Lenin ✆ Nadia Léger |
►Português |
Un anticomunismo evidente es identificable en crónicas de influyentes
analistas occidentales. No obstante que Rusia es hoy un país capitalista,
slogans decadentes de la Guerra Fría son retomados. Putin es acusado de recurrir a métodos y al lenguaje de
comunistas históricos. Hasta la realización de la parada de la Victoria en
Moscú, el 9 de Mayo, para conmemorar la derrota del Reich nazi, fue
interpretada como una amenaza en Washington y algunas capitales de la Unión
Europea.
Una extraña fiebre ideológica gana súbitamente actualidad y
destacados intelectuales del sistema capitalista divulgan a despropósito
entusiastas apologías del neoliberalismo y exorcizan al marxismo como
antigüedad obsoleta. En esa atmósfera es en la que se inserta el nuevo discurso
anticomunista que, agitando fantasmas, falsifica la Historia.
En la tentativa de presentar a Marx y a Lenin como enemigos
de la democracia, intervienen figuras exponenciales de una ideología
inseparable del engranaje liberticida que amenaza a la humanidad y es responsable
de crímenes monstruosos. En Portugal los comentaristas en la TV, en la radio y
en los periódicos de “referencia” cumplen con celo su tarea, difundiendo
tonterías en el combate al supuesto renacimiento de la “nostalgia comunista” en
Rusia.
Creo por ello que es útil recordar datos y situaciones
históricas que desmontan la actual campaña ideológica del imperialismo. Comenzaré
por llamar la atención sobre la falsedad de las tesis de académicos
anticomunistas que atribuyen a Lenin un dogmatismo rígido en la utilización del
marxismo para la comprensión y transformación del mundo. Se trata de una
grosera mentira. El fundador del primer Estado socialista no veía en el
marxismo una ciencia inmóvil, de fronteras definitivas. “No consideramos de
modo alguno –escribió- a la teoría de Marx como algo acabado e intocable,
estamos por el contrario convencidos de que ella apenas asentó la piedra
angular de la ciencia que los socialistas deben hacer avanzar en todas las
direcciones, si no quieren atrasarse en relación a la vida. Pensamos que para
los socialistas rusos es especialmente necesaria la elaboración independiente
de la teoría de Marx, pues esta teoría ofrece solamente postulados generales
orientadores que en Inglaterra se aplican de manera diferente en Francia, en
Francia de manera diferente a Alemania, en Alemania de manera diferente a
Rusia.” (1)
Lenin repitió incansablemente que sin teoría revolucionaria
no puede triunfar ningún movimiento revolucionario. Y consiguió, con
imaginación y talento, ser simultáneamente flexible en la aplicación del método
marxista e intransigente en el combate a las ideas y maniobras de aquellos que,
afirmando ser marxistas, asumían en la práctica posiciones incompatibles con la
ideología del autor de El Capital.
Contrariamente a la convicción de muchos jóvenes que
identifican a los “renovadores” que contribuyeron a la socialdemocratización de
muchos partidos comunistas europeos como un fenómeno relativamente reciente, el
revisionismo del marxismo sumerge sus raíces en el siglo XIX.
Comenzó aún en vida de Marx y fue permanente. En 1894,
cuando Lenin preparaba la fundación del futuro partido bolchevique, tuvo que
librar una lucha dura contra los “marxistas legales”, tendencia liderada por el
alemán Struve que procuraba “tomar del marxismo todo aquello que era aceptable
para la burguesía liberal, incluyendo la lucha por reformas, incluyendo la
lucha de clases (sin la dictadura del proletariado), incluyendo el
reconocimiento “general” de los ideales socialistas y la sustitución del capitalismo
por un “nuevo sistema” y rechazar “solamente” el alma viva del marxismo, y su
carácter revolucionario”.
La segunda ofensiva de los oportunistas para desvirtuar el
marxismo en beneficio de la burguesía tuvo su epicentro en el Partido
Socialdemócrata Alemán, en su tiempo muy prestigiado, cuando su dirigente
Edward Bernstein publicó en 1899 una serie de artículos en que revisaba tesis
fundamentales del marxismo. En su apología del reformismo lanzó una consigna
famosa: “el movimiento lo es todo, el objetivo final casi nada”. (2)
Lenin y Rosa Luxemburgo le arrancaron la máscara,
denunciándolo como un usurpador del marxismo. Para los comunistas “el objetivo
final” lo es todo y el reformismo de Bernstein apuntaba hacia la conciliación
con la burguesía. En la práctica, Bernstein retomaba tesis reaccionarias de la
filosofía de Kant. Pero su prédica influyó en un amplio sector del Partido
Socialdemócrata Alemán, entonces marxista, con repercusiones negativas en
Rusia. (3)
Una tercera gran ofensiva del revisionismo ocurrió en 1908.
