“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/8/12

Siria en llamas / ¿Anticipo de una nueva guerra fría?

Lino González Veiguela

¿Qué sabemos sin lugar a dudas sobre lo que está pasando en Siria? Relativamente poco. O, al menos, no tanto como deberíamos saber considerando la atención que ha despertado el conflicto en los medios. Sólo sabemos que están muriendo sirios y que continuarán muriendo muchos más. Ni siquiera tenemos claro cuántos sirios han perdido la vida. Podríamos estar hablando de 20 mil muertos, de los cuales 14 mil habrían sido civiles, según estimaciones de organizaciones próximas a la resistencia siria. Otras fuentes, como la ONU, calculan en 17.000 los muertos.

® Mapa de Siria
Las masacres han sido periódicas y en una paulatina escalada de crueldad. Según todos los indicios, la mayoría habría sido cometida por las tropas del régimen o sus para-milicias afines. El régimen, por su parte, ha acusado a los rebeldes de cometer algunas de las matanzas, en especial contra soldados sirios. Algunas de estas acusaciones han sido confirmadas por el gobierno iraquí. Las pocas investigaciones ponderadas que han intentado llevarse a cabo no descartan que, en efecto, elementos de las fuerzas opositoras al régimen de Al-Asad hayan podido cometer por su parte matanzas igual de odiosas que las imputadas a las tropas gubernamentales. Es el caso de la masacre de Houla: 108 personas asesinadas, incluyendo 49 niños y 34 mujeres.

Las informaciones que han llegado desde Siria en los últimos meses han estado contaminadas, en gran medida, por un uso excesivo del tiempo condicional y la sensación de que las contradicciones superan con mucho a las certezas: el régimen de Al-Asad podría caer de un día a otro; el régimen podría durar más de lo que se piensa, aunque no se descarta que a medio plazo terminará por caer; las filas de los rebeldes podrían estar controladas por grupos yihadistas; potencias extranjeras estarían interviniendo en el conflicto; potencias extranjeras estarían negándose a implicarse en el conflicto, etcétera.

Citando la ya famosa frase de un auténtico especialista en campañas de desinformación, el ex secretario de defensa estadounidense Donald Rumsfeld, sobre el conflicto que vive Siria se podría decir: “Hay cosas que sabemos que sabemos. También hay cosas desconocidas conocidas, es decir, que sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay cosas desconocidas que desconocemos, las que no sabemos que no sabemos”.

Conviene tener presente que, cuando se dispone de información poco fiable pero no conseguimos desprendernos de esa necesidad imperiosa y tan humana de llegar a una conclusión que explique la realidad, corremos un gran riesgo de equivocarnos. Este intento de poner en claro algunos de los aspectos más relevantes del conflicto sirio no es una excepción.

Una hoguera de propaganda

El periodista británico Robert Fisk escribía a finales de julio que el conflicto sirio está siendo una guerra de mentiras e hipocresía. Todos los actores internacionales implicados han entretejido, en su opinión, una (es)tupida y cínica retórica de buenas intenciones hacia el pueblo sirio para tratar de disimular sus objetivos, su implicación y sus objetivos de realpolitik.

Javier Martín, ex redactor jefe en las delegaciones de la agencia EFE en El Cairo y Teherán, se muestra muy desilusionado con la cobertura informativa que se está llevando a cabo del conflicto sirio: “Creo que es una de las guerras de las que peor se ha informado en España y de la que menos sabemos, salvo excepciones honrosas. Al contrario de lo que ocurrió con otros conflictos, el número de periodistas sobre el terreno es mínimo. Y eso facilita la difusión de la propaganda por parte de los dos contendientes. La información que nos llega no es de primera mano, sino que procede de fuentes interesadas como los Comités o la Organización Siria de derechos Humanos o el propio régimen. La mayoría de las matanzas que denuncia la oposición no han sido comprobadas sobre el terreno por fuentes independientes”.

Para Martín, la calidad de la información que estamos recibiendo sobre Siria tiene mucho que ver con la decisión tomada por casi todos los medios de abaratar el coste de la información. Reduciendo los presupuestos para los viajes, y por tanto el envío de periodistas a la zona del conflicto, han reducido implícitamente la calidad de la información: “Al beber todos de las mismas fuentes, al confiar en la propaganda y la información que circula por la red y que proviene de fuentes interesadas, la información se homogeniza, se hace más plana y el lector no siente necesidad de pagar por leer una noticia, ya sea digital o en papel, si tiene la misma gratis por otros medios. Así que se produce un círculo vicioso que va en detrimento de los periodistas y de periodismo, cada vez más desprestigiado. A día de hoy, si haces una pequeña encuesta entre la gente de a pie y le preguntas quienes combaten en Siria y por qué, te sorprenderías de la falta de conocimiento que existe. Y de eso no tiene la culpa nadie más que los propios medios de comunicación”.

Mikel Ayestaran, enviado especial del grupo Vocento al conflicto, nos cuenta que ha viajado dos veces a Siria en los últimos meses. La primera en enero y la última hace unas semanas, en junio. En ambas ocasiones ha entrado en el país por medios legales: es decir, solicitando y obteniendo un visado en regla emitido por las autoridades de Damasco. Comenta que otros periodistas han entrado en el país sin visado. La experiencia de estos profesionales, nos dice, será diferente a la suya: “El trabajo del periodista que entra en Siria con un visado depende de la libertad de movimientos que te da el ministerio. En enero era total, y aunque no te recomendaban viajar a zonas liberadas, tampoco te lo prohibían, por lo que pude trabajar en todos los barrios rebeldes de Damasco y en pueblos liberados como Zabadani. En junio fue diferente y sólo te podías mover fuera de la capital siguiendo a los vehículos de la ONU, una gran limitación y un gran peligro, porque estaban en el punto de mira, sobre todo de los paramilitares leales a Al Assad. En Latakia fui testigo de una emboscada que pudo ser mortal de no ser por el blindaje de los vehículos”.

Se ha escrito que los medios internacionales han favorecido las informaciones procedentes del bando rebelde. Ayestaran explica: “Sí, creo que es cierto, pero hay motivos para ello. Sin entrar en el fondo político de la cuestión, la oposición da más facilidades a la prensa extranjera, ha trabajado muy bien las redes sociales, cuenta con el apoyo del periodismo ciudadano que cada día sube vídeos a Youtube, y parte con la ventaja de que nadie cree la versión oficial en un país de este tipo donde los medios oficiales han sido tradicionalmente máquinas de manipular”. Ayestaran reconoce que esta toma resulta en muchos sentidos problemático: “Las grandes agencias y medios occidentales y árabes apuestan abiertamente por la caída del régimen y sirven de plataformas para los mensajes opositores, aunque esto les lleve a no contrastar muchas veces lo que cuentan”.

