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El pasado 2 de febrero de 2014 se celebró en Gagauzia una
doble consulta ciudadana con una pregunta vinculante sobre la autonomía de la
región, y una consultiva sobre su integración en la Unión Aduanera impulsada
por la Federación Rusa. Este proceso fue convocado un día después de que
Moldavia firmara el preacuerdo de adhesión al Tratado de Asociación con la
Unión Europea en Vilnius y había sido planteado por las autoridades gagauzas
como una respuesta a la intención de Moldavia de firmar el acuerdo con la UE el
próximo verano. Aunque Chisinau declaró ilegal la consulta, más del 95% votó a
favor de ambas opciones.
Transnistria es una entidad independiente de facto que desde
1992 vive al margen de la sociedad moldava, tanto en lo económico como en lo
institucional y político. Celebró su referéndum de autonomía en 2006 consulta
que arrojó resultados similares a los de Gagauzia y Crimea.
Mapa de Moldavia, Gagauzia y Transnistria |
El pasado mes de enero, el Soviet Supremo de Transnistria aprobó la propuesta del presidente Shevchuk de reformar la constitución para permitir la asimilación del derecho transnistrio al derecho ruso, algo que hasta entonces le había impedido solicitar su anexión a Moscú. Con la entrada en vigor de esta reforma, el pasado día 17 de marzo, las autoridades han presentado su solicitud con el fin de convertirse en República de la Federación Rusa.
La adhesión de Transnistria a Rusia sería menos problemática
que el caso de la recién incorporada Crimea, porque desde hace años depende
económicamente de Moscú en absolutamente todos los ámbitos -pensiones,
presupuestos, energía, exportaciones-. El actual contexto regional, la falta de
acuerdo con Chisinau y la reciente anexión de Crimea como precedente abren una
ventana de oportunidad para que esta región deje de ser un conflicto congelado.
Tras años de negociaciones en el marco del Coloquio 5+2
(Moldavia, Transnistria, Ucrania, Rusia, Estados Unidos, OSCE y UE) nada parece
haber funcionado. Tanto el Plan Kozak ruso para de federalización del país y
neutralidad de Moldavia, como la propuesta de Chisinau con el Plan Yushenko de
ofrecer una autonomía a la catalana a la entidad han fracasado. Así, hoy la salida
ha sido la petición de la la adhesión a Rusia como la alternativa más viable,
aunque requiriera la aceptación de su membresía por parte de Rusia. De hecho
las presiones en la negociación del tratado entre la Unión Europea y Moldavia
no han estado dirigidas en ningún momento a Transnistria, que moldavos y
europeos ya daban por perdida antes de la crisis. Las presiones de ambas partes
son ya clásicas. Por parte rusa, la expulsión de los trabajadores moldavos en
suelo ruso, el embargo sobre productos moldavos, vino fundamentalmente, y la
amenaza de cortes de suministro energético. Por parte europea, no se aplicaría
la liberalización de visados en el territorio de Gagauzia en caso de secesión.
A las tensiones territoriales, debemos añadir también las
tensiones sociales que se viven en el país. Las manifestaciones que tuvieron
lugar en Chisinau en contra de la firma del preacuerdo de adhesión al tratado
por parte de simpatizantes, fundamentalmente, afines al partido comunista
podrían volver a repetirse.
Este convulso contexto se produce en un año cargado de
acontecimientos que pueden catalizar el desenlace para Moldavia. Con la firma
del Acuerdo de Asociación con la UE prevista en junio; las elecciones
parlamentarias en noviembre y una previsible victoria del partido comunista,
que ya venció holgadamente en las municipales de 2011 y se opone a la adhesión
a Europa, y las demandas de dos entidades territoriales que quieren la
secesión, dibujan un coctel explosivo que podría desembocar en una repetición
de la crisis en Ucrania.
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