“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

21/1/13

Aprendiendo periodismo con George Orwell

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
Todas las personas somos diferentes y sentimos el mundo de manera diferente, fenómeno que queda demostrado en las actas de divorcio, en las guerras mundiales y en las hipocresías políticas. Tal disparidad en los juicios ha provocado que los hombres tengamos que fundamentarnos en lo "común". Lo "común" es lo que todos pueden mirar.

Si mi vecino dice que el perro de enfrente es feroz, y si todos los demás vecinos dicen lo mismo, lo mejor será que yo asienta ante tal afirmación, pues de lo contrario los feroces serán los vecinos. Entonces, como vivimos en un mundo de opiniones comunitarias, el lenguaje también se ha hecho común, pero más corriente que común.

El lector comprenderá de inmediato que he usado la prefabricada expresión "común y corriente", expresión impresa miles o millones de veces en la prensa. ¿Qué pasa cuando escribimos con moldes? Pasa que nuestros textos son simplemente la extensión de otros textos.

¿Cómo escribir noticias que parezcan verdaderos acontecimientos y no vanas crónicas contadas por un tartamudo con poco léxico? En 1946 G. Orwell escribió un ensayo llamado `La política y el idioma inglés´, ensayo que debería ser la Biblia de todos los redactores. Orwell dijo ahí que él mismo era incapaz de cumplir con todas las reglas que dictó, pero también dijo que es mejor cumplir con algunas que faltarle al respeto al idioma inglés.

Si el inglés está decayendo, entonces el español también lo está haciendo, pues todos los días éste pretende imitar al idioma de la economía, al inglés. Cuando un idioma carece de palabras claras para pensar claramente, se ve impelido a adoptar extranjerismos. Leer un texto lleno de palabras inglesas o comerciales me dice que el autor del texto no sabe leer, escribir o pensar el tema que trata.

Hoy en día las palabras se nos imponen, y pensamos con palabras "inglesas" sólo porque dichas palabras están de moda. Orwell afirma que al escribir es el significado quien debe elegir la palabra, y no al revés. Las palabras son ropajes, no cuerpos... pero son ropajes que se impregnan en el cuerpo, que se pegan a la piel confundiéndose con ella.

¿Qué pasa cuando vamos mal vestidos a un evento social? Todos se ríen de nosotros. Bueno, pues hoy todo el mundo anda vestido de político todo el día, y vemos tenderos que hablan como políticos, amas de casa que hablan como Hannah Arendt, albañiles con arengas dignas de Hitler y médicos que hablan más de dinero que de curaciones.

¿Cómo evitar el lenguaje "común y corriente", es decir, el extraído de la política, que está tan de moda? Pensando por uno mismo. Usar mal el lenguaje es pensar mal. Decir que los impuestos son como barricadas que impiden el paso de los inversionistas es fundir dos imágenes que no tendrían por qué estar fundidas. ¿Por qué unir lo económico con lo bélico? Podríamos decir, con Orwell, que los impuestos obstruyen el paso de los inversionistas como las hojas de té obstruyen un lavaplatos. La segunda imagen es más saludable, menos peligrosa, pues no mezcla cosas que juntas podrían explotar o causar malentendidos.

¿Por qué hemos dejado de escribir con claridad? Porque tememos la burla de los científicos, de los filósofos y de los profesores, que siempre buscan adornar su ignorancia con palabras complicadas. Pensar con claridad exige pensar más en las cosas, más en su materia y menos en su pura forma. Pensar es desempolvar.

Hoy, sí, el "¿Cómo lo dijo?" es más importante que el "¿Qué dijo?". Hoy buscamos más la unión que la separación, la sociabilidad que la individualidad. Nos cuesta mucho trabajo decir "pienso", como ejemplifica Orwell.

Pongamos algunos ejemplos. Si buscáramos en el diccionario la definición del agua nos toparíamos con una descripción minuciosa que tal vez no entenderíamos sin tener ciertos saberes químicos. Sí, la definición del agua, que es un bien de todos, ha sido acaparada por los químicos, y quien no sepa de química simplemente no sabrá qué es el agua, y no sabrá, dirán los químicos, si toma agua o leche.

Una bella expresión de Balzac dice: "El agua es un cuerpo quemado". La línea anterior es perfecta, pues engloba la idea de la "evaporación", del "calor", de la "vida". Balzac va de la forma a la materia, y su lenguaje nos parece arcaico, sí, arcaico pero todavía útil para hacer que cualquiera, incluyendo a los químicos, se haga una buena imagen del agua.

Otro escritor ha dicho esto: "Si cuanto más piadosos,/ más bellos parecéis a aquel que os mira". Cetina, en vez de hablar de azules, de redondez, de alargamiento o de pestañas, habla de "piedad", de algo material que sale por los ojos. Cetina no cree que unos bellos ojos transmitan "piedad": él piensa que la "piedad" hace que los ojos luzcan bellos.

Sí, sin confundir la causa con el efecto podemos escribir mucho mejor. Leamos lo siguiente: "El imperio de Roma se derrumbó porque los romanos eran decadentes". Tal manifestación política encubre muchas cosas, confunde muchas causas con muchos efectos. Nietzsche ha escrito que los romanos primero se creyeron decadentes, y que luego decayeron. Orwell pone otro ejemplo, a saber: el bebedor primero "cree" que es mediocre, y por eso bebe, y bebiendo se hace de verdad un mediocre. Pensando en las causas reales llegamos a pensar en objetos reales, en cosas que sí existen substancialmente o que son capaces de transmutar la substancia, como la "piedad".

Llegando a la oficina leí `El Economista´ y me encontré con el siguiente adefesio: "Pekín también busca apresurar el desarrollo de instituciones financieras privadas y profundizar las innovaciones de mercado para sentar las bases de un sistema financiero más moderno". "Pekín", como el Estado, no es una persona, sino una idea, y según entiendo las ideas no buscan, busca el hombre. ¿Cómo es una "innovación" profunda? ¿Cómo son las bases de un "sistema financiero más moderno"? ¿Quién dicta qué sí y qué no es "moderno"?

Vemos que el castellano de `El Economista´ (que pretende ser científico) está impregnado de terminología económica inglesa (de ideología, de palabrería sin sentido), vemos que está impregnado de traducciones léxicas y conceptuales. El texto anterior tal vez suene muy bien en inglés, pues Inglaterra ha desarrollado su discurso económico durante siglos, cosa que no pasó en Iberoamérica. Escribir sin saber qué significan las palabras es, como dijo Orwell, charlotear, ser mentirosos, deshonestos.

Un escritorzuelo usa palabras como "yunque" o como "martillo", y lo hace pensando que el "yunque" siempre sufre ante el martillo, cuando la realidad dicta lo contrario. Goethe, conocedor de lo que decía, escribió un poema que dice: "Que sucumbas o que triunfes, /que yunque o martillo seas". Goethe no favorece ni al yunque ni al martillo, dejando que el lector elija su interpretación.

Concluyamos. Palabras como "desarrollo", "industrial", "capitalista" o "economía" no dejan espacio para la interpretación, pues todas, parece ser, deben ser interpretadas desde la idea del "progreso". "Desarrollo", "instituciones financieras", "innovaciones" o "modernos" son desperdicios de tinta de un pulpo que quiere encubrir su ignorancia, como diría Orwell. Los periodistas modernos aparentan ser letrados leones, cuando son simplemente retóricos "perros romanos".