“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/2/12

El género inclusivo en español es el masculino

 Especial para La Página de Omar Montilla
Cristian Fallas Alvarado

En varios sitios se habla mucho sobre el uso del lenguaje inclusivo, específicamente sobre su utilidad y justificación. Supuestamente, con ese uso se evita la discriminación de la que son objeto las mujeres en algunas ocasiones. Según esto, en una oración como “Se invitó a todos los abogados” se emplea un lenguaje exclusivo y se deja por fuera a las abogadas. Con respecto a este tema, se explican a continuación algunas consideraciones reduciendo a lo esencial la terminología gramatical.

Lea más abajo la opinión de un lector
La lengua española dispone de dos géneros principales: femenino y masculino (es común que las niñas usen faldas y que los niños usen pantalones), pero el segundo puede englobar también al primero, como en la oración “Los niños pequeños son muy indefensos”. En este último caso se hace referencia a mujeres y varones.

Quienes defienden el uso inclusivo arguyen que el género masculino es excluyente. Sin embargo, si esto se analiza detenidamente, se comprueba lo contrario. La oración “Los niños pequeños son muy indefensos” se refiere a mujeres y varones; en cambio, “Las niñas pequeñas son muy indefensas” solo puede referirse a mujeres y, por tanto, quedan excluidos los varones. Como se puede ver, el masculino es el género inclusivo, y el femenino, el exclusivo. De acuerdo con lo anterior, en gramática se habla de género marcado (femenino) y género no marcado (masculino).

Precisamente por tener el español un género no marcado (o inclusivo), que coincide con el masculino, es este el que se emplea de manera general para abarcar lo femenino junto con lo masculino, excepto en algunos pocos casos como brujos o monjes, que no abarcan a las brujas y a las monjas, respectivamente. Por esta razón se puede hablar de una reunión de padres de familia y no se excluye a las madres por emplearse el sustantivo padres; también se puede hablar de una asamblea de profesores y se entiende que se reunieron las mujeres docentes y los varones docentes. Igualmente, si se habla del cuidado de los gatos, no se excluye la posibilidad de cuidar gatas; ni se excluye a una filóloga cuando alguien dice que requiere la opinión de un filólogo. No parece útil, ni justificado, ni mucho menos necesario recurrir al desdoblamiento: una reunión de madres y padres de familia, una asamblea de profesoras y profesores, el cuidado de las gatas y los gatos, la opinión de una filóloga o un filólogo.

Hay casos en los que el desdoblamiento es prácticamente imposible, como en “Ella y él están casados” o “Es normal equivocarse: somos humanos”. En el primer caso se emplea casados porque se hace referencia al femenino (ella) junto con el masculino (él), y en el segundo se emplea humanos porque se requiere el género no marcado para abarcar a mujeres y varones. Lo mismo ocurre si alguien dice “Todos nosotros estamos equivocados”. El género no marcado representa la concordancia por defecto (nótese, por ejemplo, la concordancia de los adjetivos con las oraciones que funcionan como sujeto: “Es necesario dormir unas ocho horas”). No se espera que nadie, para evitar una supuesta discriminación, recurra a circunloquios como estos, que hasta pueden cambiar un poco la interpretación: “Ella está casada con él”, y “él está casado con ella”; “Es normal equivocarse: somos humanas y humanos” o “Todas nosotras y todos nosotros estamos equivocadas y equivocados”.

Se han utilizado algunas fórmulas coordinadas, como las costarricenses y los costarricenses, e incluso se han coordinado solamente los artículos definidos, que, por ser elementos átonos, no aceptan originalmente tal tipo de enlace: las y los costarricenses. No obstante, esta «solución» tampoco es regular ni coherente; por ello se encuentran ejemplos en los que el desdoblamiento es parcial, como en “Las y los costarricenses serán convocados”. En este caso se usa convocados en vez de “Las y los costarricenses serán convocadas y convocados, lo cual demuestra la imposibilidad de su empleo general.

Además de las fórmulas citadas, se han empleado otros recursos aún menos justificados, como los paréntesis: estimado(a)(s) compañero(a)(s), los cuales imposibilitan la lectura; o la arroba, que ni siquiera es una letra, sino un símbolo, por lo cual tampoco podría leerse: estimad@s compañer@s.

Como se puede comprobar, el uso del género no marcado permite cumplir con el principio básico de economía y, además, se gana mucho desde el punto de vista estilístico sin caer en ningún tipo de discriminación. Consecuentemente, se evita una gran cantidad de repeticiones que cansan al lector o al oyente y que casi nunca aportan nada relevante.

