Claudio Katz
Trump confirmó en
sus primeros días que es un mandatario reaccionario con múltiples
planes de atropellos. Mientras crece la resistencia callejera, la
viabilidad de su agresión es una incógnita. Pero en cualquier caso,
una acertada caracterización de su proyecto vale más que
incontables vaticinios.
Una
agenda virulenta
Las órdenes
ejecutivas que firmó el magnate ilustran sus propósitos
trogloditas. Ratificó la construcción del muro a cargo de México,
puso en marcha la expulsión de indocumentados, anuló el visado para
varios países árabes, anunció la quita de subsidios federales a
las ciudades que protejan inmigrantes, inició la liquidación del
seguro de salud (Obamacare) y congeló la contratación de empleados
estatales.
Su gabinete de
generales y multimillonarios incluye expertos en destruir la
educación pública (Betsy DeVos), vaciar el sistema sanitario (Tom
Price), liquidar el ambientalismo (Scott Prui) y congelar el salario
mínimo (Andy Puzder). Su vicepresidente (Mike Spence) lidera las
campañas de penalización del aborto y sus principales funcionarios
son declarados anti-islamistas (Michael Flynn) o pregoneros del
suprematismo blanco (Bannon).