“Despertar
con el olor
de la lucha de clases” |
La expresión “economía política” comienza a estar
crecientemente en boga en los países de habla inglesa (en la Europa continental
se ha utilizado siempre). En general, esta expresión se enarbola como un
estandarte de rebelión contra la llamada economía “ortodoxa”. Pero el
significado que se le confiere dista mucho de estar claro. Sin duda alguna, no
puede tratarse sólo de intentar contraponer el término “economía” al término
“economía política”. En las siguientes páginas intentaré plantear –de manera
esquemática, lo reconozco- algunos de los problemas que ello implica.
I
“Economía”, como es bien sabido, significaba originariamente
en griego “el arte de la administración de la casa”. A medida que la evolución
política fue siguiendo en Grecia la secuencia casa-pueblo-ciudad-estado, el
estudio de la administración de
la casa quedó englobado dentro del estudio de la “política”, y Aristóteles consideró las cuestiones económicas en el primero de los libros de su Política. El primer autor que utilizó la expresión “economía política” fue Antoine de Montchrétien [1]. Su obra trataba de la economía del Estado y el interés del autor se centraba principalmente en las finanzas del Estado. Más de un siglo después, el artículo que escribió Rousseau sobre el tema para la famosa Encyclopédie en realidad versaba sobre política y no sobre economía, tal como suele entenderse habitualmente este término. Aproximadamente por las mismas fechas,François Quesnay habló de “gobierno económico”[2].
la casa quedó englobado dentro del estudio de la “política”, y Aristóteles consideró las cuestiones económicas en el primero de los libros de su Política. El primer autor que utilizó la expresión “economía política” fue Antoine de Montchrétien [1]. Su obra trataba de la economía del Estado y el interés del autor se centraba principalmente en las finanzas del Estado. Más de un siglo después, el artículo que escribió Rousseau sobre el tema para la famosa Encyclopédie en realidad versaba sobre política y no sobre economía, tal como suele entenderse habitualmente este término. Aproximadamente por las mismas fechas,François Quesnay habló de “gobierno económico”[2].
El primer autor que utilizó la expresión en cuestión en
habla inglesa fue James Steuart, en un libro publicado nueve años antes de
la aparición de la gran obra de Adam Smith [3].
El concepto de “economía política” de Steuart puede considerarse una
generalización del de Aristóteles. “Economía”, escribió, “es el
arte de proveer a todas las necesidades de una familia, con la prudencia y
frugalidad…Lo que la economía es para la familia, la economía política lo es
para un estado”[4].
A su vez, Adam Smith consideró“economía política como una rama de la
ciencia de un estadista o legislador”[5].
Aunque más adelante, en la misma obra, Smith restringió
considerablemente el alcance del término al descargar al soberano de “la
obligación de supervisar la actividad privada, dirigiéndola hacia las
ocupaciones más ventajosas a la sociedad”[6].
Esto era tanto como dotar de un nuevo significado al antiguo término “economía
política”, tal como más tarde señalaría correctamente Henry Sidgwick[7].
Por otra parte, una década antes de publicarse el tratado de Smith,
Turgot ofreció una nueva concepción del alcance del tema, limitándolo al
estudio de la “producción y distribución de la riqueza”. Más tarde,Smith se
hizo eco de ello al afirmar que el propósito de la economía política era
“enriquecer al soberano y al pueblo” y equiparar el tema al estudio de “la
naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”[8].
El cambio resulta claramente visible en el vulgarizador de Smith en
el continente, J.B. Say, quien, en el mismo título de su obra, hablaba de
la economía política como del estudio de “la manera en que se
produce, distribuye y consume riqueza”. Como señalaría más tarde Marx,
Smith “hasta cierto punto, ha cubierto la totalidad de su territorio [del
territorio de la economía política], de forma que Say pudo resumirlo en un
libro de texto, superficialmente, pero sistemáticamente”[9].