Dos filósofos, el austriaco Ernst Mach y el alemán Richard Avenarius, que
negaban la existencia objetiva del mundo material, difundieron la llamada
filosofía de la “experiencia crítica”, más conocida por el nombre de
Empiriocriticismo. Según ellos, los cuerpos serían solamente “complejos de
sensaciones”. Los trabajos de ambos dieron origen a una corriente del
pensamiento que se popularizó con el nombre de “machismo”. Mach sobre todo,
aunque pretendía ser marxista, rechazó lo esencial del materialismo histórico y
del materialismo dialéctico.
Una parte considerable de la intelectualidad progresista
europea se adhirió con entusiasmo a esa nueva filosofía, aceptándola como
puntera en la ciencia. Kautsky, abriendo las columnas del órgano central de la
socialdemocracia alemana a la apología del Empiriocriticismo, contribuyó a
aumentar la confusión generada.
Los mencheviques se adhirieron inmediatamente, pero la
propaganda machista perturbó también a cuadros de la fracción bolchevique del
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia- POSDR-b. Esa influencia negativa llevó
inclusive a la formación de un grupo oportunista, los “oztovistas” que defendía
la retirada del Parlamento Ruso (la Duma) de los diputados bolcheviques,
afirmando que el Partido debería realizar solamente actividades ilegales.
Fue entonces cuando Lenin declaró la guerra a esa peligrosa
modalidad del revisionismo, primero a través de artículos, después en un libro
Materialismo y empiriocriticismo, ensayo filosófico que con el tiempo se volvió
un clásico del marxismo como obra teórica. Demostró que Mach y sus seguidores,
simulando realizar un trabajo científico innovador, se limitaban al final a
colocar un nuevo rotulo a a viejas tesis idealistas (4).
Los esfuerzos para destruir al marxismo fueron permanentes
en vida de Lenin y prosiguieron después de su muerte.
El moderno revisionismo
Desde el inicio de la Primera Guerra Mundial una onda de
falso patriotismo barrió Europa. Pisoteando sus programas, y violando compromisos
asumidos en nombre del internacionalismo proletario, partidos que pretendían
ser socialistas votaron los créditos de guerra de las grandes potencias
envueltas en el conflicto, volviéndose cómplices de la hecatombe que afectó a
la humanidad. Esa opción fue decisiva para el descrédito y agonía de la II
Internacional. La lucha contra el imperialismo pierde mucho de su significado,
decía Lenin, si no “está indisolublemente ligada a la lucha contra el
oportunismo”. El gran revolucionario fue por tanto implacable en la denuncia
del social-chauvinismo, desmintiendo que la defensa de la libertad y de los
verdaderos intereses nacionales fuese el motivo de la guerra.
La victoria de la Revolución Rusa generó las condiciones que
permitieron la creación de la III Internacional. Pero, como era de esperar, la
existencia de la Unión Soviética fue por sí sola incentivo para una ofensiva
permanente en múltiples frentes contra el marxismo.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la lucha contra el
comunismo asumió facetas muy diferenciadas. Los partidos comunistas europeos
habían desempeñado un gran papel en la lucha contra el fascismo. Debilitarlos,
instalar en ellos la división, empujarlos al antisovietismo y el alejamiento
del marxismo fue una constante en las campañas de la burguesía y del
imperialismo.
En el auge de la guerra fría, el Manifiesto de Champigny en
Francia, en 1968, cuando Waldeck Rochet era secretario general del Partido
Comunista Francés, cumplió un importante papel en debates ideológicos que
abrieron la puerta al eurocomunismo. Invocando la necesidad de renovar al
marxismo, dirigentes como los franceses Georges Marchais, Roger Garaudy y Louis
Althusser, el italiano Enrico Berlinguer, el español Santiago Carrillo y otros
serán recordados como arquitectos de un revisionismo que encaminó a sus
partidos hacia la socialdemocratización. En el caso del Partido Comunista
Italiano el viraje a la derecha inició el rumbo a su autodestrucción.
Fausto Bertinotti, que fue secretario general de Refundación
Comunista, tuvo incluso la abyección de renegar el comunismo. El revisionismo
actuó, además con máscaras muy diferentes. Después de la disgregación de la
Unión Soviética, surgieron en muchos partidos dirigentes que presentándose como
empeñados en renovar el marxismo, pasaron rápidamente al ataque al leninismo y
al centralismo democrático. Algunos acabaron ingresando en partidos socialistas
integrados en el sistema capitalista.
