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La
elección presidencial y parlamentaria del 17 de noviembre de 2013 constituirá
un momento de inflexión político-generacional en el prolongado experimento
neoliberal aplicado desde 1973. Esta inflexión, empero, no estará exenta de
tensiones, que a su vez anidarán potenciales conflictos de futuro. Examinemos
algunas razones.
Un
preámbulo necesario. Tras los acuerdos entre Pinochet y la Concertación de
concordar en la mantención del orden económico y político, basado en la
ideología neoliberal, comenzó a desarrollarse lo que puede denominarse
una acción político institucional sistémica, es decir, operar con arreglo a la lógica modernizadora imperante y a su racionalidad instrumental. Todo vale para alcanzar los objetivos económicos y de gobernabilidad del posconflicto. Es justo decir que la Concertación tuvo en esto una actuación sobresaliente.
una acción político institucional sistémica, es decir, operar con arreglo a la lógica modernizadora imperante y a su racionalidad instrumental. Todo vale para alcanzar los objetivos económicos y de gobernabilidad del posconflicto. Es justo decir que la Concertación tuvo en esto una actuación sobresaliente.
Toda
la práctica gubernamental y legislativa se ordenó en torno de las factores de
poder que permitieron la reproducción de los engranajes que dieron vida y
dinamismo al sistema de producción y reproducción de privilegios para las
minorías, mismas que participaron del reparto de los despojos del estado
destruido en 1973, y que se enriquecieron con las empresas públicas
privatizadas, construyeron universidades-empresas, se apropiaron de las
millonarias cotizaciones previsionales y tranzaron en la bolsa para principal
provecho propio, o lucraron con la educación pública. Reparto en el que también
participaron activamente los actores neo-sistémicos o nuevos conversos de
la Concertación, sea por conveniencia o
por convicción.
En
el mismo eje temporal, pero en estratos diversos, tuvo lugar una emergente pero
sostenida acción política no institucional, esta vez proveniente de la acción
colectiva autónoma y de los movimientos sociales.
Desde
el mismo día en que se instaló el primer gobierno de posdictadura, comenzó la
acción política de los actores no sistémicos, y así el país se fue informando
de la depredación ambiental, de la colusión entre política y empresas, del
lucro en la educción, de las demandas de los mapuche y otros pueblos
originarios, del robo de agua por parte de empresas ligadas a integrantes de
Concertación y la Alianza, de las violaciones al medio ambiente por parte del
Estado, de la corrupción en los servicios públicos con aquiescencia de las más
altas autoridades, y una interminable nómina de abusos que organizaciones ciudadanas
han tenido el coraje de poner en la agenda pública, pese a sufrir
persecuciones, malos tratos e inclusive formas de violencia.
En
un escenario político como el que ofrece el 2013, habrán de enfrentarse electoralmente estas dos
opciones, las cuales pueden plantear matices pero que en lo esencial no alteran
el cuadro en desarrollo: por un lado, habrá acción política sistémica
conservadora, y propuestas de acción
sistémica reformista; la primera, ejercida por los partidos de las
empresas y herederos de la dictadura, los segundos, por los partidos de la
Concertación que reprodujeron el modelo neoliberal e intentaron humanizarlo sin éxito.
Por
otra parte, se han venido conformando proyectos políticos que han emergido en
la posdictadura y sacado lecciones de lo observado. Estos nuevos actores y sus prácticas, como de
jóvenes agrupados en Revolución Democrática e Izquierda Autónoma; PAIS, MAIZ,
Partido Igualdad, por citar a los
más recientes y de prácticas nuevas, se localizan más en un eje de acción política no institucional, aun
cuando ya han debido enfrentar el escenario de las reglas heredadas de la
dictadura retocadas pero no alteradas por la Concertación, como el tema
electoral.
La
elección de noviembre de 2013 exigirá a los potenciales competidores, sea en la
arena presidencial o parlamentaria, adoptar definiciones claras frente a una
sociedad exigente que dijo basta en octubre del año pasado y se abstuvo de dar
su voto a los mismos de siempre y optó en casos emblemáticos por el cambio
ciudadano, como en Providencia.
La
cuestión que tensionará el cuadro será el enfrentamiento de dos lógicas y de
dos estilos de comprender la política del siglo 21 en Chile: aquella que buscará reproducir el proyecto neoliberal y
su orden de privilegios para minorías, o aquel que buscará superarlo. Puede
suponerse a priori que los actores sistémicos conservadores harán lo que esté
de su lado para preservan privilegios,
con un gran poder para lograrlo dado los amplios recursos de que disponen.
Respecto de los actores sistémicos reformistas,
es aún prematuro proyectar comportamientos, toda vez que no es conocido su candidato/a ni el programa que llevará a
cabo, ni menos quienes formarán parte de un posible gobierno.
Las
opciones del primer grupo se ven menguadas dada la baja aprobación ciudadana de
la Coalición y de su falta de defensa de ideas propias. Las opciones de la
segunda, que supuestamente corre segura por la magia de las encuestas, es aun
más incierta, pues no se ven anuncios de enfrentar el proyecto neoliberal en
toda la línea, no entendiendo la voz del pueblo.
Cuando
se plantean la opción de ampliar el arco político para sustentar un gobierno de
mayoría, los actores sistémicos reformistas deberá echar mano a los actores
políticos no sistémicos, lo que de concretarse traería consigo grandes
tensiones a futuro, pues las lógicas de acción política de ambos son de
aleaciones muy diversas.
En
consecuencia, el campo de lucha política y social de 2013 es entre dos proyectos en torno a una contradicción central:
o se reproduce, o se transforma el
proyecto neoliberal (orden económico e institucional), y
se resuelve la contradicción
entre democracia de mayoría y participativa, y
democracia de unos pocos y elitista.
Las
decisiones que los actores incidentes adopten en los próximos meses habrán de
considerar, por ejemplo, si alcanzar un escaño en el Congreso Nacional constituye un acto de legitimación y
reproducción del orden institucional o
es un acto de transformación; si formar parte de un gobierno de reformas
reproduce o transforma. Y algunos partidos deberán decidir si se suman al proyecto conservador o asumen su
vocación reformista o asumen su vocación transformadora no sistémica.
En
tanto, en las calles y en los intersticios de la sociedad real, seguirán anidando las propuestas que hagan viable el
camino que permita retomar la senda trazada por los padres de la patria, los
luchadores de la democracia y la justicia social.