Sobre este particular, no encontramos ninguna diferencia esencial entre Say y Ricardo,
excepto que este último puso el acento sobre la distribución del “producto de
la tierra” como principal preocupación de la materia. Además, Ricardo, en
el título de su gran obra, separó las esferas de la economía política y del
gobierno. Más adelante, los “economistas políticos vulgares” (en el sentido de Marx)
aceptaron el alcance de la materia que así quedaba esbozado. J. R.
McCulloch, por ejemplo, definió la economía política como “la ciencia de
las leyes que regulan la producción, la acumulación, la distribución u el
consumo de los artículos o productos que son necesariamente útiles o agradables
para el hombre y poseen un valor de cambio”[10],
y Nassau Senior señaló que la ciencia de la economía política “explica
la naturaleza, producción y distribución de la riqueza”[11]. John
Stuart Mill también siguió la misma senda[12].
Todos los famosos fundadores de la escuela marginalista –Menger,
Jevons, Walras- dieron a sus tratados el título de “economía política”[13],
la cual, en su forma “pura”, segúnWalras, era la “teoría de la
riqueza social” (empleándose el término “social” en el sentido de
“agregado”)[14], aunque su manera de tratar el tema difería básicamente de la
manera en que lo trataron los clásicos. Lo mismo puede decirse de los
representantes destacados de la “segunda generación” de marginalistas. Wicksell,
Wicksteed y Pareto. Marshall, desde luego, rechazó
deliberadamente la “economía política” a favor de la “economía”,
pues la palabra “política” le parecía inconveniente[15].
Bajo la influencia de Marshall, la“economía política” quedaría
desplazada posteriormente, en general, por la “economía”[economics: lo
económico] en la literatura anglo-norteamericana, pese a que el propioMarshall trató
a la “economía” y la “economía política” como equivalentes en su definición de
la materia. Por nuestra parte, empero, no vemos motivo alguno para que una obra
neomarginalista como Value and Capital [Valor y capital] de Hicks (1939)
oFundamentos del análisis económico de Samuelson (1947) no
pudiera haberse titulado “Teoría (o Principios) de economía política”,
siguiendo los pasos de sus antecesores. Así ocurre precisamente con el gran
tratado de James Meade que en estos momentos se está publicando en varios
volúmenes[16]. De hecho, la “economía política” continuó su existencia en
la Europa continental independientemente de los cambios introducidos en su
alcance y objetivos.
Por lo que respecta a la posición marxista sobre este tema, Marx en
general no habló de “economía política” como tal, sino de la “crítica de
la economía política”, empleando la expresión sobre todo en relación a los
autores clásicos. Marx nunca definió la economía política, pero Engels sí
lo hizo. Según este último, la economía política estudia “las leyes que
rigen la producción y el intercambio de los medios materiales de vida en la
sociedad humana”[17].
Más tarde, Oskar Lange, en su obra inacabada sobre la materia, en la
cual adoptó una posición marxista (en contraposición a su posición anterior
esencialmente burguesa de las décadas de 1930 y 1940), definió la economía
política como “la ciencia de las leyes sociales que rigen la producción y
la distribución de los medios materiales que sirven para satisfacer las
necesidades humanas”, y argumentó que su definición era equivalente a la de Engels[18].
Si comparamos el campo de la materia así delimitada con el que se fija la
economía política clásica o incluso vulgar, antes citados, no encontramos
ninguna diferencia esencial entre ellos, formalmente hablando (recuérdese la
definición de riqueza que ofrecía Marshall como “bienes
materiales que satisfacen las necesidades humanas”[19]).
La siguiente frase de Sidgwick resume muy correctamente toda la
situación: “desde Smith en adelante, las relaciones y actividades sociales
de que se ocupa principalmente la economía política se han concebido
habitualmente como actividades y relaciones conectadas con la riqueza; y los
autores del siglo XIX las han clasificado normalmente bajo cuatro epígrafes, a
saber, producción, distribución, intercambio y consumo; o bajo tres de estos
cuatro, omitiendo con frecuencia uno u otro de los dos últimos como apartado
separado”[20].
