Especial para La Página |
La derecha acompañó la reconstrucción kirchnerista del
estado, pero posteriormente se embarcó en una confrontación frontal con el
gobierno. Esta oposición no se limita a la esfera retórica o cultural.
Cuestiona el modelo neo-desarrollista a favor de un esquema neoliberal proclive
al endeudamiento externo, la apertura comercial y el recorte del gasto social.
(12)
Los conservadores utilizan descaradamente los medios de
comunicación para difundir engaños que superan todo lo imaginable. En su
campaña por impedir la aplicación de la ley de comunicación audiovisual
restauraron un tono de revanchismo ideológico gorila que parecía perimido.
Presentan las normas de
desinversión anti-monopólicas como atropellos a la libertad de prensa y celebran la complicidad de los jueces con las grandes empresas, como actos de independencia republicana. Con la misma impudicia defienden los privilegios de los altos magistrados.
desinversión anti-monopólicas como atropellos a la libertad de prensa y celebran la complicidad de los jueces con las grandes empresas, como actos de independencia republicana. Con la misma impudicia defienden los privilegios de los altos magistrados.
También esgrimen el fantasma de la “chavización” del
gobierno, como una desgracia de consecuencias irreversibles. Retoman el
lenguaje infantil de la guerra fría para advertir contra el contagio
bolivariano y por eso vivieron el último triunfo electoral de Chávez como una
derrota en casa. (13)
Los derechistas omiten que Argentina ya vivió el escenario
venezolano hace sesenta años. También silencian la total lejanía de Cristina
hacia los ideales socialistas del chavismo. Sus campañas apuntan a generar un
giro de la política exterior. Rechazan el anti-golpismo regional del
oficialismo (en los casos de Paraguay y Honduras), el sostén latinoamericano de
la demanda por Malvinas y la negociación directa con Irán por el atentado en la
AMIA.
Entre el 2009 y el 2011 los conservadores fantasearon con el
declive del ciclo K. La reciente irrupción de los caceroleros reavivó esta
expectativa, creando el mundo invertido de aristócratas que ponderan la
movilización callejera. Los adalides de la pasividad política y la
representación indirecta han descubierto el valor de llenar una plaza, cuando
las demandas son regresivas.
Los fanáticos voceros
de la mano dura ahora solicitan “diálogo” y objetan las confrontaciones que
“dividen a la sociedad”. Pero ni siquiera consideran la posibilidad de atenuar
estas fracturas reduciendo la brecha entre ricos y pobres. Se lamentan de la
polarización que ellos mismos alientan, al incentivar políticas de creciente
desigualdad social.
Algunos exponentes extremos de la derecha identifican al
gobierno con el fascismo (Carrió, Aguinis) y acusan al oficialismo de propiciar
saqueos con sus prácticas de violación de la propiedad privada (Pagni, Morales
Solá). Como estos delirios tienen escasa receptividad, los conservadores
apuestan a extender la despolitización que encarna Macri. Con ideologías de
consumo, estéticas de festejo y figuras de la farándula, el PRO ha logrado
cuatro victorias electorales consecutivas en la Capital Federal.
Los derechistas también retoman el libreto tradicional del
liberalismo para denigrar al populismo. Alertan contra los líderes carismáticos
que hipnotizan al pueblo, violan el orden, prolongan mandatos, aplastan las minorías
y desconocen los valores del Centenario. (14)
Son las mismas quejas que la elite dominante exhibió frente
a cada desafío a su poder. Suponen que el rumbo del país debe ser
invariablemente dictado por los editoriales de La Nación, las pastorales de la
Iglesia, los estilos de la Recoleta y las ferias de la Sociedad Rural.
Ejercieron esa supremacía desde el siglo XIX con sus socios militares, se
reciclaron con los conservadores de la UCR y recobraron influencia con Menem.
Ahora reclutan figuras para restaurar esa primacía.
Hipocresías
republicanas
Los políticos de la UCR quedaron traumatizados por el
colapso del 2001 y no asomaron la cabeza durante el debut del kirchnerismo.
Volvieron en los últimos años con críticas al populismo muy semejantes al recitado
derechista. Despotrican contra “las restricciones a la libertad de prensa”,
como si el país estuviera acosado por una persecución totalitaria, o sometido a
la oleada de asesinatos de periodistas, que se registra en México u Honduras.
Acompañan desde Parlamento todas las campañas que promueve Clarín y apoyan a
los caceroleros.
