¿Qué sabemos sin lugar a dudas sobre lo que está pasando en
Siria? Relativamente poco. O, al menos, no tanto como deberíamos saber
considerando la atención que ha despertado el conflicto en los medios. Sólo
sabemos que están muriendo sirios y que continuarán muriendo muchos más. Ni
siquiera tenemos claro cuántos sirios han perdido la vida. Podríamos estar
hablando de 20 mil muertos, de los cuales 14 mil habrían sido civiles, según
estimaciones de organizaciones próximas a la resistencia siria. Otras fuentes,
como la ONU, calculan en 17.000 los muertos.
® Mapa de Siria |
Las masacres han sido periódicas y en una paulatina escalada
de crueldad. Según todos los indicios, la mayoría habría sido cometida por las
tropas del régimen o sus para-milicias afines. El régimen, por su parte, ha
acusado a los rebeldes de cometer algunas de las matanzas, en especial contra
soldados sirios. Algunas de estas acusaciones han sido confirmadas por el
gobierno iraquí. Las pocas investigaciones ponderadas que han intentado
llevarse a cabo no descartan que, en efecto, elementos de las fuerzas
opositoras al régimen de Al-Asad hayan podido cometer por su parte matanzas
igual de odiosas que las imputadas a las tropas gubernamentales. Es el caso de
la masacre de Houla: 108 personas asesinadas, incluyendo 49 niños y 34 mujeres.
Las informaciones que han llegado desde Siria en los últimos
meses han estado contaminadas, en gran medida, por un uso excesivo del tiempo
condicional y la sensación de que las contradicciones superan con mucho a las
certezas: el régimen de Al-Asad podría caer de un día a otro; el régimen podría
durar más de lo que se piensa, aunque no se descarta que a medio plazo
terminará por caer; las filas de los rebeldes podrían estar controladas por
grupos yihadistas; potencias extranjeras estarían interviniendo en el
conflicto; potencias extranjeras estarían negándose a implicarse en el
conflicto, etcétera.
Citando la ya famosa frase de un auténtico especialista en
campañas de desinformación, el ex secretario de defensa estadounidense Donald
Rumsfeld, sobre el conflicto que vive Siria se podría decir: “Hay cosas que
sabemos que sabemos. También hay cosas desconocidas conocidas, es decir, que
sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay cosas
desconocidas que desconocemos, las que no sabemos que no sabemos”.
Conviene tener presente que, cuando se dispone de
información poco fiable pero no conseguimos desprendernos de esa necesidad
imperiosa y tan humana de llegar a una conclusión que explique la realidad,
corremos un gran riesgo de equivocarnos. Este intento de poner en claro algunos
de los aspectos más relevantes del conflicto sirio no es una excepción.
Una hoguera de
propaganda
El periodista británico Robert Fisk escribía a finales de
julio que el conflicto sirio está siendo una guerra de mentiras e hipocresía.
Todos los actores internacionales implicados han entretejido, en su opinión,
una (es)tupida y cínica retórica de buenas intenciones hacia el pueblo sirio
para tratar de disimular sus objetivos, su implicación y sus objetivos de
realpolitik.
Javier Martín, ex redactor jefe en las delegaciones de la
agencia EFE en El Cairo y Teherán, se muestra muy desilusionado con la cobertura
informativa que se está llevando a cabo del conflicto sirio: “Creo que es una
de las guerras de las que peor se ha informado en España y de la que menos
sabemos, salvo excepciones honrosas. Al contrario de lo que ocurrió con otros
conflictos, el número de periodistas sobre el terreno es mínimo. Y eso facilita
la difusión de la propaganda por parte de los dos contendientes. La información
que nos llega no es de primera mano, sino que procede de fuentes interesadas
como los Comités o la Organización Siria de derechos Humanos o el propio
régimen. La mayoría de las matanzas que denuncia la oposición no han sido
comprobadas sobre el terreno por fuentes independientes”.
Para Martín, la calidad de la información que estamos
recibiendo sobre Siria tiene mucho que ver con la decisión tomada por casi
todos los medios de abaratar el coste de la información. Reduciendo los
presupuestos para los viajes, y por tanto el envío de periodistas a la zona del
conflicto, han reducido implícitamente la calidad de la información: “Al beber
todos de las mismas fuentes, al confiar en la propaganda y la información que
circula por la red y que proviene de fuentes interesadas, la información se
homogeniza, se hace más plana y el lector no siente necesidad de pagar por leer
una noticia, ya sea digital o en papel, si tiene la misma gratis por otros
medios. Así que se produce un círculo vicioso que va en detrimento de los
periodistas y de periodismo, cada vez más desprestigiado. A día de hoy, si
haces una pequeña encuesta entre la gente de a pie y le preguntas quienes
combaten en Siria y por qué, te sorprenderías de la falta de conocimiento que
existe. Y de eso no tiene la culpa nadie más que los propios medios de
comunicación”.
Mikel Ayestaran, enviado especial del grupo Vocento al
conflicto, nos cuenta que ha viajado dos veces a Siria en los últimos meses. La
primera en enero y la última hace unas semanas, en junio. En ambas ocasiones ha
entrado en el país por medios legales: es decir, solicitando y obteniendo un
visado en regla emitido por las autoridades de Damasco. Comenta que otros
periodistas han entrado en el país sin visado. La experiencia de estos
profesionales, nos dice, será diferente a la suya: “El trabajo del periodista
que entra en Siria con un visado depende de la libertad de movimientos que te
da el ministerio. En enero era total, y aunque no te recomendaban viajar a
zonas liberadas, tampoco te lo prohibían, por lo que pude trabajar en todos los
barrios rebeldes de Damasco y en pueblos liberados como Zabadani. En junio fue
diferente y sólo te podías mover fuera de la capital siguiendo a los vehículos
de la ONU, una gran limitación y un gran peligro, porque estaban en el punto de
mira, sobre todo de los paramilitares leales a Al Assad. En Latakia fui testigo
de una emboscada que pudo ser mortal de no ser por el blindaje de los
vehículos”.
Se ha escrito que los medios internacionales han favorecido
las informaciones procedentes del bando rebelde. Ayestaran explica: “Sí, creo
que es cierto, pero hay motivos para ello. Sin entrar en el fondo político de
la cuestión, la oposición da más facilidades a la prensa extranjera, ha
trabajado muy bien las redes sociales, cuenta con el apoyo del periodismo
ciudadano que cada día sube vídeos a Youtube, y parte con la ventaja de que
nadie cree la versión oficial en un país de este tipo donde los medios
oficiales han sido tradicionalmente máquinas de manipular”. Ayestaran reconoce
que esta toma resulta en muchos sentidos problemático: “Las grandes agencias y
medios occidentales y árabes apuestan abiertamente por la caída del régimen y
sirven de plataformas para los mensajes opositores, aunque esto les lleve a no
contrastar muchas veces lo que cuentan”.