En este sentido, Ayestaran destaca el papel de las dos grandes cadenas de información árabes, Al Arabiya y Al Jazeera, ejemplares en muchos sentidos durante los últimos años, informativamente hablando, que emiten respectivamente desde Arabia Saudí y Catar, dos de los países que más están ayudando a la resistencia Siria: “Su profesionalidad –sobre todo la de sus canales en árabe– ha quedado en entredicho”.

Javier Martín coincide con Ayestaran al cuestionar el papel de los dos canales árabes a la hora de informar imparcialmente sobre Siria: “Las revueltas de los dos últimos años del mundo árabe no habrían sido posibles sin Al Jazeera, que creó una corriente de opinión nueva y rompió las barreras tendidas por los dictadores árabes frente a la libertad de expresión. Pero dicho esto, en varios conflictos, y en particular ahora en Siria, ha arrinconado cierta neutralidad y servido también para promover la visión de la familia Real catarí, país que junto a Arabia Saudí, encabeza el frente árabe contra Bachar al Asad”.

Uno de los enviados a Siria del diario inglés The Guardian, Luke Harding, escribía hace unos días desde el norte del país sobre el uso de internet y las redes sociales para distribuir la información producida por los propios combatientes. Destacaba que en muchos batallones de opositores trabajan combatientes dedicados casi en exclusiva a filmar escenas de batallas entre rebeldes y soldados sirios. Algunos vídeos –como éste, en el que puede verse a un grupo de rebeldes inutilizando un tanque al grito repetitivo, casi hipnótico, de “¡Dios es grande!” –, destacaba Harding, te hace sentir todo el miedo y la adrenalina que se experimenta en mitad de un combate. Para el enviado británico, los rebeldes ganaron ya hace meses la batalla de la información: y, en muchos casos, la de la propaganda.

Según Ayestaran, el principal problema que afrontan tanto los periodistas que entran en Siria de forma legal como aquellos que escogen otras vías de entrada es la seguridad: “Los periodistas, como los ciudadanos sirios, ya no están seguros en el país. Y esto sólo acaba de empezar”.

¿De qué hablamos cuando hablamos del Ejército Libre Sirio?

No parece que pueda hablarse de una resistencia armada siria homogénea, más allá de la coincidencia en cuanto al objetivo inmediato de todos los grupos que forman parte del Ejército Libre Sirio (ELS): el derrocamiento del régimen de Al-Asad. La sintonía entre algunos grupos no excluye la descoordinación entre muchos otros.

Yassin Sweat, un joven hispano-sirio que mantiene el blog El Cofre Damasquino, explica a vuelta de correo que: “La resistencia armada siria teóricamente está englobada en el Ejército Libre de Siria. Digo teóricamente porque está claro que el Ejército Libre no existe como estructura: existe el emblema, el nombre, el símbolo, y poco más. La resistencia armada tiene carácter disperso y extremadamente local, basado sobre todo en militares desertores y civiles que se armaron para hacer frente al ejército del régimen en sus propias aldeas y barrios, en general además sin ni siquiera establecer una coordinación con otros barrios y aldeas vecinas. Esto sucedió en Homs, por ejemplo. Este es el carácter general de casi la totalidad del centenar largo de batallones que existen hoy”.

Algunas de las armas en manos de los rebeldes provienen de los arsenales del ejército sirio, que o bien fueron tomadas como botín por los rebeldes o bien llegaron a su manos a través de desertores. Otra parte nada despreciable del arsenal rebelde provendría de los envíos que se están canalizando a través de países como Turquía y Jordania, financiados por las diversas potencias implicadas en propiciar la caída de Al-Asad. Además de armas ligeras, los rebeldes necesitan armamento que pueda hacer frente a las divisiones de tanques y a la aviación, que tantas bajas está causando con sus ataques contra enclaves urbanos.

Por lo que respecta a la ideología de los grupos que forman esa resistencia armada, Swehat explica: “El caldo de cultivo social de la resistencia armada está en la periferia de las grandes ciudades y en zonas rurales, sobre todo en el ámbito rural del eje Damasco-Aleppo (Homs, Hama, Idleb). Son los sectores más empobrecidos y castigados por el régimen, también los más conservadores. Hay que tener en cuenta que 40 años de bloqueo dictatorial de la cultura, la prensa y la actividad política han hecho que una parte considerable de la población considere la religión como uno de los pocos modos de compartir el espacio público: esa parte de la población sólo sabe expresarse a través del lenguaje religioso y las ceremonias religiosas (eso explicaría los rezos en grupo durante las manifestaciones, las consignas que muestran gran devoción a Dios, incluso los nombres y la simbología religiosa de los batallones armados). Esto no quiere decir que este conservadurismo sea automáticamente yihadista o integrista, sino que casi siempre expresa un profundo vínculo de carácter identitario frente a una agresión extremadamente violenta. Ahora bien, que no sea automáticamente yihadista no quiere decir que no pueda pasar a serlo, y el instrumento para que lo sea es doble”.

Oposición siria

La oposición siria no ha sido capaz de encontrar, hasta la fecha, una voz única que aglutine siquiera a una mayoría minoritaria de opositores. Por lo que respecta al futuro, los líderes de la oposición en el exilio –principalmente en Abu Dabi, Egipto y Turquía– querrán erigirse en timoneles de una eventual transición. Sin embargo, elementos de la oposición interna –incluidos los mandos militares que han desertado del ejército sirio y que ahora combaten en las filas rebeldes– han expresado ya que no aceptarán quedarse al margen del poder político.

