en el mundo, fuera de Europa, donde sea perceptible tan gran variedad de culturas y formas de vida —al menos en los momentos valiosos. Hace mucho, en mi opinión, la política se expresó en la idea del imperio romano, más tarde en el imperio romano-germánico. Sin embargo, las particularidades de los pueblos siempre quedaban intactas. No es fácil decir quá podría surgir hoy en su lugar. Pero, con toda seguridad, una entidad política con el nombre de Europa sólo puede proceder de la conciencia del pasado. Es precisamente por esta razón que me parece tan peligrosa la crisis actual. Ante todo, tenemos que imaginar la unidad tomando conciencia de las diferencias. Pero, contrariamente, en todos los Estados europeos, las escuelas y las universidades están siendo demolidas y socavadas financieramente, cuando son las instituciones que deben hacer perpetuar nuestra cultura y despertar el contacto vivo entre pasado y presente. Este minado se acompaña de una creciente museificación del pasado. Lo vemos despuntar en muchas ciudades que se transforman en zonas históricas, y en el que los habitantes se ven obligados a sentirse turistas en su propio mundo vital.
¿Esta progresiva museificación es la contrapartida de un progresivo empobrecimiento?
GA: Es evidente que no estamos simplemente ante problemas económicos, sino ante la existencia de Europa como un todo —a partir de nuestra relación con el pasado. El único lugar en el que el pasado puede vivir es el presente. Y si el presente ya no percibe su propio pasado como algo vivo, entonces las universidades y los museos se convierten en un problema. Es evidente que hay fuerzas funcionando en la Europa de hoy que tratan de manipular nuestra identidad, de romper el cordón umbilical que todavía nos une con nuestro pasado. Las diferencias están más bien niveladas. Sin embargo, Europa sólo puede ser nuestro futuro si somos conscientes de que esto significa, ante todo, nuestro pasado. Y esto último está siendo liquidado.
¿Es la crisis que está presente por doquier la forma de expresión de todo un sistema de gobierno, dirigido a nuestra vida cotidiana?
GA: El concepto “Crisis” se ha convertido de hecho  en un lema de la política moderna, y durante mucho tiempo ha sido parte de la normalidad en cualquier segmento de la vida social. La misma palabra expresa dos raíces semánticas: la médica, en referencia al curso de una enfermedad, y la teológica, del juicio final. Ambos significados, sin embargo, han sufrido hoy una transformación, quitándoles su relación con el tiempo. ‘Crisis’ en la medicina antigua implicaba un juicio, cuando el médico fijaba el momento decisivo de si el enfermo iba a sobrevivir o a morir. La comprensión actual de la crisis, por otro lado, se refiere a un estado duradero. Así que esta incertidumbre se extiende hacia el futuro, de manera indefinida. Ocurre exactamente lo mismo con el sentido teológico; el Juicio Final era inseparable del fin de los tiempos. Hoy, sin embargo, el juicio se divorcia de la idea de  resolución y es reiteradamente pospuesto. Así que la posibilidad de una decisión es cada vez menor, con un interminable proceso de decisión que nunca concluye.
¿Significa eso que la crisis de la deuda, la crisis de las finanzas estatales, de la moneda, de la UE, es algo de nunca acabar?
GA: La crisis actual se ha convertido en un instrumento de dominación. Sirve para legitimar las decisiones políticas y económicas que, de hecho, desposeen a los ciudadanos y les privan de toda posibilidad de decisión. En Italia eso está muy claro. Aquí se formó un gobierno en nombre de la crisis y Berlusconi volvió al poder a pesar de ser algo básicamente contrario a la voluntad de los electores. Este gobierno es tan ilegítimo como la llamada Constitución Europea. Los ciudadanos de Europa deben tener claro que esta crisis sin fin —al igual que el estado de emergencia— es incompatible con la democracia.
¿Qué perspectivas le quedan a Europa?
GA:  Debemos empezar por restablecer el sentido original de la palabra “crisis”, como un momento del juicio y de elección. Para Europa, eso significa que no podemos posponerlo a un futuro indefinido. Hace muchos años, un alto funcionario de la Europa embrionaria, el filósofo Alexandre Kojève, asumió que el homo sapiens había llegado al final de la historia y que solo quedaban dos posibilidades. O el “american way of life”, que Kojève vio como la vegetación poshistórica. O esnobismo japonés, simplemente celebrando los rituales vacíos de la tradición, ahora despojados de todo sentido histórico. Sin embargo, creo que Europa podría darse cuenta de la alternativa, la de una cultura que se mantiene al mismo tiempo humana y vital, ya que está en diálogo con su propia historia y, por tanto, adquiere nueva vida.
Por tanto, ¿una Europa entendida como cultura y no sólo como espacio económico, podría proporcionar una respuesta a la crisis?
GA: Durante más de 200 años, las energías humanas se han centrado en la economía. Muchas cosas indican que ha llegadoel momento para que tal vez el homo sapiens organice de nuevo la acción humana, más allá de esta única dimensión. Precisamente en eso, la vieja Europa puede contribuir de manera decisiva al futuro.