Kant, según el estilo de Picaso
✆ Renée Jorgensen Bolinger |
La pregunta del clérigo no es inocente. Ella surge en el
contexto de las luchas que se están llevando a cabo en Prusia por vencer los
vestigios del Antiguo Régimen. Liberales prusianos se interrogaban entonces si
era necesario mantener vigentes antiguas instituciones religiosas. En un ensayo
publicado en 1783, Johann Erich Biester se preguntaba concretamente si es
conveniente que la alianza matrimonial se legitime adicionalmente por la
religión.
Kant escribe su ensayo con dos propósitos muy definidos: dar
una respuesta sistemática a la pregunta por la ilustración y acercar al lector
una síntesis clara del pensamiento hegemónico de la burguesía del período. El
texto no es sólo una
entrada enciclopédica a la cuestión sino también, un sistemático planteo de una serie de cuestiones políticas y éticas.
entrada enciclopédica a la cuestión sino también, un sistemático planteo de una serie de cuestiones políticas y éticas.
Hay presentes en el trabajo una serie de categorías que
dominarán la escena intelectual a finales del siglo XVIII y durante el siglo
XX: razón, voluntad, libertad, progreso. Faltaría agregar fraternidad, igualdad
y el combo estaría completo.
La razón es sin duda la protagonista de la reflexión. Como sostiene Marcuse en la Introducción de su ya antológico y de culto Razón y Revolución, la filosofía de la Ilustración toma a la razón como una fuerza histórica objetiva que luego de ser liberada de las cadenas del despotismo, hará de la tierra un lugar de progreso y felicidad. En virtud de su poder, ella triufará frente la irracionalidad de la sociedad feudal y derrocará a los opresores.
La cuestión de la voluntad es traída a colación de entrada
por el autor al plantear que las ataduras a las que el hombre se encuentra
sometido no son producto de su falta de inteligencia sino de su incapacidad de
servirse de ella. Para servirse de la inteligencia, el sujeto debe tener la
voluntad de dar el paso hacia la construcción racional de nuevos argumentos.
Dar el paso para transformar el mundo debe coligarse con otro paso fundamental:
librarse de los tutores, los dogmas, dejar la comodidad del que es arriado como
ganado y pensar por uno mismo. “¡Sapere
aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el tema de la
ilustración”. (Kant, 2009: 249)
La relación simbiótica entre el tutor y el tutelado que Kant
describe como cómoda y que puede graficarse tanto evocando la figura del cura,
del libro o del médico debe romperse no sólo voluntariamente sino también, a
partir de la libertad. Libertad de hacer uso de la razón para avanzar hacia la
autodeterminación, la autonomía.
Existe en el texto una tensión entre la libertad y la
voluntad del pensar por sí mismo, su dispersión en la totalidad de los sujetos
que constituyen la sociedad, y la necesidad de homogeneizar en ciertos valores
y cultura común para evitar la lucha de todos contra todos. Kant encuentra una
salida postulando la diferencia entre el uso público de la razón y el uso
privado de la razón junto con la limitación de la libertad.
“Entiendo por uso público aquel que, en calidad de maestro, se puede hacer de su propia razón antes el gran público de lectores. Por uso privado entiendo el que ese mismo personaje puede hacer en su calidad de funcionario.” (Kant, 2009: 250)
Dicho sin vueltas, se da rienda suelta a toda la libertad
para razonar y postular los cambios que se quieran introducir dentro de las
leyes o lo instituido pero siempre en el marco de una libertad regulada por la
ley. La contradicción salta a la vista: consiste en que se pide libertad para
razonar pero se debe regular siempre su uso para evitar el caos. “…¡razonad
todo lo que queráis y sobre todo lo que queráis, pero obedeced!” (Kant, 2009
254)
Hay un muy gráfico ejemplo de cómo funciona el argumento
kantiano en el texto: “El ciudadano no se puede negar a contribuir con los
impuestos que le corresponden; y hasta una crítica indiscreta de esos
impuestos, cuando tiene que pagarlos; puede ser castigada por escandalosa (pues
podría provocar la resistencia general). Pero ese mismo sujeto actúa sin
perjuicio de su deber de ciudadano si, en calidad de experto, expresa
públicamente su pensamiento sobre la inadecuación o injusticia de las gabelas”.
(Kant, 2009: 251)
Dicho en criollo: primero pague después quéjese. Y si quiere
cambiar las normas impositivas podrá hacerlo si se ilustra y llega a ser
titular de la agencia de ingresos públicos. Pero la ilustración no es consiste
en dejarse llevar por cualquier camino, no implica desbandarse hacia un
precipicio.