Algunos intelectuales objetan especialmente la renovada
reivindicación de las Malvinas. Propician la conveniencia de negociar con los
Kelpers reconociendo su derecho a la auto-determinación (15). Repiten
exactamente el planteo que esgrime Gran Bretaña para justificar su ocupación
colonial. El menemismo ya intentó transitar ese camino de renuncia a la
soberanía, buscando compartir la explotación de los recursos isleños.
Los cuestionamientos al gobierno se desarrollan ensalzando
el ideal republicano, la división de poderes y la independencia de la justicia.
Estas banderas son flameadas por escritores provenientes del radicalismo
(Gregorich), del Club Socialista (Sarlo, Romero), de las Ciencias Políticas
Convencionales (Palermo, Novaro) y del periodismo liberal (Eliashev). A veces
logran sumar también a demócratas de izquierda (como Gargarella).
Pero no es fácil impugnar al oficialismo rescatando
trayectorias anti-peronistas. La historia de la UCR es un almacén de
complicidades con los oligarcas y dictadores que gobernaron mediante la
represión y la proscripción. Basta recordar los crímenes de la Patagonia, la
presidencia de Alvear o las matanzas de la Libertadora. La idolatría del
constitucionalismo también propicia la amnesia con el desastre ocurrido hace
pocos años con De la Rúa.
Hay mucha hipocresía en las objeciones al corporativismo, al
clientelismo y a los punteros, que se formulan desde la tradición radical (16).
Todos los presidentes, gobernadores e intendentes de esa vertiente amoldaron
sus formalismos republicanos a las restricciones impuestas por el poder
militar, empresario o mediático de turno. También es falso responsabilizar
exclusivamente a la doctrina peronista de la comunidad organizada por las
experiencias reaccionarias vividas por el país (17). Las teorías liberales
tuvieron mayor gravitación en esas pesadillas.
Estos encubrimientos se exponen idealizando la figura de
Alfonsín, como si el Punto Final, la Obediencia Debida, el sometimiento al FMI
y los ajustes para pagar la deuda fueran acciones de otro presidente. Los
críticos del relato oficial construyen una epopeya menos creíble de lo ocurrido
durante los años 80.
Los cultores de la república comparten con la derecha la
aversión a cualquier forma de participación popular activa. Conciben el
funcionamiento de las instituciones republicanas como un antídoto de la
democracia efectiva. Por eso realzan el manejo minoritario y cerrado del poder
en la justicia o el Banco Central.
Últimamente también recelan del propio sufragio, sugiriendo
que el condicionamiento estatal quita legitimidad a los comicios bajo los
regímenes populistas (18). Pero los condicionamientos que denuncian siempre se
limitan a las acciones del estado. Nunca incluyen influencias más
significativas, como el financiamiento privado de los partidos por parte de
grandes empresas. Estas firmas siempre distribuyeron su chequera entre el PJ y
la UCR.
Las afinidades de los ex alfonsinistas con la derecha se
consolidaron en la última década. La desintegración del Club Socialista, el
declive del FREPASO y el estallido de la Alianza indujo al abandono de los
proyectos de modernización socialdemócrata y al reencuentro con todos los mitos
del elitismo liberal. (19)
En ese ambiente predomina actualmente un clima de fastidio y
desmoralización ante la continuidad del ciclo K. Este período se ha extendido
con escasas probabilidades de retorno a la vieja alternancia bipartidista. Por
eso despotrican amargamente contra una idiosincrasia nacional teñida de
autoritarismo y contaminada de populismo. (20)
Para superar esos atavismos los amantes de la República han
montado una campaña contra la re-reelección, junto a sus aliados del
reconstituido Grupo A. Defienden con fervor la Constitución actual, como si no
hubiera brotado del espurio pacto de la UCR con el PJ que habilitó la
reelección de Menem.
Ese contubernio se ubicó en las antípodas de los cambios
constituyentes progresistas implementados en América Latina en la última
década. Al país no le vendría mal sumarse a esta oleada, introduciendo
modificaciones que renacionalicen la propiedad del subsuelo, amplíen los
derechos sociales e introduzcan normas de democracia semidirecta y protección
al medio ambiente.
Como se demostró además en el caso de Chávez, una sucesión
de mandatos puede cumplir un papel muy progresivo para lucha social y
antiimperialista. Pero los liberal-republicanos no sólo repudian ese
antecedente. Presentan al presidente que más reafirmó su legitimidad en
incontables comicios, como un prototipo de déspota autoritario.
Las reelecciones presidenciales deben juzgarse como
problemas políticos concretos y no como dilemas de formalismo constitucional.
Sólo desde esta óptica es válida la crítica a un nuevo mandato de CFK que no
favorecería el desarrollo de un proceso progresista.