Javier Martín, ex redactor jefe en las delegaciones de la agencia Efe en El Cairo y Teherán, comentaba hace unos días en su blog las tensiones internas que dividen a la oposición: “Solo en la última semana, los tres grupos más destacados han ofrecido sendas propuestas diferentes sobre el futuro político del combate. El Consejo Nacional Sirio (CNS), principal plataforma opositora, integrada por kurdos, árabes, cristianos, musulmanes suníes y otras minorías, anunció días atrás que ya se han iniciado los contactos para la formación de un gobierno provisional que pilote una eventual transición. Apenas 24 horas después, el Ejercito Libre Sirio (ELS), que lucha sobre el terreno y está formado en su mayoría por desertores del Ejército y extremistas islámicos, acusó a ciertos políticos de querer aprovecharse de la sangre de los mártires y advirtió de que el primer paso debe ser la formación de un Consejo Superior de Defensa, en el que compartan responsabilidad civiles y militares. Solo un día más tarde, un tercer grupo de opositores anunció su salida del CNS y la creación de una nueva entidad, con objetivos diferenciados. Dirigido por el juez Haizam al-Maleh, el nuevo Consejo para la Revolución Siria recrimina al CNS –dominado por los Hermanos Musulmanes– que se haya desligado de la realidad sobre el terreno para perseguir sus propias quimeras”

Armonizar los intereses de la oposición interna, que es la que realmente está sufriendo y afrontando la lucha contra Al-Asad, y de la oposición en el exilio, no será fácil. Como recuerda Javier Martín, la división principal tiene que ver con el modo de gestionar una eventual transición y con quiénes habrán de ser sus figuras destacadas: “En el fondo de la disputa se atisba la disparidad de criterio que existe sobre el papel que deben desempeñar aquellos miembros del círculo íntimo del régimen que, como el general Manaf Tlas, han decidido desertar. Algunos consideran que deben formar parte e incluso liderar el proceso de transición; otros, como el propio Al-Maleh, insisten en que deben permanecer apartados y someterse al dictado de la Justicia por su vinculación con el gobierno. Una polémica que amenaza con ahondarse a medida que se redoblen las defecciones, como la del ya ex primer ministro Riad Farid Hijab”.

Refugiados

Al drama de los miles de muertos en Siria se suma el flujo de refugiados que está provocando desde hace meses el conflicto. Cada día que pasa, miles de sirios abandonan sus hogares: algunos se convierten en desplazados internos y otros consideran más seguro abandonar el país. Siria tiene fronteras con Líbano, Jordania, Irak, Israel y Turquía. Todos los países  –menos Israel– están recibiendo refugiados sirios.

El pasado 13 de agosto, el Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) publicaba una nota con las cifras de refugiados que están tratando de gestionar con bastantes dificultades y poco presupuesto:
–Irak: unos 13 mil iraquíes que se habían refugiado en Siria huyendo de la inestabilidad en su país han regresado ya a Irak durante el primer semestre de 2012. El gobierno de iraquí ha anunciado que permitirá la entrada de sirios en su territorio. Unos 13.700 han sido registrados ya por ACNUR. Se desconoce la cifra de refugiados que están a la espera de registro.
–Líbano: mantiene sus fronteras abiertas para la entrada de refugiados. Unos 36.800 sirios han sido registrados como refugiados en territorio libanés. Hay varios miles a la espera de inscribirse.
–Jordania: unos 45.800 sirios se han inscrito ya como refugiados en Jordania. Existe el temor de que aún no se han registrado varios miles de sirios que se encuentran ya en territorio jordano. Organizaciones locales han calculado que hasta 50.000 los refugiados podrían estar a la espera de asistencia.
–Turquía: según cifras del gobierno turco, más de 50.000 sirios han entrado ya en territorio turco. El aumento de la vigilancia de Ankara de sus pasos fronterizos no ha cerrado el paso a los refugiados. Turquía ha levantado ya varios campamentos de refugiados.

ACNUR aseguraba comienzos de agosto que disponía tan sólo de un 26% de los fondos necesarios –unos 192 millones de dólares en total, según sus cálculos-–para atender adecuadamente a todos los refugiados sirios. A estos miles de refugiados habría que sumar los desplazados internos. Sólo los combates en Alepo en la última semana de julio generaron en torno a 200.000 desplazados en unos pocos días. Tanto refugiados como desplazados internos necesitan productos y atención de primera necesidad: agua potable, alimentos, mantas, colchones y productos higiénicos.

Las cifras –de espanto– que sirven para calcular las dimensiones del desastre crecen día a día.

¿Asistimos en Siria al preludio de una intervención en Irán?

No está confirmado que el inicio de las protestas contra el régimen, en marzo de 2011, estuviera motivado por otra razón que el hartazgo de una parte de la población siria con el régimen.

En su reciente libro sobre las revueltas árabes, titulado Yo muero hoy (Debate, 2012), la periodista española Olga Rodríguez expone la historia de algunos grupos de la oposición siria que, durante la última década, mantuvieron la débil pero constante llama de la oposición interna en Siria, a pesar de que las viejas figuras de los grupos tradicionales de la oposición –incluidos los Hermanos Musulmanes– vivían desde hace lustros en el exilio. El libro de Rodríguez es una lectura absolutamente recomendable si se quiere rastrear la genealogía de los movimientos opositores en varios países del norte de África.

Además de políticos, influyeron también factores socio-económicos. El decreciente rendimiento de la economía Siria en los últimos años, a pesar de experimentar tasas de crecimiento positivas, ha provocado un aumento del desempleo, que ha afectado en especial a los jóvenes. Hay que tener en cuenta, además, que la población siria ha crecido considerablemente: en unos cuatro millones de personas entre 2005 y 2011, según cifras de The Economist. Precisamente en 2005, el gobierno sirio comenzó a aplicar una seria de reformas económicas que tenían por objeto modernizar su economía, lastrada a los ojos de los inversores –y de instituciones como el Fondo Monetario Internacional– por un excesivo control del Estado. Entre las medidas que se tomaron destacó la progresiva eliminación de varios subsidios estatales.

A comienzos de 2011, unas semanas antes de que se iniciaran las protestas que han desembocado en el conflicto armado, The Ecomomist informaba de que el gobierno sirio, “aun a riesgo de encajar”, parecía decidido a continuar reduciendo la intervención estatal en la economía. Esas medidas de “apertura económica” no supusieron, sin embargo, beneficios concretos para la mayoría de la población. Suele ocurrir cuando se expone una economía al libre mercado extremo sin estar preparada para ello. La inflación en el país se había disparado, especialmente el precio de los alimentos básicos y de la energía, sin que los salarios de aquellos que contaban con un trabajo experimentasen un alza del mismo jaez. Resultado: malestar generalizado entre la clase media y las clases bajas. A todo ello hay que sumar el estilo autocrático de gobierno de la minoría alauita en complicidad con una casta privilegiada que ha hecho y deshecho a su conveniencia durante más de cuatro décadas: uno de los principales lastres económicos y sociales. La economía siria, como es lógico, no ha hecho más que empeorar desde marzo de 2011.