II
Como ya hemos indicado antes, la economía era una parte
integrable de la política y generalmente estaba subordinada a ésta dentro de la
tradición de la economía política anterior a Turgot y Smith. A
partir de estos autores, y particularmente de sus sucesores inmediatos, esta
tradición por lo general se perdió. Más tarde, y pese a que se seguía empleando
el mismo término, esto es, “economía política”, para designar la materia, su
contenido experimentó una transformación fundamental en la economía política vulgar
comparada con la economía política clásica. (Empleo estos términos en el
sentido de Marx. Como es bien sabido, para Marx la economía
política clásica investigaba las relacionesreales de la producción
burguesa, la economía política vulgar se preocupaba sólo de laapariencia de
estas relaciones.
La economía política marginalista fue, naturalmente, una
derivación de la economía política vulgar y todavía se diferenció más
tajantemente de la economía política clásica. (A mi entender, el término
“neoclásica” resulta algo engañoso cuando se emplea para designar a la escuela
marginalista, por cuanto la contrarrevolución marginalista supuso un rechazo
prácticamente total de los principios básicos de la economía política clásica).
La distinción que establece Luigi Pasinetti entre el “tipo de
escasez” de los marginalistas y el “tipo de producción” de los clásicos tiene
su sentido, aunque a mí me parece excesivamente simplificada[21].
Fundamentalmente, intervienen dos rasgos diferenciadores. En primer lugar, los
marginalistas abandonaron las condiciones de la producción a favor de las
condiciones del consumo, como determinantes del valor. En segundo lugar, para
ellos la distribución no significaba el reparto del producto nacional entre las
tres clases principales de la sociedad burguesa, sino la determinación de los
precios de los servicios de los “factores de producción” como una parte más de
la teoría general de los precios; en otras palabras, consideraban que la
distribución emanaba de las relaciones de intercambio haciendo abstracción de
las relaciones de producción. Estas dos características procedían deSay.
La relación entre la economía política vulgar y Marx es
demasiado conocida y se comprende lo suficientemente bien para que no sea
necesario discutirla aquí. En cambio, valdría la pena decir algunas palabras
sobre la relación de Marx con la economía política clásica, vista la
existencia de algunos malentendidos bastante generalizados sobre este tema.
Incluso entre personas que miran con simpatía el marxismo,
existe la fuerte impresión de que Marx fue un “heredero” de la
escuela clásica y, en particular, de Ricardo, aun cuando fuera un heredero
crítico. Maurice Dobb ofrece un buen ejemplo en este sentido. “Marx”,
escribió, “tomó (la teoría del valor) de la economía política clásica”[22].
Más de treinta años después, el mismo autor hablaba de la “tradición del
valor y la distribución de Ricardo-Marx” y de “un retorno a Ricardo y
Marx”[23].
Marx, desde luego, fue un gran admirador de la economía
política clásica y le movieron a ello dos razones fundamentales: primeramente,
su método científico (con todas sus limitaciones) y, en segundo lugar, el hecho
de que pusiera al descubierto las relaciones reales de producción de la
sociedad burguesa. Estas dos características alcanzaron su culminación en Ricardo[24].
Pero la gran admiración que sentía Marx por la economía política
clásica (y por Ricardo en particular) no debe hacernos olvidar el
hecho de sus diferencias fundamentales con aquélla, diferencias que
equivalen a lo que Althusser ha designado recientemente como un
“corte (coupure) epistemológico” en la continuidad de la economía
política.