Institucionalidad
conservadora
La centroizquierda anti-K conforma un heterogéneo
conglomerado que tomó partido por los agro-sojeros en el 2008, presentando ese
paro patronal como una resistencia de “pequeños productores”. Omitió que el
grueso de esa franja no ha sido despojada -como los campesinos del MOCASE- por
el avance de soja. Al contrario, son mayoritariamente segmentos capitalistas
que han prosperado con ese cultivo y defienden sus privilegios impositivos
junto a la Sociedad Rural, demandando la reducción de las retenciones.
La centroizquierda opositora absorbió posteriormente a
sectores que se distanciaron del oficialismo, imaginando que los giros
regresivos del gobierno comenzaron con su alejamiento de esa gestión. De esta
variedad de procesos surgió un bloque político (Stolbizer, Milman, De Genaro,
Donda, Tumini), que tiene eco intelectual en el grupo Plataforma. (21)
Todos los exponentes de este alineamiento pregonan alguna
versión del republicanismo en boga. Ensalzan la institucionalidad denunciando
el autoritarismo presidencial y tienden a vislumbrar al gobierno como una
formación derechista, continuadora del neoliberalismo. Contraponen esta
administración con el genuino progresismo que vislumbran en el PT de Brasil o
el Frente Amplio de Uruguay.
Consideran que el gobierno es el enemigo principal a
enfrentar con los aliados de la UCR y la Coalición Cívica. Por eso
desarrollaron una campaña común contra la re-reelección. También brindaron su
espaldarazo al cacerolazo, que reivindicaron como “parte de nuestra lucha” por
su integración con “gente tan valiosa como otras gentes” (22). Ignoraron los
propósitos derechistas de esa manifestación, como si repudiar el control de
cambios fuera equivalente a objetar los impuestos al salario. Trazaron incluso
analogías entre las cacerolas del 2001 y del 2012, cuando la actitud solidaria
que exhibía ese sector hace diez años con los desocupados, no se extiende en la
actualidad hacia el grueso de los empobrecidos.
La misma ceguera anti-oficialista se verificó en el apoyo al
planteo salarial de la gendarmería. Al ponderar la “legitimidad” de esa demanda
olvidaron la diferencia existente entre los reclamos de los represores y los
trabajadores. El primer grupo defiende a palos el orden capitalista contra las
protestas sociales y cuando se insubordinan crean situaciones potencialmente
destituyentes (como se verificó en Bolivia o Ecuador).
El derecho a la sindicalización de estos sectores sólo sería
positivo en situaciones de excepcional convergencia práctica con luchas
populares. Este empalme requeriría, además, explícitas negativas a continuar la
labor represiva. Ninguna de estas condiciones estuvo presente en el ultimátum
de los gendarmes.
La estrategia centroizquierdista de confluir con la CC y la
UCR preanuncia una reproducción de la fallida Alianza que sucedió al menemismo.
Alientan una candidatura presidencial, que se ubica en casi todos los terrenos
a la derecha del gobierno. Binner propone garantizar la estabilidad de las
inversiones, propugna acordar con los Fondos Buitres y acompaña las peticiones
de reconciliación de la Iglesia. Tampoco es casual su participación en las
reuniones socialdemócratas internacionales que respaldaron el brutal ajuste de
Grecia. (23)
Binner recuerda a De la Rúa no sólo por el tono aburrido y
conservador de sus discursos. Ha demostrado su impotencia en el reciente
escándalo de narco-tráfico policial en Santa Fe. El blanqueo de su gestión
mediante contrapuntos con el modelo nacional es un artificio insostenible. Una
provincia favorecida por los ingresos de la soja reproduce niveles de
desigualdad social superiores al promedio.
La centro-izquierda anti-K desenvuelve también campañas
positivas contra la mega-minería y la criminalización de la protesta. Pero
estas acciones se promueven difundiendo verdades a medias. Las críticas
habituales a la extranjerización, al pago de la deuda o la depredación del
subsuelo omiten que los mismos cuestionamientos valen para el proyecto de
Binner. (24)
El trasfondo de estos equívocos es la falsa presentación del
gobierno de Brasil y Uruguay, como modelos de superación progresista del
Cristinismo. Es la misma idealización que previamente expusieron los
partidarios de imitar la Concertación de Chile. (25)
No es casual que las administraciones de Lula-Rousseff y
Vásquez-Mujica sean tan elogiadas por el establishment. Se comportan como
buenos alumnos del capital financiero y se han negado a implementar medidas
democratizadoras. Por eso los neoliberales convocan al re-endeudamiento
ejemplificando el curso seguido por esos gobiernos. En cualquier terreno de
conquistas sociales o democráticas de la última década, Argentina se ubica muy
por delante de sus vecinos.