En este sentido, Ayestaran destaca el papel de las dos
grandes cadenas de información árabes, Al Arabiya y Al Jazeera, ejemplares en
muchos sentidos durante los últimos años, informativamente hablando, que emiten
respectivamente desde Arabia Saudí y Catar, dos de los países que más están
ayudando a la resistencia Siria: “Su profesionalidad –sobre todo la de sus
canales en árabe– ha quedado en entredicho”.
Javier Martín coincide con Ayestaran al cuestionar el papel
de los dos canales árabes a la hora de informar imparcialmente sobre Siria:
“Las revueltas de los dos últimos años del mundo árabe no habrían sido posibles
sin Al Jazeera, que creó una corriente de opinión nueva y rompió las barreras
tendidas por los dictadores árabes frente a la libertad de expresión. Pero
dicho esto, en varios conflictos, y en particular ahora en Siria, ha
arrinconado cierta neutralidad y servido también para promover la visión de la
familia Real catarí, país que junto a Arabia Saudí, encabeza el frente árabe
contra Bachar al Asad”.
Uno de los enviados a Siria del diario inglés The Guardian,
Luke Harding, escribía hace unos días desde el norte del país sobre el uso de
internet y las redes sociales para distribuir la información producida por los
propios combatientes. Destacaba que en muchos batallones de opositores trabajan
combatientes dedicados casi en exclusiva a filmar escenas de batallas entre
rebeldes y soldados sirios. Algunos vídeos –como éste, en el que puede verse a
un grupo de rebeldes inutilizando un tanque al grito repetitivo, casi
hipnótico, de “¡Dios es grande!” –, destacaba Harding, te hace sentir todo el
miedo y la adrenalina que se experimenta en mitad de un combate. Para el
enviado británico, los rebeldes ganaron ya hace meses la batalla de la
información: y, en muchos casos, la de la propaganda.
Según Ayestaran, el principal problema que afrontan tanto
los periodistas que entran en Siria de forma legal como aquellos que escogen
otras vías de entrada es la seguridad: “Los periodistas, como los ciudadanos
sirios, ya no están seguros en el país. Y esto sólo acaba de empezar”.
¿De qué hablamos
cuando hablamos del Ejército Libre Sirio?
No parece que pueda hablarse de una resistencia armada siria
homogénea, más allá de la coincidencia en cuanto al objetivo inmediato de todos
los grupos que forman parte del Ejército Libre Sirio (ELS): el derrocamiento
del régimen de Al-Asad. La sintonía entre algunos grupos no excluye la
descoordinación entre muchos otros.
Yassin Sweat, un joven hispano-sirio que mantiene el blog El
Cofre Damasquino, explica a vuelta de correo que: “La resistencia armada siria
teóricamente está englobada en el Ejército Libre de Siria. Digo teóricamente
porque está claro que el Ejército Libre no existe como estructura: existe el
emblema, el nombre, el símbolo, y poco más. La resistencia armada tiene
carácter disperso y extremadamente local, basado sobre todo en militares
desertores y civiles que se armaron para hacer frente al ejército del régimen
en sus propias aldeas y barrios, en general además sin ni siquiera establecer
una coordinación con otros barrios y aldeas vecinas. Esto sucedió en Homs, por
ejemplo. Este es el carácter general de casi la totalidad del centenar largo de
batallones que existen hoy”.
Algunas de las armas en manos de los rebeldes provienen de
los arsenales del ejército sirio, que o bien fueron tomadas como botín por los
rebeldes o bien llegaron a su manos a través de desertores. Otra parte nada
despreciable del arsenal rebelde provendría de los envíos que se están canalizando
a través de países como Turquía y Jordania, financiados por las diversas
potencias implicadas en propiciar la caída de Al-Asad. Además de armas ligeras,
los rebeldes necesitan armamento que pueda hacer frente a las divisiones de
tanques y a la aviación, que tantas bajas está causando con sus ataques contra
enclaves urbanos.
Por lo que respecta a la ideología de los grupos que forman
esa resistencia armada, Swehat explica: “El caldo de cultivo social de la
resistencia armada está en la periferia de las grandes ciudades y en zonas
rurales, sobre todo en el ámbito rural del eje Damasco-Aleppo (Homs, Hama,
Idleb). Son los sectores más empobrecidos y castigados por el régimen, también
los más conservadores. Hay que tener en cuenta que 40 años de bloqueo
dictatorial de la cultura, la prensa y la actividad política han hecho que una
parte considerable de la población considere la religión como uno de los pocos
modos de compartir el espacio público: esa parte de la población sólo sabe
expresarse a través del lenguaje religioso y las ceremonias religiosas (eso
explicaría los rezos en grupo durante las manifestaciones, las consignas que
muestran gran devoción a Dios, incluso los nombres y la simbología religiosa de
los batallones armados). Esto no quiere decir que este conservadurismo sea
automáticamente yihadista o integrista, sino que casi siempre expresa un
profundo vínculo de carácter identitario frente a una agresión extremadamente
violenta. Ahora bien, que no sea automáticamente yihadista no quiere decir que
no pueda pasar a serlo, y el instrumento para que lo sea es doble”.
Oposición siria
La oposición siria no ha sido capaz de encontrar, hasta la
fecha, una voz única que aglutine siquiera a una mayoría minoritaria de
opositores. Por lo que respecta al futuro, los líderes de la oposición en el
exilio –principalmente en Abu Dabi, Egipto y Turquía– querrán erigirse en
timoneles de una eventual transición. Sin embargo, elementos de la oposición
interna –incluidos los mandos militares que han desertado del ejército sirio y
que ahora combaten en las filas rebeldes– han expresado ya que no aceptarán
quedarse al margen del poder político.
Javier Martín, ex redactor jefe en las delegaciones de la
agencia Efe en El Cairo y Teherán, comentaba hace unos días en su blog las
tensiones internas que dividen a la oposición: “Solo en la última semana, los
tres grupos más destacados han ofrecido sendas propuestas diferentes sobre el
futuro político del combate. El Consejo Nacional Sirio (CNS), principal
plataforma opositora, integrada por kurdos, árabes, cristianos, musulmanes
suníes y otras minorías, anunció días atrás que ya se han iniciado los
contactos para la formación de un gobierno provisional que pilote una eventual
transición. Apenas 24 horas después, el Ejercito Libre Sirio (ELS), que lucha
sobre el terreno y está formado en su mayoría por desertores del Ejército y
extremistas islámicos, acusó a ciertos políticos de querer aprovecharse de la
sangre de los mártires y advirtió de que el primer paso debe ser la formación
de un Consejo Superior de Defensa, en el que compartan responsabilidad civiles
y militares. Solo un día más tarde, un tercer grupo de opositores anunció su
salida del CNS y la creación de una nueva entidad, con objetivos diferenciados.