La crítica de la economía política clásica por Marx tuvo
dos vertientes. En primer lugar, la economía política clásica, como parte de la
concepción burguesa del mundo, sufría las mismas limitaciones que esta última,
a saber, sus categorías, al igual que todas las instituciones burguesas, se
consideraban “eternas” y no “históricas”, una manifestación particular de lo
cual era que el capital apareciera tratado en la economía política clásica como
un instrumento de producción y no como una relación social definida. En
segundo lugar, y en relación con lo anterior, está la crítica inmanente de Marx a
la economía política, esto es, a la ley del valor, y a partir de ella a la
plusvalía. La posición de Marxsobre este tema estaba, citando a Engels, “en
directa contraposición con todos sus predecesores. (…) Para saber qué era la
plusvalía, (Marx) tenía que saber qué era valor. Y el único camino que se podía
seguir, para ello, era el de someter a crítica, ante todo, la propia
teoría del valor de Ricardo”[25]. Esta
“contraposición directa” queda de manifiesto en la severa crítica que hace Marx a
la economía política clásica por su confusión, así como por su falta de
distinción, entre el trabajo y la fuerza de trabajo, entre el valor y la forma
valor, entre el precio de coste y el valor, entre la plusvalía y sus formas de
existencia. Igualmente severa fue la crítica de Marx a las
incapacidad de los clásicos para distinguir entre capital constante y capital
variable y al hecho de que no tuvieran en cuenta el capital constante dentro
del proceso de acumulación, por una parte, y a su confusión del capital
constante con el capital fijo y del capital variable con el capital circulante,
por otra[26]. Cualquiera que lea atentamente a Marx debería
comprender que estas no son simples cuestiones de detalle, sino que expresan
una crítica fundamental de la doctrina clásica.
III
Finalmente, podríamos preguntarnos qué aportan a “la
economía política” aquellos miembros de la profesión académica que en estos
momentos han declarado la guerra al llamado sistema “neoclásico” (incluida su
versión neo-neoclásica). Los llamados neo-keynesianos de Cambridge, que
encabezan esta rebelión, han puesto claramente de relieve la extremada
irrealidad y mistificación de la postura “ortodoxa”. Esta última ha sido
atacada por diversos motivos y el punto de partida de las críticas ha
consistido en negar la construcción teórica habitual de una economía
perfectamente competitiva (en particular en su versión de “equilibrio general”)
que aseguraría, simultáneamente, una asignación eficiente de los bienes y
recursos así como la soberanía del consumidor (desembocando finalmente en la
llamada “optimalidad de Pareto”), construcción que era de hecho una
racionalización del orden social capitalista[27].
Se ha puesto de relieve que los supuestos básicos de la teoría económica
“ortodoxa” o bien son imposibles de verificar, como ocurre con la maximización
de la utilidad por parte de los consumidores, o bien entran en contradicción
directa con la experiencia real, como ocurre con la divisibilidad perfecta, las
funciones de producción homogéneas de primer grado y continuamente
diferenciables, el perfecto conocimiento de los precios relevantes, las
previsiones perfectas, etc. Recientemente se ha dirigido un considerable número
de críticas contra la teoría “neoclásica” de la productividad marginal aplicada
a la distribución, sobre todo por lo que respecta al capital. Esta crítica
incluye, en primer lugar, el rechazo de la noción de una “función de
producción” (la cual implica la igualdad entre la relación de los productos
marginales y la relación de los precios de los “factores”); y, en segundo
lugar, una cierta circularidad del razonamiento inherente a la postura
“neoclásica” sobre el capital, a resultas del hecho de que no es posible medir
el capital si no se conoce el tipo de interés, el cual, a su vez, se supone que
viene determinado por una función de producción en la que el capital interviene
como input. En tercer lugar, los economistas “ortodoxos” han legitimado
la existencia del beneficio como renta de la propiedad a través de una
confusión deliberada entre el capital en tanto que bienes de equipo y
materiales físicos que incorporan unos conocimientos técnicos y el capital como
fondos financieros materializados en la organización empresarial.
