“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

3/6/12

Un fantasma recorre las librerías

Antonio Paniagua

Es el libro que tiene uno de los finales más conocidos y hasta coreados: «¡Proletarios de todos los países, uníos!». 'El manifiesto comunista' es uno de los tratados políticos más influyentes de la historia. Que ahora una editorial española como Nórdica lo publique no sería noticia si no fuera porque por primera aparece ilustrado. Fernando Vicente, un diseñador de reputada trayectoria en el mundo editorial, ha prestado su arte al empeño. El ilustrador ha huido de la manida iconografía del movimiento obrero, plagada de hoces y martillos, y ha apostado por pinturas en las que aúna el arte figurativo y representaciones de maquinaria antigua. En un contexto de crisis y contestación social, la obra escrita por Karl Marx y Friedrich Engels ha recobrado vigencia. Prueba de ello es que se está vendiendo muy bien en la Feria del Libro de Madrid. «Quería hacer una edición ilustrada de un texto de ensayo y de un clásico que hemos leído casi todo el mundo», dice Diego Moreno, editor de Nórdica. En Alemania se entregó a la imprenta una edición ilustrada de 'El capital', también de Karl Marx, pero no existía ninguna versión con representaciones gráficas de 'El manifiesto comunista'. Al menos Diego Moreno no ha encontrado ninguna.

Alumbrado en 1848, este opúsculo fue encargado a Marx y Engels por el segundo congreso de la Liga Comunista. Más de un siglo y medio después es el libro más difundido después de la Biblia. Muchas de sus profecías no se han cumplido, pero aún hoy gran parte del análisis que hicieron Marx y Engels de la sociedad industrial y el capitalismo sigue vigentes, según dice Diego Moreno, quien ha optado por una edición que sustrajera al libro de su parte «más panfletaria». «Es un texto que tiene una gran potencia literaria. No en balde Marx escribía muy bien».

Al investigar las imágenes que han acompañado al texto, Fernando Vicente se percató de que gran parte de ellas eran «engañosa». «En su génesis el libro tiene muy poco que ver con la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética. De la lucha de clases y la lucha obrera sí hay muchas iconografías. Lo que yo he tratado de hacer es llevarlo a mi terreno», señala Vicente, un artista de corte figurativo impregnado de un poderoso mundo onírico. Los 16 collages creados por el pintor y portadista se alejan de los motivos recreados hasta la saciedad por los regímenes comunistas, que tienden a unir a Marx y Lenin, cuando en realidad el primero murió en 1883 y nunca conoció al revolucionario soviético.

Para disgusto del ilustrador, el libro ahora publicado tiene un pequeño formato. Ello es producto del deseo expreso del editor, que quería que el texto fuese manejable y asequible a todos los bolsillos. La traducción escogida es la que realizó para la editorial Biblioteca Nueva Jacobo Muñoz, profesor de Filosofía, especialista en Marx y por extensión en el pensamiento alemán.

 Los autores del mayor panfleto que se haya escrito nunca acertaron en pronosticar el declive del «trabajo manual», la irrupción de los «millonarios industriales» y la denuncia pionera de un capitalismo sin fronteras que se parece mucho a lo que hoy llamamos globalización.
«Es un texto sugerente y atractivo; tiene partes obsoletas pero otras que siguen plenamente actuales», dice Diego Moreno, quien asegura que con las magníficas ilustraciones de Vicente se «ha dado vida nueva a un clásico».
Quizá ni el propio Marx nunca imaginara la repercusión que tuvo su trabajo, que redactó sentado sobre cojines que mitigaban el dolor que le infligían unos forúnculos nacidos al calor de su condición de intelectual sedentario. La obra no tuvo influencia en las revoluciones de 1848. Pero faltaban 70 años para que de aquel embrión naciese la revolución de octubre en Rusia.