La brutal represión de las protestas llevada a cabo por el ejército consiguió inflamar los ánimos de muchos sirios. Los manifestantes crecieron en número y el desafío al régimen se reforzó.

A nivel internacional, la respuesta no fue ni mucho menos rápida. Las potencias –tanto regionales, como Turquía y Arabia Saudí– como mundiales –Estados Unidos, Israel, Reino Unido y Francia– tardaron varios meses en implicarse en el conflicto. Todavía sigue resultando arduo saber de qué estamos hablando cuando nos referimos a la oposición siria. Los líderes de los grupos más conocidos, exiliados desde hace años, tenían poco contacto con la realidad del país. Tampoco resultaba fácil decidir a qué grupos armados había que facilitar apoyo, armas y municiones.

Según el ex agente de la CIA Robert B. Baer la inteligencia estadounidense dispone de muy poca información fiable sobre la compleja oposición siria. En su opinión, lo mejor que ha podido hacer la CIA es aliarse con la inteligencia turca, delegando en los turcos la elección de que grupos, de entre los muchos que componen el Ejército Libre Sirio (ELS) son los más adecuados para recibir armas y apoyo logístico.

La evolución de los acontecimientos ha terminado por complicar terriblemente las perspectivas internacionales del conflicto. ¿Beneficia a Israel –y a sus planes de ataque contra las instalaciones nucleares iraníes– la caída de Al-Asad? ¿Beneficia a Estados Unidos la caída de uno de los pocos regímenes chíies de la región, aliado inquebrantable de Irán?

En principio, una Siria sin Al-Asad mermaría la capacidad de Irán para maniobrar en Oriente Medio, lo que beneficiaría tanto a Israel como a Estados Unidos. Especialmente si al final se decide llevar a cabo un ataque contra Irán. Estados Unidos ha venido retrasando los planes de Israel: no se descarta que el motivo principal tenga que ver con las elecciones norteamericanas que se celebrarán en noviembre. Hasta la fecha, Estados Unidos ha podido atemperar los impulsos del gobierno israelí de atacar cuanto antes a Irán. Desde Washington –y desde algunos medios estadodunidenses– se sigue apostando por agotar las vías diplomáticas, aunque no estén dando los resultados deseados.

A día de hoy resulta difícil saber si una Siria post Al-Asad ofrecerá una transición más o menos pacífica o si el país se precipitará en un caos incontrolado, una versión actualizada de la guerra civil libanesa. Este escenario no es el deseado por Israel. A fin de cuentas, por malo que fuese el régimen de Al Asad para sus intereses y su seguridad, era un enemigo conocido, con el que incluso se establecieron unas tímidas negociaciones sobre los altos del Golán.

Desde hace varios meses, y a pesar de las compasivas y pacificadoras declaraciones oficiales, la preocupación de todos los actores implicados va más allá del sufrimiento del pueblo sirio: suponiendo que en algún momento fuesen esas las preocupaciones principales.

Lo que ocurra en Siria afectará, en distinta medida, a casi todos los países de la zona. Y, en consecuencia, a los intereses geopolíticos de todas las potencias mundiales.

Robert Fisk titulaba uno de sus recientes artículos: A fin de cuentas, todo lo que Israel y sus aliados occidentales quieren hacer es quebrar a Irán vía Siria.

A día de hoy, la relación lógica entre el conflicto sirio y la posición internacional de Irán parece obvia, pero eso no significa –no hay pruebas– de que haya sido así desde el inicio de las protestas.

La respuesta iraní

Irán ha ejercido su influencia en Oriente Medio a través de acuerdos de suministro energético y mediante la financiación de grupos chiíes como Hamás y Hizbullá. El régimen sirio es uno de los pocos que se ha aliado de forma inquebrantable con Teherán en la defensa de los intereses iraníes. Eso no ha impedido que una parte nada despreciable de la producción de petróleo siria se haya vendido a clientes estadounidenses. Estados Unidos se habría servido también de los servicios de las autoridades sirias tras el 11-S para obtener confesiones de presos capturados en diversas partes del mundo. Como ha resumido el ex agente de la CIA Robert Baer en una estremecedora frase, “si quieres que alguien sea interrogado, envíalo a Jordania. Si quieres que alguien desaparezca, envíalo a Egipto. Si quieres que alguien sea torturado, envíalo a Siria”.

Irán, por descontado, es consciente de la importancia que tiene Siria para sus intereses y no ha dejado de prestar asistencia al régimen de Al-Asad.

Para Teherán el horizonte no está precisamente despejado. La situación en Siria reduce su margen de maniobra ante una posible intervención israelí contra sus instalaciones nucleares. Con el régimen de Damasco concentrado en sobrevivir –su derrocamiento comportaría un gobierno suní que en ningún caso se alinearía con los intereses iraníes–,  Teherán tiene pocas opciones y todas parecen pasar por fortalecer sus relaciones operativas con grupos como Hizbullá. A finales de julio, el medio estadounidense ProPublica advertía sobre esa posible estrategia, uno de cuyas primeras consecuencias habría sido el atentado contra turistas israelíes en una ciudad costera de Bulgaria. De confirmarse esta estrategia, no se descarta que puedan producirse ataques similares en un futuro en suelo europeo, latinoamericano e, incluso, estadounidense.

Hace unas semanas se conocía que Irán está procediendo a tomar medidas que supriman una de sus debilidades: la falta de seguridad de sus redes de internet, incluidas las que sirven para controlar instalaciones vitales para el país, como las de su programa nuclear. En los últimos años Irán ha sufrido numerosos e importantes ciberataques.

Turquía: antiguo aliado de Al-Asad

El papel de Turquía como un actor relevante en el conflicto sirio ha ido ganando en complejidad en los últimos meses. Antiguo aliado de Siria, el gobierno de Erdogan se ha manifestado como uno de los más críticos con el régimen de Al-Asad.

 Desde hace algunos años, Turquía, afianzada en unas altas tasas de crecimiento sostenidas, ha venido maniobrando hábilmente para aumentar el diámetro de su esfera de influencia en el mundo árabe, el Cáucaso e incluso Asia Central. Acuerdos políticos y económicos con socios dispares que no siempre resultan fáciles de armonizar, como ocurre con Rusia, reticente a perder el control que tiene sobre Siria. Sin embargo, las posiciones contrapuestas de Ankara y Moscú respecto al conflicto sirio no han impedido que Erdogan y Putin escenificasen recientemente el buen estado de las relaciones económicas entre ambos países.