En esos países se estabilizaron presidentes que defraudaron
a la militancia, creando un clima de frustración, desmovilización y
despolitización que no existe en nuestro país. Esta diferencia -registrada por
todos los visitantes extranjeros de izquierda- es ignorada por el progresismo
local.
Para eludir este reconocimiento se ha vuelto muy común
objetar cualquier tipo de comparaciones regionales, resaltando las
particularidades de cada país o gobierno. Pero estas especificidades nunca
invalidaron los contrastes, especialmente cuando se utilizan las viejas
nociones de izquierda, centro y derecha para ordenar el análisis. Estas
categorías son indispensables para clarificar ubicaciones básicas. Los
pragmáticos que declaran la obsolescencia de esos fundamentos -con apelaciones
al “fin de las ideologías”- no han podido aportar ningún criterio sustituto.
Una formación más crítica de la centroizquierda anti-K como
Proyecto Sur se distanció durante buena parte del 2012 de la ceguera de ese
espacio y de su convergencia con sectores regresivos. Las acertadas posturas
frente a YPF, la ley de Medios o el caso Ciccone indicaron, además, una
estrategia de puentes hacia sectores críticos dentro del oficialismo, que
podrían resistir la candidatura de Scioli. Pero estas inteligentes posturas se
están diluyendo en una agenda de empalme con Binner, que conduciría a repetir
conocidas decepciones.
Vea también en ‘La Página de Omar Montilla’:
Notas
12) Por ejemplo: Szewach Enrique, “El verdadero milagro
argentino” La Nación, 28-8-2012.
13) Oppenheimer
Andrés La Argentina: ¿a contramano del mundo?, La Nación, 24-4-2012. Fernández
Díaz Jorge, “El peligro de caer en un nacionalismo infantil” La Nación,
6-5-2012. Morales Sola Joaquín, “Kirchnerismo y chavismo”, La Nación,
9-10-2012.
14) Krauze Enrique,
“Decálogo del populismo”, La Nación, 1-11-2012. Poli Gonzalvo Alejandro, “Los
males del nacionalismo”, La Nación 2-5-2012. Sebrelli Juan José, “En Argentina
son todos populistas”,www.iberoamerica.net/argentina/prensa 21-12-2012.
Grondona Mariano, “¿Estamos los argentinos al final de un ciclo?”, La Nación
7-10-2012. Fraga Rosendo, “Gobiernos de doce años en América Latina”, La Nación
15-1-2012. Sirven Pablo, La Nación 27-12-201. Kovadloff Santiago, “La dramática
encrucijada de la oposición” La Nación, 3-10-2012.
15) “Malvinas, una
visión alternativa", Documento de 17 Intelectuales, La Nación, 21-2-2012.
16) Romero Luis
Alberto, “En Argentina el estado funciona cada vez peor”, Clarín, 3-9-2012.
También Sarlo Beatriz, “La filosofía del lenguaje K”, La Nación, 16-3-2012.
Gregorich Luis, “La sombra del partido único”, La Nación, 11-10-2011.
17) Romero Luis
Alberto, “La historia no se repite dos veces”, www.iberoamerica.net, 1-11-2011
18) Romero Luis
Alberto, “La máquina de producir votos”, La Nación, 22-8-2012 Romero Luis
Alberto, “Nuestra larga transición al autoritarismo”, Clarín, 6-12-2012.
19) Ver: “Club
Socialista, En su vigésimo cuarto aniversario 1984-2008”, 26-02-2005
www.clubsocialista.com.ar
20) Fidanza Eduardo,
“El destino circular de Argentina” La Nación, 29-12-2012. Fidanza Eduardo, “Un
triunfo que sigue asombrando” La Nación, 19-8-2011. Romero Luis Alberto,
“Democrático pero no republicano”, La Nación, 29-12-2011
21) Ver: Kordon
Diana, Edelman Lucila, “Un debate necesario”, La Nación, 21-1-2012.
22) Tumini Humberto,
“Para derrotar el objetivo de la re-elección”, Clarín 26-10-2012. De Genaro
Víctor, “Distintas gentes pero un solo pueblo”, Clarín 22-9-2012.
23) Binner Hermes,
“Todavía nos debemos una democracia adulta”, Clarín 12-12-2012
24) Un ejemplo Kordon
Diana, Edelman Lucila, “Estrategias de dominación”, La Nación 30-8-2012.
25) Rodil Rodolfo, “Frente Amplio uruguayo: un ejemplo no
K”, Clarín, 19-6-2012.