En ese contexto, la Dirección Política de la revolución erraría si se limitase a leer los resultados viendo la paja en el ojo ajeno sin valorar las debilidades propias. Conviene reconocer por ejemplo, que el chavismo redujo en 8.75 % su presencia en las alcaldías, mientras la oposición la incrementó en 33.92 % respecto de las elecciones municipales de 2008. Es cierto que ganó en 15 de 24 capitales pero perdió Maturín, Valencia y Barinas, quizás, en algunos casos debido a las divisiones internas que también impidieron alianzas perfectas del GPP en 6 estados. Habría que preguntarse cómo incidió en estos resultados, la aplicación del método “dedocrático” con el cual se impusieron candidaturas a la base, en contradicción con el discurso político de la revolución. Son temas para la reflexión y el debate autocrítico que debería abordar el próximo Congreso del PSUV.
El triunfo del gobierno tuvo que ver con las expectativas creadas por las medidas coyunturales que éste viene implementando para confrontar la hiperespeculación y la guerra económica, al lograr con ellas estimular la participación de los chavistas inconformes y también, la abstención que se produjo en el bando opositor. Pero, más allá de las especulaciones, lo trascendente es administrar la victoria con humildad y sabiduría, para avanzar en la transformación del modelo económico rentístico-importador con una Nueva Política Económica revolucionaria en la transición hacia la sociedad comunal.