“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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24/11/14

El fuego interno de José Revueltas

Discurso de José Revueltas a los perros
Santiago Solís
René Avilés Fabila
Recuerdo insistentemente a José Revueltas sin barba ni bigote, con traje y corbata, como lo vi por primera ocasión alrededor de 1946 o 1947, de la mano de mis padres. José estaba con su primera esposa, Olivia Peralta, tan semejante a mi madre, nacidas el mismo año, ambas maestras normalistas, las dos casadas con escritores y recuerdo que se trataban con familiaridad y afecto. Estuve en presencia de un hombre lleno de vida, optimista, cariñoso, luego de una brutal guerra donde el Ejército Rojo derrotó al poderío nazi. Era el comienzo de la Guerra Fría, el punto más alto del comunismo ruso y el principio del fin de la URSS.

Revueltas era marxista-leninista y, como lo definió Jaime Labastida, “fue un hombre complejo, contradictorio y luminoso”. Cuando el comunismo mexicano le demandó que retirara obras como El cuadrante de la soledad y Los días terrenales y modificara su visión ética y estética, el intelectual entra en crisis. El PC de aquella época consideraba que su obra no era optimista sino derrotista. Había que ver al trabajador con certeza triunfal, bajo la lógica del estalinismo y el recetario del realismo socialista.