Dirigido por el juez Haizam al-Maleh, el nuevo Consejo para la Revolución Siria
recrimina al CNS –dominado por los Hermanos Musulmanes– que se haya desligado
de la realidad sobre el terreno para perseguir sus propias quimeras”
Armonizar los intereses de la oposición interna, que es la
que realmente está sufriendo y afrontando la lucha contra Al-Asad, y de la
oposición en el exilio, no será fácil. Como recuerda Javier Martín, la división
principal tiene que ver con el modo de gestionar una eventual transición y con
quiénes habrán de ser sus figuras destacadas: “En el fondo de la disputa se
atisba la disparidad de criterio que existe sobre el papel que deben desempeñar
aquellos miembros del círculo íntimo del régimen que, como el general Manaf
Tlas, han decidido desertar. Algunos consideran que deben formar parte e
incluso liderar el proceso de transición; otros, como el propio Al-Maleh,
insisten en que deben permanecer apartados y someterse al dictado de la
Justicia por su vinculación con el gobierno. Una polémica que amenaza con
ahondarse a medida que se redoblen las defecciones, como la del ya ex primer
ministro Riad Farid Hijab”.
Refugiados
Al drama de los miles de muertos en Siria se suma el flujo
de refugiados que está provocando desde hace meses el conflicto. Cada día que
pasa, miles de sirios abandonan sus hogares: algunos se convierten en
desplazados internos y otros consideran más seguro abandonar el país. Siria
tiene fronteras con Líbano, Jordania, Irak, Israel y Turquía. Todos los
países –menos Israel– están recibiendo
refugiados sirios.
El pasado 13 de agosto, el Alto Comisionado para los
Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) publicaba una nota con las cifras de
refugiados que están tratando de gestionar con bastantes dificultades y poco
presupuesto:
–Irak: unos 13 mil iraquíes que se habían refugiado en Siria
huyendo de la inestabilidad en su país han regresado ya a Irak durante el
primer semestre de 2012. El gobierno de iraquí ha anunciado que permitirá la
entrada de sirios en su territorio. Unos 13.700 han sido registrados ya por
ACNUR. Se desconoce la cifra de refugiados que están a la espera de registro.
–Líbano: mantiene sus fronteras abiertas para la entrada de
refugiados. Unos 36.800 sirios han sido registrados como refugiados en
territorio libanés. Hay varios miles a la espera de inscribirse.
–Jordania: unos 45.800 sirios se han inscrito ya como
refugiados en Jordania. Existe el temor de que aún no se han registrado varios
miles de sirios que se encuentran ya en territorio jordano. Organizaciones
locales han calculado que hasta 50.000 los refugiados podrían estar a la espera
de asistencia.
–Turquía: según cifras del gobierno turco, más de 50.000
sirios han entrado ya en territorio turco. El aumento de la vigilancia de
Ankara de sus pasos fronterizos no ha cerrado el paso a los refugiados. Turquía
ha levantado ya varios campamentos de refugiados.
ACNUR aseguraba comienzos de agosto que disponía tan sólo de
un 26% de los fondos necesarios –unos 192 millones de dólares en total, según
sus cálculos-–para atender adecuadamente a todos los refugiados sirios. A estos
miles de refugiados habría que sumar los desplazados internos. Sólo los
combates en Alepo en la última semana de julio generaron en torno a 200.000
desplazados en unos pocos días. Tanto refugiados como desplazados internos
necesitan productos y atención de primera necesidad: agua potable, alimentos,
mantas, colchones y productos higiénicos.
Las cifras –de espanto– que sirven para calcular las
dimensiones del desastre crecen día a día.
¿Asistimos en Siria
al preludio de una intervención en Irán?
No está confirmado que el inicio de las protestas contra el
régimen, en marzo de 2011, estuviera motivado por otra razón que el hartazgo de
una parte de la población siria con el régimen.
En su reciente libro sobre las revueltas árabes, titulado Yo
muero hoy (Debate, 2012), la periodista española Olga Rodríguez expone la
historia de algunos grupos de la oposición siria que, durante la última década,
mantuvieron la débil pero constante llama de la oposición interna en Siria, a
pesar de que las viejas figuras de los grupos tradicionales de la oposición
–incluidos los Hermanos Musulmanes– vivían desde hace lustros en el exilio. El
libro de Rodríguez es una lectura absolutamente recomendable si se quiere
rastrear la genealogía de los movimientos opositores en varios países del norte
de África.
Además de políticos, influyeron también factores
socio-económicos. El decreciente rendimiento de la economía Siria en los
últimos años, a pesar de experimentar tasas de crecimiento positivas, ha
provocado un aumento del desempleo, que ha afectado en especial a los jóvenes.
Hay que tener en cuenta, además, que la población siria ha crecido
considerablemente: en unos cuatro millones de personas entre 2005 y 2011, según
cifras de The Economist. Precisamente en 2005, el gobierno sirio comenzó a
aplicar una seria de reformas económicas que tenían por objeto modernizar su
economía, lastrada a los ojos de los inversores –y de instituciones como el
Fondo Monetario Internacional– por un excesivo control del Estado. Entre las
medidas que se tomaron destacó la progresiva eliminación de varios subsidios
estatales.
A comienzos de 2011, unas semanas antes de que se iniciaran
las protestas que han desembocado en el conflicto armado, The Ecomomist
informaba de que el gobierno sirio, “aun a riesgo de encajar”, parecía decidido
a continuar reduciendo la intervención estatal en la economía. Esas medidas de
“apertura económica” no supusieron, sin embargo, beneficios concretos para la
mayoría de la población. Suele ocurrir cuando se expone una economía al libre
mercado extremo sin estar preparada para ello. La inflación en el país se había
disparado, especialmente el precio de los alimentos básicos y de la energía,
sin que los salarios de aquellos que contaban con un trabajo experimentasen un
alza del mismo jaez. Resultado: malestar generalizado entre la clase media y
las clases bajas. A todo ello hay que sumar el estilo autocrático de gobierno
de la minoría alauita en complicidad con una casta privilegiada que ha hecho y
deshecho a su conveniencia durante más de cuatro décadas: uno de los
principales lastres económicos y sociales. La economía siria, como es lógico,
no ha hecho más que empeorar desde marzo de 2011.
La brutal represión de las protestas llevada a cabo por el
ejército consiguió inflamar los ánimos de muchos sirios. Los manifestantes
crecieron en número y el desafío al régimen se reforzó.