Las universidades produjeron una generación de académicos
que, iniciando lecturas perversas de Marx, no tardaron en procurar
justificaciones para la defensa de las políticas neoliberales. Ganaron también
alguna notoriedad revisionistas (oportunistas de izquierda) que, pretendiendo
exhibir una supuesta pureza marxista, recurrieron a los textos de Gramsci y del
Che Guevara para irles deformando el pensamiento en obras de cariz
antisoviético, aplaudidas por el imperialismo.
Una modalidad del anticomunismo, más sutil, es la practicada
por intelectuales que, criticando el capitalismo, identifican en los
movimientos sociales la fuerza revolucionaria con vocación para salvar a la
humanidad (John Holloway, Bernard Cassen, Ignacio Ramonet, Boaventura Sousa
Santos,Heinz Dietrich,etc) negando a los partidos protagonismo en la lucha
contra el sistema.
Aceptar en Marx al economista y rechazar al ideólogo es
actitud frecuente en cenáculos de intelectuales que satanizan a Lenin.
El peligro
oportunista
La palabra oportunista se volvió incómoda para muchos
dirigentes de partidos comunistas europeos y latinoamericanos. Esa actitud
traduce la consciencia de estrategias y tácticas que afectan a la unidad del
movimiento comunista internacional. Sus últimas reuniones confirmaron la
existencia de discordancias profundas que lo debilitan.
El panorama actual es muy complejo. En Europa, la mayoría de
los partidos están hoy integrados en el Partido de la Izquierda Europea, hombro
a hombro con partidos burgueses como el Die Linke alemán, la Syriza de Grecia y
el Bloco de Esquerda de Portugal.
La función inconfesada de ese partido es neutralizar a los
trabajadores, dificultando su participación en las grandes luchas contra el
imperialismo y las políticas neoliberales impuestas en la Unión Europea. No
sorprende que el PIE cuente con la simpatía de los media controlados por el capital
y la benevolencia de los gobiernos que lo representan.
Muchos partidos comunistas fueron contaminados en las
últimas décadas. Algunos participaron en la orquesta del antisovietismo. Robert
Hue, cuando secretario nacional del PCF, tuvo el descaro de afirmar que “todo
fue negativo en la Unión Soviética”.
El Partido Comunista Italiano desapareció después de cambiar
de nombre. El Partido Comunista Francés, en rápida metamorfosis, renegó de su
pasado y se transformó en una caricatura de partido obrero. El Partido
Comunista de España, hoy antileninista, se diluyó en una Izquierda Unida
inofensiva.
Una epidemia de oportunismo se instaló en el movimiento
comunista internacional.
Una de sus manifestaciones es la crítica –abierta o
indirecta a Partidos que, en la fidelidad a los principios continúan
asumiéndose como marxistas-leninistas. Son apuntados entre otros el Partido
Comunista de Grecia-KKE, el Partido Comunista de México-PCM, y el Partido
Comunista Brasileño-PCB.
No cabe en este artículo comentar la estrategia de esos
partidos revolucionarios. No me identifico con todas las posiciones que asumen.
Pero ellos me hacen recordar que el Partido Comunista Portugués, por la
fidelidad a los principios y a su historia, resistió victoriosamente con
firmeza la ola de anticomunismo, que, sobre todo desde el inicio de los años
90, desnaturalizó o destruyó a otros.
Hoy, es precisamente esa fidelidad a los principios del KKE,
del PCM y del PCB, y su firmeza en el combate al revisionismo y en la denuncia
del oportunismo las que me inspiran respeto y admiración.
Ellos y otros fundadores de la Revista Comunista
Internacional son hoy una minoría en el Movimiento Comunista Internacional. Más
la coherencia demostrada en la fidelidad al pensamiento y la obra de Marx y el
coraje con que asumen la herencia de Lenin cuentan con mi solidaridad fraterna.
Notas
(1) V.Lenin, O Nosso Programa, Obras Completas, in Tomo 4,
pág. 184
(2) V.I.Lenin, A Falência da II Internacional,idem,Tomo 26,
pág. 227
(3) V.I.Lenin, Uma Orientação Retrógrada na Social-democracia
Russa, idem, Tomo 4, pág. 265
(4) V.I.Lenin, Materialismo e Empiriocriticismo, Edições
Avante! 1982, Lisboa
Traducción del portugués por Jazmín
Padilla