Malcolm X ✆ The Digartist |
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Hoy, de Malcolm X subsiste esencialmente un nombre que todo
el mundo sabe que es incompatible con la opresión. Este revolucionario negro
americano solo vivió cuarenta años, pero su vida contiene muchas vidas, todas
ellas muy agitadas. Su constante evolución política se aceleró el último año de
su existencia y fue segada, en pleno impulso, por sus asesinos. Privando a la
protesta negra de uno de sus líderes más radicales y respetados, los asesinos
arrancaron una dura espina del pie de las clases poseedoras y privaron a las
clases explotadas, negras o blancas, de perspectivas de unidad.
De la cárcel al compromiso religioso
Hijo de un pastor baptista asesinado, una de las numerosas
víctimas del clima racista, Malcolm vivió una vida agitada desde los seis años.
Arrastrado por los remolinos de ese terrible período de la historia de los
Estados Unidos, intentará sobrevivir. A los 9 años, Malcolm Little roba y le
encierran en una residencia. A los 13 años, la asistencia pública le confía a
una familia. Un año más tarde está en el reformatorio, esta vez en Michigan,
después de que su madre fuera encerrada en un hospital psiquiátrico del que
solo saldrá 24 años más tarde. Inscrito en el instituto, piensa hacerse
abogado, hasta el día en que un profesor le replica que “un negro no podrá ejercer más que un oficio
manual”. A los 16 años, Malcolm parte finalmente para Boston y sobrevive
con varios pequeños trabajos y trapicheos de todo tipo: robo, droga, juegos,
prostitución… Detenido por robo con allanamiento de morada, es condenado a 10
años de cárcel. Su vida se vio de nuevo sacudida.
En la cárcel, se suma a las filas de la NOI (Nation of
Islam), los “black muslims”, partidarios de un separatismo negro basado en el
islam. Abandonando su “nombre de esclavo”, Little se convirtió en X. Se
implica activamente y, una vez liberado, toma rápidamente responsabilidades, se
convierte en el pastor de la mezquita de Detroit, luego de la de Harlem. Malcolm
impresiona por su carisma y su talento como orador: sus reuniones están a tope,
sus manifestaciones son éxitos, sus artículos en la prensa circulan y
atraviesan las fronteras.
Nuevas convicciones
Aprovecha su primera peregrinación a La Meca para viajar y
tejer lazos con todos los líderes de los países que luchan por su liberación
nacional: se reúne con el egipcio Nasser, el cubano Fidel Castro, el argelino
Ahmed Ben Bella y el congoleño Patrice Lumumba. Y cuanto más crece como
militante, más se distancia su movimiento de él.
Su popularidad molesta y adquiere nuevas convicciones: la de
la unidad de los oprimidos y oprimidas con tal de que sea respetuosa con las
identidades que quieren afirmarse como tales. Para él lo particular se vuelve
entonces compatible con lo universal, abriéndose así a la extensión de la
diversidad cultural de la peregrinación en la que participa. Precisamente
debido a esta implicación religiosa rompe progresivamente con la idea de separatismo
racial. Algo que sigue molestando, 50 años más tarde, a los islamofobos de todo
tipo a los que les gusta escucharse eructar acerca de que el islam lleva dentro
de sí el gen del comunitarismo…
La evolución política de Malcolm tiene un precio: en marzo
de 1964, hace pública su “declaración de independencia” y funda una
nueva organización: la “organización para la unidad afro-americana”. Es su
tercera vía.
“Mostradme un capitalista y os mostraré el buitre”
Malcolm quiere actuar con todos y todas las que,
independientemente de su raza, aspiran a derrocar el sistema capitalista que
oprime a los negros. Rechaza también el sectarismo pasado y propone la unidad
del movimiento negro. Tiene lugar un acercamiento a Martin Luther King, quien
está obligado a admitir que el movimiento por los derechos civiles, fundado en
la no violencia y la estrategia de integración racial, tiene límites. Pues, a
pesar de las significativas victorias, los atentados racistas y las
humillaciones continúan. La CIA coloca entonces la “revolución negra” de
Malcolm en su punto de mira… hasta ese febrero de 1965.
Más allá de su recorrido, la vida de Malcolm ilustra la
epopeya de millones de personas que han resistido el racismo, la mentira de una
sociedad capitalista americana, cuyo auge económico está basado, en buena
parte, en el genocidio que significó la esclavitud. Para hacerse respetar
lucharán militantes, boxeadores, cantantes y atletas, desafiando las injurias,
las humillaciones, las amenazas o los asesinatos.
Como hizo Tommy Smith cuando levantó su guante negro en lo
más alto del podio en los Juegos Olímpicos de 1968 recordando, con el himno
americano de fondo, que la lucha continuaba. Mohamed Ali gritaba lo mismo antes
y después de cada combate. Y Mumia Abu-Jamal, miembro de los Black Panthers, condenado a muerte en
1982, que sigue pudriéndose en las cárceles de los Estados Unidos.
Traducción del francés por Faustino
Eguberri
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