Estas medidas tienen vuelo corto porque no van a la raíz del
problema. En todo caso, deberían hacer parte de una Nueva Política
Económica (NPE), que impulse el desarrollo endógeno sustentable
diversificado, hacia la construcción de un nuevo tejido socioproductivo en la
transición, que integre la economía social, las PYMES, los productores
agrícolas y las
empresas estatales. Para romper el modelo rentístico que impide el desarrollo de las fuerzas productivas, la renta petrolera tendría que redireccionarse progresivamente a la inversión socioproductiva. Al crecer ésta, paulatinamente se iría tornando en la fuente que alimentará la inversión social a través del sistema impositivo para hacerla sustentable. Con ello se estaría “sembrando el petróleo”.
empresas estatales. Para romper el modelo rentístico que impide el desarrollo de las fuerzas productivas, la renta petrolera tendría que redireccionarse progresivamente a la inversión socioproductiva. Al crecer ésta, paulatinamente se iría tornando en la fuente que alimentará la inversión social a través del sistema impositivo para hacerla sustentable. Con ello se estaría “sembrando el petróleo”.
La viabilidad de esa NPE pasa por avanzar en el proceso de
territorialización de la planificación y la gestión pública, con el Poder
Popular como eje de la transformación socioproductiva. Es
esencial una Reforma Tributaria que limite la ganancia, estimule la
inversión productiva y la conservación ambiental, elimine el IVA y aplique un
ISR progresivo. Una reforma Financiera que canalice el ahorro hacia la
inversión socioproductiva, rompiendo el circuito rentístico-parasitario que ha
hecho de la banca el sector que más crece, sin que ello se haya
traducido en desarrollo nacional. Una reforma cambiaria orientada a
estabilizar y unificar el tipo de cambio y, una reforma monetaria que impulse
el fortalecimiento de las reservas internacionales, que en el mediano plazo
establezca el “oro negro” como patrón monetario y la cotización del bolívar con
base en el precio del petróleo.
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