“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

7/9/13

En recuerdo de Eric Hobsbawm

Eric Hobsbawm ✆ Allan Macdonald
Scarlett O’Phelan Godoy  |  Eric John Ernest Hobsbawm nació el 9 de junio de 1917 en Alejandría (Egipto) en el seno de una familia judía. No obstante se educó entre Viena y Alemania, siendo el alemán su lengua materna. Era un dotado para los idiomas, su inglés era impecable y era muy fluido en francés, italiano y algo menos fluido en español. Leía ávidamente, tanto así que durante su internamiento en el Royal Free Hospital de Londres, donde falleció el 1 de octubre de 2012, pedía insistentemente que le proporcionaran periódicos y revistas para estar al día en las noticias de actualidad e informarse sobre los eventos mundiales. Aunque los periódicos señalaron que la causa de su deceso fue una pulmonía, lo cierto es que la última vez que lo vi confesó, durante una agradable cena en su casa de Hampstead en octubre de 2008, que sufría de leucemia. Las últimas fotos que de él publicaron los periódicos británicos mostraban a un Eric Hobsbawm bastante disminuido físicamente aunque, tengo entendido, conservó su lucidez intelectual hasta el final.

Sus estudios de Historia los cursó en el prestigioso King’s College de la Universidad de Cambridge pero, al momento de dedicarse a la docencia, optó por el Birkbeck College de la Universidad de Londres, que ofrecía horarios de tarde y de
noche para facilitar los estudios a los alumnos que trabajaban. Fue precisamente en su oficina del Birkbeck College donde lo conocí en octubre de 1977, luego de que aceptara supervisar mi tesis de PhD. En los cuatro años que asesoró mi tesis, antes de graduarme, lo pude tratar como maestro, apreciar sus gestos de amistad y, sobre todo, aprender de su ejemplar profesionalismo. El año que me gradué, 1982, coincidió con su jubilación del Birkbeck College, pero Hobsbawm continuó con su carrera docente en New School for Social Reseach de New York. La verdad que, aunque tenía 65 años, fue una jubilación prematura, pues estaba en la cúspide de su carrera y de su producción intelectual. New School se benefició de su experiencia y sus años maduros.

Hay quienes consideran a Eric Hobsbawm el padre de la historia social, corriente que compartió con otros historiadores británicos como E. P. Thompson y Christopher Hill; además de escribir conjuntamente con su colega francés Georges Rudé el libro Capitán Swing, poco difundido en nuestro medio. Las relaciones académicas de Hobsbawm con Francia siempre fueron fuertes, y gozaba del reconocimiento de sus colegas franceses, pues viajaba con frecuencia a París. En América Latina fueron reiterados sus viajes a Argentina y Brasil, aunque su producción se centró en estudiar la guerrilla colombiana y las tomas de tierras en el Perú. Su paso por este último país debió resultarle grato, pues él y su esposa Marlene llamaron a la gata que los acompañaba en casa Ticlia, en homenaje a Ticlio, paraje de la sierra central peruana que debió impresionarlos por su altura.

El tema de las revoluciones fue central en la producción intelectual de Eric Hobsbawm, conocida por su originalidad y la claridad de sus argumentos. Sus libros sobre la Revolución francesa y la revolución industrial británica marcaron un hito en su carrera y alcanzaron difusión e impacto a nivel mundial. En ese sentido, es famosa su trilogía: La era de la revolución (1962), La era del capitalismo (1975) y La era del imperio (1987), a la que luego agregaría La era de los extremos (1994). Pero, su interés no solo se focalizó en las revoluciones sino también en los revolucionarios, en los actores sociales. Bajo este prisma produjo Rebeldes primitivos (1959), Bandidos (1969) y Revolucionarios: ensayos contemporáneos (1973). Además de dedicar también parte de su producción al movimiento obrero. Uno de los libros que me resulta particularmente estimulante y al cual regreso una y otra vez es La invención de la tradición, que si bien Hobsbawm lo basa en la tradición europea, haciendo hincapié en Inglaterra y sus colonias, también se puede aplicar para otros casos, como el de la tradición Inca y su reinvención en el período virreinal y de la republica peruana.

Además de su dedicación por la historia, Hobsbawm tenía dos pasiones: la política y el jazz. Sobre este último, escribió regularmente como columnista del New Statement, bajo el seudónimo de Frances Newton. Por otro lado, su compromiso político fue consistentemente con el Partido Comunista. Primero se unió en 1931 a la Liga Comunista de Alemania, en Berlín, y luego al Partido Comunista en 1936. Diez años después, ya en Inglaterra, pasó a integrar el grupo de Historiadores del Partido Comunista y se convirtió en el presidente de la Asociación de Historiadores Socialistas, cargo que mantuvo hasta su muerte.

En un reciente artículo publicado por su hija Julia Hobsbawm en el Financial Times, que se titula “Recordando a papá”, ella nos relata que las cenizas de su padre, a quien cremaron en el Golden Green Crematory, reposan en el cementerio Highgate de Londres, muy cerca a la casa donde vivió el famoso historiador marxista y, además, han sido sepultadas al lado derecho de la tumba de Carlos Marx, también enterrado en el mencionado cementerio. Con esto sus familiares cumplieron con un explícito deseo de quien ha sido uno de los más connotados historiadores del siglo XX, cuyos libros se han traducido a una treintena de idiomas y cuya influencia historiográfica es gravitante. Comentaba su esposa que lo más conmovedor al anunciarse  el fallecimiento del profesor Hobsbawm fue la lluvia de correos electrónicos que llegaron enviados por sus alumnos, de varias partes del mundo, que expresaban el pesar que sentían y el privilegio que experimentaban de haber sido pupilos de una persona con tantas cualidades académicas y humanas. Me adhiero a este recuerdo de Eric Hobsbawm, quien supo ser maestro y amigo generoso. Muchas gracias a la notable obra que ha dejado para mi generación y las venideras.