Arthur Rimbaud ✆ Adam Alt |
Una muy buena nota publicada en 'La Página de Omar Montilla' (La vida breve de
Arthur Rimbaud / Escribió toda su obra entre los 15 y los 20 años) por Andrés Hax, fue el detonante para que el autor de esta
nota moviera sus recuerdos desde su lejana adolescencia por uno de sus más
grandes amores en la poesía.
Este adolescente terrible primero me sorprendió, después me
deslumbró y me hizo sentir hasta qué límites puede llegar la poesía. Una
sensación similar me envolvió, en aquellos tiempos, tras la primera lectura de
los ‘20 poemas de amor y una canción desesperada’ de Neruda, que mucho tiene
que ver con esta historia, como veremos. En las clases de
literatura del Lycée Français (donde cursé desde el jardín de infantes, en
Soriano 974, hasta el equivalente a 3er. año de Secundaria, en 18 de Julio al
lado de la Biblioteca Nacional)
conocimos dos poemas de Rimbaud, de los más clásicos. Uno es un hermoso soneto titulado Le Buffet (El aparador) y se refiere a un mueble de roble de grandes puertas negras que quiere contar viejas historias. El otro se llama Les Effarés (los sorprendidos, los espantados) en el que se conmueve ante cinco niños pobres, muertos de frío, que miran por un tragaluz a un panadero sacando el pan del horno. Al final del primer terceto escribe que los niños tienen leurs culs en rond, pero la versión expurgada que nos daban a conocer decía leurs dos en rond (sustituían el culo por la espalda, de una sílaba cada uno en francés).
conocimos dos poemas de Rimbaud, de los más clásicos. Uno es un hermoso soneto titulado Le Buffet (El aparador) y se refiere a un mueble de roble de grandes puertas negras que quiere contar viejas historias. El otro se llama Les Effarés (los sorprendidos, los espantados) en el que se conmueve ante cinco niños pobres, muertos de frío, que miran por un tragaluz a un panadero sacando el pan del horno. Al final del primer terceto escribe que los niños tienen leurs culs en rond, pero la versión expurgada que nos daban a conocer decía leurs dos en rond (sustituían el culo por la espalda, de una sílaba cada uno en francés).
No es el único caso, por cierto. Yo recibí de regalo de fin
de año el Gargantua de Rabelais en una edición preciosa ilustrada, pero con un
texto que había depurado cuidadosamente el lenguaje desenfadado, procaz y
jocundo del monje benedictino (además médico y profesor de anatomía), como pudo
comprobarlo años más tarde con la lectura del original de esta obra estupenda.
También leíamos, de Rimbaud, el famoso soneto titulado ‘Voyelles’ (Vocales), en
que de manera original define cada una de las vocales por su forma y con un
color. Otro de sus poemas, ‘Bal des pendus’ (Baile de los ahorcados), de fuerte
acento macabro, guarda reminiscencias de la ‘Ballade des pendus’ de François
Villon.
Rimbaud aparecía también (junto con Verlaine) en versitos
que dedicábamos en broma a los profesores en las fiestas de fin de año. Uno de
ellos decía, en rima chueca: Rimbaud,
Rimbaud, je t aime. Étudiez bien Verlaine. Car il n est rien de tel que ses
poèmes (Rimbaud, te amo. Estudien bien a Verlaine. Porque no hay nada como
sus poemas).
En 1969 asistí en Santiago de Chile a un Congreso del
Partido Comunista que contribuyó en medida apreciable a definir la candidatura
presidencial de Salvador Allende por la Unidad Popular. En su transcurso,
nuestro querido compañero Volodía Teitelboim nos invitó a un grupo (René
Piquet, secretario de Organización del PC francés, el venezolano Pompeyo
Márquez, entre otros) a visitar a Neruda en su casa en Isla Negra (que no es ni
isla ni negra, como dice el poeta), camino a Valparaíso. Neruda, junto con
Matilde, nos mostró algunos poemas que estaba escribiendo, con tinta verde, y
nos llevó a la biblioteca. En el pasadizo que conduce a la misma hay algunos
retratos y daguerrotipos de sus poetas predilectos, entre los que se destaca el
de Rimbaud, con su estampa inconfundible. Nos habló de él, más que con
admiración, con un sentimiento de afecto entrañable. Comentamos el poema ‘Le
dormeur du val’ que se refiere a un comunero muerto (de la Comuna de París de
1871). Pero hay algo más.
Un par de décadas después, cuando se realizó en París el
Congreso Marx Internacional (Actuel Marx), al que concurrí con José Luis
Massera, conseguí una edición espléndida
de las Obras Completas de Rimbaud, presentada, anotada y con una extensa
Introducción de Antoine Adam, ediciones de La Pléiade, Nouvelle Revue
Française. Ahí está absolutamente todo: su producción completa, línea por
línea, incluidas composiciones escolares en latín; las obras que le son
atribuidas; una vastísima correspondencia (escrita por él y a él dirigida, más
cartas y documentos de su madre Vitalie una beata insípida- y de su hermana Isabelle, incluso páginas de
un Diario de la primera, que llegan hasta la amputación de la pierna y la
muerte de Arthur en Marsella el 10 de noviembre de 1891); una profusión de
notas exhaustiva al extremo, para un
total de 1250 páginas en papel biblia.
