“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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16/6/17

Juan Goytisolo y James Joyce

Feliz quien como Ulises ha hecho un largo viaje
✆ Eduardo Arroyo
Carlos García Santa Cecilia
De entre los muy variados aspectos que comprende el inmenso legado que nos ha dejado Juan Goytisolo –fallecido en Marrakech el pasado 4 de junio– no es menor el de su contribución a la renovación de las letras españolas, especialmente de la novela. Junto con Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos (1962), Señas de identidad, de Goytisolo (1966), supuso un punto de inflexión para romper con la estética realista imperante e introducir en el panorama patrio nuevos aires narrativos que se resistían a llegar. James Joyce, en este sentido, fue fundamental, tanto para Martín-Santos como para Goytisolo, que acusaron y reconocieron su influencia.
En junio de 2004, el Círculo de Bellas Artes de Madrid organizó una exposición –Joyce y España, de la que fui comisario– que no conmemoraba la publicación de una obra ni la fecha de nacimiento o muerte de un autor, sino el centenario de un día de ficción: el Bloomsday (16 de junio de 1904), las 24 horas en las que Leopold Bloom, el protagonista del Ulises de Joyce, recorre las calles de Dublín. No dudamos en pedir a Goytisolo para el catálogo de la muestra sus recuerdos y lecturas de Joyce, que tanto le marcaron. Es un texto poco conocido, que no parece estar en ninguna antología del autor, ni siquiera en la web, y que queremos recordar a modo de homenaje. Se publica, además, coincidiendo con un nuevo Bloomsday, el primero que celebramos sin Juan Goytisolo.

14/6/17

Juan Goytisolo: memoria y exilio

Juan Goytisolo ✆ Xulio Ríos
Eduardo Subirats

El destino de todo intelectual ha sido y es el exilio. Un concepto de intelectual vinculado al esclarecimiento filosófico, poético, artístico y también político. Un concepto de acción intelectual simbólicamente comprometida con la búsqueda de la verdad y la comunicación de los avatares de esta voluntad de verdad. Y un exilio sin retorno.

El destino de todo intelectual español ha sido el exilio. Bartolomé de las Casas fue un exiliado en razón de su origen judío y de su cristianismo reformista. El Inca Garcilaso fue un exiliado porque vinculó las cosmologías de su origen inca con la filosofía cabalista de otro exiliado ibérico: el filósofo sefardí Leone Ebreo. Cervantes fue un exiliado por estar demasiado cerca del humanismo islámico y hebreo para el poderoso legado de la Inquisición y la Contrarreforma hispánicas. Fue un exiliado Giuseppe de Rivera, quien llamó a España madrasta de toda inteligencia. Exiliados paradigmáticos en el europeo siglo de las luces fueron José María Blanco White y Francisco Goya: testimonios del oscuro destino de una España entregada a la corrupción de la Iglesia católica y a una monarquía totalitaria. Picasso fue otro artista hispánico exiliado. Y los dos intelectuales que dieron forma literaria a la recuperación y revisión de una historia española proscrita en nombre de las ficciones nacionalcatólicas, Américo Castro y Vicente Lloréns, han sido dos grandes exiliados de Princeton. La tradición de los exilios hispánicos no termina en modo alguno con ellos.