Su privilegiada posición geoestratégica no es el único mérito de Turquía. Otros países cuentan con una posición igual de relevante y no han sabido aprovecharla, como sí ha hecho Turquía, a la hora de obtener beneficios. Sirva de ejemplo la exitosa estrategia de Ankara para convertirse en el país de tránsito necesario para dos de los futuros proyectos energéticos más significativos para el abastecimiento de la Unión Europea. A finales del año pasado, Turquía daba el visto bueno, tras meses de retrasos, al paso del gaseoducto South Stream por sus aguas territoriales en el Mar Negro. El South Stream es el proyecto mimado de Moscú para proveer de gas a Europa sin tener que pasar por Ucrania o Bielorrusia. La negociaciones entre Rusia y Turquía para firmar este acuerdo de tránsito, que los turcos alargaron con requerimientos técnicos, estuvieron condicionadas en todo momento, sin embargo, por el hecho de que gran parte del suministro energético de Turquía proviene de Rusia. Turquía es uno de principales clientes de la gasística rusa Gazprom.

La Unión Europea, por su parte, deseosa de reducir su onerosa dependencia energética de Rusia, patrocina la construcción de un gaseoducto alternativo, el Nabucco –nombre simbólicamente liberador–. El tendido proyectado del Nabucco atravesaría el territorio continental de Turquía de este a oeste.

La cuestión kurda ha condicionado durante décadas la política interior y exterior de Turquía. La noticia de que Al Asaad ha llegado a un acuerdo con la minoría kurda que viven en el sur de Siria inquieta, y mucho, a Turquía. Ha cerrado sus fronteras, aunque por el momento permite la entrada de refugiados sirios –varios miles ya, y previsiblemente seguirá aumentando su flujo– y desde el gobierno turco se afirma que no consentirán que grupos terroristas “sea el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) o Al Qaeda se establezcan” en su frontera. Fuertemente reprimidos durante décadas por la dictadura alauita, los kurdos sirios han visto en los últimos meses cómo Al-Asad les concedía reivindicaciones esenciales, como la concesión de la nacionalidad siria a unos 300.000 kurdos sirios. Las consecuencias de este apoyo kurdo al régimen de Al-Asad son imprevisibles. De momento, parece confirmado que un número significativo de kurdos iraquíes están recibiendo ya entrenamiento militar en el Kurdistán iraquí –parece poco probable que con el apoyo del gobierno central iraquí, tal vez ni siquiera con los políticos kurdos del norte de Iraq– para sumarse a los kurdos sirios en su defensa de las zonas kurdas sirias.

La profesora y analista Nazanín Armanian afirmaba en el diario Público: “Erdogan no imaginaba ni en sus peores pesadillas que el debilitamiento del régimen sirio reforzaría el movimiento kurdo en toda la región”.

Se estima que la población kurda de Siria, Irak y Turquía suma 30 millones. El Kurdistán iraquí, donde se localizan una parte considerable de las reservas energéticas de Irak, ha logrado en estos últimos años una prosperidad que no comparten sus hermanos sirios o turcos. Turquía, que mantiene unas relaciones cordiales con los representantes políticos de los kurdos iraquíes, está tratando de asegurarse su apoyo para neutralizar a los grupos de kurdos sirios relacionados con el PKK. Sin embargo, según algunos expertos turcos, esta estrategia está condenada al fracaso puesto que la influencia de los representantes políticos de los kurdos iraquíes sobre sus hermanos sirios sería relativamente pequeña.

Los drusos sirios y los refugiados palestinos

En Siria, la comunidad drusa representa una pequeña parte de la población, en torno a 500.000 personas, concentradas sobre todo en la región meridional de Jabla Al Arab. También hay varios miles de drusos atrapados en esa anomalía político-administrativa que son los altos del Golán, ocupados por Israel. Hasta la fecha, el grueso de esa comunidad no se ha rebelado contra el régimen de Al-Asad. El temor a un futuro gobierno suní extremista –y, seguramente, el temor a que el régimen no caiga tan pronto– parece ser más grande que el deseo de desquitarse de un historia reciente de represión por parte de los alauitas. Esta adhesión al régimen no es precisamente entusiasta por lo que tampoco puede descartarse que cambie al hilo de la evolución de los acontecimientos.

Se estima que la población de refugiados palestinos de larga duración en Siria es similar a la de los drusos, unas 500 mil personas. Hasta el momento, los palestinos refugiados en Siria no se han implicado en un conflicto que, sin embargo, les está afectando. A los campamentos de refugiados palestinos, con sus propias deficiencias endémicas (masificación, precariedad de servicios básicos, etc.), estarían llegando miles de refugiados sirios en busca de protección.

En palabras de Robert Fisk, la neutralidad por la que están optando algunas de las minorías presentes en Siria no implica necesariamente que consigan evitar salir indemnes del conflicto.

¿El gobierno iraquí controla su territorio?

El gobierno iraquí de Al-Maliki, chiíta, ha criticado el envío de armas a los rebeldes sirios. El mayor temor del gobierno iraquí respecto a Siria sería la caída de Al-Asad y la formación de un gobierno extremista suní. Sea cuál sea el desenlace del conflicto sirio, el gobierno iraquí es consciente de que afectará en mayor o menor medida al equilibrio político confesional de Irak, lastrado por disputas entre chiíes y suníes, y con un importante población kurda, en el norte, que controla una parte nada despreciable de los recursos energéticos. Informaciones de varias fuentes aseguran que combatientes yihadistas sunís, e incluso miembros de Al Queda, están atravesando la frontera ente Siria e Irak para sumarse a la resistencia siria.

La violencia en Irak ha aumentado en los últimos meses. Algunos analistas señalan a la organización Al Qaeda como la responsable, empeñada en una inédita estrategia de atentados desde su sangrienta campaña de 2006-2007. Convendría, sin embargo, ser muy cauto a la hora de hablar de Al Qaeda: ¿Sus miembros están en todas partes y tienen tanto protagonismo? Cuesta creerlo. En todo caso, la inmensa mayoría de las noticias que hablan de la implicación de Al Qaeda no aportan pruebas de esa ello. ¿Todos los yihadistas pertenecen a Al Qaeda? No. ¿Resulta atractiva la simple pronunciación del nombre Al Qaeda para los analistas de distinto pelaje? Cabe pensar que sí, dada la falta de evidencias de pese que rodean a una parte nada desdeñable de las informaciones que se difunden sobre la organización.