A nivel internacional, la respuesta no fue ni mucho menos
rápida. Las potencias –tanto regionales, como Turquía y Arabia Saudí– como
mundiales –Estados Unidos, Israel, Reino Unido y Francia– tardaron varios meses
en implicarse en el conflicto. Todavía sigue resultando arduo saber de qué
estamos hablando cuando nos referimos a la oposición siria. Los líderes de los
grupos más conocidos, exiliados desde hace años, tenían poco contacto con la
realidad del país. Tampoco resultaba fácil decidir a qué grupos armados había
que facilitar apoyo, armas y municiones.
Según el ex agente de la CIA Robert B. Baer la inteligencia
estadounidense dispone de muy poca información fiable sobre la compleja
oposición siria. En su opinión, lo mejor que ha podido hacer la CIA es aliarse
con la inteligencia turca, delegando en los turcos la elección de que grupos,
de entre los muchos que componen el Ejército Libre Sirio (ELS) son los más
adecuados para recibir armas y apoyo logístico.
La evolución de los acontecimientos ha terminado por
complicar terriblemente las perspectivas internacionales del conflicto.
¿Beneficia a Israel –y a sus planes de ataque contra las instalaciones
nucleares iraníes– la caída de Al-Asad? ¿Beneficia a Estados Unidos la caída de
uno de los pocos regímenes chíies de la región, aliado inquebrantable de Irán?
En principio, una Siria sin Al-Asad mermaría la capacidad de
Irán para maniobrar en Oriente Medio, lo que beneficiaría tanto a Israel como a
Estados Unidos. Especialmente si al final se decide llevar a cabo un ataque
contra Irán. Estados Unidos ha venido retrasando los planes de Israel: no se
descarta que el motivo principal tenga que ver con las elecciones
norteamericanas que se celebrarán en noviembre. Hasta la fecha, Estados Unidos
ha podido atemperar los impulsos del gobierno israelí de atacar cuanto antes a
Irán. Desde Washington –y desde algunos medios estadodunidenses– se sigue
apostando por agotar las vías diplomáticas, aunque no estén dando los
resultados deseados.
A día de hoy resulta difícil saber si una Siria post Al-Asad
ofrecerá una transición más o menos pacífica o si el país se precipitará en un
caos incontrolado, una versión actualizada de la guerra civil libanesa. Este
escenario no es el deseado por Israel. A fin de cuentas, por malo que fuese el
régimen de Al Asad para sus intereses y su seguridad, era un enemigo conocido,
con el que incluso se establecieron unas tímidas negociaciones sobre los altos
del Golán.
Desde hace varios meses, y a pesar de las compasivas y pacificadoras
declaraciones oficiales, la preocupación de todos los actores implicados va más
allá del sufrimiento del pueblo sirio: suponiendo que en algún momento fuesen
esas las preocupaciones principales.
Lo que ocurra en Siria afectará, en distinta medida, a casi
todos los países de la zona. Y, en consecuencia, a los intereses geopolíticos
de todas las potencias mundiales.
Robert Fisk titulaba uno de sus recientes artículos: A fin
de cuentas, todo lo que Israel y sus aliados occidentales quieren hacer es
quebrar a Irán vía Siria.
A día de hoy, la relación lógica entre el conflicto sirio y
la posición internacional de Irán parece obvia, pero eso no significa –no hay
pruebas– de que haya sido así desde el inicio de las protestas.
La respuesta iraní
Irán ha ejercido su influencia en Oriente Medio a través de
acuerdos de suministro energético y mediante la financiación de grupos chiíes
como Hamás y Hizbullá. El régimen sirio es uno de los pocos que se ha aliado de
forma inquebrantable con Teherán en la defensa de los intereses iraníes. Eso no
ha impedido que una parte nada despreciable de la producción de petróleo siria
se haya vendido a clientes estadounidenses. Estados Unidos se habría servido
también de los servicios de las autoridades sirias tras el 11-S para obtener
confesiones de presos capturados en diversas partes del mundo. Como ha resumido
el ex agente de la CIA Robert Baer en una estremecedora frase, “si quieres que
alguien sea interrogado, envíalo a Jordania. Si quieres que alguien
desaparezca, envíalo a Egipto. Si quieres que alguien sea torturado, envíalo a
Siria”.
Irán, por descontado, es consciente de la importancia que
tiene Siria para sus intereses y no ha dejado de prestar asistencia al régimen
de Al-Asad.
Para Teherán el horizonte no está precisamente despejado. La
situación en Siria reduce su margen de maniobra ante una posible intervención
israelí contra sus instalaciones nucleares. Con el régimen de Damasco
concentrado en sobrevivir –su derrocamiento comportaría un gobierno suní que en
ningún caso se alinearía con los intereses iraníes–, Teherán tiene pocas opciones y todas parecen
pasar por fortalecer sus relaciones operativas con grupos como Hizbullá. A
finales de julio, el medio estadounidense ProPublica advertía sobre esa posible
estrategia, uno de cuyas primeras consecuencias habría sido el atentado contra
turistas israelíes en una ciudad costera de Bulgaria. De confirmarse esta
estrategia, no se descarta que puedan producirse ataques similares en un futuro
en suelo europeo, latinoamericano e, incluso, estadounidense.
Hace unas semanas se conocía que Irán está procediendo a
tomar medidas que supriman una de sus debilidades: la falta de seguridad de sus
redes de internet, incluidas las que sirven para controlar instalaciones
vitales para el país, como las de su programa nuclear. En los últimos años Irán
ha sufrido numerosos e importantes ciberataques.
Turquía: antiguo
aliado de Al-Asad
El papel de Turquía como un actor relevante en el conflicto
sirio ha ido ganando en complejidad en los últimos meses. Antiguo aliado de
Siria, el gobierno de Erdogan se ha manifestado como uno de los más críticos
con el régimen de Al-Asad.
Desde hace algunos
años, Turquía, afianzada en unas altas tasas de crecimiento sostenidas, ha
venido maniobrando hábilmente para aumentar el diámetro de su esfera de
influencia en el mundo árabe, el Cáucaso e incluso Asia Central. Acuerdos
políticos y económicos con socios dispares que no siempre resultan fáciles de
armonizar, como ocurre con Rusia, reticente a perder el control que tiene sobre
Siria. Sin embargo, las posiciones contrapuestas de Ankara y Moscú respecto al
conflicto sirio no han impedido que Erdogan y Putin escenificasen recientemente
el buen estado de las relaciones económicas entre ambos países.
