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Octavio Paz ✆ Fernando Vicente |
Luis Hernández
Navarro | Los festejos por los 100 años del
nacimiento de Octavo Paz se han convertido en una gran operación de Estado.
Cada ceremonia gubernamental para convertirlo en prócer de la patria cava una
fosa hacia sus potenciales lectores. Cada discurso oficial pronunciado lo aleja
de los jóvenes. Cada iniciativa por convertirlo en una fría estatua de mármol
conduce inevitablemente a que se pierda la calidez de una obra intensa y viva. Curiosa
ironía para un escritor que se reconocía en Sor Juana, la “intelectual que
–escribe el poeta–, por fidelidad a la vocación, tiene una relación difícil,
incluso desventurada con su medio. Sor Juana fue vencida pero su derrota fue la
de un escritor independiente frente a una ideología cerrada y una clerecía
despótica”.
La pretensión de canonizar al poeta como un intelectual de
Estado, de hacerlo un oráculo postmortem para justificar las posiciones
políticas actuales de quienes se asumen como sus herederos, es la peor manera
de mantener viva su obra y su pensamiento. Por el contrario, además de
disfrutar su poesía y aprender de su