Las posibilidades de cambio quedan restringidas sólo a aquellos ciudadanos que tienen el capital económico y cultural que les posibilite llegar a esos espacios institucionales, capaces, libres, voluntariosos y buenos burgueses. Meritocracia y progreso individual. No hay aquí ninguna intención de plantear una consciencia de clase y valores comunes dentro del marco de una lucha común por trastocar el orden que pretende instaurarse como superador del Antiguo Régimen.
Las posibilidades de cambio quedan restringidas sólo a aquellos ciudadanos que tienen el capital económico y cultural que les posibilite llegar a esos espacios institucionales, capaces, libres, voluntariosos y buenos burgueses. Meritocracia y progreso individual. No hay aquí ninguna intención de plantear una consciencia de clase y valores comunes dentro del marco de una lucha común por trastocar el orden que pretende instaurarse como superador del Antiguo Régimen.
El ensayo da rienda suelta a la batalla contra el dogma o
contra toda posición que se cristalice y evite el progreso, la innovación y el
recorrido hacia un mundo racionalizado según los estándares de la modernidad y
sus protagonistas burgueses. Progreso que no debe frenarse para poder ir hacia
una sociedad ilustrada.
Kant va a diferenciar dos épocas: “época ilustrada” de
“época de ilustración2. Va a sostener que no es contemporáneo de la primera
sino de la segunda, una fase de la historia donde “todavía falta mucho para
que, tal como están las cosas y considerados los hombres en conjunto, se hallen
en situación, ni tan siquiera en disposición de servirse con seguridad y
provecho de su propia razón en materia de religión. Pero ahora es cuando se les
ha abierto el campo para trabajar libremente en este empeño, y percibimos
inequívocas señales de que van disminuyendo poco a poco los obstáculos a la
ilustración general o superación, por los hombres, de su merecida tutela.”
(Kant, 2009: 253) Las flores son para Federico II de Prusia quien defendía las
ideas de la ilustración.
Quedan varias cuestiones en el tintero. Por cuestiones de
espacio no las resolveremos aquí. Solamente nos gustaría tratar un punto más.
Hay en el texto una serie planteos y cuestiones que muchos filósofos tratarán a
lo largo del siglo XX. Una de ellas es la cuestión del poder y su relación con
el saber. Kant plantea la idea de que revolucionar lo dado y conquistar el
poder instaurando un nuevo gobierno no sería más que cambiar de tutor. Debe
haber una verdadera liberación. Dicha liberación debe librarse en el plano
individual, cada sujeto debe dejar de estar sujetado por el poder. Pero
nuevamente se plantea el problema de la dispersión, la falta de cohesión y el
todos contra todos.
“Mediante una revolución acaso se logre derrocar el despotismo personal y acabar con la opresión económica o política, pero nunca se consigue la verdadera reforma de la manera de pensar; sino que, nuevos prejuicios, en lugar de los antiguos, servirán de riendas p ara conducir al gran tropel.” (Kant, 2009: 250)
Si no hay radicales cambios en la forma de pensar de cada uno de los
ciudadanos, una revolución no es más que un cambio de tutor. Pero como se
pregunta Marcuse en el ya citado inicio de Razón y Revolución: ¿Ofrece la
estructura individual del razonamiento leyes y conceptos generales que puedan
constituir normas universales de racionalidad? ¿ Es posible construir un orden
racional universal sobre la autonomía del individuo? Al indagar desde el punto
de vista epistemológico el modo de dar una respuesta afirmativa a estas
preguntas, la Ilustración y más precisamente el Idealismo Alemán apuntaba hacia
un principio unificador que fuera capaz de mantener intactos los ideales
básicos del individualismo liberal capitalista sin convertirse en víctima de
sus antagonismos. Y sin embargo... ¿Puede hacerse una revolución de muchos
individuos separados? ¿Puede haber cambio individual sin cambio social? ¿Quién
es el protagonista del cambio social? ¿Cómo un cambio social puede
promover cambios a nivel de lo individual? En general... ¿Puede haber sentidos
trascendentes a las prácticas? Todos apasionantes problemas que, por ejemplo,
intelectuales del siglo XX intentarán responder de la mano de autores marxistas
como Lukács, Gramsci, Poulantzas o el postmarxismo de Laclau entre otros
tantos.
Otros como Foucault, abordaron la cuestión desde otros
enfoques teóricos. El intelectual galo publicó un ensayo sobre el trabajo de
Kant, dándole el mismo nombre.[2] En este
trabajo, el francés refleja el estatus contemporáneo de la ilustración,
llegando a la conclusión de que la ilustración es un proceso que sigue en pié.
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