El hecho es que, como señalamos, la situación en Irak no ha hecho más que empeorar en los últimos meses. Según informaba recientemente el International Crisis Group, el gobierno de Al-Maliki no ha sido capaz de integrar en sus planes de gobierno a partidos políticos como Al-Iraquiya, formado sobre todo por una núcleo político laico, aunque también incluye representantes de las comunidades suníes árabes y turcomanas. Resulta difícil pensar en una transición estable que margine a la minoría suní.

Por su parte, Turquía tampoco está muy satisfecha con el control que ejerce el gobierno iraquí sobre sus fronteras: se han producido varios enfrentamientos con víctimas mortales entre militares turcos y guerrilleros kurdos en las últimas semanas.

¿Yihadistas en Siria?

La presencia de yihadistas internacionales en Siria es innegable. Libios, tunecinos, e incluso ceutíes –por poner sólo algunos ejemplos-– han muerto combatiendo contra las tropas de Al-Asad. Sin lugar a dudas, el régimen de Damasco le conviene exagerar la presencia de yihadistas en las filas de la resistencia que conforman el heterogéneo Ejército Libre de Siria (ELS). No se disponen de datos que confirmen que estos yihadistas supongan una parte mayoritaria de la resistencia siria.

Yassin Swehat comenta lo paradójico que resulta, considerando la historia reciente,  que el régimen de Al-Asad trate de ofrecer un versión de los hechos en la que predominen los yihadistas: “En cierto sentido, el régimen estaría pagando las facturas por sus coqueteos con círculos yihadistas durante los últimos diez años. El régimen se ha enorgullecido públicamente de haberle hecho la vida imposible a Estados Unidos en Irak: los servicios secretos sirios crearon grupos salafistas yihadistas a base de captar combatientes para enviarlos a Irak. Está claro que parte de estos combatientes ha vuelto a Siria”.

Como decimos, no se dispone de informaciones fiables que demuestren que los yihadistas constituyen la mayoría de la resistencia armada siria. Swehat comenta a este respecto: “No tengo muy claro qué porcentaje de la resistencia armada es yihadista hoy en día, pero tengo más que claro que ésta no tiene sustento social por muy radicalizada que esté la sociedad siria en este momento. El islam sirio es social y poco politizado. Está claro que el petrodólar puede hacer mucho, pero no puede convertir de un día para otro a una sociedad tan compleja como la siria. Mira el ejemplo de Libia, una sociedad con una complejidad mucho menor que la siria, y mucho más pequeña: aún así las elecciones han demostrado que politizar la religión no es un proceso fácil, ni mucho menos tan espontáneo como cierta gente dice”.

Dejando al margen campañas de propaganda y contra-propaganda en relación al asunto de los yihadistas, sí resulta preocupante  que el núcleo duro –aunque no necesariamente mayoritario– de la resistencia siria pueda estar formado por radicales que extiendan la violencia extrema –incluida la violencia sectaria– como su principal medio para conseguir derrocar al régimen de Al-Asad. Como comentaba una bloguera siria a la periodista Mónica G. Prieto en una entrevista publicada en Periodismo Humano: “El problema es que los grupos radicales, aún siendo una minoría, son quienes reciben dinero del exterior”.

Para Javier Martín la presencia de yihadistas en Siria tiene diversas implicaciones: “El incremento de la actividad yihadista no sólo preocupa a Occidente –espantado por la posibilidad de matanzas étnicas indiscriminadas–, sino a los propios sirios, molestos ya con algunas de las actitudes intransigentes y arrogantes de esas milicias; y sobre todo al propio ELS, gran parte del cual trata de desmarcarse de sus tesis y acciones. “La ideología yihadista contradice aquello por lo que lucha el ELS”, declaró a la cadena británica el coronel Ahmad Fahd al-Nimah, miembro de la fuerza rebelde. “Son una amenaza real para cuando caiga el régimen”, advirtió.

Cabe esperar que cuanto más se alargue el conflicto esa amenaza de una radicalización sea más probable: grupos con un poder creciente que no serán fáciles de controlar en caso de un derrocamiento del régimen y que se impondrían a los deseos de una parte mayoritaria de la población siria, como ya lo están haciendo en alguno de los barrios que controlan en Alepo.

Para Yassin Swehat, la narrativa que pretende presentar el conflicto sirio como un enfrentamiento entre suníes y chiíes favorece en buena medida los intereses de las potencias extranjeras implicadas: “También es deseo del régimen, ya que convertiría una revolución popular en una guerra sectaria mucho más favorable para él”.

Arabia Saudí, Cátar y Turquía: armas y expansión de la influencia suní

El papel de Arabia Saudí y Cátar, cabezas visibles del Consejo de Cooperación del Golfo, está siendo decisivo en la financiación y la logística del aprovisionamiento de armas y municiones –incluido armamento antitanque– de los rebeldes sirios. Jordania estaría sirviendo de puerto de entrada para este aprovisionamiento. Hace tan sólo unas semanas se produjo un relevo en la jefatura de la inteligencia saudita. El nuevo jefe de los espías saudíes, el príncipe Bandar bin Sultan, fue embajador en Washington durante más de veinte años, entre 1983 y 2005.

Respecto a Turquía, Estados Unidos ha tenido que ejercer una intensa labor de persuasión para que se involucrase de lleno en el conflicto sirio. La operación de suministro de armas y apoyo a través de Turquía estaría contando con la colaboración de agentes de la CIA estadounidense, que tendría un pequeño grupo operativo en el sur del país gobernado por Erdogan. La orden firmada por Obama excluye el suministro de armas estadounidenses a los rebeldes. No excluye, sin embargo, la entrega de armas a través de países intermedios o de traficantes de armas privados, una variante empleada en otros conflictos: sin embargo, hasta el momento, no hay informaciones fiables en ese sentido. Según Reuters se estaría recurriendo como centro logístico una base aérea turca, utilizada en el pasado por Estados Unidos, situada a unos 100 kilómetros de la frontera con Siria, en las proximidades de la ciudad turca de Adana.

En varias informaciones relacionadas con la cadena de suministro de armas estarían implicados también los Hermanos Musulmanes sirios (que tuvieron un papel destacado en la revuelta suní contra el padre de Al-Asad, que terminó con la Masacre de Hama en 1982). Respecto a este grupo, Yassin Swehat comenta que su peso político dentro de Siria era, hasta el inicio del conflicto, casi inexistente: “Llevan 30 años desterrados y esto se nota, tanto en que fue un partido político que ha envejecido mucho (y mal) como en su pérdida de contacto con su potencial base social. Han medio resucitado gracias a la financiación de Catar y a que algunos sectores simpatizan con ellos, no tanto por su islamismo (de hecho los HHMM tienen un discurso de apariencia bastante liberal, mucho más que en otros países) como por el hecho de que los ven como los que más firmes se están mostrando contra el régimen y los que menos posibilidades tienen, por lo tanto, de querer entenderse con Al-Asad, a diferencia de la oposición interior”.