De todos modos, siempre debe tenerse en cuenta que la discriminación es un hecho primordialmente social. Si en un centro educativo, por ejemplo, se convoca a una reunión de profesores y no se admite la presencia de alguna mujer docente, es evidente que el problema no es lingüístico. La lengua no discrimina. Por lo tanto, conviene dejar claro que, en la vida cotidiana, las mujeres no son discriminadas porque el género no marcado coincida con el masculino, ni tampoco este aspecto lingüístico promueve la discriminación.

Algo parecido ocurre con la oposición de número: singular y plural. El primero puede emplearse con el valor del segundo. También tendría, pues, un valor genérico, incluso si se emplea el artículo definido. Si se habla de la importancia de la mujer en la sociedad, no se habla de una mujer específica y se excluye a todas las demás, sino que el singular la mujer abarca a todas las mujeres. Tampoco hay discriminación al decir El gato es un animal doméstico. El singular de género no marcado el gato abarca a las hembras y los machos. Lo mismo ocurre con el conocidísimo uso de hombre en casos como “Se dice que el hombre es superior al animal”, donde equivale a los hombres y, además, engloba a mujeres y varones. Muy distinta es la interpretación de hombre en la oración “El hombre debe apoyar a la mujer”, en la cual es evidente el uso de hombre como sinónimo de varón. En estos casos, el contexto aclara la interpretación. De igual forma, en la recomendación “Alimente a su hijo con leche materna”, se entiende que su hijo puede referirse a una mujer o a un varón, pero también puede referirse a varios hijos.

Hay construcciones gramaticales que también se emplean con este valor genérico o inespecífico, como “Aquí hay que estar callado”; “Es muy peligroso conducir ebrio” o “Cuando se está acompañado, la tristeza se sobrelleva mejor”. En las tres construcciones se emplean formas no marcadas: callado, ebrio y acompañado, y en ningún caso se podría pensar que se excluye a las mujeres. Se entiende perfectamente la referencia general a cualquier persona. Aplicar tal razonamiento estaría tan poco justificado como pensar que se excluye a la primera persona o a la segunda al decir Aquí hay que callarse o Cuando se está demasiado satisfecho consigo mismo, se puede caer en el conformismo.

Lo anterior puede relacionarse con dos palabras que sirven para excluir o incluir grupos: los adverbios solamente y también. El primero sirve para excluir elementos de otros posibles, y el segundo sirve para incluir elementos junto con otros. En Comimos solamente arroz se excluyen otros alimentos posibles, como frijoles, carne, verduras, etc.; en Comimos también arroz se incluye el arroz en el conjunto de alimentos que comimos (se supone que comimos otros más, como frijoles, carne, verduras, etc.).

Nótese la interpretación de esos adverbios en estas dos oraciones: En este colegio solamente se admiten filósofos; En este colegio también se admiten filósofos. En la primera oración se excluye a los médicos, abogados, contadores, etc.; y en la otra se incluye a los filósofos en un grupo más amplio, que puede abarcar médicos, abogados, contadores, etc. En ningún caso los adverbios mencionados motivan la oposición femenino/masculino: filósofas/filósofos. Si alguien dice “En este colegio solamente se admiten filósofos”, no se espera la pregunta ¿No se admiten filósofas?; en cambio, sí es posible que alguien pregunte ¿No se admiten ni médicos ni abogados? Los grupos posibles incluidos o excluidos mediante tales adverbios están relacionados con las profesiones, no con las mujeres y los varones. De nuevo, el usuario de la lengua no considera que haya discriminación de las mujeres en estos casos porque, ciertamente, no hay tal discriminación.

Ahora bien, puede decirse que, en caso de que sea verdaderamente relevante la oposición femenino/masculino, es totalmente aceptable el desdoblamiento, como en Tengo hermanos y hermanas, pero también se pueden usar otras soluciones, como elementos explicativos del tipo hombres y mujeres, el uso de colectivos (alumnado, profesorado, etc.) y otras semejantes si con ello se evita alguna ambigüedad o simplemente se logra mayor claridad por falta de elementos extralingüísticos o contextuales: Nuestros funcionarios, tanto hombres como mujeres, usan el mismo tipo de uniforme. Excepto en estos pocos casos, el desdoblamiento resulta innecesario e injustificado.

Finalmente, cabe agregar que en las secciones 2.1-2.2 de la Nueva gramática de la lengua española se apoya el análisis explicado en este artículo, y también coinciden en ello los párrafos relativos al género gramatical incluidos en la versión manual y la próxima versión básica de esa obra. 