La anterior exposición parece cubrir –reconozco que de forma
excesivamente simplificada- los principales aspectos de la crítica de Cambridge
a la teoría económica “ortodoxa”, crítica que iniciaron Piero Sraffa y Allyn
Young en la década de 1920 y que, más tarde, han continuado principalmente Joan
Robinson, Nicholas Kaldor y Luigi Pasinetti, aun cuando existen
importantes diferencias entre ellos. Ahora bien, esta crítica antimarginalista,
aunque sin duda es significativa, sin embargo no puede considerarsefundamental. En
primer lugar, en su crítica de lo que ellos consideran la teoría “neoclásica”
del valor, los “neokeynesianos” paradójicamente aceptan el punto de vista
“neoclásico” en sí –el cual, dicho sea de paso, es característico de la
economía política vulgar-, a saber, la identificación del valor con los precios
relativos[28].
De hecho, esta crítica anti-“ortodoxa” no representa más que
el rechazo de una estructuraparticular de mercado, esto es, de la
competencia perfecta que defienden los “ortodoxos”, junto con sus supuestos
implícitos. Básicamente, ambas partes conciben el valor como una relación entre
mercancías que son objeto de inteercambio y no como una relación socialentre
las personas en tanto que productoras. Los “rebeldes” no aceptan que el valor
viene determinado por el tiempo de trabajo –excepto, tal vez, en el caso muy
especial y poco probable de una igualdad entre el producto nacional y los
salarios (como sostiene Sraffa yJoan Robinson) – y Robinson, la
más locuaz de los tres, lo rechaza deliberadamente.
Su posición al respecto representa un retroceso en relación
a Ricardo (al cual admiran), quien partió de la determinación del
valor según el tiempo de trabajo, lo cual, según Marx, constituye “el
fundamento, el punto de partida de la fisiología del sistema burgués”[29].“Las
mercancías”, escribió Marx, resumiendo las ideas de Ricardo, “tienen
valor únicamente en tanto que representantes de trabajo humano, no en tanto que
son cosas en sí mismas, sino en tanto que son encarnaciones de trabajo social”[30].
Como es bien sabido, el hecho de mantener consecuentemente este concepto de
valor es lo que distingue a Ricardo de los restantes economistas
burgueses y lo que le valió ser atacado por la economía política vulgar con la
misma intensidad con que le admiraba Marx[31].
El “sistema patrón” de Sraffa –que supuestamente representaría un
avance con respecto a la “teoría del valor trabajo”- de hecho no viene a
representar más que una evasión de las relaciones de producción y, por tanto,
un rechazo del valor como relación social.
En segundo lugar, a menos que se acepte la determinación del
valor por el tiempo de trabajo, es imposible demostrar lógicamente que las relaciones
de distribución son un resultado de las relaciones de producción, tal como
queda patente en las teorías de la distribución propagada por los críticos de
Cambridge. Si bien el “modelo de Cambridge” de la distribución de la renta
rechaza justificadamente la llamada función de producción agregada “neoclásica”
(con la teoría asociada de la productividad marginal) y destaca la
participación de las clases en el producto nacional, al mismo tiempo pretende
demostrar que la distribución del producto nacional viene determinada por las
operaciones de ahorro e inversión realizadas fuera del proceso de
producción en sí. Así, en el modelo de Kaldor-Pasinetti, se establece
una relación directa entre la relación beneficio/renta y la relación
inversión/renta (y una relación inversa entre la primera y la propensión al
ahorro de los capitalistas). Sin embargo, como señala Kaldor, “el
modelo presenta la parte de los beneficios, la tasa de de beneficios sobre la
inversión y la tasa de salarios reales como funciones de una relación
inversión/producto que, a su vez, viene determinada independientemente”[32]. Pasinetti lo
expresa más sucintamente: “El volumen de inversiones, como proporción de
la renta total, viene determinado únicamente desde el exterior del sistema
económico”[33]. Sraffa deja bien clara la independencia de las
relaciones de distribución con respecto a las relaciones de producción cuando
escribe que:“El tipo de beneficio…es así susceptible de ser determinado desde
fuera del sistema de producción”[34],
y Kaldor y Pasinetti lo ponen en práctica en cierto sentido al postular
la independencia de la cantidad de inversión con respecto a la participación de
los beneficios[35],
en clara contraposición con el supuesto de la economía política clásica de la
relación directa entre la acumulación de capital y la participación de los
beneficios. Puede señalarse, sin embargo, que Kaldor, de manera algo
inconsecuente, hace depender parcialmente la inversión de la tasa de beneficio
al menos en una versión de su modelo de crecimiento, en contraposición a su
modelo de “distribución”[36].