Aquí hice un descubrimiento, dos en realidad, que le
comuniqué al amigo Volodia para su biografía de Neruda. En la página 421, entre
los documentos, hay un recibo firmado por Rimbaud el 27 de junio de 1886 por
150 thalers como saldo de 10 fusiles
a él entregados. Y en la página 1131, que corresponde a la sección Notices,
Notes et variantes, se lee respecto a ese documento: Original de los fondos
Neruda, de la Universidad de Santiago de Chile. Publicado en la Revue des
Sciences Humaines, Lille, 1962, p. 72. Esto se refiere a la época en que
Rimbaud había abandonado por completo su brevísima incursión en el campo de la
poesía y se dedicaba al tráfico de armas, municiones, café, especies y marfil
en Aden, Abisinia, El Cairo y el cuerno de África.
En la página 789 se incluye una extensa carta de la madre de
Rimbaud a su hija Isabelle, del 25 de diciembre de 1898. En la nota respectiva
de la página 1204 puede leerse: Autógrafo donado por Pablo Neruda al Centro de
Poesía de la Universidad de Santiago de Chile. Publicado en la Revue des
Sciences Sociales de Lille, enero-marzo 1962, p. 75, con abundantes notas.
Como se sabe una de las obras maestras de Rimbaud es ‘Les
Illuminations’, que ha inspirado
composiciones de todo tipo, literarias y musicales, entre las que
descuella el poema sinfónico del británico Benjamin Britten, con ese nombre.
Entre nosotros lo cantó en su época Virginia Castro. A fines del año 2004, la
embajada de Francia en nuestro país organizó un recital en el Museo Blanes de
la Avenida Millán bajo el título Iluminaciones en homenaje a los 150 años del
nacimiento de Rimbaud (20 de octubre 1854). Actuaron Estela Medina y Levón, de
la Comedia Nacional, bajo la dirección de Taco Larreta. La parte musical
correspondía al citado poema sinfónico
de Britten, y he podido reconstituir la letra de las canciones a través del
texto, pero en orden salteado. Así, las secciones VIII, I, IIIb, VII, IV, IIIa,
II y V corresponden sucesivamente, en la edición citada, a las páginas 126 las
dos primeras, 127 a las dos siguientes, luego a las 129-130, a la 132, a las
135-136 y por último a la 142. Falta la VI, que corresponde a otro texto. Nada
menos que al tanto veces citado de la ardiente paciencia de ‘Une saison en
enfer’ (Una temporada en el infierno) que dice: Et à l aurore, armés d une
ardente patience, nous entrerons aux splendides villes (en la aurora,
armados de una ardiente paciencia, entraremos a las espléndidas ciudades).
La primera citada, la VIII, es la que termina: J ai
seul la clef de cette parade sauvage
(Solo yo tengo la llave de este desfile salvaje). Un par de páginas antes, en
ese mismo texto, se habla de la naissance du travail nouveau (el nacimiento del
nuevo trabajo). En ‘Les Illuminations’ menciona a quienes ont chanté la joie du travail nouveau (cantaron la alegría del
nuevo trabajo). Eran los tiempos de la Comuna de París. En páginas sueltas
reunidas bajo el título de ‘Album zutique’ se encuentra una invocación ‘Au
glorieux 18 MARS’, el día de proclamación de la Comuna de París en 1871.
Otras frases de ‘Les Illuminations’ han adquirido una
quemante actualidad. Como ésta: Voici le
temps des Assassins (He aquí el tiempo de los Asesinos), que reaparece ante
todas las aventuras belicistas de estos tiempos. En otro lugar menciona les
horreurs économiques, que sirvió precisamente de título a la obra de Viviane
Forrester ‘El horror económico’. Ese texto se denomina Soir historique (noche
histórica) y los comentarios al respecto aluden au grand soir des
révolutionnaires (la gran noche de los revolucionarios).
En el acto inaugural del encuentro ¿Qué hacer por amor al
arte, efectuado el 17 de setiembre de 1988, en el que hablaron Atahualpa del
Cioppo, Ruben Yáñez, el poeta y periodista argentino Juan Gelman, Mario Delgado
Aparaín, Washington Benavides y Rodney Arismendi, este último dedicó un párrafo
significativo a Rimbaud. Su discurso está incluido en el libro Sobre la
enseñanza, la literatura y el arte , que vale la pena releer ahora, por su
amplitud de espíritu y pensamiento sin dogmas. Ahí dice Arismendi que amaba a
Rimbaud desde su adolescencia, que su poesía es un vértice de la genialidad y
expone su preferencia por Une saison en enfer y por Le bateau ivre (El barco
ebrio), obra en que Rimbaud rompió todas las amarras y se muestra obsesionado
por el sueño de una humanidad liberada de las viejas servidumbres . Arismendi
no menciona Les Illuminations y sí destaca por otra parte el famoso soneto Le
dormeur du val (El durmiente del valle), dedicado a un comunero muerto (no
fusilado). El verso final, a menudo recordado, es: Il a deux trous rouges au
côté droit (Tiene dos agujeros rojos del lado derecho).
En su genialidad, Rimbaud es probablemente todo eso junto:
un precursor del surrealismo avant la lettre, de asombrosa precocidad,
conmovido por la Comuna, acusador de sus detractores (hay versos zahirientes
contra Thiers), un renovador de la poesía que ensanchó sus márgenes y la llevó
hasta sus límites.