Especial para La Página |
Si hay algo característico de un ensayista es el carácter dubitativo, exploratorio si se quiere. del que busca a tientas entre los escombros de la historia, recogiendo fragmentos. Esto, de manera ineluctable, se plasma en una escritura discontinua y a ratos incierta, siempre a la intemperie. A su manera, Martín Cerda fue el último de una especie que portaba la memoria viva de nuestro país durante el siglo XX.En el presente, sumidos como estamos en la indigencia intelectual del consumo suntuario y la estolidez mediática, cualquier personaje de tono menor y escasas virtudes ensayísticas se atreve a lanzar un libro con afanes polémicos.
Hace pocos días, el senador Jovino Novoa lanzó su libro “Con la fuerza de la libertad”, cuyo título parece plagiar intencionadamente la canción del Bicentenario 2010 y que Editorial Planeta nos ofrece con la siguiente reseña:
“Rompiendo el silencio propio de su sector, Jovino Novoa se embarca en la escritura de un libro contingente, polémico y necesario. En un iniciativa valiente y muy lucida, el senador dispara ferozmente y sin embargues a todos los sectores del panorama actual: a una Concertación cada vez más izquierdizada, a una Alianza sin identidad clara y a un Gobierno que ha izado banderas que no le son propias. De esta manera, el autor abre el debate sobre las ideas que definen a la centro-derecha, haciendo un llamado imperativo a rescatar sus valores y ponerlos delante de un proyecto político, frente al país y a la ciudadanía. Con la fuerza de la libertad es una defensa férrea tanto de la libertad y el esfuerzo personal como del modelo político y económico vigente, motor del progreso de Chile en las últimas décadas” (sic)Es muy probable que con ese título y las férreas ideas que lo inspiran, este libro deje muy feliz a alguna señora que desee leer algo “intelectual” durante su veraneo en algún balneario. Quizás también encuentre sosiego espiritual más de algún gerente o inversionista que descubre a un autor que tiene la valentía de afirmar aquello que él siempre había pensado sobre la desigualdad social como algo propio de la naturaleza humana. Como dijo alguna vez un gran escritor argentino residente en París, hay escritores para lectores y escritorcitos para lectorcitos. Es curioso y paradojal el destino de los libros, pues, finalmente serán los lectores los llamados a cualificarlos; así, hay veces en que lo que se propone como un cuerpo de ideas ciertas termina convertido en literatura fantástica o, peor aún, en escalofriantes historias de terror.