Octavio Paz ✆ Fernando Vicente |
La pretensión de canonizar al poeta como un intelectual de
Estado, de hacerlo un oráculo postmortem para justificar las posiciones
políticas actuales de quienes se asumen como sus herederos, es la peor manera
de mantener viva su obra y su pensamiento. Por el contrario, además de
disfrutar su poesía y aprender de su
virtuosismo intelectual, es necesario examinar seriamente sus puntos de vista, comprender sin prejuicios lo que dijo, discutir sus ideas con franqueza.
virtuosismo intelectual, es necesario examinar seriamente sus puntos de vista, comprender sin prejuicios lo que dijo, discutir sus ideas con franqueza.
No es para menos. Paz fue una figura central en la vida
intelectual del siglo XX. Su poesía, sus ensayos y sus artículos dejaron una
huella profunda en la vida político-cultural del país. Cuando fueron publicados
sumaron elogios y precipitaron intensos debates. Hoy, casi 16 años después de
muerto, lo siguen haciendo. Mal se haría en mistificarlo.
El poeta escribió muy críticamente sobre la izquierda y el
socialismo. Lo hizo desde una perspectiva moral y política. Tuvo el mérito de
ser uno de los pocos pensadores mexicanos que se aventuraron a reflexionar con
profundidad sobre la naturaleza del socialismo realmente existente. La Unión
Soviética y sus satélites –concluyó, en libros como El ogro filantrópico,
Tiempo nublado y Pasión crítica– no era socialista, sino un régimen despótico
totalitario, un vasto monopolio estatal con formas peculiares de uso, goce y
disfrute de las riquezas y productos.
Su crítica incluyó al marxismo mismo. Paz objetó la
existencia de leyes históricas, de una ciencia de la historia. Para él, la
seducción del marxismo consiste en ser una filosofía del cambio que nos promete
una futura edad de oro que ya en el pasado más remoto, el comunismo primitivo,
contenía en germen. Sin embargo –sentenció–, el resultado final de la acción de
los revolucionarios marxistas tuvo un desenlace distinto: construyeron un
totalitarismo burocrático.
A pesar de esto, Paz no rechaza la solución socialista. Por
el contrario, ve en ésta la única salida racional a la crisis de Occidente. Sin
embargo, nunca precisa qué es lo que entiende por socialismo, aunque advierte
que uno verdadero es inseparable de las libertades individuales, del pluralismo
democráticos y del respeto a las minorías y a los disidentes.
Y es que, como el poeta dijo a Braulio Peralta, él nació con
la izquierda. Se educó en el culto a la revolución francesa y el liberalismo
mexicano. En su juventud hizo suya la prometéica tentativa comunista de cambiar
el mundo. Sus afinidades intelectuales y morales, su vida y sus críticas fueron
parte de una tradición de izquierda que comenzó en el siglo XVIII como
pensamiento crítico.
Sin embargo, el acierto de la crítica de Paz al socialismo
de Estado y al marxismo dogmático se convirtió en grave deficiencia al analizar
las luchas de liberación nacional, los procesos de descolonización y la
naturaleza de los movimientos populares antisistema. Su obsesión anticomunista
lo llevó a confrontarse con muchas luchas genuinamente antioligárquicas y
emancipadoras.
Durante muchos años, Octavio Paz denunció el régimen
político mexicano. En Posdata escribió: En México no hay más dictadura que la
del PRI y no hay más peligro de anarquía que el que provoca la antinatural
prolongación de su monopolio político. Sin embargo, dueño de sus contradicciones,
en un deslizamiento a la derecha, terminó su vida asesorando al Príncipe y
apoyando al régimen que había denunciado.
En las elecciones de 1988 el poeta se negó a admitir el
fraude que se cometió en contra de Cuauhtémoc Cárdenas. En una serie de
artículos publicados en La Jornada entre el 10 y el 12 de agosto de 1988,
titulados Ante un presente incierto, avaló el triunfo de Carlos Salinas de
Gortari y criticó al candidato de la izquierda. Durante el resto del sexenio
apoyó el salinismo y sus políticas neoliberales.
Uno de los puntos más polémicos de su biografía intelectual
fue su relación con Televisa. Entre la empresa y el poeta se estableció una
estrecha simbiosis, basada en la afinidad ideológica. A sus detractores les
espetó que las críticas que le hacían eran hipócritas. He usado a Televisa como
Televisa me ha usado a mí, dijo.
Sus juicios iniciales sobre el levantamiento indígena de
enero de 1994 fueron severos. En un primer momento reprodujo sin más el guión
gubernamental sobre el levantamiento. Asoció el zapatismo con Sendero Luminoso,
sugirió la presencia de guerrilleros centroamericanos en sus filas y señaló que
indios y campesinos eran manipulados por un grupo de irresponsables demagogos.
De paso, regañó a los intelectuales que se solidarizaron con el movimiento. Sin
embargo, más adelante discutió con el subcomandante Marcos, advirtió que su
lucha era el triunfo del lenguaje y reconoció en Durito a un personaje
perteneciente a la andariega tradición de la caballería.
Cornelius Castoriadis, el filósofo griego del que Paz fue
amigo, señaló: No se honra un pensador alabándolo y ni siquiera interpretando
su trabajo, sino que se hace discutiéndole, manteniéndole así vivo y
demostrando en los hechos que el autor desafía el tiempo y conserva su
vigencia. Quienes usan hoy el legado del poeta no parecen hacerle mucho caso.
Aunque se diga lo contrario, eso fue precisamente lo que
hicieron con Octavio Paz intelectuales de izquierda tan distintos como Enrique
González Rojo, Carlos Monsiváis, Arnaldo Córdova, Enrique Semo o Dora Kanoussi.
Salvo al cronista de la Portales, el poeta decidió ignorarlos. A pesar de ello
el debate sigue abierto.
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