De todo lo cual parece seguirse que las realizaciones de los
“rebeldes” de Cambridge, que tanto entusiasmo manifiestan por la economía
política clásica, no están ni mucho menos a la altura del elevado puesto
alcanzado por esta última, sobre todo con Ricardo, quien analizó las
relaciones de distribución sobre la base de las relaciones de producción y el
cual, pese a todo su énfasis sobre la distribución del “producto de la tierra”,
fue calificado significativamente por Marx como “el economista
de la producción par excellence”[37].
Es innecesario añadir que los “rebeldes” de Cambridge comparten con sus
oponentes (y, en términos generales, con el resto de la economía política
burguesa) la noción de que el capital es un factor o instrumento de producción,
una cosa, y no una relación (social) de producción.
Podríamos añadir de paso que si esta es la posición de los
“neo-keynesianos”, peor resulta aún la posición de aquellos “marxistas” que
encuentran, a la manera de Proudhon, aspectos buenos y aspectos malos
tanto en la economía “neoclásica” como en la marxista e intentan llevar a cabo
un maridaje entre las dos, sobre la base de sus respectivos aspectos positivos[38].
(Los economistas “neo-keynesianos” burgueses son sin duda más radicales que
estos “marxistas” en su crítica de la posición ortodoxa).
En resumen, haciendo abstracción de la fase preclásica de la
materia, podemos comprobar que existen distintos tipos de “economía política”,
la clásica, la vulgar, la marxista, la marginalista (“neoclásica”), la
neomarginalista (“neo-neoclásica”) y la neokeynesiana, para usar ñas categorías
más amplias. Todos estos distintos tipos, exceptuando la economía marxista,
entran dentro de la categoría de la economía política burguesa. Y siempre que
se utiliza el término “economía política”, es preciso procurar dejar bien claro
en qué sentido se está empleando. La expresión en sí no posee ninguna virtud
especial.
Notas
[1] Traicté
de l’économie politique (1615)
[2] Maximes
générales du governement économique d’un royaume agricole (1753).
[3] An Inquiry into the Principles of
Political Economy (1761)
[4] Ibid. Vol.
I, págs.. 15-16 de la edición de Skinner (1966).
[5] Wealth
of Nations (1776). Trad. castellana: Investigación sobre la
naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, FCE, México, 1958, pág.
377: “La economía política, considerada como una de las ramas de la ciencia del
legislador o del estadista”.
[6] Ibid., pág.
612 de la edición del FCE.
[7] Artículo
sobre “Economía política” en Palgrave, Dictionary of Political Economy, vol.
III (1925-26).
[8] Smith, op.
cit., págs. 377 y 605 de la edición FCE.
[9] Theorien über den Mehrwert II
(Dietz), 156
[10] Principles of Political Economy (1852),
pág. 1
[11] An Outline of the Science of Political
Economy (1836), pág. 1
[12] Véase Principles of Political
Economy (1848), Ashley ed., págs.- 1, 21
[13] La
traducción inglesa del título de la obra de Menger no corresponde exactamente
al original. Sería más adecuado traducirlo como “economía política” (Volkswirtschaft)
y no “economía”.
[14] Elements d’Economie Politique Pure (1900.1952),
pág. 22
[15] The Economics of Industry (1879),
pág. 2
[16] Principles of Political Economy (1965-
).