Su privilegiada posición geoestratégica no es el único
mérito de Turquía. Otros países cuentan con una posición igual de relevante y
no han sabido aprovecharla, como sí ha hecho Turquía, a la hora de obtener
beneficios. Sirva de ejemplo la exitosa estrategia de Ankara para convertirse
en el país de tránsito necesario para dos de los futuros proyectos energéticos
más significativos para el abastecimiento de la Unión Europea. A finales del
año pasado, Turquía daba el visto bueno, tras meses de retrasos, al paso del
gaseoducto South Stream por sus aguas territoriales en el Mar Negro. El South
Stream es el proyecto mimado de Moscú para proveer de gas a Europa sin tener
que pasar por Ucrania o Bielorrusia. La negociaciones entre Rusia y Turquía
para firmar este acuerdo de tránsito, que los turcos alargaron con
requerimientos técnicos, estuvieron condicionadas en todo momento, sin embargo,
por el hecho de que gran parte del suministro energético de Turquía proviene de
Rusia. Turquía es uno de principales clientes de la gasística rusa Gazprom.
La Unión Europea, por su parte, deseosa de reducir su
onerosa dependencia energética de Rusia, patrocina la construcción de un
gaseoducto alternativo, el Nabucco –nombre simbólicamente liberador–. El
tendido proyectado del Nabucco atravesaría el territorio continental de Turquía
de este a oeste.
La cuestión kurda ha condicionado durante décadas la
política interior y exterior de Turquía. La noticia de que Al Asaad ha llegado
a un acuerdo con la minoría kurda que viven en el sur de Siria inquieta, y
mucho, a Turquía. Ha cerrado sus fronteras, aunque por el momento permite la
entrada de refugiados sirios –varios miles ya, y previsiblemente seguirá
aumentando su flujo– y desde el gobierno turco se afirma que no consentirán que
grupos terroristas “sea el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) o Al
Qaeda se establezcan” en su frontera. Fuertemente reprimidos durante décadas
por la dictadura alauita, los kurdos sirios han visto en los últimos meses cómo
Al-Asad les concedía reivindicaciones esenciales, como la concesión de la
nacionalidad siria a unos 300.000 kurdos sirios. Las consecuencias de este
apoyo kurdo al régimen de Al-Asad son imprevisibles. De momento, parece
confirmado que un número significativo de kurdos iraquíes están recibiendo ya
entrenamiento militar en el Kurdistán iraquí –parece poco probable que con el
apoyo del gobierno central iraquí, tal vez ni siquiera con los políticos kurdos
del norte de Iraq– para sumarse a los kurdos sirios en su defensa de las zonas
kurdas sirias.
La profesora y analista Nazanín Armanian afirmaba en el
diario Público: “Erdogan no imaginaba ni en sus peores pesadillas que el
debilitamiento del régimen sirio reforzaría el movimiento kurdo en toda la
región”.
Se estima que la población kurda de Siria, Irak y Turquía
suma 30 millones. El Kurdistán iraquí, donde se localizan una parte
considerable de las reservas energéticas de Irak, ha logrado en estos últimos
años una prosperidad que no comparten sus hermanos sirios o turcos. Turquía,
que mantiene unas relaciones cordiales con los representantes políticos de los
kurdos iraquíes, está tratando de asegurarse su apoyo para neutralizar a los
grupos de kurdos sirios relacionados con el PKK. Sin embargo, según algunos
expertos turcos, esta estrategia está condenada al fracaso puesto que la
influencia de los representantes políticos de los kurdos iraquíes sobre sus
hermanos sirios sería relativamente pequeña.
Los drusos sirios y
los refugiados palestinos
En Siria, la comunidad drusa representa una pequeña parte de
la población, en torno a 500.000 personas, concentradas sobre todo en la región
meridional de Jabla Al Arab. También hay varios miles de drusos atrapados en
esa anomalía político-administrativa que son los altos del Golán, ocupados por
Israel. Hasta la fecha, el grueso de esa comunidad no se ha rebelado contra el
régimen de Al-Asad. El temor a un futuro gobierno suní extremista –y,
seguramente, el temor a que el régimen no caiga tan pronto– parece ser más
grande que el deseo de desquitarse de un historia reciente de represión por
parte de los alauitas. Esta adhesión al régimen no es precisamente entusiasta
por lo que tampoco puede descartarse que cambie al hilo de la evolución de los
acontecimientos.
Se estima que la población de refugiados palestinos de larga
duración en Siria es similar a la de los drusos, unas 500 mil personas. Hasta
el momento, los palestinos refugiados en Siria no se han implicado en un
conflicto que, sin embargo, les está afectando. A los campamentos de refugiados
palestinos, con sus propias deficiencias endémicas (masificación, precariedad
de servicios básicos, etc.), estarían llegando miles de refugiados sirios en
busca de protección.
En palabras de Robert Fisk, la neutralidad por la que están
optando algunas de las minorías presentes en Siria no implica necesariamente
que consigan evitar salir indemnes del conflicto.
¿El gobierno iraquí controla su territorio?
El gobierno iraquí de Al-Maliki, chiíta, ha criticado el
envío de armas a los rebeldes sirios. El mayor temor del gobierno iraquí
respecto a Siria sería la caída de Al-Asad y la formación de un gobierno
extremista suní. Sea cuál sea el desenlace del conflicto sirio, el gobierno
iraquí es consciente de que afectará en mayor o menor medida al equilibrio
político confesional de Irak, lastrado por disputas entre chiíes y suníes, y
con un importante población kurda, en el norte, que controla una parte nada despreciable
de los recursos energéticos. Informaciones de varias fuentes aseguran que
combatientes yihadistas sunís, e incluso miembros de Al Queda, están
atravesando la frontera ente Siria e Irak para sumarse a la resistencia siria.
La violencia en Irak ha aumentado en los últimos meses.
Algunos analistas señalan a la organización Al Qaeda como la responsable,
empeñada en una inédita estrategia de atentados desde su sangrienta campaña de
2006-2007. Convendría, sin embargo, ser muy cauto a la hora de hablar de Al
Qaeda: ¿Sus miembros están en todas partes y tienen tanto protagonismo? Cuesta
creerlo. En todo caso, la inmensa mayoría de las noticias que hablan de la
implicación de Al Qaeda no aportan pruebas de esa ello. ¿Todos los yihadistas
pertenecen a Al Qaeda? No. ¿Resulta atractiva la simple pronunciación del
nombre Al Qaeda para los analistas de distinto pelaje? Cabe pensar que sí, dada
la falta de evidencias de pese que rodean a una parte nada desdeñable de las
informaciones que se difunden sobre la organización.
