Venezuela es un país bendecido por el clima. Tenemos una temperatura casi constante (con ligeras variaciones) durante todo el año. El ambiente climático es muy propicio para la continua rehidratación de nuestra gente, sobretodo en el Zulia, los Llanos y Oriente, que en vez de ser a base de agua, como es lo más natural, lo hacen con una bebida ligeramente alcohólica no destilada, hecha con granos germinados de cebada u otros cereales cuyo almidón, una vez modificado, es fermentado en agua y aromatizado con lúpulo y otras semillas, que generalmente presenta un color ambarino con tonos que van del amarillo oro al negro pasando por los marrones rojizos, conocida con el nombre de cerveza.
Vamos a aclarar las cosas. Mi familia y mis amigos, la gente que me conoce sabe que no soy aficionado a la ingesta exagerada de bebidas alcohólicas, comportamiento que raya casi con la abstinencia. Pero de allí a ser enemigo del alcohol hay un trecho muy largo. Mis gustos no son precisamente inclinados al consumo excesivo de cerveza, pero ¡cómo disfruto de ella cuando estoy en mi casa de Choroní!
En Venezuela hay una realidad y es que existe una empresa que ha monopolizado, no sólo la fabricación y distribución de la cerveza, sino que lo peor es, que ha domesticado el paladar de los venezolanos de modo que muchos de nuestros compatriotas se dan el lujo de rechazar otras cervezas, porque dizque “no saben igual”, envenenados además por una avalancha publicitaria enorme e incontrolada.
Pero eso no es lo peor de ese monopolio. La cerveza que consumimos ahora no es la misma ni sabe igual que “la de antes”. Estos señores han ido variando lenta e imperceptiblemente la fórmula, digamos original, y han sustituido ciertos ingredientes, y ahora la cerveza que consumimos es prácticamente a base de yuca y otros ingredientes como el maíz y el arroz, donde la cebada está muy menguada, sino eliminada del todo.
Nosotros los venezolanos, lejos de la creencia generalizada, no somos los mayores consumidores de cerveza en el mundo , sólo estamos en el honrosísimo lugar Nº 25, pero encabezamos la lista en América Latina [1]. Alemania, produce en un año más de 106 millones de hectolitros y fabrica más de 5 mil tipos diferentes de cerveza, además consume más de 115 litros per capita, la mayoría de ellas producidas local y artesanalmente.
Sin ir muy lejos, en Chile se ha producido lo que ellos llaman una irrupción de la cerveza artesanal. Lo mejor, lo más atractivo de la cerveza artesanal es la extraordinaria variedad de sabores, estilos y presentaciones que se ofrecen, que no tienen nada que ver con la clásica cerveza rubia de las marcas comerciales que se producen y se consumen en Venezuela. Por algún capricho del monopolio infernal, prácticamente han desaparecido del mercado aquellas sabrosas y espumosas “lisas” que antes encontrábamos en los bares.
No se trata de propiciar la fabricación incontrolada de la cerveza, no se trata de estimular a las personas para que cada quien monte una fábrica de cerveza en su casa, que no sería nada malo y es relativamente muy sencillo; sino estimular y promover esta industria, para que en cada región, en cada pueblo, sea posible la fabricación de cervezas artesanales, sobretodo en las zonas turísticas costeras. Ya veo a Choroní compitiendo con Pampatar, o con Chichiriviche o con Higuerote, en la fabricación de la mejor cerveza artesanal, hecha por cooperativas locales, con mano de obra venezolana, con productos venezolanos, con el financiamiento y el asesoramiento del Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y la Tecnología. En fin, se trata de combatir a un monopolio, que no le hace nada bien al país.
La experiencia más nefasta la tenemos en el paro golpista del 2002-2003, cuando el grupo Polar se sumó a esa aventura y privó de esa bebida a los venezolanos. Si logramos despertar la conciencia de nuestro país sobre el destino de esta industria, estaríamos abriendo un panorama maravilloso para Venezuela, donde prácticamente no hay alternativas para el consumo de la cerveza, porque la Polar practica una especie de “pesca de arrastre”, se lleva todo por delante, hace lo que le da la gana, chantajea con los precios, con la distribución, con todo.
“Por ahora” no vamos a acabar con la “cerveza de arrastre”, pero nuestra política industrial para el sector debería ser la de protección a las pequeñas fábricas privadas de cerveza, y sobretodo, ¡vamos a favorecer la fabricación artesanal de la cerveza!
Nota [*]: Expresados en litros per cápita, el “ranking” de los primeros consumidores son: Venezuela (58,6); México (51,8); Brasil (47,6) y Colombia (36,8).