[17] Anti-Dühring, Grijalbo, México,
1968, pág. 139
[18] Economía
Política, trad. castellana F.C.E., México, 1966 págs. 11 y 15.
[19] Principles of Economics,8 th ed. (1920),
Bk, II, Ch. II
[20] Sidgwick, op. cit.
[21] Véase L. Pasinetti, “A New Theoretical
Approach to the Problems of Economic Growth”, en Study Week on the
Econometric Approach to Development Plannig (1965)
[22] Political
Economy and Capitalism (1937). Trad. castellana: Economía Política y
capitalismo. F.C.E.,
México, 1961, pág. 52. El subrayado es mío
[23] “The Sraffa System and the Critique of
Neo-classical Theory of Distribution” en De Economist (1970),
reproducido en Hunt y Schwartz, eds., A Critique of Economic Theory(1972),
pág. 208
[24] Véase El
Capital, Volumen I “Nachwort zur zweiten Auflage”; y Theorien
über den Mehrwert II (Dietz), 155, 157.
[25] El
Capital, Volumen II, “prólogo” (1885), pág. 19 de la edición del F.C.E. El
subrayado es mío.
[26] Me
abstendré de citar referencias específicas, que son demasiado numerosas.
[27] En
este contedto, resulta perfectamente comprensible el comentario de Hicks: “Un
abandono general del supuesto de la competencia perfecta…debe tener
consecuencias muy destructivas para la teoría económica…la amenazadora
destrucción es la de la mayor parte de la teoría del equilibrio general”. (Valueand
capital, 1939, pág. 83-84).
[28] Véase
J. Robinson, The Accumulation of Capital (1956) (trad. castellana: La
acumulación de capital, F.C.E.), Prólogo; N. Kaldor, “The Irrelevance of
Equilibrium Economics” en Economics Journal (diciembre 1972).
[29] Theorien über den Mehrwert II
(Dietz), 157.
[30] Theorien III
(Dietz), 183. El subrayado es mío.
[31] Véase ibid., pág.
181
[32] “Alternative
Theories of Distribution”, Review of Economics Studies (1955-1956).
El subrayado es mío.
[33] “Rate
of Profit and Income Distribution in Relation to the Rate of Economic Growth”,Review
of Economics Studies (1961-1962). El subrayado es mío.
[34] Production
of Commodities by Means of Commodities (1960). Trad. castellana:Producción
de mercancías por medio de mercancías, págs.. 55-56. Oikos-Tau, 1966.
[35] Kaldor
y Pasinetti, op. cit. Permítaseme señalar también la afirmación que
hace Pasinetti, en el mismo escrito, según la cual las mismas relaciones de
distribución, con intervención de las mismas categorías económicas, rigen
básicamente en el capitalismo y socialismo, si se las somete a alguna
modificación en el valor de la propensión al ahorro; aunque, para hacerle
justicia, debo decir que lo que él llama socialismo es indistinguible
delcapitalismo de Estado.
[36] “A model ofEconomic Growth”, Economic
Journal (1957)
[37] Zur Kritk der Politischen Oconomie,
Einleitung, (Dietz), 225
[38] Para un ejemplo reciente, véase, H.J.
Sherman, “Value and Market Allocation” en Hunt y Schwartz, eds. A Critique
of Economic Theory.
Paresh Chattopadhyay es
profesor de Economía Política en el Departamento de Sociología en la
Universidad de Quebec en Montreal, Canadá. Especialista en Marx, en la
economía política del desarrollo y en métodos cuantitativos en ciencias
sociales. Colaborador en el proyecto de multivolumen Marx-Engels
Historisch Kritisches Woerterbuch [MEGA] publicado bajo patrocinio del
Departamento de Filosofía de la Universidad Libre de Berlín y está relacionado
con la Academia de Berlín-Brandenburg de Ciencias.