Arabia Saudí, Catar y Turquía eran países aliados del régimen de Al-Asad hasta hace tan sólo unos meses. Si resulta asumible –aunque no seguro: en Oriente Medio poco resulta seguro– que el papel de Turquía en una futura Siria post Al-Asad contribuya a una reconstrucción nacional sensata –y a un reequilibrio regional que, sin dejar de favorecer su papel de potencia, trate al mismo tiempo de no incendiar todavía más la zona–, parece menos probable que un país como Arabia Saudí, uno de los peores regímenes del Golfo, con recientes episodios represivos contra su población chiíta y contra los manifestantes chíies en Bahreim –sede de la Quinta Flota estadounidense– que intentaron reproducir una Primavera Árabe, vaya a ofrecer una colaboración entusiasta y decidida a la hora de construir una Siria más libre que con Al-Asad.

Algunos analistas, como el brasileño Pepe Escobar, han destacado el papel de Arabia Saudí –en mayor o menor sintonía con Estados Unidos– a la hora de enturbiar la situación en Irak e impedir la regeneración política en Yemen y sus maniobras, exitosas hasta la fecha, para impedir que el estatus quo político en Egipto se desbocase en una transición esperanzadora, desde el punto de vista democrático. A nivel interno, las autoridades saudíes se aplican ejemplarmente a reprimir a la minoría chiíe del país y continúan fieles a su interpretación –para muchos, incluidos muchos musulmanes, desquiciada– de la ley islámica. Las mujeres saudíes sufren especialmente la falta de oportunidades para desarrollar una vida independiente. Que muchas leyes de Arabia Saudí no sean consideradas como delirios propios de un perturbado es sólo un convención geopolítica: mientras tengan petróleo continuarán siendo interlocutores válidos.

En una posición similar a la de Arabia Saudí respecto al conflicto sirio se encuentran los Emiratos Árabes Unidos. Desde Abu Dabi se han enviado generosas cantidades de dinero a los rebeldes. A nivel interno, los Emiratos Árabes no pueden ser considerados un país ejemplar. Según Amnistía Internacional, durante todo el mes de julio las autoridades del país se han dedicado a detener a varias figuras opositoras relevantes. La última de las noticias sobre progresos democráticos que llegan del emirato. Al parecer, las garantías procesales de los detenidos no estarían siendo respetadas.

Poco se puede esperar, por otra parte, de la Liga Árabe. Algo que no resulta extraño. La presidencia rotatoria recae en estos momentos en Kuwait. Hace unas semanas las autoridades kuwaitíes decidieron reprimir por enésima vez una manifestación de ciudadanos en situación legal de apatridia (bidoon), que desde hace años reclaman el poder disfrutar de los derechos más básicos, incluido el de ciudadanía.

Así las cosas, ¿resulta tranquilizador que Arabia Saudí, Catar y Turquía se estén encargando casi en exclusiva de la logística del suministro de armas y entrenamiento de combatientes o resulta simplemente útil a corto plazo? Por una parte, Estados Unidos y Europa pueden permitirse afirmar que todo el asunto no va con ellos: es una cuestión regional, nosotros apenas intervenimos. Las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores Británico, William Hague, cuando aseguró que el Reino Unido está prestando asistencia “práctica pero no letal” a los rebeldes sirios da la medida de la implicación pública de las potencias occidentales. Si usted era de los que pensaba que la retórica, incluso la retórica diplomática, tenía sus límites, no deje de prestar atención a las declaraciones de las cancillerías occidentales: al hablar de Siria parecen decididas a superar esos límites con una brillantez que los dadaístas no siempre alcanzaron a la hora de subvertir la lógica de la retórica burguesa.

A medio y largo plazo, la falta de implicación directa de las potencias extranjeras puede convertirse en un problema para sus intereses. En un gran problema si la situación se complica. Salvando todas las distancias con Libia –que son muchas, por suerte para los sirios– se puede pensar en el Afganistán de los años 80 y en el apoyo de Estados Unidos a los muyahidines afganos –y extranjeros– que combatieron contra la Unión Soviética. Los servicios de inteligencia paquistaníes, el ISI, al gestionar los envíos de dinero y de armas estadounidenses, estableciendo toda la red de contactos, pactos y promesas, acumularon tal grado de poder y se hicieron tan indispensables para los servicios secretos occidentales que, desde entonces, no han dejado de resultar altamente problemáticos, tanto a nivel externo como en el propio Paquistán.

Yassin Swehat puntualiza, además, que los diversos canales abiertos para la entrega de armas a la resistencia siria no parecen estar funcionando a pleno rendimiento en cuanto eficacia y eficiencia, al menos no en algunos casos: “Está claro que hay potencias regionales (Turquía, Catar, Arabia Saudí) que están armando a ciertos sectores, y en ciertas zonas nada más: las áreas que más interesan a cada potencia. Pero también es un hecho el aumento desaforado del precio de la munición en el mercado negro de armas en Siria, un mercado que siempre existió, y que permitió la formación de muchas fortunas de personajes muy afines al régimen y a sus servicios de seguridad. Esto indicaría que hay mucha gente que está comprando dentro del país, a la que le estaría llegando armamento desde fuera. Es un dato, en mi opinión, importante, y confirmaría las quejas de muchos batallones de que no les llega nada de lo que se dice que se le envía, ni de parte de potencias extranjeras, ni de parte de donantes sirios en el exterior”.

Según algunas noticias aparecidas en medios turcos, desde Ankara –también desde Washington– ya se estaría planeando una transición siria que reservase al ejército turco un papel relevante. Se querría evitar el error que se cometió en Irak en 2003 desmantelando casi por completo el ejército de Sadam.

Gaseoductos

En julio de 2011, se anunciaba la firma de un acuerdo entre los gobiernos de Irán, Irak y Siria para la construcción de un gaseoducto que transportaría gas iraní hasta Siria atravesando Irak. Los tres gobiernos coincidían en una cosa: no están controlados por suníes. La inversión prevista era de 10.000 millones de dólares y el plazo de ejecución de unos 3 años. El proyecto, en estos momentos, se podría considerar en vía muerta.