El hecho es que, como señalamos, la situación en Irak no ha
hecho más que empeorar en los últimos meses. Según informaba recientemente el
International Crisis Group, el gobierno de Al-Maliki no ha sido capaz de
integrar en sus planes de gobierno a partidos políticos como Al-Iraquiya,
formado sobre todo por una núcleo político laico, aunque también incluye
representantes de las comunidades suníes árabes y turcomanas. Resulta difícil
pensar en una transición estable que margine a la minoría suní.
Por su parte, Turquía tampoco está muy satisfecha con el
control que ejerce el gobierno iraquí sobre sus fronteras: se han producido
varios enfrentamientos con víctimas mortales entre militares turcos y
guerrilleros kurdos en las últimas semanas.
¿Yihadistas en Siria?
La presencia de yihadistas internacionales en Siria es
innegable. Libios, tunecinos, e incluso ceutíes –por poner sólo algunos
ejemplos-– han muerto combatiendo contra las tropas de Al-Asad. Sin lugar a
dudas, el régimen de Damasco le conviene exagerar la presencia de yihadistas en
las filas de la resistencia que conforman el heterogéneo Ejército Libre de
Siria (ELS). No se disponen de datos que confirmen que estos yihadistas
supongan una parte mayoritaria de la resistencia siria.
Yassin Swehat comenta lo paradójico que resulta,
considerando la historia reciente, que
el régimen de Al-Asad trate de ofrecer un versión de los hechos en la que
predominen los yihadistas: “En cierto sentido, el régimen estaría pagando las
facturas por sus coqueteos con círculos yihadistas durante los últimos diez
años. El régimen se ha enorgullecido públicamente de haberle hecho la vida
imposible a Estados Unidos en Irak: los servicios secretos sirios crearon
grupos salafistas yihadistas a base de captar combatientes para enviarlos a
Irak. Está claro que parte de estos combatientes ha vuelto a Siria”.
Como decimos, no se dispone de informaciones fiables que
demuestren que los yihadistas constituyen la mayoría de la resistencia armada
siria. Swehat comenta a este respecto: “No tengo muy claro qué porcentaje de la
resistencia armada es yihadista hoy en día, pero tengo más que claro que ésta
no tiene sustento social por muy radicalizada que esté la sociedad siria en
este momento. El islam sirio es social y poco politizado. Está claro que el
petrodólar puede hacer mucho, pero no puede convertir de un día para otro a una
sociedad tan compleja como la siria. Mira el ejemplo de Libia, una sociedad con
una complejidad mucho menor que la siria, y mucho más pequeña: aún así las
elecciones han demostrado que politizar la religión no es un proceso fácil, ni
mucho menos tan espontáneo como cierta gente dice”.
Dejando al margen campañas de propaganda y contra-propaganda
en relación al asunto de los yihadistas, sí resulta preocupante que el núcleo duro –aunque no necesariamente
mayoritario– de la resistencia siria pueda estar formado por radicales que
extiendan la violencia extrema –incluida la violencia sectaria– como su
principal medio para conseguir derrocar al régimen de Al-Asad. Como comentaba
una bloguera siria a la periodista Mónica G. Prieto en una entrevista publicada
en Periodismo Humano: “El problema es que los grupos radicales, aún siendo una
minoría, son quienes reciben dinero del exterior”.
Para Javier Martín la presencia de yihadistas en Siria tiene
diversas implicaciones: “El incremento de la actividad yihadista no sólo
preocupa a Occidente –espantado por la posibilidad de matanzas étnicas
indiscriminadas–, sino a los propios sirios, molestos ya con algunas de las
actitudes intransigentes y arrogantes de esas milicias; y sobre todo al propio
ELS, gran parte del cual trata de desmarcarse de sus tesis y acciones. “La
ideología yihadista contradice aquello por lo que lucha el ELS”, declaró a la
cadena británica el coronel Ahmad Fahd al-Nimah, miembro de la fuerza rebelde.
“Son una amenaza real para cuando caiga el régimen”, advirtió.
Cabe esperar que cuanto más se alargue el conflicto esa
amenaza de una radicalización sea más probable: grupos con un poder creciente
que no serán fáciles de controlar en caso de un derrocamiento del régimen y que
se impondrían a los deseos de una parte mayoritaria de la población siria, como
ya lo están haciendo en alguno de los barrios que controlan en Alepo.
Para Yassin Swehat, la narrativa que pretende presentar el
conflicto sirio como un enfrentamiento entre suníes y chiíes favorece en buena
medida los intereses de las potencias extranjeras implicadas: “También es deseo
del régimen, ya que convertiría una revolución popular en una guerra sectaria
mucho más favorable para él”.
Arabia Saudí, Cátar y
Turquía: armas y expansión de la influencia suní
El papel de Arabia Saudí y Cátar, cabezas visibles del
Consejo de Cooperación del Golfo, está siendo decisivo en la financiación y la
logística del aprovisionamiento de armas y municiones –incluido armamento antitanque–
de los rebeldes sirios. Jordania estaría sirviendo de puerto de entrada para
este aprovisionamiento. Hace tan sólo unas semanas se produjo un relevo en la
jefatura de la inteligencia saudita. El nuevo jefe de los espías saudíes, el
príncipe Bandar bin Sultan, fue embajador en Washington durante más de veinte
años, entre 1983 y 2005.
Respecto a Turquía, Estados Unidos ha tenido que ejercer una
intensa labor de persuasión para que se involucrase de lleno en el conflicto
sirio. La operación de suministro de armas y apoyo a través de Turquía estaría
contando con la colaboración de agentes de la CIA estadounidense, que tendría
un pequeño grupo operativo en el sur del país gobernado por Erdogan. La orden
firmada por Obama excluye el suministro de armas estadounidenses a los
rebeldes. No excluye, sin embargo, la entrega de armas a través de países
intermedios o de traficantes de armas privados, una variante empleada en otros
conflictos: sin embargo, hasta el momento, no hay informaciones fiables en ese
sentido. Según Reuters se estaría recurriendo como centro logístico una base
aérea turca, utilizada en el pasado por Estados Unidos, situada a unos 100
kilómetros de la frontera con Siria, en las proximidades de la ciudad turca de
Adana.
En varias informaciones relacionadas con la cadena de
suministro de armas estarían implicados también los Hermanos Musulmanes sirios
(que tuvieron un papel destacado en la revuelta suní contra el padre de
Al-Asad, que terminó con la Masacre de Hama en 1982). Respecto a este grupo,
Yassin Swehat comenta que su peso político dentro de Siria era, hasta el inicio
del conflicto, casi inexistente: “Llevan 30 años desterrados y esto se nota,
tanto en que fue un partido político que ha envejecido mucho (y mal) como en su
pérdida de contacto con su potencial base social. Han medio resucitado gracias
a la financiación de Catar y a que algunos sectores simpatizan con ellos, no
tanto por su islamismo (de hecho los HHMM tienen un discurso de apariencia
bastante liberal, mucho más que en otros países) como por el hecho de que los
ven como los que más firmes se están mostrando contra el régimen y los que
menos posibilidades tienen, por lo tanto, de querer entenderse con Al-Asad, a
diferencia de la oposición interior”.