Cristian Fallas Alvarado, es filólogo y profesor universitario. Se ha dedicado a la investigación, la colaboración en proyectos lingüísticos y la corrección de textos. También ha colaborado en la traducción (del inglés al español) de algunos textos médicos y ha dado algunos cursos por Internet. Ha trabajado con la Academia Costarricense de la Lengua y la Real Academia Española en la revisión de la «Nueva gramática de la lengua española» (volúmenes de morfología y sintaxis), la «Ortografía de la lengua española», la «Nueva gramática básica de la lengua española», la «Ortografía básica de la lengua española» y la actualización del «Diccionario panhispánico de dudas».



La opinión de un lector

Manuel CMM

Muy pedagógica la explicación. Resulta verdaderamente ruidosa esa suerte de “redundancias” vocales. Sin embargo, yendo al origen semántico del género que nos ocupa, inferimos que los primeros redactores de enciclopedias, diccionarios, gramáticas y fines, se hallaron en una atmósfera social  dónde el paternalismo, varonismo o predominio del hombre sobre la mujer  alcanzaba su máxima expresión: es el patriarcado que logró transmitirse hasta nuestros días, relegó a la mujer a otros roles obviamente  secundarios,  y  logró  su máxima dominación desde los revolucionarios tiempos de la Francia proburguesa del S XVIII cristiano. Por cierto, Karl Heinrich Marx recogió esa vigencia cuando habló de “la explotación del hombre por el hombre”. Sabemos, como  él lo supo,  que la mujer del explotador secunda a este en dicha explotación; o sabemos que hay empresarias  capitalistas no menos explotadoras que los empresarios capitalistas.

De acuerdo con sus bien fundamentadas explicaciones, no deberíamos decir explotadores y explotadoras, pero debemos hacerlo para tener claro que la explotación capitalista  no discrimina entre proletarios y proletarias, entre asalariados y asalariadas, entre pendejos y “pendejas”   ni entre explotados y explotadas.

Entre las manifestaciones de subordinación de la mujer por el hombre se halló el ejercicio del voto, y a este logró reconocérsele en Venezuela recientemente a fines del siglo XIX, si mal no recuerdo, pero con una segunda discriminación que excluía descaradamente a las analfabetas, pero  de hecho a  la mujer proletaria. Así las cosas, los redactores de la Constitución vigente lograron introducir en su texto obligaciones que saltan toda esa legalidad gramatical, así como “sacaron del juego” el  tratamiento de señor que de perogrullo es inclusivo de señora,   atavismos que son tan  feudales  y rezagados  como lo es el hecho de darle prioridad al género masculino en materia de adjetivación que sigue arrastrando el DRAE.

Particularmente he cuestionado y sugerido a esa academia que en sus próximas entregas respeten sus propias normativas gramaticales y dejen de darle prioridad al género masculino cuando recogen las entradas, “marcadas”, como usted lo apunta. Me refiero a que señalan primero y explícitamente el género masculino y apenas entre paréntesis, al femenino. A propósito, no logro asimilar que las voces: “femenino(a)” y “masculino(a)”, sean recogidas a pesar de que ellas  son excluyentes per se. La  contradicción y autoilegalidad gramatical del DRAE (lo supongo) consiste que al colocar  primero voces masculinas, de esa manera rompen con el carácter alfabético y taxonómico que cruza todo el diccionario, o sea, si los nombres y adjetivos son  marcados. Si la palabra voz se califica como perteneciente al género femenino, me resulta redundante remarcarle ese carácter cuando decimos “voces femeninas”. Usted, como especialista, me dirá que “la voz de la soprano es voz femenina, o de  la mujer cantante, mientras la del tenor es masculina, o del hombre cantante. Me he inclinado por: voces de la mujer, v. del hombre. La expresión: “hombre macho” no es menos redundante, y    mujer macha u hombre femenina resultan cómicos. El hecho es que ¿por qué la Academia no le da  entrada primero a, por ejemplo: “primera”(o); “acertada(o), cosas así? Desde luego, entonces caeríamos en “feminismo”, de tal manera que lo sensato sería asumir esta forma y sobreentender que se hace así por razones de ordenación alfabética, pero hasta allí, porque cuando se emplea el masculino, por su carácter inclusivo, se está irrespeta ese orden en cuestión.

Por lo demás, creo que esos derechos femeninos (¿sic o no sic? sólo terminan escondiendo el verdadero derecho que debemos tener en común: no ser explotados independientemente del género en juego.

Y además,  concuerdo con usted perfectamente porque  cuando omitimos el femenino o género, no se excluye ni discrimina a la mujer ya que de Perogrullo esta lo que tiene es sexo y no género, de tal manera que el lenguaje asexista o sexista  es una incongruencia, pero también es verdad  que no resultaría muy “decente” hablar sobre “igualdad de sexo” puesto que esta voz alude por defecto asuntos de cama, a homosexualidad por así decirlo. Hay muchas antinomias  en este idioma. Reciba un cordial saludo.