El desenlace del conflicto sirio condicionará que varios proyectos energéticos internacionales, que en estos momentos se encuentran en fase de preparación, puedan llegar a contar a Siria como territorio de paso. Como explicó hace unos meses en un artículo la profesora de la Universidad de Barcelona Nazanín Armanian, en Siria se puede estar resolviendo el futuro del suministro energético de la Unión Europea y China, así como el poder futuro de las gasísticas rusas como proveedores privilegiados.

Los tres vetos de China y Rusia

Los tres vetos de China y Rusia hasta la fecha han impedido que el Consejo de Seguridad de la ONU acordase medidas de presión contra el régimen de Al-Asad. La mayoría de los analistas coinciden al señalar que la actitud de Rusia y China tiene mucho que ver con las consecuencias de la Resolución 1973, de marzo de 2011, mediante la cual el Consejo de Seguridad permitió la intervención aérea en Libia y el apoyo decidido a la oposición armada libia. China y Rusia se habrían sentido traicionados por las potencias occidentales: no estaba previsto el fin de Gadafi y de su régimen.

Se ha hablado mucho también de la importancia geoestratégica que tiene para Rusia la base naval de Tartus, en territorio sirio desde hace más de 40 años. Único puerto seguro para la flota rusa en el Mediterráneo, Rusia temería perderla en caso de que el régimen de Al-Asad caiga y sea reemplazado por un gobierno menos amigable para los rusos. Siria es, además, uno de los principales compradores de armas rusas. Moscú no ha dejado de enviar armas al régimen de Damasco. Hace tan sólo unas semanas fue interceptado frente a las costas inglesas un carguero que se dirigía a Siria con armamento ruso, incluidos misiles y helicópteros de combate.

Otro motivo para que Rusia se oponga a la toma de medidas contra el régimen de Al-Asad tiene que ver con la situación del Cáucaso. Resultaría difícil equilibrar retóricamente un apoyo a las tropas rebeldes sirias con la pacificación manu militari del Cáucaso que el régimen de Putin ha llevado a cabo desde hace más de una década.

Una lectura similar puede hacerse de la oposición China a una resolución del Consejo de Seguridad que condene al régimen de Al-Asad. Por una parte, China es uno de los principales socios comerciales de Siria. El volumen de negocios entre ambos países no había dejado de crecer en los últimos años: las medidas de apertura económica han favorecido las importaciones chinas. Por otra parte, Pekín no puede permitirse apoyar un movimiento rebelde contra un régimen como el de Al-Asad, del mismo modo que no podía permitirse un apoyo a los rebeldes libios. La legitimidad de la ocupación y la represión en el Tibet y la autocracia que el gobierno de Pekín ejerce en su propio país resultarían heridas, cuando menos, a nivel dialéctico si China se dedicase a apoyar a movimientos rebeldes que tratan de derrocar a regímenes autocráticos. Otro aspecto a tener en cuenta es la seguridad energética del país asiático. Altamente dependiente de las importaciones de petróleo provenientes de Oriente Medio, incluidas las que realiza desde Irán, China no puede permitirse perder capacidad de acceso a esos recursos energéticos si quiere mantener su ritmo de crecimiento económico. En 2010, las importaciones de petróleo desde Oriente Medio supusieron un 46% de las totales del país.

En caso de una caída de Al-Asad, tanto la diplomacia rusa como la china tendrán que empeñarse en conseguir, tal y como han hecho en Libia, que su decisión de vetar el apoyo de la ONU a los rebeldes no les pase factura a nivel económico. En Libia lo consiguieron, al menos en parte: ya se han firmado acuerdos energéticos entre compañías chinas y rusas y el nuevo gobierno libio. Considerando su nulo apoyo a los rebeldes libios, ambas potencias no han salido tan mal paradas.

El reportero de The New Yorker Jon Lee Anderson se refería hace unos días a la madeja de intereses y alianzas que el conflicto sirio está generando: “¿Qué significan todos estos alineamientos? Que, sea lo que fuere que ocurra adentro de Siria –y puede llegar a ser horrible, ciertamente, e involucrar mayores matanzas–, también se libra una confrontación internacional. Al final, Siria puede terminar siendo sólo una escaramuza dentro de un conflicto más amplio, como algunos temen. Pero suena plausible que Siria esté destinada a ser un punto de inflexión histórica. Cualquiera que sea el caso, después de Siria bien podremos hablar abiertamente de una nueva guerra fría, con líneas de batalla dibujadas toscamente, como lo son hoy en ese país, y con nuevos conflictos por venir”.

En un reciente artículo publicado en The New York Review of Books, el politólogo canadiense Michael Ignatieff otorgaba una dimensión a los vetos de Rusia y China que supera el bloqueo concreto del Consejo de Seguridad sobre unas determinadas sanciones contra el régimen de Al-Asad, e incluso en las tan debatidas sanciones contra Irán. Según Ignatieff esos vetos pueden interpretarse en clave de futuro como una significativa advertencia de los tiempos geopolíticos que están por venir: un futuro en el que Estados Unidos y Europa ya no podrán hacer y deshacer con tanta libertad. Según Ignatieff, el mensaje que Rusia y China quieren enviar sería: “Este no es vuestro mundo, quieren hacernos saber, y la historia no se está moviendo en vuestra dirección. Tenéis que contar con nosotros”.

Javier Martín, uno de los periodistas españoles con más experiencia en Oriente Medio, es autor de tres libros publicados por la editorial Libros de la Catarata: Hizbulah. El brazo armado de Dios (2006); Suníes y chíies. Los dos brazos de Alá (2008); y Los Hermanos Musulmanes, este último publicado hace un año.

Mikel Ayestaran, periodista free-lance para el Grupo Vocento y la televisión vasca, ha informado sobre algunos de los conflictos más relevantes de los últimos años. Sus reportajes, muchos de ellos multimedia, pueden leerse en su página web, en la que también mantiene un blog.
Yassin Swehat, bloguero hispano-sirio que mantiene dos blogs, uno en castellano, El Cofre Damasquino, y otro en árabe, con información y comentarios sobre la actualidad siria y Oriente Medio.
Lino González Veiguela es periodista. Sus artículos más recientes en FronteraD han sido Diccionario de la crónica hispanoamericana, República Centroafricana: el Estado inexistente refugio de Joseph Kony, Siete consejos de Charles Simic a los jóvenes poetas y Wojciech Jagielski, la complejidad del mundo. En FronteraD mantiene el blog El mundo no se acaba