Arabia Saudí, Catar y Turquía eran países aliados del
régimen de Al-Asad hasta hace tan sólo unos meses. Si resulta asumible –aunque
no seguro: en Oriente Medio poco resulta seguro– que el papel de Turquía en una
futura Siria post Al-Asad contribuya a una reconstrucción nacional sensata –y a
un reequilibrio regional que, sin dejar de favorecer su papel de potencia,
trate al mismo tiempo de no incendiar todavía más la zona–, parece menos
probable que un país como Arabia Saudí, uno de los peores regímenes del Golfo,
con recientes episodios represivos contra su población chiíta y contra los
manifestantes chíies en Bahreim –sede de la Quinta Flota estadounidense– que
intentaron reproducir una Primavera Árabe, vaya a ofrecer una colaboración
entusiasta y decidida a la hora de construir una Siria más libre que con
Al-Asad.
Algunos analistas, como el brasileño Pepe Escobar, han
destacado el papel de Arabia Saudí –en mayor o menor sintonía con Estados
Unidos– a la hora de enturbiar la situación en Irak e impedir la regeneración
política en Yemen y sus maniobras, exitosas hasta la fecha, para impedir que el
estatus quo político en Egipto se desbocase en una transición esperanzadora,
desde el punto de vista democrático. A nivel interno, las autoridades saudíes
se aplican ejemplarmente a reprimir a la minoría chiíe del país y continúan
fieles a su interpretación –para muchos, incluidos muchos musulmanes,
desquiciada– de la ley islámica. Las mujeres saudíes sufren especialmente la
falta de oportunidades para desarrollar una vida independiente. Que muchas
leyes de Arabia Saudí no sean consideradas como delirios propios de un
perturbado es sólo un convención geopolítica: mientras tengan petróleo
continuarán siendo interlocutores válidos.
En una posición similar a la de Arabia Saudí respecto al
conflicto sirio se encuentran los Emiratos Árabes Unidos. Desde Abu Dabi se han
enviado generosas cantidades de dinero a los rebeldes. A nivel interno, los
Emiratos Árabes no pueden ser considerados un país ejemplar. Según Amnistía
Internacional, durante todo el mes de julio las autoridades del país se han
dedicado a detener a varias figuras opositoras relevantes. La última de las
noticias sobre progresos democráticos que llegan del emirato. Al parecer, las
garantías procesales de los detenidos no estarían siendo respetadas.
Poco se puede esperar, por otra parte, de la Liga Árabe.
Algo que no resulta extraño. La presidencia rotatoria recae en estos momentos
en Kuwait. Hace unas semanas las autoridades kuwaitíes decidieron reprimir por
enésima vez una manifestación de ciudadanos en situación legal de apatridia
(bidoon), que desde hace años reclaman el poder disfrutar de los derechos más
básicos, incluido el de ciudadanía.
Así las cosas, ¿resulta tranquilizador que Arabia Saudí,
Catar y Turquía se estén encargando casi en exclusiva de la logística del
suministro de armas y entrenamiento de combatientes o resulta simplemente útil
a corto plazo? Por una parte, Estados Unidos y Europa pueden permitirse afirmar
que todo el asunto no va con ellos: es una cuestión regional, nosotros apenas
intervenimos. Las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores Británico,
William Hague, cuando aseguró que el Reino Unido está prestando asistencia
“práctica pero no letal” a los rebeldes sirios da la medida de la implicación
pública de las potencias occidentales. Si usted era de los que pensaba que la
retórica, incluso la retórica diplomática, tenía sus límites, no deje de
prestar atención a las declaraciones de las cancillerías occidentales: al
hablar de Siria parecen decididas a superar esos límites con una brillantez que
los dadaístas no siempre alcanzaron a la hora de subvertir la lógica de la
retórica burguesa.
A medio y largo plazo, la falta de implicación directa de
las potencias extranjeras puede convertirse en un problema para sus intereses.
En un gran problema si la situación se complica. Salvando todas las distancias
con Libia –que son muchas, por suerte para los sirios– se puede pensar en el
Afganistán de los años 80 y en el apoyo de Estados Unidos a los muyahidines
afganos –y extranjeros– que combatieron contra la Unión Soviética. Los
servicios de inteligencia paquistaníes, el ISI, al gestionar los envíos de
dinero y de armas estadounidenses, estableciendo toda la red de contactos,
pactos y promesas, acumularon tal grado de poder y se hicieron tan
indispensables para los servicios secretos occidentales que, desde entonces, no
han dejado de resultar altamente problemáticos, tanto a nivel externo como en
el propio Paquistán.
Yassin Swehat puntualiza, además, que los diversos canales
abiertos para la entrega de armas a la resistencia siria no parecen estar
funcionando a pleno rendimiento en cuanto eficacia y eficiencia, al menos no en
algunos casos: “Está claro que hay potencias regionales (Turquía, Catar, Arabia
Saudí) que están armando a ciertos sectores, y en ciertas zonas nada más: las
áreas que más interesan a cada potencia. Pero también es un hecho el aumento
desaforado del precio de la munición en el mercado negro de armas en Siria, un
mercado que siempre existió, y que permitió la formación de muchas fortunas de
personajes muy afines al régimen y a sus servicios de seguridad. Esto indicaría
que hay mucha gente que está comprando dentro del país, a la que le estaría
llegando armamento desde fuera. Es un dato, en mi opinión, importante, y
confirmaría las quejas de muchos batallones de que no les llega nada de lo que
se dice que se le envía, ni de parte de potencias extranjeras, ni de parte de
donantes sirios en el exterior”.
Según algunas noticias aparecidas en medios turcos, desde
Ankara –también desde Washington– ya se estaría planeando una transición siria
que reservase al ejército turco un papel relevante. Se querría evitar el error
que se cometió en Irak en 2003 desmantelando casi por completo el ejército de
Sadam.
Gaseoductos
En julio de 2011, se anunciaba la firma de un acuerdo entre
los gobiernos de Irán, Irak y Siria para la construcción de un gaseoducto que
transportaría gas iraní hasta Siria atravesando Irak. Los tres gobiernos
coincidían en una cosa: no están controlados por suníes. La inversión prevista
era de 10.000 millones de dólares y el plazo de ejecución de unos 3 años. El proyecto,
en estos momentos, se podría considerar en vía muerta.
