Baruch Spinoza ✆ Ben Nadler |
Un término clave para entender el planteamiento de Spinoza es el de conatus, que es la esencia y la potencia de todos los modos finitos. Es el esfuerzo, la energía para perservar en lo que es. Hay un conatus del alma que llama la voluntad ( o querer ) y uno del cuerpo, que llama apetito ( o impulso). El deseo viene a ser la confluencia entre lo que queremos, desde la mente y el impulso que experimentamos desde el cuerpo. Es, por tanto, un impulso consciente, es decir vinculado a una idea.
El deseo puede surgir de ideas adecuadas o inadecuadas. Surge de ideas adecuadas cuando está determinado por la propia naturaleza de cada cual, de lo que es. Es la pulsión de vida, que nos lleva a obrar, a actuar. No hay pulsión de muerte, como dirían los psicoanalistas, porque las tendencias destructivas son producto siempre de ideas inadecuadas, de pasiones tristes provocadas por los otros.
Las pasiones son ideas inadecuadas porque están producidas por causas externas y no internas, es decir que son reacciones a las acciones de otros cuerpos. Hay aquí una afinidad con Nietzche, cuando éste dice que el poder de la voluntad afirmativa de la vida lleva a la acción, mientras que la impotencia conduce a la reacción. Los nobles, los sanos, los fuertes, actúan. Los serviles, los débiles, los cobardes reaccionar. Es su resentimiento el que se vuelve creador.
Lo importante, dice Spinoza ( y esto vuelve a unirle con
Nietzsche) es lo que puede un cuerpo. Los afectos son afecciones del cuerpo, en
las que aumenta o disminuye nuestra potencia, nuestra vitalidad. Aquí Antonio
Damasio ve en Spinoza un precursor intuitivo de las neurociencias actuales.
Damasio sostiene que las emociones lo son del cuerpo y los sentimientos de la
mente. Es decir que un sentimiento sería la idea consciente de las emociones
que modifican el cuerpo. Spinoza sostiene además que si conocemos el cuerpo lo
hacemos a través de sus afecciones.
Además del deseo, las otros dos afectos primarios son la
alegría y la tristeza, entendidos como estados de ánimo. También pueden ser
pasiones producidas por ideas inadecuadas. Pero hay que señalar dos cuestiones.
La primera es que la alegría, aunque sea una pasión, aumenta la perfección del
cuerpo porque le da más más potencia, lo contrario de la tristeza. La segunda
es que entre las ideas totalmente inadecuadas y las adecuadas hay grados, ya
que las adecuadas del todo casi son imposibles. Vayamos a los grados de
conocimiento de Spinoza, que ha planteado en la segunda parte. El primer nivel
es el de las imágenes y las ideas parciales que surgen de ellas. Por ejemplo,
tenemos una idea de lo que queremos pero no sabemos ni porqué lo queremos ni lo
que significa realmente para nosotros este deseo. El segundo grado se refiere a
las nociones comunes y quiere decir que a partir de una serie de conceptos
podríamos entenderlo. Pero el tercer grado sería entender, desde la intuición,
la totalidad de nuestro proceso, y pudiendo situar con precisión nuestro deseo
en este marco global. Pero esto implicaría entender también el efecto que todos
los cuerpos con los que hemos interactuado tendrían sobre nosotros. Los deseos
inmoderados son inadecuados porque nos dominan, nos esclavizan. Una idea
mínimamente adecuada de un deseo supone nuestra capacidad de distanciarnos de
él, de que no nos atrape y distorsione nuestra visión de nosotros mismos y de
las cosas. ¿ Cuales son estos deseos inmoderados ? La lujuria ( de sexo), la
gula ( de comida ), la avaricia ( de propiedades ), la vanidad ( de prestigio).
Los deseos en los que se basa no son negativos pero sí lo es cuando nos hace
perder el autodominio y la libertad, como veremos en la cuarta y quinta parte
de la Ética, que son propiamente los que tratan de la ética como propuesta de
vida.
El amor es lo que sentimos respecto a lo que consideramos
causa de nuestra alegría. El odio, por el contrario, de nuestra tristeza.
Spinoza contempla también la ambivalencia, tan bien elaborada por Freud,que
hace que podamos amar y odiar a una misma persona. Trata también del amor y del
odio no hacia los otros sino hacia uno mismo. La autoestima cuando somos causa
de nuestra alegría y la falta de autoestima cuando nos consideramos causa de
nuestra tristeza. Pero aquí pueden haber ideas totalmente inadecuadas, que es
el exceso de autoestima o soberbia ( que experimentamos cuando no somos capaces
de ver nuestros defectos) o el complejo de inferioridad ( valga el anacronismo,
pero no veo otra palabra más precisa para tratar hoy lo que expresa Spinoza).
La vergüenza y la culpa, como la baja autoestima, son pasiones tristes, que
disminuyen nuestra vitalidad. La vergüenza surge de este complejo de
inferioridad y la culpa de no entender que en cada momento hacemos lo único que
podemos hacer en nuestra situación y que es por tanto una cobardía delante de
nuestros actos. Nietzsche afirma lo mismo. Igualmente este filósofo cita a Spinoza
por su concepción negativa de la compasión como pasión triste que disminuye
nuestra potencia. Spinoza, al igual que Nietzsche, considera la generosidad
como un afecto de la alegría hacia los otros.
La última dimensión de los afectos está vinculado al tiempo.
Vivimos en la actualidad, es decir en el presente, y desde él experimentamos
los afectos. Pero somos un proceso y lo que no actual lo podemos recordar en
término de satisfacción o de insatisfacción, que es lo que sentimos cuando se
refiere a la idea de algo que pasamos y que nos produce alegría o tristeza
cuando lo representamos. Respecto al futuro hay un desconocimiento por lo que
los afectos se basan en lo que imaginamos. Son la esperanza y el miedo si
imaginas respectivamente algo que asocias a la alegría o a la tristeza Lo
imaginario, para Spinoza, siempre es una idea inadecuada.
Me parece que uno de los mejores psiquiatras que hemos
tenido, Carlos Castilla del Pino, dijo que se podía aprender más psicología con
Shakespeare que con el menor manual de psicología. Con Spinoza podemos afirmar
lo mismo. La mente humana es, en última instancia, enigmática. Desde las
neurociencias, el psicoanálisis y la filosofía podemos disponer de una caja de
herramientas para entenderla. Pero la psicología, como ya apuntó el gran
filósofo de la ciencia francés Georges Canguilhem, es una pseudociencia. Ni el
conductismo, ni el biologismo, ni el cognitivismo han elaborado estas nociones
comunes de las que nos habla Spinoza. Se mantienen en este primer grado de
conocimiento de las imágenes y las ficciones ligadas a ellas.