Vladimir Putin ✆ Hossein Safish |
Y así sigue siendo. Washington sabe que Ucrania ha sido siempre un tema delicado para Moscú. Los ultranacionalistas que combatieron junto al Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial mataron a 30.000 soldados y comunistas rusos. Todavía
llevaban a cabo una guerra encubierta con apoyo de la CIA en 1951. Pavel Sudoplatov, un jefe de la inteligencia soviética, escribió en 1994: “Los orígenes de la Guerra Fría están estrechamente entrelazados con el apoyo occidental a la agitación nacionalista en las áreas del Báltico y en Ucrania occidental”.
Cuando Gorbachov aceptó el trato sobre la reunificación
alemana, cuya piedra angular era que Alemania unida podría permanecer en la
OTAN, el Secretario de Estado Baker le aseguró que “no habría ninguna extensión de la jurisdicción de la OTAN una pulgada
hacia el este”. Gorbachov repitió: “Cualquier extensión de la zona de la
OTAN es inaceptable”. La respuesta de Baker: “Estoy de acuerdo”. Un motivo por
el cual Gorbachov ha apoyado públicamente a Putin respecto a Crimea es que su
confianza en Occidente fue tan cruelmente traicionada.
Mientras Washington creía que los dirigentes rusos harían
ciegamente lo que se les pidiera (lo que Yeltsin hacía borracho como una cuba)
apoyó a Moscú. El ataque de Yeltsin al Parlamento ruso en 1993 fue justificado
por los medios occidentales. Los repetidos ataques a Chechenia por parte de
Yeltsin y después por Putin se trataron como un pequeño problema local con
apoyo de George Bush y Tony Blair. “Chechenia no es Kosovo”, dijo Blair después
de su reunión con Putin en el año 2000. El libro de Tony Woods, Chechnya:
The Case for Independence, suministra pelos y señales de los horrores
infligidos a ese país. Chechenia había gozado de una independencia de facto de
1991 a 1994. Su pueblo había observado la velocidad con la cual se había
permitido la independencia de las repúblicas bálticas y quería lo mismo para
sí.
En vez de eso los bombardearon. Grozny, la capital,
prácticamente fue reducida a cenizas, ya que un 85% de sus viviendas fue
destruido. En febrero de 1995 dos valerosos economistas rusos, Andrey
Illarionov y Boris Lvin, publicaron un texto en Moscow News argumentando
a favor de la independencia chechena y el periódico (a diferencia de sus
homólogos occidentales) también publicó algunos excelentes informes críticos
que revelaron atrocidades en una inmensa escala, eclipsando el sitio de Sarajevo
y la masacre de Srebrenica. Violaciones, torturas, refugiados sin viviendas y
decenas de miles de muertos fueron la suerte de los chechenos. No fueron ningún
problema para Washington y sus aliados de la UE.
En los cálculos de los intereses occidentales no existe
ningún sufrimiento, no importa cuál sea su escala, que no se pueda justificar.
Chechenos, palestinos, iraquíes, afganos, paquistaníes carecen de importancia.
A pesar de ello, el contraste entre la actitud de Occidente respecto a la
guerra de Chechenia y Crimea es impresionante.
El problema crimeo apenas causó alguna vida y la población
quería claramente formar parte de Rusia. La reacción de la Casa Blanca fue la
contraria a la que adoptó en el caso de Chechenia. ¿Por qué? Porque Putin, a
diferencia de Yeltsin, se niega a seguir colaborando en asuntos de importancia
como la expansión de la OTAN, las sanciones a Irán, Siria, etc. Como resultado
se ha convertido en la encarnación del demonio. Y todo esto porque ha decidido
enfrentarse a la hegemonía de EE.UU. utilizando los métodos frecuentemente
empleados por Occidente. (Las repetidas incursiones de Francia en África
constituyen solo un ejemplo.)
Si EE.UU. insiste en utilizar el magneto de la OTAN para
atraer a Ucrania, es probable que Moscú separe la parte oriental de ese país.
Los que realmente valoran la soberanía ucraniana deberían optar por la
verdadera independencia y una neutralidad positiva: no ser un juguete de
Occidente ni de Moscú.
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Tariq Ali es una destacada
personalidad de la izquierda internacional desde los años sesenta. Ha escrito
para The Guardian desde los setenta. Antiguo editor de New Left
Review y comentarista político publicado en todos los continentes. Sus libros incluyen The Duel: Pakistan on the
Flightpath of American Power y The Obama Syndrome.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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