El desenlace del conflicto sirio condicionará que varios
proyectos energéticos internacionales, que en estos momentos se encuentran en
fase de preparación, puedan llegar a contar a Siria como territorio de paso.
Como explicó hace unos meses en un artículo la profesora de la Universidad de
Barcelona Nazanín Armanian, en Siria se puede estar resolviendo el futuro del
suministro energético de la Unión Europea y China, así como el poder futuro de
las gasísticas rusas como proveedores privilegiados.
Los tres vetos de
China y Rusia
Los tres vetos de China y Rusia hasta la fecha han impedido
que el Consejo de Seguridad de la ONU acordase medidas de presión contra el
régimen de Al-Asad. La mayoría de los analistas coinciden al señalar que la
actitud de Rusia y China tiene mucho que ver con las consecuencias de la
Resolución 1973, de marzo de 2011, mediante la cual el Consejo de Seguridad
permitió la intervención aérea en Libia y el apoyo decidido a la oposición
armada libia. China y Rusia se habrían sentido traicionados por las potencias
occidentales: no estaba previsto el fin de Gadafi y de su régimen.
Se ha hablado mucho también de la importancia geoestratégica
que tiene para Rusia la base naval de Tartus, en territorio sirio desde hace
más de 40 años. Único puerto seguro para la flota rusa en el Mediterráneo,
Rusia temería perderla en caso de que el régimen de Al-Asad caiga y sea
reemplazado por un gobierno menos amigable para los rusos. Siria es, además,
uno de los principales compradores de armas rusas. Moscú no ha dejado de enviar
armas al régimen de Damasco. Hace tan sólo unas semanas fue interceptado frente
a las costas inglesas un carguero que se dirigía a Siria con armamento ruso,
incluidos misiles y helicópteros de combate.
Otro motivo para que Rusia se oponga a la toma de medidas
contra el régimen de Al-Asad tiene que ver con la situación del Cáucaso.
Resultaría difícil equilibrar retóricamente un apoyo a las tropas rebeldes
sirias con la pacificación manu militari del Cáucaso que el régimen de Putin ha
llevado a cabo desde hace más de una década.
Una lectura similar puede hacerse de la oposición China a
una resolución del Consejo de Seguridad que condene al régimen de Al-Asad. Por
una parte, China es uno de los principales socios comerciales de Siria. El
volumen de negocios entre ambos países no había dejado de crecer en los últimos
años: las medidas de apertura económica han favorecido las importaciones
chinas. Por otra parte, Pekín no puede permitirse apoyar un movimiento rebelde
contra un régimen como el de Al-Asad, del mismo modo que no podía permitirse un
apoyo a los rebeldes libios. La legitimidad de la ocupación y la represión en
el Tibet y la autocracia que el gobierno de Pekín ejerce en su propio país
resultarían heridas, cuando menos, a nivel dialéctico si China se dedicase a
apoyar a movimientos rebeldes que tratan de derrocar a regímenes autocráticos.
Otro aspecto a tener en cuenta es la seguridad energética del país asiático.
Altamente dependiente de las importaciones de petróleo provenientes de Oriente
Medio, incluidas las que realiza desde Irán, China no puede permitirse perder
capacidad de acceso a esos recursos energéticos si quiere mantener su ritmo de
crecimiento económico. En 2010, las importaciones de petróleo desde Oriente
Medio supusieron un 46% de las totales del país.
En caso de una caída de Al-Asad, tanto la diplomacia rusa
como la china tendrán que empeñarse en conseguir, tal y como han hecho en
Libia, que su decisión de vetar el apoyo de la ONU a los rebeldes no les pase
factura a nivel económico. En Libia lo consiguieron, al menos en parte: ya se
han firmado acuerdos energéticos entre compañías chinas y rusas y el nuevo
gobierno libio. Considerando su nulo apoyo a los rebeldes libios, ambas
potencias no han salido tan mal paradas.
El reportero de The New Yorker Jon Lee Anderson se refería
hace unos días a la madeja de intereses y alianzas que el conflicto sirio está
generando: “¿Qué significan todos estos alineamientos? Que, sea lo que fuere
que ocurra adentro de Siria –y puede llegar a ser horrible, ciertamente, e
involucrar mayores matanzas–, también se libra una confrontación internacional.
Al final, Siria puede terminar siendo sólo una escaramuza dentro de un
conflicto más amplio, como algunos temen. Pero suena plausible que Siria esté
destinada a ser un punto de inflexión histórica. Cualquiera que sea el caso,
después de Siria bien podremos hablar abiertamente de una nueva guerra fría,
con líneas de batalla dibujadas toscamente, como lo son hoy en ese país, y con
nuevos conflictos por venir”.
En un reciente artículo publicado en The New York Review of
Books, el politólogo canadiense Michael Ignatieff otorgaba una dimensión a los
vetos de Rusia y China que supera el bloqueo concreto del Consejo de Seguridad
sobre unas determinadas sanciones contra el régimen de Al-Asad, e incluso en
las tan debatidas sanciones contra Irán. Según Ignatieff esos vetos pueden
interpretarse en clave de futuro como una significativa advertencia de los
tiempos geopolíticos que están por venir: un futuro en el que Estados Unidos y
Europa ya no podrán hacer y deshacer con tanta libertad. Según Ignatieff, el
mensaje que Rusia y China quieren enviar sería: “Este no es vuestro mundo,
quieren hacernos saber, y la historia no se está moviendo en vuestra dirección.
Tenéis que contar con nosotros”.
Javier Martín, uno de los periodistas españoles con más
experiencia en Oriente Medio, es autor de tres libros publicados por la
editorial Libros de la Catarata: Hizbulah. El brazo armado de Dios (2006);
Suníes y chíies. Los dos brazos de Alá (2008); y Los Hermanos Musulmanes, este
último publicado hace un año.
Mikel
Ayestaran, periodista free-lance para el Grupo Vocento y la televisión vasca,
ha informado sobre algunos de los conflictos más relevantes de los últimos
años. Sus reportajes, muchos de ellos multimedia, pueden leerse en su página
web, en la que también mantiene un blog.
Yassin
Swehat, bloguero hispano-sirio que mantiene dos blogs, uno en castellano, El
Cofre Damasquino, y otro en árabe, con información y comentarios sobre la
actualidad siria y Oriente Medio.
Lino
González Veiguela es periodista. Sus artículos más recientes en FronteraD han
sido Diccionario de la crónica hispanoamericana, República Centroafricana: el
Estado inexistente refugio de Joseph Kony, Siete consejos de Charles Simic a
los jóvenes poetas y Wojciech Jagielski, la complejidad del mundo. En FronteraD
mantiene el blog El mundo no se acaba